Las montañas cubiertas de nieve se extendían. Las crestas de las montañas y las vastas llanuras eran del mismo color blanco plateado. Las casas a los lados de la carretera estaban talladas de mármol con barandillas de jade, mientras que los postes de teléfono, cubiertos de hielo, destellaban fuera de las ventanas del automóvil.
La luz del sol caía a raudales, tan deslumbrante que no podían mantener los ojos abiertos. Zhou Yu llevaba sus gafas de sol, y se apoyaba contra la ventana, observando el paisaje exterior. Sun Ce abrió una bolsa de bocadillos. Zhou Yu estaba en el asiento delantero escuchando música mientras conducía, y Lü Bu se encontraba sentado a su lado, jugando en su PSP. Sun Ce accidentalmente esparció los bocadillos por toda la cabeza de Lü Bu.
—¡Ey! —Lü Bu se enfureció.
—Shh —Sun Ce señaló a Zhou Yu—. Está durmiendo, no lo despiertes.
Zhou Yu se quitó las gafas de sol y miró a Sun Ce.
—¡Oh, no está durmiendo! —soltó una risotada Sun Ce.
Lü Bu rugió:
—¡Durmiendo mi trasero!
Lü Bu se acercó, forcejeando con Sun Ce.
Zhao Yun exclamó:
—¡Estoy conduciendo! ¡Sin peleas!
Lü Bu y Sun Ce se encontraban en medio de una batalla campal, por lo que Zhao Yun se apresuró a intervenir.
Sin siquiera levantar la cabeza, Lü Bu bramó:
—¡Zhou Yu, me estás impidiendo que lo golpee!
Zhou Yu, quien no había hablado, se vio involucrado.
Se acercaban las vacaciones de invierno y muchas actividades en la playa se suspendieron temporalmente. El campus también se quedó vacío durante los días libres. Su madre salió del país para visitar a unos parientes, así que Zhou Yu no tenía adónde ir para las vacaciones de Año Nuevo. Sun Ce quería llevarlo a su casa, pero este no estaba dispuesto. Finalmente, Sun Ce y Lü Bu se pusieron de acuerdo para traer a sus compañeros de equipo que no iban a regresar a casa, dirigiéndolos al norte a esquiar y sumergirse en las aguas termales.
Primero tomaron un vuelo de más de tres horas, luego alquilaron un automóvil. Estuvieron conduciendo durante ocho horas y, en ese tiempo, Zhou Yu experimentó que media vida se le había escapado. No obstante, pasó la mayor parte de su infancia en el cálido sur, por lo que cuando vio caer la nieve, sintió una especie de asombro.
—Duerme un rato —sugirió Sun Ce.
Zhou Yu estaba un poco mareado. Los caminos eran realmente difíciles de atravesar; afortunadamente, las habilidades de conducción de Zhao Yun fueron muy buenas, y no terminó vomitando.
—Mi ciudad natal está en el norte —anunció Zhao Yun—. Incluso más al norte de aquí. En invierno, la temperatura es de -25°.
—Es muy bonito. —Zhou Yu giró la mirada; esto ya era un poco más de lo que podía manejar.
—Un norteño —pronunció Lü Bu riendo, al mismo tiempo que palmeó el hombro de Zhao Yun—, viniendo al sur a surfear, interesante.
Zhao Yun se echó a reír. Subió un poco más el volumen de la música y el vehículo todoterreno levantó una ráfaga de nieve a medida que transitaba a toda velocidad.
Sin embargo, dos horas más tarde, el cielo se oscureció gradualmente y un atardecer rojo sangre brilló sobre los campos nevados.
La expresión de Lü Bu era de abatimiento.
—Tu ciudad natal estaba en el norte, ¿eh?
—Lo siento, lo siento. —Zhao Yun y Sun Ce intentaron comprobar dónde estaban con el GPS.
