Feiyu voló a través del vasto cielo y la llanura humeante, hacia la ciudad de Luoyang.
Al mismo tiempo, la masa del ejército negro migrante abandonó Luoyang. Dong Zhuo y el joven emperador estaban sentados en el carruaje. Liu Xie corrió la cortina que colgaba de la ventana y miró hacia afuera. Dentro de su rostro fresco y joven, sus ojos tenían un toque de entumecimiento y desolación sombría.
Después de dejar el Paso Hangu, fueron hasta Chang'an, a la tierra ancestral de los gobernantes Han. Los cuatrocientos años de arduo esfuerzo que se habían realizado en Luoyang fueron destruidos completamente por el fuego. Quedaban menos de cincuenta mil personas en la capital y todas se estaban yendo, huyendo hacia al oeste, arrastrando a sus familias.
Soldados feroces patrullaban entre las filas. A mitad de camino, Dong Zhuo llamó a un comandante y le preguntó sobre la situación militar en el camino. Cuando se enteró de que Yuan Shao y su coalición acababan de entrar en Luoyang, se sintió aliviado.
Sun Ce y Zhou Yu estaban escondidos en la montaña en ese momento, mirando ansiosamente la dirección en la que viajaba el carruaje.
Feiyu dejó escapar un chillido mientras aceleraba por el aire hacia ellos.
Sun Ce desató la tira de tela atada a la garra de Feiyu y le echó un vistazo. Ninguno de los dos habló.
—Retirada —dijo Sun Ce.
—Perdimos una oportunidad —dijo Zhou Yu casualmente—, bien.
Sun Jian no estaba dispuesto a enviar tropas, lo cual era algo dentro de sus cálculos. Los planes del hombre no eran nada ante la voluntad de los cielos, por lo que no tuvieron más remedio que regresar. Justo cuando Sun Ce y Zhou Yu estaban a punto de bajar de la montaña, alarmaron a las tropas de Liangzhou en la región que patrullaba él área.
—¡¿Quién está ahí?! —gritó alguien de inmediato—. ¡Espías!
—¡Captúrenlos!
El soldado que lideraba la patrulla los descubrió inmediatamente a los dos, y Sun Ce dijo en voz baja:
—¡Corre, rápido!
Los dos únicamente tenían el caballo pío de Sun Ce, y se deslizaron por la montaña rápidamente. Las ramas pasaban golpeando sus rostros y cuerpos, cada una dejaba tras de sí un dolor feroz. Zhou Yu de repente gritó:
—¡Escapemos por separado! ¡Vete primero!
Sun Ce:
—De ninguna manera...
Zhou Yu:
—¡Es inútil si me atrapan! Si te atrapan, tu padre es Sun Jian, Dong Zhuo definitivamente no te dejará ir. Vamos...
Sun Ce dijo enojado:
—Si te vuelvo a perder, ¿dónde se supone que debo encontrarte? ¡Esto no está en discusión!
Zhou Yu simplemente se sentía ridículo, fue arrastrado hasta la muerte de una manera desesperada por Sun Ce. Zhou Yu estaba jadeando y, agotado, dijo:
—¿Por qué tengo que correr por mi vida cada vez que estoy contigo?
—Nuestros ocho caracteres no coinciden[1]. —Sun Ce se rio a carcajadas. Los dos se deslizaron al mismo tiempo hacia los lados, hacia el pie de la montaña con un hua, antes de subir al pío blanco.
El soldado rugió en voz alta:
—¡Capturen a los asesinos!
—¡No corras hacia allí! —gritó Zhou Yu, abrazando la cintura de Sun Ce y montando a caballo juntos.
—¡De qué tienes miedo! Espera hasta que los envié corriendo con el rabo entre las piernas... —gritó Sun Ce con optimismo—, este joven señor viene por ti...
Zhou Yu:
—...
Se dispararon flechas hacia ellos y Zhou Yu cerró los ojos con fuerza. Sun Ce instó al pío blanco y, de hecho, logró, bajo el cerco de un grupo de soldados, ¡precipitarse directamente al escuadrón de carros del enemigo!
En ese momento, la procesión estaba sumida en el caos. Los soldados no tenían más atención de sobra para perseguirlos, sino que todos se movían para proteger los carros de caballos.
Zhou Yu sintió agudamente algo e inmediatamente volteó la cabeza para observar la dirección en la que los soldados regresaban para hacer guardia.
—No. —Sun Ce adivinó inmediatamente los pensamientos de Zhou Yu y lo detuvo directamente.
