Jiangdong, como un gigante profundamente dormido, se despertó sobresaltado en ese momento.
Un ke en la hora yin[1], un dragón largo y sinuoso se estremeció desde la cabeza en el monte Nanping, hasta la cola, donde el río fluyó más allá de los acantilados rojos.
Zhuge Liang subió las escaleras hasta la plataforma, donde lanzaría el hechizo. La vasta extensión de estrellas llenó el cielo con su esplendor. No hubo ni un susurro del viento ni un jirón de nube.
Enormes braseros estaban en las cuatro direcciones, y la posición de las veintiocho estrellas coincidía con las estrellas en el cielo. Zhuge Liang sostenía la Espada de las Siete Estrellas en la mano, llevaba un tocado taoísta de color amarillo brillante junto con una túnica del universo, y el Bagua, apuntando la espada al cielo.
Como si los cielos respondieron, las aguas del río en la orilla sur llegaron a oleadas, unas tras otra.
Huang Gai, se apoyó en la espada con ambas manos, y apuntó su espada al suelo. Detrás de él, miles de soldados de Wu oriental abordaron sus barcos, empujando sus botes, causando chapoteos del agua mientras flotaban en la oscuridad como tinta del Changjiang.
En un bote cabían diez personas, y todas empuñaban los remos. Huang Gai se paró en la proa de un bote como una estatua tallada en piedra, dirigiéndose hacia la densa oscuridad.
La niebla de Chibi se elevó sobre la superficie del agua, y en la oscuridad, se escucharon los débiles sonidos de los barcos que estaban atados con cadenas chocando entre sí. Los ochocientos mil hombres del ejército de Cao cruzaron el río y se trasladaron al este.
Zhou Yu lideró a sus hombres hacia los botes. Colocó una mesa de madera en la proa de su barco, y en ella acomodó un qin, tres copas de vino y una vara de incienso. El humo del incienso se enroscó a su alrededor, como si trataba de tomar forma en esta cubierta silenciosa.
—Gongjin —sonrió Sun Ce.
Zhou Yu miró hacia arriba y se encontró con la mirada del otro, cuya forma apareció en medio de esa densa niebla blanca. Le sonrió levemente.
—Por favor, concédeme tu protección, Bofu —pidió Zhou Yu—. Protégeme y protege a Wu oriental.
Sun Quan caminó hacia delante. Zhou Yu levantó la voz.
—¡Tres copas de vino: para honrar a los cielos, para honrar a los ancestros de la familia Sun, y para honrar tu alma valiente!
Sun Quan alzó las copas y las vertió en el río.
El viento del este se levantó, y en ese momento, la pasión por la batalla de miles de años estalló desde Changjiang, ¡los fuelles retumbaron hasta los cielos mismos!
Las nubes se separaron al instante, cuando una fuerte ráfaga de viento del este cubrió todo el campo de batalla de Chibi. La niebla gris se dispersó.
En la cima de la montaña Nanping, los estandartes ondeaban salvajemente. Zhuge Liang abrió los ojos y sacó su espada hacia atrás, mirando hacia el cielo. En ese momento, los braseros volaron por todas partes. Contra el fuerte viento, Lu Su dio la señal para llevar a cabo sus órdenes, ¡pero el altar ya había estallado en un mar de llamas!
La flota de Cao apareció en medio de los fuertes vientos y olas. El cielo del este se volvió blanco como el vientre de un pez, y se izaron pancartas en toda la armada de Jiangdong cuando comenzaron a remar.
—Gongjin dage —habló Sun Quan de repente.
Las manos de Zhou Yu estaban presionadas contra las cuerdas del qin, en silencio.
—¿Todavía recuerdas ese día que mi hermano falleció? —Sun Quan se encontraba detrás de Zhou Yu.
—Lo recuerdo —afirmó Zhou Yu—. Conocí a tu hermano durante veintidós años, y lo recuerdo todos los días, a cada momento. A pesar de que nos separamos muchas veces y nuestros encuentros fueron cortos…
—Ya no puedo acordarme realmente de cómo se veía o lo que dijo —susurró Sun Quan—. Solo recuerdo que fue duro conmigo.
El espíritu del joven Sun Ce permaneció como lo había hecho, abrazándose las rodillas mientras se sentaba en la proa del bote, sonriendo tontamente.
