Hasta los que han estado relacionados apenas marginalmente con la Biblia conocen la historia de la Torre de Babel. (Génesis 11:1-9). Esta historia es tan simple, tan concreta y tan clara, que si sólo la oyeron una sola vez cuando eran niños, nunca más la pudieron olvidar. No hay sutilezas aquí. No hay aquí doctrinas oscuras como en algunas de las epístolas, sino simplemente una narrativa clara y corta de una transcendental importancia. Es, por supuesto, una parábola. La palabra “Babel” significa confusión; y para explicarlo brevemente, esta parábola enseña que cuando niegas la omnipotencia de Dios –cosa que hacen cada vez que le dan poder a cualquier otra cosa, a la materia, al clima, al miedo, y así por el estilo-, sólo la confusión y los problemas pueden sobrevenir. Ser culpable de ese error o pecado es tener realmente muchos dioses, y ésa era la falla característica de los paganos. Tan pronto como pierden la unicidad con Dios, han perdido a Dios en su corazón. Aquellos que sabían la verdad acerca de Dios, le adoraron a Él y sólo a Él, y recibieron la protección y la inspiración que sólo la Verdad puede dar; y mientras se mantuvieron fieles a la Verdad todo les salió bien. Sin embargo, algunas veces, muchos de los que habían conocido la Verdad la olvidaron por un tiempo, e inevitablemente las cosas comenzaron a salirles mal. No obstante, si hubieran vuelto a recordar al único Dios y se hubieran volcado hacia Él de todo corazón, las cosas le hubiesen vuelto a salir bien una vez más. “No tendrás otros dioses delante de Mí.”
Si tú que lees esto te encuentras en algún tipo de problema, es seguro que (muy sin intención, indudablemente) has estado cometiendo el pecado de los paganos en alguna forma o quizás varias. Esto es, que en realidad no has estado poniendo a Dios de primero en tu vida; que le has estado dando poder a ciertas condiciones externas al tenerles miedo. Puede que en algún momento hayas visto lo más alto y hayas escogido deliberadamente lo más bajo; pero, sea como fuere, la explicación sigue siendo la misma. Si ahora regresas sin reservas a Dios una vez más y reafirmas tu fe en Él, todo volverá a estar bien.
CONCEPTO DE UNICIDAD
El relato comienza diciendo que “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.” Esto quiere decir que había unidad de pensamiento y expresión. Eso representa el tiempo cuando la fe de ustedes era firme y dinámica. Luego le permitieron a su pensamiento alejarse más o menos de la Verdad. Técnicamente, le permitieron a su conciencia caer.
El segundo verso explica esto cuando dice: “Y aconteció que cuando salieron de oriente hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí”. La “llanura” siempre significa miedo, duda y toda clase de pensamientos negativos, a diferencia de la “montaña” o cerro, que significa oración o pensamiento espiritual. Estas personas permitieron que sus pensamientos cayeran en un nivel muy bajo de egoísmo y miedo, y la Biblia menciona el hecho que esto no fue un traspié momentáneo sino que “se establecieron” en esa llanura (o estado de conciencia). La palabra “Sinar”, igual que la palabra “Babel”, significa confusión. Es un dato muy interesante que muchos nombres en la Biblia –ya sean personales o geográficos- tienen un significado interno que yace bajo el texto.
PENSAMIENTO PERMANENTE
El punto de decir que “se establecieron en Sinar” es para enfatizar el hecho que no es un pensamiento negativo original lo que produce daño, sino que es el pensamiento o falsa creencia considerada frecuentemente lo que es la causa del problema de ustedes...
El pensamiento erróneo habitual y las falsas creencias sostenidas por mucho tiempo, no sólo producen miedo, sino que también construyen una convicción, -tanto consciente como inconsciente- que tenemos que depender de nosotros mismos. Por supuesto, nada puede ser más desalentador que tal idea, la cual, a su vez, genera más miedo, y así sucesivamente. En ese estado pensamos menos y menos en Dios, y por lo general quedamos haciendo esfuerzos desesperados del poder de voluntad.