Dentro del carruaje estaba definitivamente el emperador y Dong Zhuo… que perdieran una oportunidad así como esa, era una pena. Pero antes de que Zhou Yu pudiera respirar, el pío blanco soltó un largo relincho, se estrelló contra un carro de carga y lo volcó, antes de dar un salto, voló por los aires. Aterrizó con sus cuatro cascos en el suelo, desapareciendo como un relámpago en las llanuras.
El viento soplaba en sus oídos. Zhou Yu miró hacia atrás, y como se esperaba, la otra parte obviamente no tenía la intención de dejarlos ir. El ejército de Liangzhou se dividió y envió a miles de personas en su persecución.
—Tenemos que tratar de deshacernos de ellos —dijo Zhou Yu.
—¡No hay problema! —gritó Sun Ce—. ¡Mi corcel es un pío blanco, un caballo al que nada en este mundo pueda alcanzar!
—¿Estás seguro? —Zhou Yu observó fijamente al horizonte, mientras que el comandante que lideraba las tropas de Liangzhou estaba cada vez más cerca.
—¡Jia! —rugió Sun Ce enojado—, ¡no creo que no podamos dejarlos atrás!
Con una gran sacudida, Zhou Yu casi se cayó del caballo.
—¡Cuidado!
—¡Agárrate!
Zhou Yu sacó el arco y las flechas del cuerpo de Sun Ce y se inclinó hacia atrás. Tan pronto como tiró de la cuerda del arco, soltó una flecha, que zumbó mientras salía volando. El comandante que los perseguía también se agachó al mismo tiempo, evidentemente ileso.
—¡Se está acercando más y más!
—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible! —dijo Sun Ce.
—El pío blanco lleva a dos personas...
—¡Cállate! —Sun Ce dijo apretando los dientes—. ¡No te dejaré atrás!
—¡Entonces baja del caballo y déjame ir primero! —gritó fríamente Zhou Yu.
Sun Ce:
—...
—¡Hay un bosque más adelante! —dijo Sun Ce en voz alta—. ¡Ten cuidado!
Los dos, en un solo caballo, se apresuraron hacia el bosque. Con una serie de ruidos fuertes, Sun Ce dio vueltas y giró en la arboleda. Cada vez que Zhou Yu pensaba que los dos estaban a punto de estrellarse contra un árbol, el pío blanco siempre lograba esquivar los árboles que no podían eludir en el momento justo.
Mientras Sun Ce controlaba el caballo, todavía tenía tiempo libre para charlar y dijo:
—Los caballos que pueden correr más rápido que mi amado corcel se pueden contar con los dedos de una mano...
—Lo único que me preocupa es que uno de ellos nos persiga —respondió Zhou Yu.
Sin embargo, la situación ya no les dio tiempo para charlar ociosamente. Cuando repentinamente el paisaje frente a sus ojos se volvió expansivo, Sun Ce gritó:
—¡CUIDADO!
Con un largo relincho del pío blanco, el caballo con sus dos jóvenes jinetes saltó de entre los árboles, trazando un arco en el cielo mientras volaban hacia el pequeño arroyo que brillaba con miles de rayos de luz dorada.
Pero alguien en el arroyo gritó:
—¡¿Quién está ahí?!
Zhou Yu:
—¡Hay una emboscada!
Antes de que su oración terminara de resonar, Sun Ce y Zhou Yu se lanzaron al arroyo, con varios huala, cayeron.
Zhou Yu y Sun Ce eran muy buenos nadadores. Tan pronto como entraron al agua, ambas cabezas salieron.
Zhou Yu sintió una sacudida en su corazón, había una emboscada al frente y tropas por detrás, esta vez estaban completamente perdidos.
Sun Ce se levantó del agua. El agua solo llegaba hasta la cintura, así que los dos vadearon hacia delante y una voz amenazadora les dijo:
—¡No se muevan!
—¡Al menos déjanos llegar a la orilla primero! —rugió Sun Ce enojado, sintiéndose desaliñado más allá de lo creíble.
—Quédate en el agua —dijo la voz de un hombre no muy lejos.
Sun Ce y Zhou Yu giraron la cabeza al mismo tiempo, solo para ver a un general marcial y un caballo blanco en el arroyo. El cabello largo y húmedo del general marcial estaba suelto, la mitad superior de su cuerpo desnuda. Sin mirarlos, estaba exprimiendo una túnica interior.
—¿A qué se dedican? —El general finalmente levantó la mirada y los observó directamente a los dos.
El cabello del general marcial era negro, con una apariencia joven y heroica. Sus rasgos eran suaves y los músculos de su espalda y pecho desnudos estaban bien proporcionados y firmes. Ni Sun Ce ni Zhou Yu respondieron. El general marcial llevó al caballo blanco a la orilla. Llevaba un par de pantalones largos y blancos, que estaban bordados con representaciones realistas de dragones enrollados bordados con hilo negro.
