ALFA Y OMEGA
EL LIBRO DEL GÉNESIS
de EMMET FOX
de EMMET FOX
GÉNESIS significa “origen” o “principio” y éste, el primer libro de la Biblia, explica cómo las cosas y las condiciones vinieron a la existencia. El poder creativo del universo es el pensamiento. Todo aquello que existe tiene primero que ser pensado por alguien antes de que pueda existir, y de esta manera toda la creación no es más que la expresión concreta del pensamiento.
El Génesis versa sobre este poder creativo del pensamiento. La primera sección –que consiste del Capítulo 1 y tres versos del Capítulo 2- trata del pensamiento genérico. El capítulo 2 narra la historia de Adán y Eva y aborda el tema del pensamiento específico, o de cómo una persona dada (como por ejemplo, tú, el lector) construye toda condición que existe en su vida.
Las secciones que siguen –acerca de Caín y Abel, la Torre de Babel, el Diluvio, la historia de Abraham y su familia, la historia de José y sus hermanos- todas versan en diferentes maneras sobre el poder creativo del pensamiento, mostrando cómo el mismo es la génesis de todas las cosas que existen. El Libro del Génesis es en parte alegórico y en parte histórico pero –como siempre es el caso de la Biblia- las partes históricas son alegorías también.
El objetivo de la Biblia es enseñar sicología y metafísica – o Verdad Espiritual-, de manera que todo el mundo pueda recibir la enseñanza en el punto de desarrollo en que se encuentre; y si la Biblia ha de servir para algo, estas parábolas deben ser interpretadas espiritualmente.
A menos que tengas el significado espiritual detrás de la narrativa, no posees la Biblia del todo; sólo cuenta usted con la “letra muerta” y le hace falta “el espíritu que da vida”. A los que sólo tienen la palabra, Pablo los compara con la esclava; y a los que tienen la interpretación espiritual, con la mujer libre.
La interpretación espiritual de la Biblia nos libera al enseñarnos cómo traer salud y armonía dentro de nuestras vidas mediante un entendimiento acrecentado de Dios. La alianza del Sinaí, necesaria y buena en su lugar, denota el esfuerzo por ordenar las cosas desde afuera y es, por supuesto, mucho mejor que la anarquía; pero aquél que está en el Sendero Espiritual debe pasar más allá de esto al Jerusalén espiritual, que es el ordenamiento de las cosas desde adentro mediante la Práctica de la Presencia de Dios. Éste es el Nuevo Jerusalén que baja derechito desde Dios en los Cielos. 1 (1 – Apocalipsis 3:12, 21:2, 21:10)
El estudio de la clave espiritual a la Biblia cambia nuestra conciencia para mejor, y es esta expansión de conciencia lo que nos permite tener acceso a la revelación superior.
Habiendo explicado el Libro del Génesis y, por ende, el poder creativo del pensamiento, proceden entonces los otros libros de la Biblia a ilustrar la manera en que las leyes del pensamiento operan en diferentes circunstancias, pero el Génesis es la base de todo. – Apocalipsis 3:12, 21:2; 21:10
El Capítulo 1 del Génesis pone de manifiesto una revelación dada en las Sagradas Escritura. Este capítulo 2 son en realidad una sección; y esta sección constituye un compendio de las leyes que gobiernan el pensamiento. Es, por ende, un tratado científico sobre la naturaleza sicológica y espiritual del hombre, y explica lo que nosotros llamamos demostración, o respuesta a la oración. No tiene por objeto ser una historia de la formación del sistema solar o del universo estelar.
Como obra literaria, el relato es sublime y magnífico en su alcance, en profundidad de pensamiento, y en las alturas sin paralelo del entendimiento espiritual que el mismo logra. Nos muestra cómo la humanidad como raza –y cada individuo personalmente- llega al conocimiento de la omnipotencia, la omnisciencia y la omnibondad de Dios.
El tratado está dividido en siete partes, o siete días de la creación. Este arreglo expresa los siete estadios a través de los cuales pasa el pensamiento cuando emerge del error a la Verdad.
Al principio hay oscuridad, o ignorancia de esas grandes verdades que, en verdad, son una Verdad. Entonces, gradualmente, la luz comienza a mostrarse, veladamente al principio pero lentamente ampliando su horizonte a realizaciones cada vez mayores.
Lo que llamamos naturaleza no es más que la manifestación de una parte de la creación espiritual de Dios. Es cierto que en demasiadas ocasiones interpretamos mal lo que vemos, o vemos de una forma distorsionada, pero a medida que la luz aumenta más y más, tales conceptos erróneos van siendo descartados paulatinamente hasta que se entiende la Verdad real.
Este proceso nos está siendo simbolizado constantemente por el amanecer de cada nueva mañana. Al principio tenemos la oscuridad, luego el primer destello de luz, y entonces el amanecer viene más y más rápido hasta que emergemos dentro del día en pleno.
Podemos ver que esto también constituye la historia de la entrada del individuo al conocimiento de la Verdad Espiritual. Comienza el individuo con la creencia de la limitación y la separatividad y entonces, en algún momento y mediante ciertos mecanismos, se le trae la Verdad; y partiendo de un pequeño comienzo, gradualmente evoluciona él dentro de un entendimiento comprehensivo.
Una vez más, se encuentra que ésta es la historia de cada demostración individual.
Cuando se resuelve una dificultad, o cuando una carencia es satisfecha a cabalidad – ya sea mediante la oración o tratamiento espiritual-, a eso nosotros lo llamamos una demostración porque demuestra la Ley de Armonía Universal. Se verá que aquí pasamos por el mismo proceso: Primero la sensación de limitación, girando entonces hacia Dios y la gradual realización de Su Presencia, aumentando la realización hasta que el problema desaparece.