—Creo que vamos en la dirección equivocada desde que tomamos ese camino hace un rato. —Sun Ce consultó el mapa.
Zhao Yun contestó:
—No hubo error. Estoy muy seguro de que es en esta dirección.
Zhou Yu se paró frente a los campos de nieve y de repente sintió un impulso muy fuerte: quería saltar a esta vasta llanura blanca. Tres segundos después, Sun Ce salió corriendo emocionado hacia la nieve, dejando la marca de un humano en ese blanco nevado.
Zhou Yu pensó: «Bicho raro».
La bola de nieve que Sun Ce formó voló hacia él, cubriendo la cabeza de Zhou Yu con nieve.
—¡Tú!
Zhou Yu y Sun Ce comenzaron a luchar y, finalmente como de costumbre, Sun Ce terminó pidiendo clemencia. Los dos se escondieron detrás del automóvil y, Zhou Yu lo empujó a la nieve sin contemplaciones.
Sun Ce palmeó el espacio a su lado y habló:
—Ven.
Zhou Yu pensó que también podría acostarse. Zhao Yun, que todavía analizaba la ruta, les gritó:
—¡Tengan cuidado de no resfriarse!
Los dos se acostaron uno al lado del otro, mientras el último rayo de sol viajaba a través de las montañas y las llanuras nevadas, desvaneciéndose sobre la cabeza de Zhou Yu. Esa mancha roja de luz tiñó la nieve con un hermoso brillo, como si estuvieran sentados a la orilla de un río, que ardía en llamas, o como si miles de faroles de colores estuvieran parpadeando fuera de la ciudad.
—Ey —mencionó Sun Ce, palmeando la mano de Zhou Yu—. Lo que dijiste la última vez, sobre vidas pasadas, ¿de qué se trataba?
—No mucho —respondió Zhou Yu, despreocupado—. Simplemente, tengo sueños intermitentemente, como un programa de televisión. Una vez que se emite un episodio, todavía queda el siguiente.
—¿Ah? —Sun Ce preguntó, sorprendido—. ¿Qué tipo de programa de televisión?
—Un drama antiguo con muerte cerebral —explicó Zhou Yu con facilidad—. Del tipo que la gente a menudo ridiculiza.
Tan pronto como Sun Ce escuchó eso, sintió curiosidad, se pegó a Zhou Yu y le pidió que le contara. Afortunadamente, Lü Bu vociferó desde el frente del automóvil:
—¡Vámonos! ¡Entren en el coche!
Había cuatro chicos en el auto, y esta vez fue el turno de conducir de Sun Ce. El tanque del auto estaba lleno. Sin embargo, la noche llegó temprano porque era invierno en el norte, y justo cuando se alejaron unos kilómetros, ya estaba completamente oscuro. Zhou Yu tuvo que sentarse en el asiento del copiloto, con su teléfono encendido y el GPS funcionando, para guiar a Sun Ce.
—¿Realmente sabes cómo hacerlo? —cuestionó Lü Bu.
—Sí, sí —sonrió Zhou Yu mientras regañaba a Sun Ce—. Y aquí estarías diciendo: «Puedo arreglar esto».
—¡Ey! —Sun Ce se irritó mucho por sus comentarios—: ¡Todos, cállense! ¡Confíen en las habilidades de este joven maestro!
Zhao Yun dijo:
—El sentido de orientación de Sun Ce es muy bueno. Confiar en él no será un error.
—Estaremos allí en media hora —avisó Sun Ce, arrojando una manta a Lü Bu en la parte de atrás—. ¡Duerme un rato!
Lü Bu medía un metro con noventa de altura y estaba metido en el coche como una sardina enlatada, sin poder estirarse en absoluto. No tuvo más remedio que dormir con la cabeza sobre el muslo de Zhao Yun. Al frente, Zhou Yu comenzó a confundirse. Afuera se encontraba completamente oscuro y Sun Ce conducía a ciegas.