Una armadura plateada se estaba secando sobre una roca, y junto a ella había una lanza larga.
Zhou Yu podía adivinar aproximadamente lo que había sucedido: este general marcial estaba solo con su caballo. Cuando Sun Ce y él cayeron, él estaba lavando a su caballo en el arroyo y también tomando un baño mientras estaba en eso…
Sun Ce le susurró:
—Ignóralo, vámonos rápido.
El general marcial, con los pies descalzos, caminó rápido a la orilla, observándolos a ambos. Sun Ce estaba a punto de tomar a su caballo también, cuando Zhou Yu dijo:
—¿No eres de las tropas de Liangzhou?
—Contéstame primero. —Los ojos del general marcial se volvieron de Zhou Yu a Sun Ce, y luego a su caballo.
Sun Ce inmediatamente pensó en una posibilidad: ¡era uno de los suyos! Debió ser enviado por las tropas aliadas.
—¿El general es miembro de las tropas aliadas? ¿Cómo debería llamarle? —preguntó Sun Ce—. Este está bajo el mando de Sun Jian, el prefecto de Changsha…
Antes de que pudiera terminar de hablar, alguien más salió corriendo de la arboleda. Las expresiones de Zhou Yu y Sun Ce cambiaron instantáneamente, y rápidamente treparon a la orilla, con todo y el caballo.
—¡Esos mocosos están tratando de escapar! —Se escuchó una voz desde el bosque. El general marcial dio un paso adelante con la lanza plateada en su mano.
Justo cuando sonaron las palabras, otro oficial marcial, vestido con una armadura completamente negra, salió corriendo de entre los árboles, montado en un preciado caballo Akhal-teke[2]. El caballo de guerra dejó escapar un largo relincho mientras se encaramaba en la orilla norte del río. Cientos de arqueros aparecieron por detrás, y gritó:
—¡Ninguno de ustedes debería siquiera pensar en escapar!
Fue entonces cuando ese general de torso desnudo se paró frente a Sun Ce y Zhou Yu, protegiendo a los dos.
De repente, una masa de arqueros con armaduras blancas aparecieron en la orilla sur del bosque, apuntando con sus flechas a las tropas en la orilla opuesta, los dos lados estaban separados por un río, y de inmediato se convirtió en un escenario de enfrentamiento.
Cuando Zhou Yu vio al general marcial que los perseguía, inmediatamente comprendió que no era que el caballo de Sun Ce fuera lento, sino que la suerte no estaba de su lado.
El hombre de la orilla opuesta vestía una armadura de escamas negras con un casco de hierro que tenía una pluma de faisán en la cabeza. Media nueve chi de largo y sostenía una alabarda Fangtian[3]. Su nariz era como un águila y sus cejas eran tan afiladas como una espada, su mirada tenía resentimiento, y el caballo en el que montaba era exactamente uno de esos cinco que podían alcanzar al pío blanco: El corcel divino, la Liebre Roja que podía perseguir incluso al viento.
Esta vez resultó que iban a caer en las manos de Lü Bu, pero no esperaban que él personalmente los siguiera.
Zhou Yu miró al otro lado y sus manos estaban resbaladizas por el sudor. Temía que las tropas con armadura blanca no fueran enemigas de Lü Bu. Recordó la escena entre los dos bandos cruzando espadas en la batalla cuando entró por primera vez en Sikang. ¿No era el mismo ejército de armadura blanca el que había cruzado espadas con los jinetes de Lü Bu?
Sun Ce no sabía que los dos bandos ya habían luchado antes, y le recordó al general marcial con el torso desnudo frente a él:
—General, este hombre es el marqués de la casa Lü Bu. Por favor, tenga cuidado.
El general marcial que los estaba protegiendo, giró ligeramente la cabeza, con sus amables ojos envueltos en el sol del mediodía, enfrentó a Lü Bu sin ningún rastro de miedo.
Las comisuras de la boca de Lü Bu se crisparon ligeramente cuando entrecerró los ojos. Con solo una orden, ambos lados se lanzarían el uno contra el otro, luchando y acuchillando, pintando las aguas del arroyo de rojo sangre. Sin embargo, en realidad no atacó, sino que rio fríamente:
—Zhao Zilong, ¿todavía quieres pelear otra ronda? ¿Qué tal si te pones la ropa primero?
El general marcial tomó su lanza plateada y respondió con voz profunda:
—No puedes llevarte a estas dos personas. Son nuestros aliados. Si el marqués de la casa quiere atacar, entonces este general naturalmente seguirá su ejemplo.
