LEY DE VIBRACIÓN



LEY DE VIBRACIÓN


 

Amado hermano: Mi Cristo saluda a tu Cristo. Vengo a darte la cuarta Lección de Metafísica Cristiana. Vengo en nombre de mi Maestro Jesús a ponerte en posesión de la verdad.

 

Hoy vamos a hablar sobre la Ley de Vibración, una de las más bellas e interesantes Leyes que rigen nuestro Universo. En nuestras clases anteriores vimos que la Metafísica es el estudio de lo que está más allá de lo que nuestros ojos ven y nuestros sentidos captan. La Metafísica va en busca de la Verdad y La Verdad no es otra cosa que lo que permanece, lo indestructible, lo que no varía, lo que es inmutable, es una palabra, La Verdad es lo que llamamos Dios, otros Causa Única del Universo, Gran Arquitecto, Brahma, Alá, Jehová, etc. El nombre no importa, el Principio o Ser que buscamos es Él Mismo.

 

Ya dijimos en nuestra primera clase que cada uno lleva dentro de su mente, dentro de sí mismo, su propia concepción de Dios. Cada cerebro es un filtro por donde las ideas pasan con más o menos pureza, así unos captan de Dios una idea más amplia y otros una idea más limitada. Otros lo acomodan a su propio sentir y así hemos visto cómo el hombre ha creado un Dios a su propia imagen y semejanza, atribuyéndole todos sus vicios y defectos a un Ser que es Purísimo, que es Perfectísimo, que es todo Serenidad, Belleza, Equilibrio, que no es otra cosa que un Centro de Amor de donde se derrama en todas direcciones El Bien. Así ese Dios colérico, ese Dios capaz de sentir ira, capaz de sentir rencor, capaz de vengarse, de castigar con penas eternas y espantosas, no es otra cosa que un Dios humano, creado por la limitada mente humana.

 

Nosotros los Metafísicos, tenemos que dejar aparte ese Dios erróneo que veníamos llevando a cuestas desde nuestra niñez, cuando nos decían: “No hagas tal cosa; mira que Dios te va a castigar”; y así poco a poco se nos iba formando la idea de un Dios Terrorífico, impidiéndonos entrar en el Santuario de la Verdad, completamente desnudos de ideas preconcebidas acerca de cómo es Dios. Vamos a empezar sabiendo que por medio del raciocinio jamás llegaremos a conocerlo; el único camino es el Amor. Entrando dentro de nuestro propio Santuario Interior, desnudos y limpios completamente, no sólo de ideas acerca de cómo es Dios, sino también desnudos acerca de cómo es el mundo que dejamos fuera de esta meditación; limpios completamente acerca del concepto que nos merecen nuestros semejantes, sus acciones y el mundo en que vivimos. Así completamente puros en mente y corazón, pidiendo Amor, emprendamos la radiante aventura de intentar el acercamiento a tan imponderable Ser. Puestos ante la Divina Presencia, levantemos nuestra mente y nuestro corazón en una sublime y sencilla invocación de Amor. Digamos simplemente:

 

¡PADRE, YO QUIERO CONOCERTE, ENSÉÑAME, ÁBREME LAS PUERTAS DE TU SANTUARIO DE AMOR; VÍSTEME DE AMOR, MIRA QUE VENGO DESNUDO; ILUMÍNAME CON AMOR QUE MI OÍDO INTERIOR QUIERE ESCUCHARTE!

 

Quedémonos en silencio, ese silencio interior, donde ningún pensamiento intruso debe penetrar y esperemos. Alguien, allá en nuestro Santuario Interno que acabamos de descubrir, nos dirá algo. Este es un primer paso hacia la oración metafísica.