Cuando Lü Bu se despertó, habían transcurrido dos horas.
—¿Qué hora es? —Lü Bu preguntó—: ¿Todavía no ha pasado media hora?
Zhao Yun no contestó.
La expresión de Sun Ce estaba llena de líneas negras, y siguió insistiendo obstinadamente:
—Estaremos allí pronto.
—¡Allí mi trasero! —Lü Bu rugió—. ¡Vete a la mierda! ¡Yo manejaré!
Justo cuando Lü Bu tomó el volante, en menos de cinco minutos, la llanta del auto se hundió en un bache y todos tuvieron que bajarse para empujar el auto. Tan pronto como cayó la noche, la temperatura bajó en picada, y los tres temblaban por el viento frío. Zhou Yu se encontraba dentro del automóvil, cambiando de marcha y comentó:
—Déjenme ayudarlos a todos brindándoles un poco de alegría.
Y con eso, encendió la radio.
Sun Ce sollozó, escuchando el informe meteorológico de la radio:
Esta noche, una tormenta de nieve cubrirá gran parte del área. Prepárate para el frío…
Las tres personas afuera se alteraron como locas. Afortunadamente, el coche arrancó. Lü Bu cayó hacia el frente en la nieve, tragándose un bocado.
—¡Esperen! —exclamó.
El auto se detuvo y Lü Bu se subió al vehículo. Zhou Yu cambió de marcha y presionó el acelerador, giró en el camino, conduciendo hacia las montañas oscuras.
—¿Adónde vamos? —preguntó Sun Ce.
—Deja de hablar tonterías —respondió Zhou Yu con indiferencia.
El vehículo todoterreno iba a toda velocidad por la helada carretera. La nieve caía cada vez más fuerte, y Zhao Yun cuestionó:
—¿Por qué no pasamos la noche en el auto?
—Encender la calefacción y conducir consumirá el combustible demasiado rápido —explicó Zhou Yu—. Cuando estaban empujando el automóvil hace un momento, vi un rastro de luz en las montañas. Puede que haya alguien viviendo allí.
—¿Y si es la luz de una estrella? —preguntó Sun Ce.
—Entonces pasaremos la noche abrazándonos para mantenernos calientes. —Zhou Yu se dividió entre reír y llorar.
Sun Ce confesó:
—Esta propuesta es bastante buena.
Nadie siguió la conversación.
Los limpiaparabrisas se movían de un lado a otro. Sun Ce limpió la ventana delantera y vio un punto de luz en la distancia. Todos dejaron escapar un suspiro: se salvaron.
Un pequeño edificio se alzaba en silencio al pie de la montaña. Incluso tenía un patio enfrente. Afuera de la edificación se hallaba un poste de teléfono y allí arriba había una luz.
Zhou Yu detuvo el auto y pronunció:
—Quedémonos aquí por esta noche…
Sin embargo, antes de que pudiera terminar de hablar, la luz del teléfono chisporroteó varias veces antes de apagarse.
Estaba completamente oscuro a su alrededor, y no había ni un poco de luminosidad dentro del edificio. La tormenta dejó escapar un furioso aullido detrás de ellos, solo los faros de los coches iluminaron los copos de nieve tan grandes como plumas de ganso. El mundo estuvo en silencio y el pequeño inmueble de tres pisos parecía una casa embrujada.
Los cuatro se empujaron unos a otros. Finalmente, Zhao Yun fue a llamar a la puerta.
—¿Hay alguien aquí? —cuestionó Zhao Yun.
—¡¿No comiste?! —exclamó Sun Ce—. ¡Habla más alto!
—Ven aquí. —Zhao Yun le hizo un gesto hacia delante.
Sun Ce se agachó rápidamente detrás de Zhou Yu.
Zhao Yun volvió a llamar y preguntó:
—¿Hay alguien?
No oyeron ladrar a un perro. Zhao Yun continuó:
—¿Nadie? De ninguna manera, las luces estaban encendidas hace un momento.