Eso provocó un alboroto de ambos lados, pero Lü Bu no se adelantó. Apuntó la alabarda Fangtian hacia delante, diciendo:
—El otro puede irse, pero el perro de Sun Jian debe ser entregado a este general. Si lo haces, entonces podemos fingir que tú y yo nunca nos vimos aquí hoy.
—No —dijo Sun Ce—, no puedo ir contigo.
—¿No deberías llamarme shifu, discípulo? —preguntó Lü Bu en un tono frío.
Zhou Yu se sorprendió de inmediato y miró con incredulidad a Sun Ce. Sun Ce ahuecó sus manos y se inclinó:
—Shifu, perdóname, este discípulo no puede ir contigo.
—¿Eres el discípulo del marqués de la casa? —Zhao Yun miró a Sun Ce con cautela.
Ahora que las cosas habían llegado a esto, Sun Ce solo podía apretar los dientes y seguir adelante. Lü Bu dijo con frialdad:
—Sun Jian prometió que enviaría a su hijo a la caballería de élite para aprender habilidades. Pero ahora, ha cambiado de parecer tan rápido como pasar la página de un libro. Me aferraré a su hijo y los soltaré a todos, así que vamos.
Lü Bu era extremadamente autoritario, pero Zhou Yu dijo:
—Iré por él.
—Eres tú otra vez. —Lü Bu miró a Zhou Yu y dijo—: ¿Cuál es exactamente tu origen?
—No es posible. —Sun Ce inmediatamente detuvo a Zhou Yu.
—Marqués de la casa. —Zhao Yun hizo una reverencia y dijo solemnemente—. Este asunto debe esperar hasta que regrese, antes de que este general pueda liberarlos tengo que informar al general Sun y al comandante de la alianza. De lo contrario ninguno de los dos podrá ir contigo, me disculpo por la ofensa.
Lü Bu estaba furioso, pero Zhao Yun se mantuvo firme como una montaña, de pie frente a Sun Ce y Zhou Yu como un dios protector, diciendo lentamente:
—Si el marqués quiere actuar con fuerza, ¿qué tal si usted y yo peleamos tres rondas ahora mismo? Si el marqués puede ganar, entonces ya no me preocuparé por este asunto, ¿qué le parece eso?
Lü Bu había luchado como le placía en este mundo durante más de diez años, pero ¿alguien se atrevió alguna vez a desafiarlo en una pelea? Después de esa derrota bajo el Paso Hulao, ahora estaba este joven arrogante que no tenía mucha reputación, pidiendo una paliza. ¿Cómo podría dejarlo pasar?
Lü Bu dijo:
—¡Este marqués peleará tres rondas contigo! ¡Todos ustedes retrocedan!
Las tropas de ambos lados se retiraron como una marea, Zhao Yun levantó su larga lanza y caminó hacia las aguas poco profundas. Zhou Yu y Sun Ce contuvieron la respiración.
Sin embargo, antes de que Lü Bu pudiera atacar, un mensajero llegó por detrás de él y dijo algunas palabras apresuradamente. Lü Bu repentinamente cambió su expresión y habló tranquilamente:
—Bueno, estas tres rondas tendrán que esperar. Te dejaré llevarlos hoy, ¡pero decidiremos la victoria y la derrota los próximos días! ¡Hombres! ¡Retírense!
Tan pronto como Lü Bu dijo que se iban, se marcharon, retirándose de los árboles como una ráfaga de viento. Zhao Yun todavía sostenía la lanza plateada en su mano como siempre lo había hecho, mirando la silueta de Lü Bu irse, para evitar que regresará corriendo a matarlo. Se sintió aliviado hasta que confirmó que el ejército de Liangzhou realmente se había marchado.
—¿Ustedes usaron el truco de atraer al tigre para que saliera de la montaña?[4] —le preguntó Zhao Yun a Zhou Yu.
—No lo hicimos. —Zhou Yu estaba muy desconcertado.
Sun Ce dijo:
—Debe ser alguien más que atacó a la procesión de carros nuevamente.
Con esto, Zhao Yun finalmente se vistió. Sun Ce y Zhou Yu le agradecieron, pero Zhao Yun agitó la mano y dijo:
—Solo fue como levantar una mano, no lo menciones. Dado que somos aliados, entonces deberíamos apoyarnos mutuamente.
