EL ARCÁNGEL GABRIEL
Su nombre significa “DIOS ES MI FUERZA”, y parece ser nuestro más frecuente visitante de los reinos elevados.
Es el Gobernador del Edén y el mandatario de los Querubines. Se dice que se asienta a la siniestra de Dios y para los mahometanos dictó la totalidad del Corán a Mahoma y está considerado como el Ángel de la Verdad.
Gabriel es descrito como dotado de 140 pares de alas, y en la tradición judeocristiana es el Ángel de la Anunciación, de la Resurrección, de la Misericordia, de la Revelación, y de la Muerte. Como mandatario del primer cielo, está más cercano al Hombre.
Según el testimonio de Juana de Arco, fue Gabriel quien persuadió a la Doncella de Orleáns para que ayudase al Delfín.
Gabriel se aparece a Daniel a fin de explicar la asombrosa visión que tuvo el profeta de la lucha entre el carnero y el macho cabrío (siendo destruido por los griegos del oráculo de los persas). Vuelve a aparecerse a Daniel para anunciarle la llegada de un Mesías, mensaje que repite medio milenio más tarde a María en la Anunciación. Es curioso que apareciese en tantas concepciones. Antes que a María, ya había anunciado a Zacarías la llegada de Juan el Bautista.
El carácter esencialmente femenino de este notable Arcángel se revela una vez más en la tradición popular, que habla de cómo saca del paraíso al alma invariablemente rechazada y la adoctrina durante los nueve meses que permanece en el seno materno.
La astrología esotérica ve al Arcángel relacionado con la esfera lunar y con el elemento Agua, del signo Cáncer.
Es el agua de la gestación, en la que se desarrolla el germen divino que se encarnará en cada embrión humano. Naturalmente, es un agua simbólica, que no pertenece a la dimensión física sino a los planos astrales superiores. Es el agua a través de la cual se entrevé el futuro, el elemento que consiente a la mente humana llegar a la intuición. Es la precognición que hace surgir la genialidad y los descubrimientos científicos o la creación de una obra maestra en el arte.
Gabriel es el custodio de la creatividad expresada en todos los campos del conocimiento humano; es el que abre la mente del hombre a la comprensión del genio y de la belleza; el que hace “Concebir” las ideas, pues a Él atañe todo lo que concierne a la concepción, tanto en el plano físico como en el abstracto.
Por lo tanto, Gabriel actuando a través de las Legiones de sus Ángeles, extiende su dominación incluso sobre todo lo que concierne a la creación física y espiritual de un nuevo ser.
En el momento de la concepción, sus legiones de Devas, constructores de la forma, descienden en la materia; guiarán el proyecto físico de las células que se van agregando en el vientre materno para plasmar a un hombre.
Otra criatura de sus legiones celestes acompañará al embrión físico al espirito que deba encarnarse. Permanecerá toda la vida junto al nuevo nacido, haciéndose su custodio… Tal vez el gran Arcángel se moverá “personalmente” para escoltar a una gran Entidad cuando ésta debe entrar en un cuerpo físico para encarnarse en la Tierra.
EL ARCÁNGEL URIEL
Citado como uno de los cuatro Ángeles de la Presencia, significando su nombre “FUEGO DE DIOS”, es clasificado diversamente como Serafín, Querubín, regente del sol, llama de Dios, presidente del Hades y, en su papel más conocido, Arcángel de la Salvación.
Dirige el Tártaro (o Infierno) y en el colérico e infernal “Apocalipsis de San Pedro”, Uriel aparece como el Ángel del Arrepentimiento, descrito gráficamente como un ser casi despiadado como cualquier demonio, al que uno no desearía encontrarse en el Infierno. “Uriel, el Ángel de Dios, expulsará, de acuerdo con su trasgresión, a las almas de los pecadores… que arderán en sus moradas con un fuego eterno. Y después de que todos hayan sido destruidos en sus moradas, serán castigados eternamente, etc., etc.
Para aquellos que todavía imaginan que todos los Ángeles son dulces y encantadores, esta descripción debe resultar una advertencia. Los Ángeles probos son tan inmutables en el cumplimiento de sus obligaciones como un camión de cuarenta toneladas que circula a ciento cincuenta kilómetros por hora, aproximadamente con el mismo efecto.
Con frecuencia se ha identificado como el Querubín que se alza “en la Puerta del Edén con una espada flameante”, o en su calidad de Ángel que “vigila el trueno y el terror”, Uriel parece ser una figura muy seria, y, como tal, su Presidencia del Infierno parece más apropiada.
La afirmación de que fue el Ángel que dio la Cábala al hombre está curiosamente reñida con lo que sabemos de su fanática probidad. No obstante, existe una cierta justicia poética en el hecho de que fue precisamente este Ángel riguroso con las normas quien, en el siglo VIII, resultó tan severamente reprobado por un Concilio Eclesiástico. Más tarde, la Iglesia se aplacó y Uriel fue rehabilitado, pero transformado en un santo cuyo símbolo sagrado era una mano abierta sosteniendo una llama.
Uriel también se distingue por ser el Ángel más observador de todos. Él fue el mensajero enviado para advertir a Noé de la proximidad del diluvio, siendo conocido además como el Ángel del mes de septiembre.
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