EL PRINCIPIO
“En el principio Dios creó los cielos y la tierra”. (Génesis 1:1)
La Biblia comienza diciéndonos que Dios es el Creador y principio de todo. Las primeras cuatro palabras de la Biblia son: “En el principio Dios”. Se imparte aquí una gran lección, ya que cualquier empresa que esté basada en este principio debe tener éxito en todo respecto.
Todos sabemos que Dios está fuera de lo que denominamos “tiempo” –“...el que habita en la eternidad.” (2 - Isaías 57:15) Por lo tanto, en absoluta verdad, el universo –incluyéndonos a nosotros mismos- está siendo creado de nuevo todo el tiempo. –“He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas”. (3 - Apocalipsis 21:5). No obstante, mientras que estamos en esta Tierra todos creemos –al menos subconscientemente- en la realidad y poder del tiempo; y, así, en términos del pensar humano, creemos en Dios como el inicio de las cosas.
“Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. (Génesis 1:2)
Dios es el Creador de todas las cosas y, por ende, todas las cosas que realmente existen son Su expresión; y las mismas tienen que reflejar y reflejan su perfección. Ésta es la Verdad pero, como sabemos, el hombre no sabe esto al principio. El hombre usa negativamente su imaginación para construir toda clase de ideas de limitación, para producir toda clase de miedos y temores que, aunque infundados en realidad, tienen el poder para causarle cualquier cantidad de sufrimientos, mientras él crea que ellos son verdaderos. El bien tiene una existencia sustancial independiente sepamos nosotros de eso o no, pero el mal sólo tiene la existencia que nosotros le damos cuando creemos en él. Siempre y cuando creamos en él el mal aparenta ser tan real como si fuera verdadero. La infelicidad que experimentamos es la misma como si el mal fuera verdad, así como el niño en una pesadilla sufre igualmente durante el tiempo que dura el sueño, como si el sueño fuera verdad. “Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones,” (4 – Eclesiastés 7:29)
Así, el hombre vive en ignorancia y miedo, pero un día la Verdad del Ser comienza a amanecer sobre él – “El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”- dándose inicio a su historia verdadera.
Notamos aquí que el “Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. El agua, en la Biblia, representa la mente humana –el intelecto y los sentimientos- si bien en la práctica es siempre la naturaleza emocional lo que es más importante. No es hasta que los sentimientos son tocados que las cosas pasan.
El texto dice “...sobre la faz de las aguas”. La faz representa el poder de reconocimiento. Usualmente nosotros reconocemos a la gente por sus caras, y la venida de la luz es el reconocimiento de la Verdad.
EL PRIMER DÍA
Y dijo Dios: Sea la luz y la luz fue. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios luz de las tinieblas”. (Génesis 1,2-4)
Lo primero que este amanecer de entendimiento hace por el hombre es mostrarle que hay una distinción entre la Verdad y el error. El hombre sabe ahora –aunque sólo vagamente al principio- que todas las experiencias no son igualmente auténticas. Este es uno de los dos o tres pasos mayores en toda la historia. Después de esto, el miedo no volverá jamás a tener el mismo poder que antes tenía sobre él. En otras partes de la Biblia, a esta experiencia se le llama “La primera Resurrección”, porque el hombre se levanta desde la tumba de una existencia sin el conocimiento de Dios.
Y llamó Dios a la luz “día”, y a las tinieblas llamó “noche”. Y fue la tarde y la mañana el día primero” (Génesis 1:5)
Ahora que el hombre ha entendido el hecho de que todas las apariencias no son igualmente auténticas, comienza a entender –si bien imperfectamente- que el bien es poderoso y que el error no lo es. Entonces, mediante el uso activo del pensamiento correcto, mediante el uso de su intuición y razón, puede separar el trigo de la cizaña. Al bien –que es la Verdad concerniente a todas las cosas- aquí se le denomina día, y al error y al miedo que le adherimos al mismo se les denomina noche.
Así el Primer Día representa el amanecer de la conciencia espiritual. En la Biblia “la noche” entraña limitación, miedo, lío o falta de algún bien necesario; y “el día” entraña realización. Por lo general el mundo invierte esto, pensando en vez de la noche como la realización, culminando de hecho en la inconsciencia del sueño. En la Biblia al caer de la tarde que lleva a la oscuridad de la noche es un estado erróneo que debe ser abandonado. El crepúsculo es sólo media luz, o menos, a través del cual el hombre debe pasar para entrar a la gloria del amanecer.
EL SEGUNDO DÍA
“Luego dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento, de las aguas que estaban sobre el firmamento. Y fue así. Y llamó Dios al firmamento Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.” (Génesis 1:6-8)
El “firmamento” quiere decir entendimiento. Mediante la iluminación, haciendo caso omiso de lo tenue del Primer Día, el hombre ha alcanzado un inicio de entendimiento. El estar consciente (aware) –aunque sea vagamente- de que el error es ilusión y que no tiene poder, es su pasaporte al paraíso. Ahora sabe lo suficiente el hombre como para sacar el error fuera de la empalizada –como quien dice-. Ya no le volverá a dar voluntariamente lugar en el designio de las cosas. Si bien no llega a pensar todavía que es mucho lo que sabe de la Verdad, el hombre sí cree que el conocimiento puede ser alcanzado y que se determinará que el mismo no tiene nada que ver con el mal.