 

En Metafísica sabemos que “LA LLAMADA OBLIGA A LA RESPUESTA”, esta respuesta nos llegará ineludiblemente, si la esperamos con ferviente y amorosa fe. Es una manera de empezar el ejercicio de la meditación, para el cual debemos tratar de obtener, primero que nada, el don de la concentración mental. Esta consiste en aislarse mentalmente de todo lo externo, concentrando el pensamiento en la búsqueda interna y no permitir que pensamiento de otra índole, que no sea el sentimiento de estar ante la Divina Presencia, se cuele en nuestro predio mental. Si hubiere algún conato de distracción, cae en cuenta, serenamente y en nombre de tu Divina Presencia, di mentalmente: “RETÍRATE, Y SABE QUE “YO SOY” DIOS”.

 

Continúa la concentración por todo el tiempo que puedas, espera serenamente la iluminación que tiene que venirte.

 

Ya dijimos en nuestras clases anteriores que, realmente, hay mucho sufrimiento en este planeta y tal cosa puede hacernos pensar que Dios sí se enoja, que Dios sí castiga; pero ya sabemos también que no es así, que lo que castiga es la Ley, los Siete Principios Universales que gobiernan el Cosmos, los cuales funcionan inexorablemente, sin distinguir entre ignorantes y sabios, entre adultos y niños, entre ricos y pobres, entre razas, nacionalidades, ni credos. La Ley o Principio fundamental, funciona y el que la desafía cae bajo sus efectos. Es como la hélice de un avión que gira vertiginosamente, su Ley es atrapar y arrastrar, triturando, entre sus aspas, todo lo que entre dentro de su radio de acción. Esto es, el que lo sabe, lo evita, no osa desafiar esa Ley, allí está la hélice dando vueltas en el aire, y ¡ay! De lo que entre en su circuito, será arrastrado, triturado, deshecho. Nosotros, los metafísicos sabemos y debemos saber cuáles son y cómo funcionan estas 7 Leyes bases, de las cuales dependen todas las demás leyes físicas y terrenas que rigen nuestras vidas, pues son como subleyes que les están subordinadas, para así no desafiarlas imprudentemente, metiéndonos dentro de su campo de acción en forma inconsulta, sino estudiándolas, respetándolas, usándolas en nuestro favor, es decir, aprovechando la parte positiva de su funcionamiento y poniéndolas a trabajar para nuestro bien.

 

Repito que estas 7 Leyes o Principios son: Mentalismo, Correspondencia, Vibración, Polaridad, Ritmo, Causa y efecto, y Generación. Ya he dicho y lo repito porque quiero que se les grabe bien, que estas Leyes funcionan concatenadas, entrelazadas unas con las otras, o sea, que en la Ley de Mentalismo, por ejemplo, se encuentra funcionando paralelamente o dentro de ella la Ley de Correspondencia, o sea, “TAL COMO PIENSAS TE CORRESPONDE TAL O CUAL RESULTADO”

 

Hasta ahora hemos visto por encimita nada más que algo de la Ley de Mentalismo y algo de la Ley de Correspondencia. Hoy vamos a ver algo de la Ley de Vibración.

 

El principio o Ley de Vibración se basa en el siguiente enunciado: 


“NADA PERMANECE INMÓVIL; TODO SE MUEVE; TODO VIBRA”. 


Este Principio encierra la verdad de que todo está en perpetuo movimiento, que nada permanece estático, ambas cosas ya confirmadas por la ciencia moderna. A pesar de que es ahora cuando la llamada ciencia viene a descubrir que todo está en continuo movimiento, debemos decirles que este Principio Hermético fue dado a conocer hace ya unos cuantos miles de años por los Maestros del Antiguo Egipto. Este principio explica las diferencias existentes entre las diversas manifestaciones de la materia, de la mente, de la fuerza y aún del espíritu, las que no son otra cosa que diferentes grados vibratorios. Desde el Todo que es puro espíritu hasta la materia más basta o baja, todo está en vibración; cuanto más alta es la rata vibratoria más alta es su posición en la escala. La vibración del espíritu es de una inmensidad infinita, tanto que prácticamente puede considerarse como si estuviera en reposo. En el otro extremo de la escala hay formas de materia densísima, cuya vibración es tan débil que parece también estar en reposo. De ahí ese aforismo que dice: “LOS EXTREMOS SE TOCAN”