Lü Bu sugirió:
—Renunciemos a este y busquemos otro lugar.
—Solo hay esta casa a kilómetros —informó Zhou Yu—. Si no nos quedamos aquí, no tendremos más remedio que dormir en una zanja.
Lü Bu bramó:
—¡¿Hay alguien aquí?!
La puerta se abrió de repente, revelando un rostro envejecido y marchito, los cuatro se asustaron tanto que soltaron fuertes gritos al mismo tiempo. Sun Ce, que originalmente se escondió detrás de Zhou Yu, se estremeció, y rápidamente empujó a Zhou Yu detrás de él para protegerlo.
Era un anciano con un gorro forrado de algodón, las manos metidas en las mangas y la mirada apagada. Avanzó unos pasos, pasó junto a las cuatro personas petrificadas y se detuvo frente al poste de teléfono. Lentamente, extendió una mano, y esa extremidad tembló sin parar.
Todos permanecieron callados.
Los dedos del anciano temblaban todo el tiempo, y los cuatro se hallaban tan atemorizados por su extraño comportamiento que sus almas abandonaron sus cuerpos. Lü Bu les indicó que no entraran en pánico, pero él mismo estaba retrocediendo.
—Mm… viejo señor —habló Zhao Yun.
El anciano se encontraba de espaldas a ellos y permaneció en esa posición rígida. Un minuto después, agarró algo en el aire y tiró de él hacia abajo. Se escuchó un clic.
—¡AH! —gritaron Sun Ce y Lü Bu al mismo tiempo.
El anciano tiró de nuevo y se escuchó otro clic. La luz que estaba en lo alto del poste de teléfono se encendió de nuevo.
Ese era el cable para la luz. Zhou Yu casi se caía del miedo.
El anciano se dio la vuelta y los miró.
—¿Qué pasa?
—Nos gustaría… pasar aquí la noche —pronunció Zhao Yun.
El anciano respondió:
—Adelante.
Con la luz, el ambiente parecía un poco más normal.
Lü Bu fue a estacionar el auto, mientras que los otros tres siguieron al anciano al interior. Vieron que en el patio, había un letrero que fue derribado, rodeado de ladrillos y escombros. Zhao Yun agarró una linterna, moviéndola de izquierda a derecha, y siguió al anciano al patio trasero.
El anciano empujó la puerta, revelando un corredor completamente oscuro. Él preguntó:
—¿Cuántos? Necesito verificar sus identificaciones.
Zhou Yu se asustó un poco por eso, y empezó a sentir algo de arrepentimiento.
—¿Hay calefacción? —cuestionó Sun Ce.
—Hay una caldera —informó el anciano—. Espera a que se encienda.
Sun Ce tomó las llaves. Se hallaban en el tercer piso, así que él, Zhou Yu y Zhao Yun subieron las escaleras.
—301 —anunció Sun Ce—. ¿Qué hay de ustedes, chicos?
Zhao Yun respondió:
—Somos 316.
Uno estaba en el extremo este, mientras que el otro estaba en el extremo oeste; esto los colocaba en los lados más alejados del corredor.
Zhou Yu permaneció callado.
—Quedémonos aquí, quedémonos aquí —dijo Sun Ce—. No se entretengan.
Los dos empujaron la puerta y entraron. La habitación, en cambio, era muy limpia; sin embargo, solo tenía una cama. Zhou Yu tampoco se molestó en intercambiar su recámara, y completamente exhausto, se desplomó en la cama.
—¡Lü Bu! —Zhao Yun gritó en el pasillo.
Sun Ce recordó de repente, ¡así es! ¡¿Dónde estaba Lü Bu?! Fue a estacionar el coche, ¿adónde se fue?
—¡Lü Bu!
—¿Dónde está Lü Bu?
—No sé, ¿no fue a estacionar el auto?