Para entender este símbolo necesitamos saber que los antiguos pensaban del cielo que era literalmente un domo – probablemente hecho de alguna clase de metal- y colocado sobre la tierra como un gran techo; y a esto el escritor de la Biblia lo denomina “el firmamento”, y lo utiliza como un símil de “entendimiento”. Así, las aguas sobre el firmamento, o fuera del techo (en el exterior de la empalizada) significan error, miedo, o falsas creencias de la clase que sean. Abajo, o dentro del firmamento (bajo la ley) está el ser humano que ha recibido los primeros rayos de iluminación. Este hombre sabe ahora, como ya hemos visto, que las apariencias no son necesariamente verdad, y que no hay por qué temerles. Igualmente cae en cuenta cuán dado está él a crear ilusiones para sí mismo, y entiende que estas ilusiones deben ser colocadas fuera de la empalizada.
Sabe que él mismo está dentro de la empalizada, y que toda la Verdad –y nada más que la Verdad- está dentro de la empalizada también. Es así, entonces, que su liberación ha comenzado, que su regeneración está en camino; y que si bien tiene él mucho trabajo por delante para probar mediante la demostración la iluminación que ha recibido, ya la recibió no obstante. Sabe que hay una salida y que nunca más deberá darle credibilidad al error. De aquí en adelante toda su actividad mental estará enfocada sobre el estudio de la Verdad.
El resto del capítulo concierne a su constante y creciente realización de la Verdad; y así, las aguas fuera del firmamento desaparecen del relato.
EL TERCER DÍA
“Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y así fue. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:9-10)
Debajo de los cielos –o dentro de las Verdades del Ser- por supuesto que hay una infinidad de ideas, así como un infinito alcance para las verdaderas expresiones propias del hombre, las cuales –naturalmente- serán expresiones de Dios. “Debajo de los cielos”, habrá de notarse, es una expresión puramente figurativa que quiere decir “cualquier cosa que sea verdad”, y, por lo tanto, real y bajo la ley de la armonía. No quiere decir “encerrada” o “circunscrita” en forma alguna. No importa cuán grande podamos suponer que es el domo, el mismo parecería encerrar un área limitada si lo tomamos literalmente. Debajo del cielo está el universo infinito de la creación perfecta de Dios.
Es obvio que aún las personas más desarrolladas han demostrado actualmente sólo una porción muy, pero muy pequeña de la Verdad disponible. Estas personas saben de la existencia de un número de verdades adicionales; es decir, saben intelectualmente de la existencia de ellas, así como uno puede saber de un país que uno no ha visitado, o de una pieza de bella música que uno todavía no ha escuchado. El país que visitó o la sinfonía que escuchó le son conocidos no sólo intelectualmente sino también por experiencia. Nosotros todos sabemos de muchas verdades espirituales que todavía no hemos sido capaces de demostrar. Por ejemplo, sabemos intelectualmente que nuestros cuerpos son espirituales y perfectos, y la mayoría de nosotros hemos experimentado alguna curación sorprendente como resultado de este conocimiento, pero ninguno de nosotros ha realizado esto completamente, o siquiera a un alto grado. Sabemos intelectualmente que vivimos en la eternidad, pero todavía estamos sometidos a la limitación de la creencia en el tiempo, y tenemos que respetarla por ahora. Sabemos, intelectualmente, que somos uno con Dios, pero nadie todavía está totalmente libre de miedo y duda, como lo estará cuando se dé la realización. Todas éstas son verdades de las que sabemos pero que hemos demostrado tan sólo parcialmente; y, por supuesto, existen otras también.
Pero todos sabemos, también, que en el universo de Dios existen infinitas ideas espirituales, infinitas glorias, de las cuales no podemos ni comenzar a tener la más vaga de las nociones en el presente. Entender más y más de estas maravillosas verdades constituye nuestro trabajo por la eternidad.
En el verso que estamos considerando, “lo seco” quiere decir la Verdad que hemos demostrado de hecho y, por lo tanto, experimentado. Vimos arriba que la realización es una con la demostración. Esto quiere decir que tan pronto uno cae en la cuenta de la verdad espiritual concerniente a cualquier dificultad o carencia, dicha dificultad ciertamente será superada o suplida la carencia. A veces se da un retraso entre la realización y la aparición de la solución; pero el lapso nunca es demasiado largo. Muy a menudo la realización está sólo en la mente subconsciente, por lo que no estamos conscientes (aware) todavía de que el trabajo ya ha sido terminado. Cuando oramos o hacemos un tratamiento, esperamos naturalmente que Dios actuará (ya que, de otra manera, sería un tratamiento espurio). Pero, sea como fuere, no contamos con una seguridad consciente de que el trabajo haya sido completado hasta tanto el resultado no aparezca en el exterior.
A veces la realización penetra tanto en la mente consciente como en el subconsciente, y es entonces que experimentamos una maravillosa sensación de paz y satisfacción –El Espíritu Santo desciende- y que sabemos que el problema fue solucionado, antes que la solución aparezca. Ocurre a veces que aún después de que El Espíritu Santo ha descendido, la cosa parece empeorarse por un tiempo; pero en vista de que el Espíritu Santo ha venido a vosotros y susurró la Verdad, sabéis que todo estará bien –y siempre lo está-. En tales casos, uno encuentra que al llegar la mañana, todo lo relacionado a dicha situación estará mucho mejor que antes de que se suscitará la crisis (antes de que cayera la noche), y entonces os complaceréis –o vuestro paciente se complacerá- por el gran adelanto que, en entendimiento, os ha permitido a vosotros o a él tener.
Técnicamente, el cambio en vuestra conciencia es la “demostración”, y el cambio observado en el cuadro externo es llamado “la señal”, un término que nos resulta familiar en los Evangelios.
Las aguas y mares mencionados en el texto representan toda la Verdad o todas las ideas espirituales que el individuo no ha demostrado todavía. Estas palabras incluyen todas las ideas de las que el hombre sabe algo, como también las infinitas ideas sobre las cuales él todavía no tiene ni idea.
“Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semillas: árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero.” (Génesis 1:11-13)
En este punto vemos que el hombre ha comenzado a orar, porque sabe que Dios existe y tiene algún sentido –si bien incipiente- del poder y la bondad de Dios. El hombre ha aceptado el hecho de que todo lo que él parece experimentar no es verdad; que el bien es verdad y real, y que el mal es temporal y puede ser destruido cuando uno sabe cómo. Aún este conocimiento, por más escaso que sea, revoluciona su vida. Sacude el edificio del error, así como un terremoto sacude un edificio endeble. Una tremenda cantidad de miedo y duda se evapora de su subconsciente y la Sanación comienza a hacer su aparición.
La condición que él está curando comienza a mejorar. Al principio esta mejoría parece ser pequeña, pero cualquier cambio entraña el comienzo del fin; y pequeña como es estimula su fe.
Todo esto está escrito en el texto como la aparición de la vida vegetal sobre la tierra seca. La vida vegetal es vida indudablemente, pero vida en una forma bastante limitada. Cosas que creen pueden desarrollarse cuando son plantadas, pero no se pueden mover sobre la superficie de la tierra. Están enraizadas, amarradas. Tampoco tienen éstas nada comparable al grado de conciencia que poseen hasta las formas más inferiores de verdadera vida animal. Si bien la tierra seca estaba totalmente lista para sostener la vida, de hecho estaba árida; y ahora aparece la vida vegetal. El Cristo Interno sabe que se acerca la liberación y se regocija –Dios vio que era bueno-.
EL CUARTO DÍA
“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en el firmamento del cielo para separar el día de la noche, y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y así fue.
E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día; y la lumbrera menor, para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las puso Dios en el firmamento de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.” (Génesis 1:14-19)
A medida que aumenta la demostración con la subsecuente disminución del miedo, el hombre depende más y más claramente de la Verdad del Ser. Especialmente cae en cuenta que él no está haciendo el trabajo por cuenta propia como una personalidad limitada, y que nunca podría él hacerlo de esa manera. Ve que sus propios esfuerzos (v.g. depender de su propio intelecto y su propia voluntad) no pueden lograr nada para él; que, de hecho, tiene que procurase ayuda externa. Sólo un tonto trataría de rezarse así mismo. He aquí la razón de por qué, en este punto, el texto bíblico deja la tierra y sale de la misma para ir a los cuerpos celestiales.
Es así como ahora el hombre trabaja para aumentar su entendimiento de Dios. Nosotros conocemos los Siete Aspectos Principales de Dios, que son conocibles por la humanidad en su presente grado de desarrollo; y que de estos los primarios son Vida, Verdad y Amor. VIDA es Ser o existencia en sí misma. Y para propósitos prácticos de curación –que, después de todo, no son sino el esfuerzo de conocer la Vida más correctamente- La VERDAD y el AMOR son generalmente los aspectos más importante. A estos se hace referencia en el texto como la luminaria mayor y la luminaria menor. Cuál es la mayor y cuál es la menor dependen generalmente del individuo. Algunas personas han desarrollado el entendimiento de la Verdad o del lado de la Inteligencia de la Vida más que del lado del Amor, y para ellos es más poderoso, y es la luminaria mayor. Otros han desarrollado más el entendimiento del Amor de Dios más que el lado de la Inteligencia o Verdad de Su naturaleza, y para ellos el Amor Divino es la luminaria mayor. Noten que la Inteligencia es especialmente una expresión de la Verdad, y se puede considerar como la Verdad en acción.
Al transcurrir el tiempo, nosotros, por supuesto, deberíamos proponernos a desarrollar nuestro entendimiento de ambos aspectos en igual proporción; y cuando así lo hayamos hecho tendremos una sabiduría perfecta, ya que la sabiduría es el perfecto equilibrio de Inteligencia y Amor siendo, por ende, una cualidad compuesta. Se puede considerar la Fe (no la fe ciega sino la fe con entendimiento) como La Sabiduría en acción.
La diferencia entre la luminaria mayor y la luminaria menor a veces se muestra a sí misma de una mejor manera en la sanación de una dificultad en particular. Un problema podrá requerir de la realización de la Verdad y la Inteligencia más que del Amor, sin cuidado de cuál podrá tener más desarrollada el sanador mismo. En aquellos casos en que hay que encarar mucho miedo y enojo uno siempre habrá de tratar de realizar el Amor Divino. Allí donde parece haber confusión, malentendidos o estupidez, se habrá de realizar la Verdad y la Inteligencia.
“La noche” en la Biblia por lo general se refiere a lo que hoy llamamos la mente subconsciente. Antes vimos que nosotros necesitamos desarrollar esa ala de la Vida que tengamos más débil –Amor o inteligencia- hasta que sea tan fuerte como la otra ala. Y al tiempo que progresamos en este trabajo iremos aclarando el subconsciente a una rata tremenda, lo cual quiere decir que rápidamente habremos de desarrollar la sabiduría.
La sabiduría es la clave para la armonía en la vida, ya que pensar sabiamente, emitir palabras sabias y actos sabios sólo pueden resultar en el bien. Y ya que –como hemos visto- se puede considerar la Fe como Sabiduría dinámica (o Sabiduría en acción), podemos ver que la fe es el secreto de la vida, ya que a vosotros se os hace en igual proporción a la fe que tengáis. Esta verdad de que la Sabiduría y la Fe son los aspectos estático y dinámico de la misma cosa amerita una consideración muy minuciosa.