Desde el corpúsculo y el electrón, desde el átomo y la molécula hasta el astro y los universos, todo se encuentra en perpetua vibración. Esto es igualmente cierto en lo que respecta a los planos o estados de energía o fuerza, lo cual no es más que un determinado estado de intensidad vibratoria, así como también corresponde a los planos o estados mentales y espirituales. Una comprensión, exacta de este principio habilita al estudiante para controlar sus propias vibraciones mentales, así como las de los demás. Los Maestros también emplean este Principio para conquistar los fenómenos naturales. El que comprende el Principio Vibratorio ha alcanzado el cetro del poder, como lo tuvo, sin ningún lugar a dudas, el Maestro Jesús de Nazareth.

 

Todo en la Naturaleza permanece en perpetuo estado de movimiento, aún allí en donde vemos una aparente inmovilidad, pongamos por caso en un pedazo de plomo, debemos recordar que en ese pedazo de plomo existen billones de billones de átomos, cuya infinita pequeñez los hace invisibles para el ojo humano; pero si les aplicamos los aparatos adecuados, vemos cómo cada átomo está compuesto de un centro o núcleo de luz y que a su alrededor, convenientemente separados unos de otros, giran incesantemente electrones,  sin parar ni un segundo. Quiere decir, que en el pedazo de plomo oscuro, pesado, aparentemente inmóvil, hay vibración, baja sí, pero hay vibración, él está en continuo movimiento dentro de sí mismo, o sea, cada átomo que lo compone se encuentra en movimiento vibratorio circular, sin parar ni durante una fracción de segundo.

 

Observaremos que cada átomo, la partícula de materia más pequeña descubierta hasta hoy, es un sistema planetario en miniatura, copia fiel y exacta en el microcosmos de lo que en el macrocosmos  representa nuestro Sol (el núcleo) y sus planetas (los electores), girando a su alrededor. Sabemos que nuestros planetas giran sobre sí mismos, en rotación y alrededor del Sol, en sus movimientos de translación. Sabemos que el Sol a su vez gira sobre sí mismo en su movimiento de rotación y tiene además un movimiento de translación, o sea, que él también rota alrededor de algo, que en este movimiento nos arrastra consigo, y ese algo alrededor del cual gira, a su vez tiene los mismos movimientos de rotación y translación, girando a su vez alrededor de otro algo que lo atrae, y así vamos dentro de infinitos movimientos de rotación y translación, o sea, movimientos vibratorios circulares, moviéndonos siempre en ese sentido, desde lo infinitamente pequeño (por ahora) que es el átomo, hasta lo infinitamente mayor, o sea, el Cosmos con sus sistemas, sus galaxias, sus constelaciones y siguiendo por ahí hasta llegar a lo incognoscible. Digo que lo infinitamente pequeño descubierto por el hombre hasta ahora es el átomo, porque se sospecha, que aún dentro del átomo, pueden encontrarse reproducciones del mismo, en escala más pequeñas aún. Pero hasta ahí hemos llegado, por ahora.