El viento del este se abrió paso entre las olas, disipando la niebla que cubría el río, pero no pudo eliminar ese remolino de humo verde reunido en forma de un viejo amigo[2].
—Cuando vi a tu hermano por primera vez —pronunció Zhou Yu con una pequeña sonrisa—, fue el año en que teníamos cuatro...
Mientras hablaban, el sol naciente explotó con majestuosos rayos de luz, tiñendo la mitad del cielo de rojo.
En la montaña Nanping, sonaron las campanas de la mañana, acompañando con el fuerte viento rugiendo como un dragón.
¡Dang, dang, dang!
El metal resonó como el rugido de un dragón. El enorme dragón de Jiangdong, envuelto en escamas doradas, finalmente se despertó por completo, y aprovechó la oportunidad para girar la cabeza y arrojar llamas ardientes de color rojo y dorado, ¡que se extendieron hacia el este a través del gran río!
—¡Dividan las fuerzas! —Huang Gai rugió.
A medida que se acercaban más y más a las fuerzas de Cao, la flota de Huang Gai de repente se dividió en dos. Con la ayuda del fuerte viento, así como la de todos los hombres a los remos, mientras se dispersaban por la superficie del río, los botes pequeños rodearon a los grandes.
El ejército de Cao comenzó a darse cuenta de que algo andaba mal y todos dispararon hacia abajo. Huang Gai rugió una vez más:
—¡Prendan fuego!
En ese instante, miles de lotos rojos florecieron en el centro del río, trayendo consigo la luz de las llamas y el calor abrasador. Más queroseno salió de ellos y, con las olas, fue llevado directamente a los buques de guerra del ejército de Cao.
Tan pronto como sonaron las primeras explosiones, los dedos de Zhou Yu tocaron las cinco cuerdas, ¡el sonido del qin podía dividir las montañas!
Todo el Changjiang rugió sorprendentemente mientras avanzaban hacia las tropas de Cao.
La Batalla de Chibi. Las llamas se extendieron por todo el río.
Los barcos de guerra se derrumbaron con fuertes explosiones. Relámpagos y truenos estallaron. Los lotos rojos se hallaban por todas partes, los mástiles se inclinaron, millones de cadáveres flotaron y el río se tiñó de sangre.
Por alguna razón, cuando este infernal mar de sangre se reflejó en los ojos de Zhou Yu, lo que pensó fue en la tarde de ese día cuando conoció a Sun Ce por primera vez.
Las ondas de sonido se precipitaron, envolviendo el río, que era tan turbulento como una tormenta eléctrica. Las aguas se elevaron como un enorme dragón, luchando poderosamente, trayendo consigo el espíritu de los héroes que murieron antes de que sus ambiciones se cumplieran, ¡mientras que la ira de todo Jiangdong, barría al ejército de Cao! La superficie del río se encontraba cubierta de queroseno y las tropas de Cao se detuvieron repentinamente. Sus naves de guerra chocaron entre sí cuando estalló el fuego que llenó el cielo.
El fuerte viento envió un mar de llamas, y los barcos de guerra secos y sus enormes velas se incendiaron de inmediato. Con el sonido del qin de Zhou Yu como señal, que retumbó en sus tímpanos, todos los buques de guerra de Wu oriental salieron, creando una formación circular. Giraron alrededor, arrojando ollas ardientes hacia adentro en grupos de dos y de tres.
—¡Maten! —gritó Gan Ning.
El primer buque de guerra chocó con los barcos interconectados de las tropas de Cao, y en medio de las llamas abrasadoras, las tropas de Wu se abrieron paso hasta las cubiertas.
En el barco del comandante, Cao Cao gritó:
—¡Desaten las cadenas! ¡Pasen la formación!
No obstante, el fuerte viento acercó las velas ardientes de los barcos, y los mástiles se derrumbaron uno tras otro. El queroseno que flotaba en el agua ya se había convertido en un mar de llamas. El barco de mando de Cao Cao y el de Zhou Yu chocaron. Zhou Yu volvió a mover la mano.
¡Todas las cuerdas del qin vibraron, y Zhou Yu levantó la cabeza, tocando rápidamente las cuerdas!