Sun Ce y Zhao Yun intercambiaron miradas. Zhou Yu inmediatamente bajó las escaleras, observando desde la barandilla del segundo piso que el vehículo se estacionó afuera del patio y Lü Bu había desaparecido.
—¡Lü Buu! —Zhao Yun rugió.
—Aquí estoy…
Su voz era muy tranquila. Zhao Yun se sintió aliviado, mientras que Sun Ce preguntó:
—¿Dónde?
De repente, ya no hubo señales de Lü Bu. En ese momento, a Zhou Yu se le puso la piel de gallina y un escalofrío le recorrió la espalda. Al instante, Lü Bu gritó fuertemente al pie de la escalera, y se escuchó el sonido de un objeto contundente golpeando un cráneo. Zhao Yun bajó corriendo las escaleras.
—¿Dónde estás? —Los tres se reunieron en el atrio, de espaldas, unos a otros, mirando a su alrededor.
Pero la única respuesta que obtuvieron fue el chirrido de la nieve que caía.
—Shh. —Zhou Yu hizo un gesto para que permanecieran callados. Una serie de pasos rápidos llegó del patio trasero, y los tres pensaron al mismo tiempo en los cuerpos desmembrados que se encontraban en los pueblos de las montañas.
Zhao Yun se puso en alerta máxima. Tomó una pala y corrió hacia el patio trasero.
—Zhao Yun, ¿dónde están todos…? —La voz de Lü Bu era muy débil, y justo después se percibió el sonido de un objeto de metal arrastrándose por el suelo.
El edificio de tres pisos estaba completamente oscuro, y Zhao Yun levantó una lámpara para iluminar a su alrededor. La esquina de la pared se volvió de un blanco frío bajo esa luz.
—¡AAAH! —gritó Sun Ce de repente.
—¡Lü Bu!
El joven salió corriendo de una habitación contigua, asustado, y lanzó otro fuerte chillido.
Los cuatro estaban en pánico.
Zhou Yu bramó:
—¡Cálmense!
—Y-Yo… —jadeó Lü Bu—, ¿están bien?
—¿No estás herido? —preguntó Zhou Yu.
—Golpeé un balde accidentalmente —explicó Lü Bu—. Justo en ese corredor.
Zhou Yu se quedó mudo.
Zhao Yun indagó:
—¿Por qué tu voz a veces era fuerte y otras suave?
—No lo sé. —Se erizó Lü Bu.
Zhou Yu fue al pasillo para probar algo y gritó:
—¡Lü Bu!
El eco resonó: Lü Bu, Lü Bu, Lü Bu…
Zhou Yu hizo que Sun Ce se parara afuera para escuchar y, como era de esperar, no pudo oírlo.
La insonorización del pasillo era muy buena…
Cuando Lü Bu asomó la cabeza hace un momento y exclamó, lo habían escuchado, y cuando volvió a gritar en el pasillo, su voz se hizo más baja.
Fue una falsa alarma. Todos habían estado casi muertos de miedo por Lü Bu, por lo que cada uno se turnó para regañarlo. Lü Bu agachó la cabeza, sin atreverse a decir ni una sola palabra de protesta.
Justo en ese momento, Sun Ce notó de repente a alguien parado en la esquina de la escalera, y volvió a chillar de miedo.
—¡Ya basta! —exclamó Zhou Yu—. ¡¿Puedes dejar de gritar al ver tu propia sombra?!
Temblando, Sun Ce señaló a la esquina. Cuando Zhou Yu vio que era el anciano, también se sobresaltó.
—¿Por qué gritan tan fuerte? —preguntó el anciano.
—No… nada —respondió Zhao Yun, sujetándose la frente.
—¿Hay algo para comer? —Sun Ce se calmó.
—Buscaré algo —comentó el anciano—. Bajen en un rato.