 

Tenemos que el primer movimiento vibratorio que se observa en la materia es circular. Ahora, cuando ese movimiento aumenta en rapidez – es lo que llamamos “frecuencia”- el círculo se desdobla en ondas. La “frecuencia” es la cantidad de vibraciones que se dan dentro de cada círculo u onda, en un determinado espacio de tiempo. Cuando la “frecuencia” es muy alta, o sea, que vibran a mayor velocidad, los átomos toman un ritmo ondulado, o sea, que el círculo se abre en forma de onda. Al tomar este ritmo ondulado, los átomos se separan a una mayor distancia los unos de los otros, dando como resultado una materia menos densa; así se producen las ondas de luz; la transición entre la materia sólida y la impalpable, o sea, la gaseosa o etérea. De este modo, tenemos las ondas Hertzianas, las ondas infrarrojas que usamos en los Rayos X o de Roentgen, etc. Cuando este movimiento adquiere mayor intensidad, al hacerse más rápido, la onda pierde su forma curva y se convierte en zig-zag. Ya de aquí en adelante, la forma que toma la vibración es inapreciable por el hombre. El zig-zag (el rayo) es todo energía, es la fuerza que denominamos con el nombre de electricidad, que conocemos, que hemos estudiado, encauzado y aprovechado, pero que nadie ha visto jamás ni sabe lo que es; ni los más grandes sabios en electrónica pueden decir si tiene masa o no, ni de qué está compuesta, ni qué cosa es. Sólo conocemos sus efectos y por esto sabemos que existe. Como ya dije, hasta la vibración en zig-zag ha sido captada por el ser humano, de ahí en adelante se supone que la vibración ha de seguir funcionando bajo otras formas, que no nos han sido reveladas aún, hasta llegar al Infinito.

 

En Alemania se hizo un experimento de vibración por medio de una rueda a la cual se le imprimió un movimiento giratorio a cierta velocidad. Comenzó viéndosela girar y emitiendo ruido; a medida que ascendía la frecuencia de las vibraciones, dejó de oírse el ruido, o sea, que alcanzaron las vibraciones del sonido una frecuencia tan alta que dejaron de ser perceptibles para el oído humano. Al mismo tiempo la rueda comenzó a emitir calor y ante la vista pareció estar inmóvil, aunque seguía moviéndose a una extraordinaria velocidad. Se le imprimió mayor velocidad aún y fue adquiriendo color, pasando por toda la gama del espectro, desde el infrarrojo hasta el ultravioleta, hasta llegar al blanco incandescente. En este momento los átomos se separaron unos de otros y la rueda se volatilizó, se desintegró en el espacio. Ni ella ni sus átomos volvieron a verse, éstos fueron a integrar nuevas formas dentro de la materia. Llevando este procedimiento a lo espiritual, nos explicamos cómo el hombre, elevando su rata vibratoria mental, por medio de la pureza de vida, de la concentración y unión con la Divinidad a través de la oración, logra escapar del plano tercera dimensión en que regularmente vive y pasando a un plano vibratorio más alto, se eleva por los aires y se sostiene sin apoyo visible que sustente su cuerpo; es el fenómeno que se conoce con el nombre de “levitación”. Acelerando más y más estas vibraciones puede, igual que le pasó a la rueda anteriormente mencionada, desintegrar sus átomos a voluntad y reintegrarlos nuevamente a su forma corporal, reuniendo estos átomos de nuevo. Es ni más ni menos lo que hizo Jesús cuando se presentó ante sus discípulos en el cenáculo, pasando a través de una pared (Juan: 20/19 y 20).

 