“También hizo las estrellas”. El hombre observa las estrellas físicas con reverencia y admiración, pero aún hoy sabe muy poco de las mismas. No obstante, el sólo contemplarlas como meros puntos de luz es una fuente de inspiración y estímulo como no hay otra cosa. Así, en el texto, “Las estrellas” se refieren a esas gloriosas verdades espirituales que hemos visto débilmente, pero de las cuales tenemos muy poco –si acaso algún- entendimiento hasta ahora. Sabemos –en una forma vaga y general- que tales verdades existen. A veces recibimos destellos de su belleza, pero eso es todo lo que tenemos en el presente. Su importancia para nosotros yace en la panorámica más amplia y en el estímulo inspiracional que nos proveen.
Las luminarias en el firmamento simbolizan, así, el crecimiento de nuestro entendimiento, ya que en las Escrituras luz es un símbolo que comúnmente se le aplica a La Verdad, así como el de oscuridad se le aplica al error.
En la Biblia, a guisa de regla, cada figura lleva varios significados distintos pero suplementarios. Así esas “luminarias” no sólo nos dan más entendimiento sino que también nos enseñan la lección definitiva de orden. “El Orden es la primera ley del cielo” (Milton). Tanto nuestro trabajo espiritual como nuestras actividades materiales deberían ser conducidas de un modo regular y ordenado. “Las estaciones, los días, y los años” se refieren a la manera ordenada en que la naturaleza se desdobla ante nuestros ojos –“...señalen los tiempos, las estaciones, los días y los años”-. Las “señales” a las que se hace referencia son los signos del Zodíaco.
El lector estará indudablemente consciente (aware) de que a todo lo largo de la Biblia “la tierra” quiere decir la manifestación o expresión, y significa vuestro cuerpo, vuestro hogar, vuestro negocio, y vuestro circunambiente en general.
EL QUINTO DÍA
“Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas de los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día quinto”. (Génesis 1:20-23)
He aquí que por primera vez hacen su aparición las movientes criaturas auto-conscientes. La vida restringida del reino vegetal le abre paso a la existencia mucho más libre y de mayor alcance de los peces y aves –seres vivientes como los denomina el texto-.
Las vidas de estas criaturas y los tipos de experiencia por las que ellas pasan, por más limitadas que nos parezcan, constituyen un avance tremendo con relación a las de los árboles y las plantas, como se verá con sólo pensar un poco sobre eso.
Los eruditos hebreos nos dicen que en el original se usa aquí por primera vez una palabra muy notable, la palabra nephesh. Esta palabra denota “vida auto-consciente” y, por lo tanto, no se debe usar en conexión con la vida vegetal que apareció en el Tercer Día. Ahora bien, la palabra nephesh tiene un significado complejo, e incluye la idea de “inspiración” tanto como la idea de “fuego” que nosotros sabemos que siempre ha existido desde los primeros tiempos, un símbolo para el “espíritu” –para aquello que es divino y eterno-. La gente del Viejo Testamento pensaba que la sangre era el vehículo de nephesh, y por tal razón la Biblia frecuentemente usa la sangre como un símbolo para nephesh. En la historia del asesinato de Abel, por ejemplo (Génesis 4:10), se representa Dios diciendo: “La voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra”. De nuevo, en la historia del Éxodo (capítulo 12), la sangre es rociada sobre el dintel y laterales de las puertas para proteger a los Israelitas del ángel destructor. En otra parte en la Biblia dice: “La sangre es la vida”. En el Nuevo Testamento, se usa la sangre de Jesús para simbolizar el espíritu y el poder de la Verdad que Él enseñó. Esto denota que es la oración –o la realización de algún grado de verdad espiritual- lo que nos salva en las horas de peligro. El dintel de la puerta, por supuesto, es la entrada a la casa (la conciencia) donde el error debe ser encarado y excluido.
Peces y aves tienen auto-consciencia y poder de locomoción. Pueden moverse por los alrededores y cambiar de ambiente.
Todo esto simboliza la idea de que el entendimiento del hombre se está volviendo realmente vivo y poderoso. El hombre ha activamente cambiado su manera de pensar para mejor.
EL SEXTO DÍA
“Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su especie, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y así fue. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.” (Génesis 1:24-25)
La realización de la Presencia de Dios es el secreto de la demostración o salvación. Hemos de caer en cuenta de que, en verdad, Dios está presente doquiera que parezca haber problemas. No basta con saber que Dios en Sí mismo es bueno. Tenemos que reconocer dicha bondad allí donde al principio ubicábamos al miedo y la inarmonía. Hay una etapa en el desarrollo del hombre –y un estadio correspondiente en cada curación- en que la bondad de Dios como un hecho general es realizada en algún grado, pero el error sigue pareciendo tan real como siempre. El paso final está en reconocer –en pensamiento, por supuesto, siendo éste el único lugar en que podemos reconocer algo- la bondad de Dios donde el error aparenta estar. En otras palabras, en el idioma de la Biblia, el bien debe ser sacado del “mar” de lo abstracto, a “lo seco” del bien definitivo y concreto.
Eso, por supuesto, es en lo que consiste toda curación y, de hecho, toda clase de demostración. Y es así que las criaturas movientes aparecen ahora sobre lo seco. Los peces y otras criaturas del mar viven inmersas en las aguas más o menos lejos de nosotros. Las aves vuelan sobre nuestras cabezas por el aire, y también están lejos de nuestro alcance –el estadio del día quinto-, pero las bestias de la tierra (o cómo podremos decir, los mamíferos, reptiles y pequeños seres trepadores) pertenecen a la tierra sólida, y están fácilmente a nuestro alcance. He aquí otro avance importante. Algunas de estas criaturas son mucho más grandes que otras en la escala de la vida, pero además de poseer auto-conciencia y movilidad, están todas firmemente establecidas sobre la tierra seca también, no fijadas a la tierra como las plantas sino amas de la misma. La demostración ahora está a la mano, y sólo necesitamos caer en cuenta de nuestros derechos y privilegios a fin de echarle mano.