—¡Retirada! —Sun Quan gritó, horrorizado.
Cao Cao se rio con frialdad.
—¡Zhou Gongjin! ¡Nos encontramos de nuevo!
—Han pasado varios años —pronunció Zhou Yu, alzando la voz—. ¿Ha estado bien el ministro?
En un abrir y cerrar de ojos, dos buques de guerra de Wu oriental cargaron contra él desde la izquierda y la derecha. Chocaron atronadoramente, su espolón se estrelló contra la nave de mando en el centro. Sun Quan tomó los mazos y golpeó los tambores, mientras que la nave de mando en la que se encontraba Zhou Yu se retiró rápidamente.
Las flechas volaron instantáneamente por el aire, y Zhou Yu volvió a tocar las cuerdas, cambiando la melodía.
Las flechas cayeron como lluvia, llenando el cielo. La masa negra se cernía amenazadoramente sobre la nave de mando y descendieron con un ruido sordo. ¡La cubierta estaba llena de flechas, pero ni una sola cayó en un radio de tres pasos de Zhou Yu!
El sonido del qin era como el ruido del metal y la piedra rompiéndose, como si miles de hombres y caballos cargaron sobre la superficie del río. En ese instante, cuando Sun Quan levantó la cabeza, le pareció ver, debajo de la capa de nubes, los contornos resplandecientes de los caballos de guerra, como si los espíritus heroicos de las tropas de Changsha descendieran del cielo. Las llamas resplandecieron en la superficie del agua y, acompañadas de las órdenes emitidas por los dedos de Zhou Yu, estallaron, enviando ondas de calor y llamas divinas. Hacia el final, la primera cuerda del qin de Zhou Yu se rompió. Expulsó una bocanada de sangre, que tiñó de rojo el antiguo qin.
—¡GOBERNADOR! —Sun Quan gritó, su rostro inmediatamente perdió todo color.
¡Esa cuerda se partió como si el mismo cielo se hubiera derrumbado!
Inmediatamente después, innumerables buques de guerra de Wu oriental arrojaron sus últimas minas de fuego. Las minas de fuego y las ollas de aceite formaron arcos en el aire, antes de convertirse en miles de cometas ardientes, arrastrando sus colas ardientes detrás de ellos mientras se disparaban hacia la tierra.
¡Bajo el cielo oscuro, las cometas de fuego cayeron como una tormenta torrencial, golpeando instantáneamente los buques de guerra del ejército de Cao!
Cuando se rompió la segunda cuerda, fue como si el propio Changjiang dejara de fluir. El mundo se quedó en silencio.
En el vasto firmamento, una brisa comenzó a soplar y las nubes se disiparon. La densa capa de nubes en el cielo se abrió temporalmente, revelando el paso de la larga noche en el oeste, así como ese sol resplandeciente que se levantaba en el este.
Un relámpago cruzó el cielo, y el estruendo amortiguador de los truenos se extendió por la tierra. Con la majestuosidad que transmitían las nubes separadas, todas las naves de guerra soltaron sus mástiles, apresurándose hacia las naves de guerra de Cao.
Un gran estallido hizo temblar todo Changjiang, y Zhou Yu volvió a deslizar sus cinco dedos.
La tercera y cuarta cuerda se rompieron.
Las aguas del Changjiang se agitaron, como si las mareas del océano salieran de ellas, enviando una línea blanca. Fue seguido por el temblor de miles de hombres y miles de caballos galopando hacia delante, y el queroseno lanzó llamas ardientes que llenaron el cielo, ¡convirtiéndose en las flamas mortales del aliento de un dragón que se precipitaba hacia los buques de guerra del ejército de Cao!
Los dedos de Zhou Yu se movieron hacia la última cuerda, solo para que una mano presionara suavemente contra la parte posterior de la suya.
—Bofu. —Zhou Yu levantó la cabeza.
Esos ojos y esa sonrisa seguían siendo los mismos.
Una de las manos de Sun Ce acarició la mejilla de Zhou Yu, luego sacó el bastón Panlong dorado y saltó rápidamente a la proa del barco. Con un fuerte grito, golpeó el bastón sobre los barcos de guerra en la distancia.