Debemos recordar que toda materia, desde la tenida por más vil (esputos, pus, desechos, excrementos, etc.) hasta la tenida por más noble (metales y piedras preciosas, como el oro, el platino, diamantes, rubíes, etc.) todo, absolutamente todo,  incluso nosotros mismos, está compuesto por átomos; que el centro de cada átomo está hecho de luz purísima y perfecta, que en esa Luz mora ni más ni menos que el mismo Dios, que los electrones, que giran a su alrededor pueden ser contaminados con pensamientos  o sentimientos feos emitidos por nuestras mentes o por las mentes de los demás y entonces, al contaminarse el átomo en sus electrones, pues ya hemos dicho que el centro o núcleo de Luz es incontaminante, esos electrones defectuosos entran a formar células defectuosas o enfermas, pasando a integrar figuras negativas y malvadas; el cáncer no es otra cosa que un ente formado  por células defectuosas integradas por átomos contaminados. Pero basta recordar que el centro de cada átomo permanece purísimo, bello, perfecto, que allí está presente Dios con todos sus poderes y atributos y mentalmente empezar a irradiar Luz desde el centro de cada átomo para limpiar los electrones y hacer células sanas; basta este tratamiento hecho a conciencia por personas con vibraciones altas de pureza y fe, para que las células, obedeciendo a la pureza y fe, perfección divina que irradia el centro de cada átomo, comiencen a sanar y las figuras indeseables a desintegrarse y desaparecer. No otra cosa hacía Jesús cuando curaba leprosos, paralíticos y toda clase de enfermedades llamadas inmundas. Recuerda que el centro de cada átomo contiene en sí toda la pureza y poder de Dios, y cuando esta fuerza o poder se libera, ya sabemos lo que ocurre.

 

Como ya hemos dicho, cuando un individuo se pone a vibrar en alta frecuencia, por decirlo así, logra escapar a las leyes del plano tercer dimensión en que vivimos regularmente y así se le ve ejecutar cosas increíbles, como son las precipitaciones (milagros de los panes y los peces), la desintegración (desaparición e invisibilidad), reintegración atómica (reaparición) y otras muchas cosas que llamamos “milagros”, porque escapan a nuestra comprensión, pero que para el discípulo avanzado tiene perfecta explicación, de tal modo que puede decirse que cae dentro de lo científico, o sea, que una vez conocida la Ley a que está obedeciendo el hecho analizado, puede comprobarse científicamente, no por el camino de la probeta experimental, sino por la comprobación del hecho repetido sí se sigue el camino indicado para obtenerlo: concentración, pureza de vida, abstención de placeres materiales bajos, meditación, desprendimiento del bajo yo inferior, nos permiten alcanzar la manifestación de maravillas. El mismo Jesús lo dijo:

 

“ESTAS COSAS QUE YO HAGO Y AÚN MAYORES, PODÉIS HACER VOSOTROS”.

 

Todo es cuestión de alteza de miras y de persistencia.

 

Cada persona o cosa posee determinada rata vibratoria. En la materia densa la vibración es circular; en la materia menos densa, intangible ya para nuestros sentidos corporales, la vibración se desdobla en ondas. En el campo espiritual la vibración se manifiesta en zig-zag. Toda materia, obedeciendo a la Ley de Vibración ejecuta dos movimientos rotatorios, uno en el cual gira sobre sí misma, atrayendo hacia su centro (fuerza centrípeta) otro en el cual rota alrededor de algo, irradiando hacia afuera (fuerza centrífuga). Nosotros por Ley de Vibración atraemos e irradiamos. Cuando atraemos algo o a alguien hacia nosotros estamos usando, conscientes o inconscientemente una energía que se llama MAGNETISMO; somos como un imán, estamos atrayendo, halando hacia nosotros, hacia nuestro centro, ese algo o alguien a quien estamos tocando con nuestras vibraciones magnéticas centrífugas. Al mismo tiempo y por Ley de Vibración, también estamos irradiando desde nosotros hacia fuera, esa misma energía magnética, que en fin de cuentas no es otra cosa que nuestra electricidad personal. El que sólo usa la vibración centrípeta, que todo pretende atraerlo hacia sí, hacia su centro, o sea, que sólo mira hacia su ombligo, como se dice vulgarmente, el egoísta, en una palabra, ése tiene una rata  vibratoria baja, no irradia, sólo trata de atraer hacia su centro y siempre atrae su similar, o sea, otro egoísta. Entonces la persona que siente y actúa así, se convierte en un centro estacionario, no evoluciona. En cambio, el que al usar la Ley de Vibración usa también y en forma equilibrada la fuerza centrífuga, es decir, que irradia algo hacia fuera, que trata de dar y de darse a sí mismo, irradiando hacia el mundo y hacia todo lo que lo forma todo el bien que puede, ése está usando la fuerza de translación, esa persona que así actúa se traslada, camina, avanza; el otro, en cierto modo, se estaciona o avanza muy lentamente.