Cada uno se fue a sus habitaciones. Cuando miraron la hora, eran las nueve. Lü Bu preguntó al final del pasillo:
—¿Podemos no quedarnos aquí más tiempo?
—¡Nooo! —Zhao Yun agarró a Lü Bu y lo metió a la habitación.
Finalmente, comenzaba a hacer calor en sus cuartos, y Sun Ce observó por las ventanas del piso al techo, pronunciando:
—Esta granja está bastante bien renovada.
—¿Qué está haciendo ese viejo? —Zhou Yu echó un vistazo, y vio al anciano encendiendo el horno y las luces del comedor.
Media hora después, Lü Bu llamó a su puerta y avisó:
—Nos dijo por teléfono que podíamos ir a comer.
Los cuatro se encaminaron hacia el comedor, que tenía una iluminación cálida. Había un mantel sobre la mesa, y en él estaban puestos cuatro platos y una sopa. La olla arrocera se llenó de arroz. Los cuatro se sentaron a comer como si hubieran sido perdonados de todos sus crímenes. Lü Bu vio que incluso había cerveza en la alacena, así que abrió una botella.
—Este es probablemente un albergue de esquí recién renovado —mencionó Zhao Yun—. Vi que había un almacén detrás de la sala de calderas, y también varios pares de esquís guardados.
Lü Bu extendió sus palillos para tomar algo de comida y comentó:
—Los últimos clientes que se quedaron aquí no pudieron dejarlos atrás, ¿verdad?
Ninguno quiso seguir con ese curso de conversación.
Lü Bu simplemente agregó:
—Dejaré de hablar.
—Esta comida sabe bastante bien —elogió Zhou Yu—. Mejor que la cafetería de la escuela.
Sun Ce jugó:
—¿Adivina qué tipo de carne es?
Todos finalmente se dieron por vencidos, y rugieron enfurecidos hacia Sun Ce.
—¡Puedes callarte!
Sun Ce no tuvo más remedio que callarse automáticamente y continuar comiendo. Pensó para sí mismo que en realidad tenía curiosidad sobre qué tipo de carne era esta.
A la mitad de la comida, las bombillas del comedor comenzaron a parpadear salvajemente. Un poco de viento se filtró por las rendijas alrededor de la puerta, y las luces oscilaban mientras parpadeaban.
Todos se congelaron y miraron hacia las lámparas colgantes.
Tres segundos después, los focos se apagaron y el mundo se oscureció.
—¿Un apagón? —preguntó Zhao Yun.
De repente, un repentino ruido vino de la mesa del comedor. Inmediatamente después de eso, Sun Ce dejó escapar un gruñido ahogado de dolor.
Zhou Yu vociferó:
—¡Sun Ce!
Un ruido extraño salió de la garganta de Sun Ce, y Lü Bu se levantó rápidamente, derribando su silla.
Zhao Yun rugió:
—¡Cálmate!
Lü Bu alzó una lámpara y alumbró el rostro de Sun Ce, solo para ver que su expresión era espantosa, y se hallaba tan asustado que gritó salvajemente.
Zhou Yu dijo:
—¡Se está ahogando! ¡Se está ahogando!
Lü Bu se sorprendió.
Un minuto después, Zhao Yun encontró algunas velas en un cajón y las encendió. Sun Ce pasó un poco de agua y tragó el arroz en su garganta, se rio entre dientes.
Zhou Yu estaba completamente sin palabras.
Todos encendieron las velas y continuaron comiendo.
Sun Ce opinó:
—Una cena a la luz de las velas tampoco está mal.
—¡No está mal, carajo! —rugió Zhou Yu enojado.
Llegó el anciano y anunció:
—No hay electricidad. Los cables de alto voltaje podrían haberse roto por la fuerte nevada, así que tendrán que conformarse por ahora.
Por lo tanto, esa noche, Zhou Yu no tuvo más remedio que prender algunas velas en su habitación. Afortunadamente, la calefacción aún seguía encendida.