El espíritu heroico de Sun Ce se disipó en el aire, desapareciendo sin dejar rastro. Sin embargo, ese impacto de su bastón, agitó al gran río y la tierra. ¡Todos los buques de guerra de Cao en su camino se derrumbaron, como si una tormenta de viento los hubiera devastado, estrellándose contra ellos, como si las montañas cayeran para llenar los mares!
Llamas brillantes ocuparon el mundo, antes de explotar con un hong, incendiando el horizonte con la luz de un amanecer rojo.
Con las cinco cuerdas en la mano, el sonido del qin de Zhou Yu retumbó, resonando a través de las montañas y los valles, entre las vastas aguas del río, sin cesar. Los mástiles se derrumbaron y se hundieron, las aguas del río reflejaron las flamas ardientes. No estaba claro dónde terminaba la sangre y empezaba el agua.
Después…
—Después de eso —dijo Zhou Yu, presionando las cuerdas—, así fue como sucedió.
Sun Quan se sentó detrás de Zhou Yu, con las manos sobre las rodillas. Ambos miraron hacia el resplandor de Chibi. El buque de guerra se balanceó y se sacudió, y los gritos de guerra llenaron el aire.
Sin que se dieran cuenta, en realidad hablaron durante tanto tiempo. Desde el momento en que las llamas se encendieron, Zhou Yu recordó tantos eventos del pasado. Incluso ahora, todavía se hallaba absorto en ellos, las lágrimas nublaron su visión.
Sun Quan se sentó a su lado, y después de escucharlo conversar de sus recuerdos durante tanto tiempo, se llenó de mil emociones y no sabía cómo continuar.
—Todavía no me atrevo a hacerlo —murmuró Sun Quan.
—Lo sé —respondió Zhou Yu, con ligereza y facilidad—, por eso envié a Ding Feng[3] primero para detener a Kongming.
Las explosiones resonaron en la distancia, y el Changjiang ya se había convertido en un campo de batalla envuelto en llamas.
Zhuge Liang se apresuró por la montaña Nanping y Lu Su lo persiguió en la distancia.
—¡Xiansheng, por favor espera un momento! —Lu Su levantó la voz.
Zhuge Liang gritó en respuesta, pero no se detuvo. Subió a bordo de un pequeño bote y la expresión de Lu Su cambió cuando notificó:
—Mi zhugong todavía tiene algo que discutir.
Aunque Zhuge Liang vestía la túnica de un taoísta, su rostro estaba lleno de sonrisas e hizo una profunda reverencia a Lu Su en la distancia.
—Tengo un deber importante que cumplir, así que no tengo más remedio que despedirme.
Los soldados comenzaron a remar, ayudados por el viento, y el bote que salió se alejó entre las olas. Los soldados bajo el mando de Lu Su los persiguieron hasta la orilla del río, pero Zhuge Liang aprovechó la oportunidad, mientras aún soplaba el viento del este, para alejarse cien pasos. Dejó una oración al despedirse:
—¡Zijing xiong! ¡Te estaré esperando en Jingzhou!
Un barco de guerra llegó detrás del pequeño bote de Zhuge Liang que navegaba sobre el viento y las olas. Ding Feng se paró en la proa, persiguiéndolos obstinadamente; sin embargo, cuando cerraron la distancia, otro pequeño bote aceleró a través de las olas, como una flecha hacia ellos.
—¡Por favor, envíe saludos de mi zhugong al gobernador! —gritó Zhao Yun, arco en mano mientras estaba de pie en la proa de su barco—. ¡Nos encontraremos de nuevo en Jingzhou!
Y diciendo esto, inclinó su arco y colocó una flecha, que salió disparada como un cometa, cortando a través del aparejo del mástil. Todo el buque de guerra se inclinó hacia un lado en medio del río, y Zhuge Liang logró escapar con vida. Bajo la protección de Zhao Yun, se dirigió rápidamente hacia la costa norte.
El ejército de Cao fue completamente derrotado, e innumerables hombres cayeron al agua. Después de que los barcos de guerra se incendiaron, fueron arrastrados por las enormes olas, y un barco enorme, de unos cien zhang de largo, se desplomó hacia ellos y se estrelló contra los barracones.
—¡Protejan al ministro!