En la parábola, estas personas abrigaron la idea absurda que podían alcanzar el reino (v.g. recobrar la armonía) construyendo una torre material que llegaría de la tierra al cielo, donde suponían ellos que estaba el cielo. Naturalmente, el cielo se puede alcanzar sólo dentro del propio corazón de uno, a través de la oración y del recto pensar. No existe un camino externo que nos lleve al cielo, pero estas personas estaban tan aterrorizadas, que temían quedar “esparcidos sobre la faz de la Tierra”.
Esto describe perfectamente ese sentido de inseguridad y aprehensión que siempre han acosado a gran parte de la humanidad, al no haber realizado la Omnipresencia y el Todo-Poder de Dios ni la unidad esencial de ellos con Él. Jesús no dijo que construyeran una torre material hasta el cielo; dijo, más bien, que uno debería ir a la cámara secreta de su propio corazón, cerrar la puerta y realizar la Presencia de Dios.
Nos resulta fácil ver que esta gente estaba actuando de una forma fútil y absurda, pero ¿acaso no hemos hecho nosotros virtualmente la misma cosa una y otra vez? Y después de estudiar esta parábola, tenemos que resolvernos a no caer en este error en el futuro, en la medida de nuestras posibilidades.
MATERIALES NOBLES Y VILES
Vale la pena llamar la atención sobre el hecho que ellos decidieron hacer su torre de ladrillos. En la Biblia, ciertos materiales son considerados nobles mientras que otros son consideraos viles. Entre las piedras, el mármol es el noble y el ladrillo es el vil; y por supuesto, ellos construyeron la torre de ladrillos. Nótese que el ladrillo en sí es un producto artificial hecho de barro (de la tierra), mientras que el mármol no está hecho por el hombre. También, en vez de argamasa de verdad, usaron cierta especie de fango, que más mal que bien podía esperarse que soportara la torre por mucho tiempo. Naturalmente, todo esto es puramente simbólico y no entraña en forma alguna que no usemos ladrillos para construir nuestras casas o torres materiales.
HACERSE DE NOMBRE
La parábola también dice que uno de los objetivos que tenían ellos al construir la torre de Babel era hacerse un nombre para sí mismos. En la Biblia, el nombre de algo significa la naturaleza de esa cosa, y en ese sentido, nuestro “nombre” tiene que venir de Dios; ya que sólo Él puede cambiar la naturaleza o carácter de uno para mejor. “Le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nuevo nombre.” (Apocalipsis 2:17)
Después de esto, el relato dice que el Señor Jehová estaba enojado, que Él dispersó la gente y confundió su lenguaje para que no se pudieran entender entre ellos. En este sentido, la palabra “Señor” significa ley, o más bien lo que la gente creía que la Ley era. No se refiere a Dios. Lo que nosotros realmente creamos es lo que gobierna nuestras vidas. Podemos –y todos lo hacemos- hacer leyes de limitación para nosotros mismos, y entonces tenemos que vivir bajo ellas. “El Señor endureció el corazón del Faraón.” (Éxodo 9:12). Este texto no significa que Dios endureció el corazón del Faraón, ya que esa no es la naturaleza de Dios. Significa que el Faraón endureció su propio corazón y se dijo a sí mismo que estaba haciendo la Voluntad de Dios. Es mucha la gente que a lo largo de la historia ha hecho esto, infligiendo crueldad e injusticia a otros, y aliviando sus conciencias diciendo que se trataba de la Voluntad de Dios.
La confusión de lenguas es una descripción gráfica del estado mental de aquellos que no han comenzado todavía a centrar sus vidas en Dios, ya que sólo acaecerán el caos y el miedo hasta que lo hagan.
LA NUEVA JERUSALÉN
No pierdan energía ni tiempo construyendo torres de babel. Ellas siempre colapsarán antes de lo esperado y los dejarán peor que nunca. Las torres de Babel se construyen del suelo hacia arriba y con mucho trabajo; primero, al hacer los ladrillos en sí, y luego al ponerlos lentamente uno sobre uno. El verdadero edificio o la ciudad real, la nueva Jerusalén, no se construye del suelo hacia arriba ni con trabajo, sino que desciende del cielo, completa y perfecta, como regalo de Dios mismo. (Apocalipsis 21:12). En otras palabras, viene como resultado de tus oraciones y fe en la bondad de Dios y Su providencia inagotable. La nueva Jerusalén trae consigo armonía, paz, éxito duradero y gran júbilo.