02 de Octubre de 2021
02 de Octubre de 2021
Es definitivo que la alimentación además de ser un acto de ingesta de alimentos, tiene mucha relación con nuestras emociones, conductas, relaciones sociales, familiares y de amigos; es por ello que los trastornos alimenticios como es el caso de la anorexia, bulimia, vigorexia, entre otros, están relacionados con la autoestima así como con el manejo de nuestra tolerancia a la frustración, al estrés y a diversos eventos que escapan de nuestro control, por tal motivo, la ingesta de alimentos, en especial aquéllos con sabor dulce, salado y con alto nivel de grasas saturadas, cubren carencias y necesidades emocionales no resueltas.
Analiza si tu necesidad de comer es por calmar un enojo, ansiedad, aburrimiento o frustración, porque de ser así, lo que tenemos es hambre emocional y no fisiológica.
La psiconutrición ofrece estrategias y técnicas que ayudan a mejorar nuestra relación con la comida, cuyo objetivo es ayudar a la persona a comprender que la manera en la que comemos es una muestra de cómo nos queremos, buscando establecer una forma más adecuada y sana de alimentarnos una vez que mejoramos nuestra confianza, seguridad y valor que nos damos a nosotros mismos, evitando depender de la comida para llenar vacíos emocionales y suplirlos por actos de comprensión, amor y atención.
Hacer 5 comidas diarias balanceadas con los nutrientes que nuestro cuerpo y actividades a desarrollar necesita.
Disminuir el consumo de alimentos con alto nivel de carbohidratos, grasas, azúcares y alimentos muy procesados.
Realizar ejercicio de forma regular y sistemática.
Cuidar nuestro estado de ánimo a través de atender nuestras emociones y la opinión que ellas nos merecen.
Dedicar a nuestra actividad diaria tiempos de descanso, relajación y bienestar.
¿Sabías que ver la televisión mientras comemos, hace que nos distraigamos y comamos de más?
-Francisco VI
Se parte de la solución.
El cerebro motiva al consumo de nutrientes que el cuerpo necesita para que se puedan realizar las actividades básicas de un individuo, pero también dicha ingesta está en función de mecanismos como la emoción, la cognición o la motivación.
Si existen problemas emocionales, pueden afectar la alimentación aumentando o disminuyendo la ingesta, ya sea por querer cubrir estereotipos o cánones de belleza que impone la sociedad para ser reconocidos o aceptados, o bien, por traumas sufridos que no se les ha dado la debida atención psicológica y por ello se cubren a través de hábitos alimentarios nocivos que generan una especie de “hambre emocional” cuyo fin es satisfacer de forma momentánea esa necesidad de darnos placer a través de los alimentos; sin embargo, este placer es momentáneo y de forma súbita generan una peor sensación de vacío, aspecto que además se añaden pensamientos de culpa, castigo y autodesprecio, definitivo es que es un precio muy alto el que hay que pagar por unos segundos de un placer engañoso que se obtiene con la forma inadecuada de alimentarnos, ya que los malos hábitos alimentarios preceden no sólo a estados anímicos, también derivan de objetivos poco realistas de la imagen y peso que debemos tener, un rechazo de la imagen corporal y en general por una falta de motivación por estar sanos física, mental y emocionalmente.