En medio del fuego abrasador, los cadáveres en la costa norte se contaban por decenas de miles. Xiahou Yuan salió al galope, liderando a las tropas en una retirada apresurada. Los soldados de Wu oriental, soltaron flecha tras flecha a medida que se acercaban más y más.
En pánico, Cao Cao gritó:
—Reúnan alrededor al ejército principal…
Los tambores de guerra comenzaron a sonar, y en las laderas de las montañas, a ambos lados de Wulin, los miles de soldados que estuvieron al acecho cargaron juntos. Zhang Fei y Liu Bei lideraron cada uno a diez mil hombres al mismo tiempo que abrían dos caminos sangrientos hacia la formación central del ejército de Cao Cao. Después de un solo enfrentamiento, los hombres de Cao fueron vencidos por segunda vez y pisoteados entre sí mientras huían, dejando atrás innumerables muertos y heridos.
Bajo la protección de su guardia personal, Cao Cao escapó de Wulin y se retiró hacia Xiangyang. Los soldados se sobresaltaron incluso desde sus propias sombras mientras se dirigían por el camino de Huarong, solo para ver a Guan Yu allí de pie, con la espada en la mano.
En la orilla sur del Changjiang, los vítores resonaron a lo largo del río.
El relámpago atravesó el cielo, y el fuerte viento trajo una lluvia torrencial. Llovía cada vez más fuerte, y Zhou Yu estaba empapado. Las llamas ardientes en la superficie del río se extinguieron, y los barcos destruidos flotaban en el agua, subiendo y bajando. El río se hallaba lleno de cadáveres.
Lu Su subió al barco e informó:
—Guan Yu dejó ir a Cao Cao.
—Hace mucho tiempo que sabía que llegaría este día —respondió Zhou Yu.
El agua goteaba de la armadura de Zhou Yu mientras se levantaba lentamente. Sun Quan se movió para ayudarlo, pero Zhou Yu movió la mano. El agua escurrió de él cuando se arrodilló con una rodilla frente a Sun Quan, su rostro inclinado hacia el cielo, la lluvia descendía sobre su rostro. En medio de la llovizna helada, las nubes oscuras volvieron a cubrir el cielo.
—Que los cielos cuiden a mi Wu oriental —entonó Zhou Yu.
Los gongs sonaron para retirar a las tropas, y la orilla sur estalló con una ronda tras otra de vítores.
En el otoño del año decimotercero de Jian’an[4], las fuerzas de Cao Cao fueron derrotadas en Chibi, y su ejército de quinientos mil hombres fue completamente aniquilado. Los que quedaron se retiraron a Luoyang y eran menos de cincuenta mil.
Ese mismo año, Sun Quan reclamó y pacificó a Jiaozhou.
Liu Bei, con sus veinte mil soldados, se estableció en Jingzhou, asumiendo el cargo de supervisor.
Jingzhou se dividió en tres, que fueron para Cao, Liu y Sun.
El mundo se dividió en Wei, Shu y Wu[5].
En el decimoquinto año de Jian’an[6], Zhou Yu partió hacia el este en una campaña hacia Bashu, pero cuando enviaba sus tropas a Jiangling, cayó gravemente enfermo y falleció en Baqiu. Todo el país se puso de luto, y cuando el ataúd con sus restos fue llevado a la comandancia Wu, los funcionarios de Wu oriental salieron de la ciudad para recibirlo. Ese mismo año, su espíritu[7] fue sepultado en el lago Chao, donde fue hundido en el lago al pie de la montaña Gu, junto a los restos de Sun Ce, tal como lo había pedido el testamento de Zhou Yu.
En el vigesimocuarto año de Jian’an[8], Guan Yu sitió a Xiangfan. Sun Quan envió a Lu Meng y Lu Xun a emboscar Jingzhou. Con enemigos tanto delante como detrás de él, el ejército de Guan Yu fue derrotado y asesinado, y Jingzhou regresó bajo el mando de Wu oriental.
En el año Yueming[9], Cao Cao falleció a causa de una enfermedad y Cao Pi asumió el cargo de rey de Wei. Ese mismo año, ascendió al trono, cambiando el nombre de la era a Huangchu[10].