Sun Ce fue a ducharse a la luz de las velas; el agua caliente era abundante. Sin embargo, un momento después, Lü Bu llamó a la puerta de su cuarto y dijo:
—Las velas de nuestra habitación se apagan cada vez que las encendemos. ¿Qué debemos hacer?
Zhou Yu no respondió aquello; sino que cuestionó:
—¿Dónde está Zhao Yun?
—En el baño. —La expresión de Lü Bu era de horror, pero también trataba de fingir que no pasaba nada—. T-T-Tú… tú me acompañas para ver cómo está.
—¡No te vayas! —Sun Ce chilló—. No me dejes solo en la habitación.
Zhou Yu lo ignoró y se acercó a echar un vistazo, antes de hablarle a Lü Bu:
—¡El viento pasa por una rendija entre la ventana y el marco!
—Oh, oh. —Lü Bu movió la vela a otro lugar y la encendió.
No mucho después, Sun Ce entró al terminar de bañarse.
La recámara de Zhao Yun y Lü Bu era una habitación estándar con dos camas. Sun Ce enfatizó:
—Durmamos juntos esta noche, para que no nos separemos.
—Así es, así es. —Lü Bu estuvo de acuerdo.
Zhou Yu no sabía si reír o llorar.
Zhao Yun agregó:
—Báñate en mi habitación. El agua está tibia.
—Juguemos a las cartas.
Sun Ce se encontraba descalzo y se sentó en una cama, junto a Zhou Yu. Lü Bu yacía en la otra cama, y Zhao Yun se acomodó a un lado de la cama, acercando una silla para que pudieran jugar a las cartas.
—Quien pierda una ronda tiene que contar una historia de fantasmas —sugirió Sun Ce.
—¡Puedes ir a contar tantas como quieras! —se enfureció Zhou Yu.
—Entonces voy a empezar… no te vayas, no contaré nada, no lo haré, solo bromeaba, ¿de acuerdo? —dijo Sun Ce—. ¿Por qué siento frío…?
—La ventana no está bien cerrada. —Zhao Yun se acercó para probarlo. La grieta entre la ventana y el marco dejaba entrar el viento constantemente, y había demasiada nieve afuera.
—¿No vas a jugar? —le preguntó Sun Ce a Zhou Yu.
Los cuatro hombres se habían bañado.
Zhou Yu se apoyó contra la cabecera de la cama, mirando el perfil lateral de Sun Ce a la luz de las velas, perdido en sus pensamientos.
—Habla sobre tu sueño —bromeó Sun Ce a Zhou Yu.
—¿Qué sueño? —Esta fue la primera vez que Zhao Yun lo escuchó.
Zhou Yu tenía una expresión de «no somos amigos» y respondió con pereza:
—No, gracias, no quiero.
Lü Bu curioseó:
—¿No has dormido bien últimamente?
Zhou Yu lo miró, antes de contestar repentinamente:
—¿Sabes? En tu última vida, fuiste el shifu de Sun Ce.
—¿Oh? —Lü Bu encontró eso muy extraño—. ¿En serio? ¿Cómo?
Sun Ce perdió el control.
—¡Imposible!
Zhou Yu comenzó a reírse cuando platicó su sueño. Afuera, la ventisca se calmó lentamente, convirtiéndose en una suave nevada como plumas de ganso. Zhao Yun, Sun Ce y Lü Bu jugaban a las cartas al mismo tiempo que lo escuchaban hablar sobre su sueño.
Las aguas azules del lago Chao, del mismo color que el cielo infinito; el humo negro y los fuegos de las almenaras de Luoyang, los vastos ejércitos de la comandancia Wu… Mientras seguían oyendo, los tres inconscientemente dejaron de hacer lo que estaban haciendo.
Las flores de durazno que cubrían las montañas y los campos durante la primavera, flotando hacia la superficie del lago. Extendiéndose a lo largo del agua junto con las ondas, antes de convertirse en botes que se balanceaban en medio del río, frente a Chibi, ardiendo con llamas de fuego.