 

Debemos usar los 2 movimientos, igual que lo hacen los planetas. Debemos empezar concentrando nuestra atención hacia nosotros mismos, hacia nuestro propio centro, aseando, embelleciendo, alimentando nuestros cuatro cuerpos inferiores: físico, mente, emoción y memoria, o sea, el subconsciente. Debemos limpiar nuestra parte física, limpiar y alimentar nuestro cuerpo mental y emocional, proporcionándoles altas vibraciones de belleza (conciertos, poesía, el arte en todas sus manifestaciones, etc.) y si somos muy emocionales, tratar de salir de la emoción para hacernos sensitivos.

 

La persona emotiva es la que está dispuesta a llorar por todo. Tanto si asiste a una película u obra de teatro más o menos triste, como si le cuentan algún hecho doloroso o presencia algo de eso que llaman tragedia. Esta persona responde a éstos siempre llorando o acompañando a llorar a otros, sin tratar de proporcionarles ningún alivio, y así, en vez de ser uno solo el que llora, serán dos, y pare usted de contar si se juntan unos cuantos de estos emocionales, entonces es una multitud llorona la que está presente. Esto no es constructivo, no es positivo, no es bueno. Nosotros no debemos acompañar a nadie a llorar, como tampoco debemos acompañarle en maldecir o en criticar, etc. En todos estos casos debemos de tratar de sacar de ese estado a los que vemos que están en ello y pasarlo a una rata vibratoria constructiva, de tono más elevado. Debemos irradiar positividad. En un entierro por lo general se habla de los últimos momentos del fallecido, de lo que sufrió, de “los horrores que le hicieron los médicos” y cosas por el estilo, mientras se llora a lágrima suelta. El metafísico que se encuentra presente en un caso así, debe polarizar el ambiente haciendo un cambio de conversación, llevando la mente de los dolientes a un terreno más positivo, cambiando su tono mental, recordando por ejemplo la bella persona que en su aspecto espiritual era el difunto, sus magníficas cualidades, lo bien que se portó en tal o cual circunstancia, para terminar bendiciendo su luz y deseándole que ahora se encuentre en un plano de vida superior, gozando de los bienes y bellezas que por “Ley de Correspondencia” le corresponde cosechar. Verán cómo las lágrimas cesan y hasta alguna ligera sonrisa se esboza en el rostro de los dolientes.

 

Esto de irradiar puede ser positivo o negativo.

 

Hay gentes que no saben hablar sino de calamidades y van irradiando bajas vibraciones que contaminan todo lo que tocan, es lo que el vulgo, que siempre tiene atisbos de la verdad, llama “gente pavosa o mabitosa”. En el plano físico, por ejemplo, el que no se asea, irradia malos olores, todo el mundo lo evita, se hace repelente. Al revés, el que exhala agradables perfumes, huele a limpio, canta, hace música y siempre está alegre, irradia el bien y sin proponérselo siquiera se convierte en un imán, se hace atractivo, atrae hacia su persona a los demás y así gasta simultáneamente las dos energías, centrípeta y centrífuga, o sea, que atrae e irradia a la vez. Es la mejor forma, pues así el individuo establece su equilibrio vibratorio.

 

El pensamiento positivo vibra en alta frecuencia, sus colores son claros, brillantes, luminosos. El pensamiento negativo, vibra lentamente y sus colores son opacos. Cuanto más negativos, tanto más sombríos y tanto más bajos el “tono” de su sonido. El pensamiento positivo como la mente que está polarizada en plano positivo, no pueden ser dominados por una vibración baja a menos haya algún concepto o idea negativa “agarrada” por alguna parte en el individuo. O a menos que el individuo permita que su pensamiento se vuelva negativo. Jesús dijo: “EL DIOS DE ESTE MUNDO VIENE A MÍ Y NO ENCUENTRA NADA POR DONDE ASIRSE”.