En el segundo año de Huangchu[11], Lu Xun, a instancias del difunto Zhou Yu, quemó setecientos li de campamentos vinculados, derrotando a las tropas de Shu. Liu Bei se retiró a Yizhou. El mundo se dividió en tres, y en Yizhou, falleció.
En el séptimo año de la era Huangchu[12], Cao Pi murió de una enfermedad en Luoyang.
Siete años más tarde[13], Zhuge Liang envió su quinta expedición al monte Qi, como parte de una excursión al norte para atacar el reino de Wei. En el quinto mes, Sun Quan recibió una carta y avanzó con sus tropas hasta la desembocadura del lago Chao. Después de obtener la bendición de los espíritus de Zhou Yu y Sun Ce, volvió a forjar la alianza con Shu-Han[14]. Tres ejércitos separados atacaron a Cao Wei, pero no lograron derrotar al ejército de Man Chong y tuvieron que retirarse sin ningún logro.
En el primer año de la era Huanglong[15], Sun Quan se coronó emperador y estableció el reino de Wu. En el primer año de la era de Taiyuan[16], murió de una enfermedad a la edad avanzada de setenta y un años.
En el quinto año de la era Xianning[17], Lu Kang falleció a causa de una enfermedad y el emperador Wu de Jin, Sima Yan, conquistó a Wu. Sun Hao se rindió en los muros de la Ciudad de Piedra. Wu oriental fue destruido y los Tres Reinos se unificaron bajo la dinastía Jin. El día que el país fue destruido, contaba con cuatro provincias, cuarenta y tres comandancias, trescientos trece condados, cincuenta y dos mil trescientas casas, treinta y dos mil oficiales y veintitrés mil soldados. Dos millones trescientos mil hombres y mujeres, dos millones ochocientos mil hu[18] de granos, y más de cinco mil barcos.
En el decimoquinto año de Jian’an[19], Baqiu. El viento otoñal soplaba por el pasillo. Todo era sombrío. El cielo estaba claro y brillante, y las tierras se hallaban cubiertas por un mar de color amarillo dorado.
En el Pabellón Baqiu Dengjun, Zhou Yu tosió, tan fuerte que casi no pudo respirar. Un soldado que estaba de pie a un lado se adelantó para entregarle una taza de té.
—Gracias —dijo Zhou Yu, exhausto.
—Gobernador, descanse un poco —comentó el soldado—. Pasarán varios días más hasta que lleguen los refuerzos, así que por favor, no se esfuerce demasiado.
Zhou Yu puso su pincel sobre el papel y escribió cartas a casa. Después de sellarlos, hizo que los hombres los enviaran. Xiao Qiao se encontraba en Jianye[20], Lu Su en Jiangling, mientras que Sun Quan estaba en la comandancia Wu. Había llegado el otoño, la época en que todo se marchitaba, y no había nadie a su lado; se hallaba completamente solo. Una brisa trajo consigo el olor a hierba seca, así como a una hoja amarilla girando en la habitación.
Cuando miró más de cerca, en realidad era una mariposa. Aterrizó sobre la mesa y agitó sus alas, antes de dar vueltas y volar a través de las cortinas que ondeaban.
Zhou Yu tomó un sorbo de su taza de té frío media llena, luego se acostó en su cama para descansar un poco. Sin embargo, cuando se fue a dormir, no volvió a levantarse.
—¿Qué hora es? —Zhou Yu preguntó en voz baja. Ya no estaba tosiendo.
—Respondiendo al gobernador, es la hora wei[21].
Débilmente, Zhou Yu escuchó los sonidos de los niños jugando afuera. Como era otoño, el cielo se extendía infinitamente, y la luz del sol brillaba intensamente, iluminando las llanuras cubiertas de hierba marchita, calentando a las personas que se sentaban a su luz.
—¿Quién está hablando? —preguntó Zhou Yu.
—Respondiendo al gobernador, son los hijos del capitán Lin, quienes están volando una cometa afuera. Los ahuyentaré ahora mismo.
—No... no es necesario —contestó Zhou Yu, cerrando los ojos—. Esto es bastante bueno. ¿Dónde hicieron la cometa?
El soldado no tenía respuesta para eso. Zhou Yu recordó un objeto y mencionó:
—En la parte inferior del estante de planes militares, hay una caja. Tráeme el contenido de la caja.