En esta noche de invierno, era como si las palabras de Zhou Yu los hubiera llevado al pasado lejano.
—Más tarde, en el sueño —pronunció Zhou Yu soñadoramente—, estaba en un pasillo, esperando algo. Ese taoísta me entregó dos talismanes y los sostuve en mi mano.
Y cuando llegó a este punto, la habitación repentinamente se llenó de luz.
—Oh —sonrió Lü Bu—. La energía ha vuelto.
—La energía ha vuelto —repitió Zhao Yun, sonriendo.
—La energía ha vuelto. —Sun Ce parecía estar muy interesado en la historia y le dio un codazo a Zhou Yu—. Continúa.
Como si estuviera despertando del final de un sueño, Zhou Yu narró suavemente:
—No hay nada más. Hablando de eso, también fue raro. Las personas que aparecieron en mis sueños tenían sus rostros.
—¿Estás bromeando, no? —preguntó Zhao Yun—. Es imposible. ¿Me conociste cuando tenías seis años?
Lü Bu barajó las cartas y dijo:
—Era lo que le debíamos en su última vida.
Zhou Yu tampoco tenía forma de explicarlo, y simplemente sonrió. Su entorno se iluminó. Tan pronto como regresó la luz, el albergue se volvió más cálido.
—¡Volvamos a la cama! —Sun Ce exclamó, antes de levantar a Zhou Yu por el brazo y regresar a su habitación.
En la mañana del día siguiente, Sun Ce sacudió a Zhou Yu. La luz del sol brillaba a través de las ventanas, y afuera había un mundo completamente nuevo y fresco de nieve y hielo.
Una ligera nevada seguía cayendo del cielo afuera, pero el albergue de esquí ya no estaba envuelto en la atmósfera de horror que tenía la noche anterior. Sun Ce dijo:
—¡Mira!
En realidad, detrás del albergue se encontraba el pueblo de vacaciones en el que Lü Bu y Sun Ce hicieron las reservas. Incluso había pistas de esquí en la distancia, y las telecabinas subían y bajaban. Zhou Yu no sabía si reír o llorar; de hecho, ya habían llegado, pero simplemente vinieron de la dirección equivocada.
—¡Ey! —gritó Lü Bu desde abajo—. ¡Si suben desde el patio trasero, hay una fuente termal! ¡Vamos a esquiar primero!
Sun Ce respondió y bajó con Zhou Yu para sumergirse en las aguas termales.
Los copos de nieve que llenaban el cielo se derritieron en esta fuente termal al aire libre. Aterrizaron en el cabello corto de Sun Ce, congelándolo.
—Ey —mencionó Sun Ce, en cuclillas en las aguas termales, mirando a Zhou Yu—. ¿Te acuerdas de anoche?
—¿Qué? —Zhou Yu encontró esta pregunta muy inesperada.
—Dijeron que te debía algo en mi última vida —pronunció Sun Ce.
Zhou Yu se sorprendió.
Sun Ce continuó:
—Yo también tengo algo que quiero contarte. He querido decirlo desde el día que viniste al dormitorio.
—¿Qué? —preguntó Zhou Yu de nuevo.
Sun Ce respondió:
—Yo también tuve un sueño antes.
Zhou Yu se congeló. Sun Ce seguía mirando a Zhou Yu y comenzó a sonreír mientras explicaba:
—Cuando era pequeño, había un niño que me tiró al agua de una patada…
Los copos de nieve bailaban en el aire, barriendo hacia afuera desde los lados de las aguas termales, y se dispersaron más allá de las vastas tierras. A un lado del pinar, llegó la voz de Zhou Yu.
—… ¿Y qué? ¡No, no quise decir eso! ¡Ey! ¡Mono! ¡Para!
Extras • Fin.