 

El dios de este mundo es el polo negativo que es lo que impera en la mayoría de las gentes. El polo positivo, ya lo hemos establecido, es de alta vibración. El polo negativo, de baja vibración. Los sonidos bajos son de vibración lenta. Los sonidos altos, de alta vibración. Los colores oscuros son de baja frecuencia, y los colores brillantes de alta frecuencia.

 

Todo lo que es materia está siempre en movimiento circular, girando en contorno de lago más grande. Este es el patrón universal para todo lo material. Los herméticos han enseñado siempre el movimiento vibratorio de la luz, el calor, el magnetismo, la cohesión que es el principio de la atracción molecular que llamamos comúnmente “Amor”, lo mismo que ese gran misterio llamado “gravitación” o “gravedad universal”.

 

Hoy todo el mundo conoce la relación entre el movimiento y el sonido, aunque no se ha estudiado en nuestro plano terreno, o sea, que aún nadie lo consideró de gran importancia. ¿Quién no ha percibido el zumbido de un abanico eléctrico girando a máxima velocidad? La rotación va produciendo diferentes sonidos musicales. Un avión que pasa emite un sonido musical del cual se desprenden otros varios tonos. Estos se llaman “armónicos”, como es sabido por los músicos. Cuando se golpea una nota musical cualquiera, digamos en un plano, la vibración repercute en otras dos notas en octavas más altas y abarca un extenso circuito haciendo vibrar en las mismas notas a los instrumentos musicales que se encuentra dentro de su radio de acción; muchas veces al tocar una nota en el piano se hace vibrar aún en tono inaudible a todos los pianos del vecindario. Los tonos que suenan una tercera y una quinta nota del tono golpeado. Esta combinación armónica se llama “el acorde mayor”, por lo general.

 

El oído humano no percibe el sonido sino cuando vibra dentro de una escala de vibraciones para la cual está conformado. Esta escala comprende desde un número de vibraciones bajas hasta un número de vibraciones altas. Más arriba o más abajo ya no se oye nada. Todos los oídos no están conformados de igual manera; en el ser humano tiene su escala, en los animales también. El perro, por ejemplo, percibe con su oído sonidos que el hombre no escucha. Lo mismo pasa con la vista y los demás sentidos, todos están sujetos a una escala dentro de la Ley de Vibración. Cuando algo comienza a girar (como en el caso de la rueda antes descrita) comienza a emitir un sonido perceptible por el oído humano. Pasada la frecuencia que el oído humano puede percibir, o sea, acelerada la vibración, ya no se oye nada, pero se empiezan a percibir grados de color, empezando por el rojo oscuro. A medida que aumenta la vibración, ya no se oye nada, pero se empiezan a percibir grados de color, empezando por el rojo oscuro. A medida que aumenta la velocidad el color se va haciendo más brillante, luego pasa al naranja, después al amarillo, de allí al verde, al azul, al añil y por último al violeta. Si la velocidad continúa en aumento se vuelve blanco incandescente, de allí en adelante la vibración escapa a la visión del ojo humano y se sucede la gama de rayos invisibles, los llamados Rayos X, luego a más velocidad se desarrolla la electricidad y por último el magnetismo. De ahí en adelante la vibración sigue en planos mentales y espirituales. Einstein decía que mientras más estudiaba la electricidad más cerca se encontraba del espíritu. Para los humanos estos planos continúan siendo inaccesibles, pertenecen a los planos sutiles donde residen nuestros cuerpos Astral, Etérico, Emocional, Mental y Espiritual.