El soldado fue y en el fondo del estante encontró una caja de metal negra, pesada y brillante. Pasó mucho tiempo tratando de abrirla, pero no pudo, por lo que no tuvo más remedio que informar a Zhou Yu.
—Gobernador, no hay llave.
—La llave… —Los labios de Zhou Yu se encontraban tan secos que se estaban agrietando—. En este momento, no puedo recordar dónde la puse.
El soldado no tuvo más remedio que romper el candado. En la caja había dos bolsas de seda amarillas descoloridas con talismanes dentro. Después de obtenerlas, Zhou Yu, con la mano temblorosa, las tomó, y el soldado las metió en las manos de Zhou Yu.
Zhou Yu se recostó en silencio en la cama, con las manos entrelazadas y los dedos cubriendo ambas bolsas de seda.
—Está volando alto…
—No enredes la cuerda…
—Espérame…
De lejos llegaban las voces de los niños, acompañando las motas de polvo que entraban por la ventana. Zhou Yu a veces se despertaba del sueño, nadie estaba a su lado; él era el único que quedaba.
—Gongjin. —La voz de Sun Ce sonó en su oído.
Zhou Yu abrió los ojos, solo para ver a Sun Ce, a quien no había visto en mucho tiempo. Y luego empezó a sonreír.
—¿Cómo es que estás aquí? —Zhou Yu preguntó, sorprendido.
Sun Ce sostenía una cometa en la mano y le sonrió misteriosamente. Le hizo señas y Zhou Yu se sentó, se bajó de la cama y lo siguió por la puerta.
El cielo azul se encontraba despejado, y el sol brillaba intensamente. El aire era nítido y fresco, y los colores de las montañas y llanuras, en ese momento, parecían estar más iluminados. El olor de la hierba seca se mezclaba con el aroma de sus ropas limpias que envolvían sus formas juveniles, y cuando corrían, pisoteaban las hileras de hierba marchita.
—¡Oye! ¡Espera un momento! —gritó Sun Ce, sonriendo.
Zhou Yu estaba a unos pasos de distancia, tirando de la larga cuerda. La cometa volaba más y más alto, y giraba mientras flotaba bajo ese cielo azul.
En el Pabellón Dengjun, en la cama, el viento se detuvo y las cortinas se quedaron quietas. La expresión de Zhou Yu era solemne pero pacífica, y su túnica blanca envolvía su cuerpo delgado mientras una mano colgaba sin fuerzas.
Un mes después, Sun Quan escoltó personalmente el ataúd al condado Shu. Las montañas eran verdes y las aguas cristalinas, y las olas azules del lago Chao se extendían sin fin.
—Es un bonito lugar —dijeron todos los funcionarios reunidos.
—En aquel entonces, cuando el general Sun todavía estaba en este mundo, el gobernador solía decir que algún día nos daría la bienvenida al condado Shu —explicó Zhang Zhao, acariciando su barba—. Una buena tierra produce grandes héroes entre los hombres. De hecho, este es un buen paraje.
Sun Quan respondió:
—Cuando murió mi padre, mi madre y yo nos quedamos en la casa de Gongjin dage durante varios años. A menudo quería volver; sin embargo, todo tipo de asuntos me detenían y no tenía manera de hacer el viaje.
Sun Quan ya no era el niño de entonces, pero cuando caminó hacia la orilla del lago Chao, todavía recordaba esa escena de hacía mucho tiempo.
Ese día de primavera, Zhou Yu y Sun Ce fueron a navegar en el lago Chao. Uno estaba pescando en la popa, mientras que el otro estaba sentado en la proa, bebiendo vino y cocinando pescado. Sun Quan se hallaba a un lado, casi babeando al mismo tiempo que esperaba a que Zhou Yu levantara la tapa de la olla.
Fue en esos días que Zhou Yu le había enseñado que gobernar un país grande era como cocinar un plato. Fue entonces cuando Zhou Yu le instruyó cómo cultivar su propia moral para gobernar un país y conquistar el mundo.
A partir de ahora, Zhou Yu y Sun Ce se hundirían con el ataúd en el lago Chao, cumpliendo su deseo del pasado.