LA CREACIÓN DEL HOMBRE
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a imagen conforme a nuestra semejanza, y que señoree en los peces del mar, en las aves del cielo, y en las bestias, en la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó” (Génesis 1:26-27)
Llegamos ahora al punto en esta maravillosa alegoría donde el hombre en sí aparece. El hombre cuenta con auto-conciencia y locomoción como las criaturas inferiores pero, además, cuenta con las cualidades divinas de intuición y razón, por lo que puede formar un concepto. Y estas facultades lo ponen en una clase aparte. Un animal sólo conoce cosas en particular. Por ejemplo, un perro inteligente conoce su casa y mi casa, y las diversas otras casa que haya visitado, pero no puede concebir una casa en el sentido general, sólo una casa en particular. Por el contrario, un hombre puede pensar que una casa siempre debería tener una terraza, o que las casas en general deberían tener calefacción central, sin tener ninguna casa específica en mente. Estas facultades – intuición, razón, la habilidad de formar un concepto- constituyen el “dominio” del hombre.
Éstas le dan poder sobre las creaciones inferiores, o poder para llevar a cabo su demostración.
Notaréis que tres –u sólo tres- actos de creación son mencionados en este tratado:
El primero está en el verso 1, donde se menciona la creación del universo en general.
La segunda está en el verso 21, y se refiere a la puesta en acción de nephesh durante el día quinto.
La tercera está en el verso 27, cuando el hombre aparece por primera vez.
Estos son todos pasos capitales en el desenvolvimiento de la Verdad.
En tus tratamientos, la creación del hombre simboliza tu completa realización. El miedo ha desaparecido. Tu conciencia ahora está clara, y sabes que la demostración aparecerá con toda seguridad, si es que no lo ha comenzado a hacer ya. Ahora, al menos por mientras, expresas tu naturaleza divina mejor que nunca antes; y sabes que tienes control de tu vida y que no tienes nada que temer. No solamente conoces la Verdad sino que la sientes también. Ahora, al fin, se han equilibrado el conocimiento y el sentimiento, --“macho y hembra los creó”--. En las Escrituras el “macho” siempre representa el intelecto y el conocimiento; y la “hembra”, la naturaleza emocional y sentimental.
Debo explicar aquí que en el idioma bíblico la palabra “Dios” no siempre quiere decir Dios en el sentido del Creador Universal. Puede significar tu propio Cristo Interno –o Verdadero Ser- el cual, por supuesto, es la Presencia de Dios en el punto en que te encuentras, ya que en tu Verdadero Ser tú eres una individualización de Dios. De igual manera, la palabra “hombre”, como en el verso 27 y en otras partes, puede que signifique “manifestación” o lo que en otros verso de la Biblia se le llama “tierra”. La chispa divina – o la Presencia de Dios en ti (tu verdadero ser)- ahora ha convertido tu manifestación en Su imagen y semejanza, y la sanación ha sido lograda. Todo esto es igualmente verdad cuando estás curando a alguien más, ya que tu paciente es parte de tu manifestación –al menos por mientras-, ya que tú debes estar bien sea creyendo que está enfermo o bien sabiendo que está bien.
“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad a la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. (Génesis 1:28)
Aquí la Biblia una vez más enfatiza el hecho que el hombre ha de tener dominio sobre su cuerpo y sus condiciones. El hombre ha de ser rey en el mundo de su propia manifestación. “Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgarla” significa justamente eso. Fructificar y multiplicarse es crecer en entendimiento y poder espiritual constantemente concientizándose de nuevas ideas que explorar para Dios, y hacer eso por toda la eternidad.
El universo en que vivimos es un universo de pensamiento. El mismo parece tener sustancia y estar separado de nosotros mismos –así como las experiencias de un sueño también parecerían tener sustancia- pero que, empero, los estudiantes de metafísica saben que no es sino pensamiento. En verdad, aquello que experimentamos no es más que la objetivación de nuestros pensamientos y creencias. En lenguaje técnico diríamos que “tu propio concepto es lo que tú ves”.
Cuando la mayoría de las personas escuchan esta Verdad por primera vez, les resulta difícil creer en ella; pero un pensar cuidadoso y una consideración piadosa al final los convence. Algunas personas parecen conocer intuitivamente esta Verdad, aun siendo muy jóvenes, y sin que jamás se les haya dicho. Naturalmente, los niños nunca piensan en esta manera lógica, como tampoco tienen vocabulario para corresponder con la misma, pero algunos niños –a su modo- sienten que los eventos del mundo exterior no son realmente lo que los adultos pretenden que son, sino que, más bien, se parecen a uno de sus propios juegos o, quizás, a la obra de teatro de Navidad en la que ellos participaron en la escuela –interesante e importante de alguna manera pero no la cosa verdadera-. Cuando ellos buscan obtener iluminación adicional sobre este tema de parte de sus padres, naturalmente no tienen éxito en hacerse entender. Se llega a pensar de ellos que tienen mucha imaginación y precocidad, y se les desanima por su propio bien. En la mayoría de los casos esto causa que el conocimiento sea finalmente olvidado.
Cuando aprendamos a controlar nuestro pensar, habremos de controlar nuestras vidas. No podemos tener control alguno sobre nuestras vidas hasta que no hayamos logrado controlar nuestro pensar. Digamos una vez más que tenemos que entrenarnos a nosotros mismos primero para creer en la Presencia de Dios, y luego para realizarla doquiera que pueda darse cualquier condición negativa (“No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. –Juan 7:24)
Diferentes personas lograrán esto de diferentes maneras, dependiendo del temperamento y perspectiva del individuo particular. En todos los casos, no obstante, deberían alegar frecuentemente que Dios piensa a través de vosotros, que Dios los está inspirando para que uséis métodos correctos, y que la Sabiduría Divina os muestre el próximo paso.