 

Los estados de ánimo vibran y lanzan vibraciones en sonidos y colores al espacio. Todos los estados mentales son lanzados al exterior del cuerpo que los crea, van golpeando cuerpos afines como lo hacen las vibraciones emitidas por instrumentos musicales y estas vibraciones humanas afecta, en bien o en mal, a otras mentes, aumentando los estados emocionales y mentales que están a tono con ellas. Por ejemplo, si alguien se encoleriza, lanza vibraciones de ira, las cuales son atraídas magnéticamente por otro que esté también encolerizado, así se aumentan unas a otras. En un estado emocional negativo, empeorado por vibraciones que le llegan de afuera, se puede llegar hasta el crimen cuando las personas afectadas no tienen el hábito de controlarse.

 

Por eso sabemos que la Tierra actualmente se encuentra opacada, no está irradiando su Luz espiritual y no está dando su nota armónica dentro del concierto de las esferas; esto es debido a las vibraciones negativas emitidas por millones de seres, vibraciones negativas con que contamina el cuerpo astral del planeta toda una humanidad entregada al desenfreno materialista, con una mente polarizada hacia la ambición, la rivalidad, el odio, el egoísmo, etc.

 

Los pensamientos amorosos, de generosidad, de fraternidad; los pensamientos e ideas respecto a Dios y sus maravillosos atributos, con respecto a los Grandes Maestros de Sabiduría, acerca del Yo Superior, sobre todo lo noble, todo lo puro, que desarrollan en el hombre su deseo de unión con la Divinidad, desarrollan en el ser vibraciones altísimas. Mientras más Alto se piensa y se siente, más alto se vibra. Estas altas vibraciones tienen el poder de elevar de plano cualquier vibración negativa que esté manifestado otra persona, pudiendo curar enfermedades, resolver problemas, etc.

 

Sentimiento y mente forman el alma, base de lo que llamamos personalidad. Cada quien adquiere o es una cifre vibratoria y actúa siempre bajo esa ecuación. Se ha dicho que la persona que llega a conocer su verdadera ecuación puede desintegrar y reintegrar sus átomos  a voluntad, un gran músico que dirige un concierto de cámara o cualquier partitura de los Grandes de la Música, al irradiar belleza está irradiando su personalidad, su alma, magnéticamente, a través de vibraciones elevadísimas, vibraciones que al tocar el campo emocional de quienes escuchan los hacen vibrar también en una alta tonalidad. La música según su clase asciende o desciende en la escala vibratoria. No produce vibraciones de la misma frecuencia una Sinfonía de Beethoven que un joropo, un tango o un jarabe tapatío, pongamos por caso. Creo que me explico y tú me comprendes.

 

Esa vibración llamada “emoción estética” es una de las formas más corrientes por medio de la cual el individuo puede pasar de un estado de conciencia negativo a uno positivo. La emoción estética se produce en el individuo al ponerse en contacto con la belleza bajo cualesquiera de sus formas. Bien puede ser la contemplación de un bello paisaje; el cuadro amoroso de una  madre y su hijo; una pintura, escultura, poesía u obra literaria de altos kilates que nos eleve de plano, todo lo que eleve la mente y la saque de la prosa del diario vivir.

 

Ya hoy se están haciendo curaciones por medio de la música y de los colores. Esto no es nada nuevo, pues la Biblia nos cuenta, cómo David serenaba los ataques de la furia del Rey Saúl, tañendo el arpa ante él.

 

Hay muchos fenómenos que tienen su explicación en la Ley de Vibración, que como todas las Leyes es extensísima, pero con lo que les he dado hoy, creo que tienen base suficiente para  comprender cómo actúa esta Ley y para definirla cuando la encuentren ejecutando cosas inexplicables, para el común de los humanos.

 

Por hoy terminamos con la Ley de Vibración. En mi Lección V hablaremos de la “Ley de Polaridad”, que como todas las demás es una Ley muy importante. Por hoy me despido de ti deseándote que vibres alto.

 

Que la Luz te envuelva, hermano.