Zhou Yu yacía en silencio en el ataúd, abrazando la urna de cenizas de Sun Ce. Su hermoso rostro se veía igual que cuando estaba vivo; no había cambiado en absoluto. Los ojos de Xiao Qiao se encontraban nublados por las lágrimas, y esparció las hojas de la planta de artemisa. Los hijos de Zhou Yu trabajaron juntos para empujar la tapa del ataúd y levantar el ataúd de madera gruesa, llevándolo al centro del lago. Tres botes lo hundieron suavemente hasta el fondo.
El halcón blanco dejó escapar un chillido que atravesó el aire, luego extendió sus alas y voló hacia el cielo.
En las heladas aguas azules del lago, el ataúd de madera se hundió lentamente, y pequeñas burbujas se desprendieron de él a medida que avanzaba. Los ojos de Zhou Yu estaban bien cerrados y su cabello negro como la brea ondeaba, enroscándose alrededor de los restos de Sun Ce en sus brazos.
—Gongjin. —Sun Ce comenzó a sonreír, y su forma se volvió borrosa cuando envolvió sus brazos alrededor de Zhou Yu.
El alma de Zhou Yu abrió los ojos, con una sonrisa, y alzó los brazos para abrazar a Sun Ce.
Bajo el cielo azul jade, la primavera y el verano pasaron como un torbellino. La luz y las sombras de incontables años se desvanecieron y la primavera llegó a Jiangdong una vez más. Las flores de durazno llenaron las montañas y las llanuras, y al pie de la montaña Gu, a orillas del lago Chao, los niños lanzaron cometas en la ladera de la montaña.
—¡Está aquí!
—¡Ven rápido!
Dos niños persiguieron la cometa hasta el dilapidado Templo Mudo. Del templo no quedaban más que ruinas, y dentro de las ruinas había una campana oxidada. La cometa estaba colgada sobre el yugo de la campana.
Los dos muchachos se sentaron juntos, en el Templo Mudo, en la montaña Gu. Uno de ellos tenía la cuerda enrollada alrededor de su mano, mientras que el otro sostenía la cometa.
Feiyu se deslizó por el cielo, y el chico más alto le dijo al más bajo:
—Oye, mira a ese pájaro. Sigue volando día tras día. No podría ser un halcón, ¿verdad?
—Lo es. —El otro chico tenía un atisbo de sonrisa en la boca mientras enrollaba cuidadosamente la cuerda.
—¿Por qué siento que lo conozco? —preguntó ese chico más alto.
—¿Intentamos llamarlo? A ver si baja —contestó aquel niño que seguía enrollando el hilo de la cometa, sin siquiera levantar la cabeza.
El chico alto se llevó dos dedos a la boca y silbó. En el aire, cuando Feiyu escuchó el sonido del silbato, se lanzó hacia abajo y salió disparado hacia ellos, antes de plegar sus alas y detenerse frente a ambos. El muchacho que enrollaba la cuerda levantó la cabeza, sus ojos se llenaron de la luz de la sorpresa.
—Este pájaro es nuestro ahora —dijo el niño que llevaba la cometa—. ¡Vamos!
Su compañero no sabía si reír o llorar mientras lo conducían montaña abajo. Sin embargo, Feiyu, se mantuvo callado y dócil. Dobló sus alas y fue llevado de la montaña.
Los dos niños subieron a la balsa de madera. El más fuerte manejaba la pértiga, mientras que el otro enrollaba la cuerda alrededor de su mano y levantaba la cometa esperando.
—¡Suéltala! —insistió ese chico alto.
—Para destruir al señor Cao, debemos atacar con fuego. Todo está en su lugar, y lo único que nos falta es el viento del este —indicó el otro chico, con solemnidad burlona.
El viento del este comenzó a levantarse, llenando el cielo y la tierra, enviando ondas por la superficie del lago Chao.
Tan pronto como la cometa se liberó, se arremolinó sobre la superficie del lago mientras se arrastraba contra el carrete. Con miles de li de hilo blanco atravesado, voló hacia el cielo, deslizándose por la vasta extensión del firmamento.
Los picos gemelos de la montaña Gu se elevaban como un par de muros[22], alzándose a ambos lados del lago Chao. Las flores de durazno volaban con el aire, llenando el mundo cálido y gentil.
Fin.