Por encima de todo, debéis evitar estar tensos. El error más común que la gente hace es tratar con demasiadas ganas. Nunca olvidéis que en todo trabajo mental el esfuerzo se derrota a sí mismo. Aleguen que el Espíritu Divino está orado a través de ustedes y créanlo. Entonces no sentiréis el deseo de presionar duramente, lo que en realidad no es más que fuerza de voluntad. Al orar de esta manera, veréis que vuestras oraciones serán contestadas más rápidamente.
La conciencia espiritual está continuamente “reaprovisionando” su tierra. No debemos nunca asirnos –mentalmente hablando- a las condiciones actuales o a objetos en particular. Siempre y cuando tales cosas nos pertenezcan por derecho de conciencia, se quedarán y nada las podrá separar de nosotros. Si se van, es realmente porque ya se nos han “quedado chicas”, y algo mejor viene en camino. Déjenlas irse libremente y sin reparos, ya que mientras que éstas no se vayan las cosas mejores no pueden hacer su entrada.
En la vida espiritual no existe eso de alcanzar un estado de finalidad o entereza, una condición donde todo es perfecto, terminado e inmutable. Nunca podrás llegar a un lugar donde puedas detenerte a orar y –como quien dice- dormirte en tus laureles. Tal condición, en realidad, querría decir que llegaste a un punto donde podrías cesar de comulgar con Dios. El cielo “estático” de la ortodoxia ha sido representado frecuentemente de esta manera, pero tal idea está fundamentalmente equivocada. Cesar nuestra comunión con Dios sería de por sí salirnos del cielo y regresar a la limitación. En tanto mantengamos nuestra comunión viviente con Dios, nuestra conciencia crecerá y crecerá, y nuestra manifestación individual indudablemente se expandirá y enriquecerá proporcionalmente. Un hombre dijo con resentimiento: “¿Es que tendré yo que trabajar para siempre?” Esta aseveración muestra un malentendido fundamental. Trabajar –en el sentido de faena laboriosa o trabajo penoso- no es del todo una comunión espiritual, y no nos conduce al cielo. La oración o tratamiento que sí nos lleva al cielo produce un sentimiento de confraternidad gozosa con Dios, y es el mero reverso del afán.
Los estudiantes de la Verdad frecuentemente usan el término “trabajando” cuando lo que quieren decir es “orando” o “haciendo un tratamiento”. Ellos dicen “Trabajé por tal cosa” o “tú deberías trabajar de tal o cual manera”. Éste término conveniente, siempre y cuando entendamos que el mismo no denota una tarea o actividad ardua.
Los peces, las aves y las bestias de la tierra representan en detalle diferentes cualidades y poderes que le pertenecen al hombre espiritual. El ser humano, como lo conocemos ahora, posee todas estas cosas pero sólo en germen (así como el roble existe potencialmente en la bellota), y gradualmente las irá desarrollando en la medida en que progrese espiritualmente. La consumación de este desarrollo será su dominio sobre los peces, las aves, y los animales de la tierra.
“Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semillas; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y así fue” (Génesis 1:29-30)
Dios trabaja en y a través de su creación en todo momento. En verdad, Dios es el único poder, la Causa Única. Cuando Dios nos inspira a hacer algo, al mismo tiempo nos provee de todo lo que nosotros necesitamos para llevarlo a cabo, y del poder con que la cosa se hace. “¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas?” (Corintios 9:7)
Aquí el reino vegetal representa esta provisión. Representa todo lo que podemos necesitar a fin de llevar a cabo el trabajo de Dios, lo cual, por supuesto, no es otra cosa que expresarlo a Él. Incluye cualquier equipo material del tipo que sea, cualquier introducción o cooperación que podamos necesitar; cualquier apoyo financiero y, sobre todo, cualquier información, ideas nuevas, entendimiento preclaro, guía o sabiduría; así como toda la energía necesaria para llevar a cabo la empresa en cuestión. Se puede pensar que tales cosas como el alimento (“—os serán para comer”) de la tarea, y es en este mero sentido que el texto utiliza esta palabra en los versos 29 y 30.
Un refrán muy antiguo dice que todo directa o indirectamente viene originalmente del suelo, y vemos que la Escritura, con lógica divina, comienza por aseverar la existencia de la provisión infalible de Dios al hacer que la reacción vegetal aparezca tan pronto como está disponible la tierra seca, y antes de que lleguen el primero de las creaciones superiores y más intrincadas.
Es una regla universal, como todos sabemos, que las cosas vivas producen cría según su especie. Los pensamientos son cosas vivas. Sin duda, estos últimos son cosas vivas particularmente vitales, por lo que los pensamientos positivos producen condiciones positivas y armoniosas; y los pensamientos negativos producen miedo y limitación. La Biblia no se cansa de afirmar esta ley, y se explaya sobre ella ejemplo tras ejemplo, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Y, por lo tanto, nosotros no debemos cansarnos nunca de recordárnosla a nosotros mismos constantemente, en estación y fuera de estación. Resulta interesante notar que el color característico del reino vegetal cuando está sano es el verde, y que en el simbolismo espiritual el verde representa la Inteligencia. Es este aspecto de Dios –Inteligencia- expresado en el individuo como entendimiento inteligente de la Ley Divina –especialmente de esta ley en particular, que es de una importancia tan vital para nosotros- lo que es la base de todas las demostraciones consistentes y confiables, a diferencia de las respuestas ocasionales y esporádicas a la oración. Por lo tanto, esta ley ya comienza a ser revelada en la fase de la tierra seca o día tercero, cuando la vegetación aparece.
Y vio Dios lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto”. (Génesis 1:21)
Al ir describiendo cada etapa de la creación, la Biblia nos dice significativamente que Dios ve que Su creación es buena. En ninguna parte se ve expresada condenación o remordimiento alguno. La creación es revelada como definitivamente buena. La vida es buena. La vida es una bendición. La vida es un regalo glorioso, tanto como una sublime oportunidad. Eso es lo que la Biblia nos enseña sobre la vida: ¡Que es buena!
Las Escrituras reconocen la existencia temporal del mal y del sufrimiento, pero nos enseña que tales cosas no son reales en el sentido de ser sustancial y, por ende, permanentes. Nos enseñan que nosotros nos echamos tales cosas encima por nuestro pensar equivocado y creencias falsas. Este pensar incorrecto no sólo incluye el pecado sino también la acogida de cualquier clase de falsas creencias, lo cual se refiere a la carencia o ausencia de conocimiento correcto sobre la vida. Nos enseñan que nos liberamos del sufrimiento y la limitación, y que logramos una felicidad gloriosa, mediante el estudio de las leyes de Dios, y entonces, mediante el vivir de acuerdo con ellas.
Así, la religión de la Biblia está diametralmente opuesta a la de algunas filosofías orientales que son esencialmente pesimistas. Dichas filosofías postulan la vida del hombre, la existencia auto-consciente, como algo malo de por sí. Para ellas, la vida es esencialmente un infortunio, necesariamente plétoro de sufrimiento y desilusión, y está allí para que nosotros nos deshagamos de ella tan pronto como no sea posible. Tales filosofías enseñan que la existencia auto-consciente es una maldición, y que la única esperanza del hombre yace en matar todo interés en la vida y, finalmente, cesar de tener una seidad consciente.
Los estudiantes occidentales que adoptan tales filosofías muy rara vez llegan a caer en cuenta de su sentido verdadero. Son atraídos a ellas por las existencias amables y sin culpa que tantos de sus devotos llevan. Si bien las enseñanzas de misericordia y hermandad que acompañan a tales filosofías hacen obligatoria nuestra admiración más sincera, no por eso se elimina el hecho que, fundamentalmente, su esencia es el pesimismo –la abogacía por el suicidio espiritual (si tal cosa fuera posible)-. Otros las adoptan, porque su gran simplicidad les resulta reposada y sedante a las mentes y corazones confundidos y turbados por las complicadas y artificiales teologías de la ortodoxia cristiana.
Se debería entender claramente que uno nunca habrá de perder la individualidad. Al final, cuando hayas alcanzado la unión totalmente consciente con Dios y sepas que eres uno con Él, todavía te conocerás a ti mismo como un individuo, y mantendrás dicha identidad por toda la eternidad. Si bien estarás creciendo y desarrollándote por siempre, siempre serás tú también. Para entonces habrás olvidado las preocupaciones y aflicciones que has dejado tras de ti en el pasado, así como un adulto olvida las penas y temores de la infancia, y hasta muchas del pasado no tan distante. La completa unión consciente con Dios no entraña la absorción y aniquilación de la individualidad.
El hombre, en su realización de Dios, no es muy diferente a una gota de agua que vuelve a caer sobre el océano, como lo describió un poeta; ya que tal gota de agua es distribuida y perdida en el océano –cesa de existir como esa gota-. El hombre puede ser comparado a una chispa que salta de un flamante incendio. Dicha chispa, partiendo de un comienzo diminuto, se desarrolla hasta ser un incendio pavoroso, un fuego vivo –definitivamente diferente del fuego paterno, pero definitivamente uno con el mismo porque todo fuego es fuego-.
EL SÉPTIMO DÍA
“Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ornato de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposé el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:1-3)
Tú rezas o haces un tratamiento sobre cierto asunto que has obtenido una realización vívida a ese respecto. Cuando ya has llegado a ese punto, dejas de sentir toda necesidad o inclinación a seguir orando sobre el asunto. Estás satisfecho, y con una profunda e indescriptible satisfacción y certeza. Éste es el Día Séptimo, cuando tú descansas, con un sentimiento de alabanza y de acción de gracias.
Pasa muy frecuentemente que en realidad no obtienes una buena realización y, no obstante, sientes que has hecho todo lo que te es posible, al menos por mientras. Continuar trabajando más allá de este punto sería usar la voluntad, por lo que bendices el trabajo que has realizado y lo dejas. Has pronunciado la Palabra. Has voceado la Verdad. En calidad de Testigo de Dios, has testificado sobre Su omnipresencia inalterada e inalterable; y ahora viene el descanso sobre la gente de Dios –habiendo hecho todo lo que se había de hacer-. En tal caso por lo general se manifiesta una demostración, y entonces la señal en sí es el Séptimo Día.
CONCLUSIÓN
En la historia de una demostración en particular, el “Séptimo Día” puede en sí ocupar un lapso largo o uno corto en el calendario o en el reloj. Se podrá resolver un problema en una semana, otro en unas pocas horas, o hasta en minutos. Algunas gloriosas demostraciones han tomado muchos años –en términos de cómo contabilizamos el tiempo- pero en cada caso estas siete etapas fueron más transitadas. Las etapas individuales fueron más largas o más cortas en casos diferentes, y el Séptimo Día algunas veces llegó solamente con la aparición de la señal, como ya lo hemos visto, y a veces antes. En la bella experiencia que nosotros llamamos una “demostración instantánea”, no se deja de transitar a través de las siete etapas pero se hace tan rápido que no estamos conscientes (aware) de ellas. Sin embargo, el trabajo ha sido realizado en el orden aplicado, ya que ésa es la manera en que la mente humana sale de la limitación, bajo la acción de Dios.