Al mediodía, Zhou Yu y Sun Ce siguieron a las tropas de Zhao Yun. Después de que los dos intercambiaron información, Zhao Yun explicó que estaba bajo el mando del general Caballo Blanco Gongsun Zan. Por orden de Yuan Shao, había venido aquí en busca de un remanente de una de las tropas derrotadas de Dong Zhuo. En el camino, recibió al enviado secreto de Gongsun Zan, cuyo mensaje era que él mantuviera a sus tropas donde estaban y no se movieran, que simplemente esperara fuera del Paso Hangu a que llegaran las tropas de apoyo.
—Lo que no sabemos es quién aprovechó la oportunidad para atacar de nuevo a la procesión de carros. —Zhou Yu miraba desde la distancia.
Sun Ce negó con la cabeza y dijo:
—Si tuviéramos que tenderles una emboscada ahora, ya habríamos perdido nuestra mejor oportunidad.
La procesión de carros ya se había alejado demasiado del paso, y dado que los dos habían sobresaltado a Dong Zhuo la primera vez, Lü Bu probablemente ya tenía las defensas en su lugar. Zhao Yun dijo:
—Escuché que Cao Mengde lideraba una división con la esperanza de rescatar al emperador. Me temo que tampoco lo ha logrado. La velocidad a la que viajan ahora no es la que un ejército pueda esperar mantener. Vámonos.
Los dos siguieron a las tropas de Zhao Yun para entrar al paso. Un grupo de personas se despidió bajo el Paso Hangu y Zhou Yu nuevamente trató de expresar su agradecimiento, solo para que Zhao Yun lo desviara una y otra vez, y después de esto regresó a Luoyang.
Sun Ce observó alegremente a Zhao Yun irse. La expresión de Zhou Yu cambió de inmediato y dijo:
—¿Lü Bu es tu shifu?
Sun Ce dijo:
—¿No dijo todo ya? Lü Bu me trató bastante bien. Antes de que las dos partes comenzaran a pelear, quería pedirle que te ayudara a salir de Luoyang.
—Eso ya no funcionará —dijo Zhou Yu con impotencia.
Justo ahora, se habían enterado de la situación de la batalla en el Paso Hulao por Zhao Yun. Fue solo porque Sun Jian se había cambiado de bando sin piedad y se enfrentó cara a cara con las tropas de Lü Bu, sin inmutarse. El Tigre de Jiangdong realmente merecía su reputación. De hecho, había enviado a la caballería de élite de Lü Bu corriendo en una loca carrera por sus vidas, sin hacer caso de su reputación, y todo lo que temía era que Lü Bu capturará a Sun Ce y lo usará como rehén.
Bajó el Paso Hangu, las nubes cambiaron, como si estuviera a punto de llegar una tormenta de lluvia torrencial.
Una noche después, Sun Ce y Zhou Yu estaban montando a caballo. Sun Ce lo llevó al mercado debajo del paso e informó a los guardias allí, quienes habían traído seis carros, cuatro caballos y un grupo de comerciantes.
Zhou Yu se sorprendió de inmediato.
Sun Ce sonrió y dijo:
—Encontré sus carros para ti, estaban en manos de Hua Xiong. Solo después que este joven señor dirigió personalmente a las tropas para masacrar a sus tropas, finalmente pude traerlos de vuelta.
Este grupo de comerciantes se acercó, cada uno de ellos dio un paso al frente para agradecer a Sun Ce. Zhou Yu no sabía qué decir y después de pensar durante mucho tiempo, habló:
—Bien, ahora finalmente podemos volver a entregar los bienes.
—No te vayas ahora —dijo Sun Ce—. ¿Cuándo volverás? Establezcamos una hora y un lugar para que podamos volver a encontrarnos fácilmente.
Zhou Yu dijo:
—Después de que regrese a casa, descargue todos los bienes y lleve a cada uno de ellos a casa sanos y salvos, vendré de inmediato. La deuda que tengo contigo no podré pagarla en casi diez vidas, por lo que no puedo permitirme el lujo de acortar este contrato.
Sun Ce se rio a carcajadas y palmeó el hombro a Zhou Yu.
El cielo estaba iluminado levemente, pero las estrellas en el cielo nocturno aún no se habían retirado. Sun Ce hizo compañía a Zhou Yu hasta el Paso Hangu y dijo:
—Monta en mi caballo.
Así que los dos intercambiaron sus caballos, y Sun Ce volvió a decir:
»Llévate a Feiyu. Si surge algo, déjalo informarme.
Zhou Yu tuvo que volver a tomar el halcón que Sun Ce le estaba ofreciendo.
—Sun Bofu —dijo Zhou Yu de repente girando su caballo.
Sun Ce montó a caballo, lo miró con aire descuidado y sonrió:
—No me extrañes demasiado.
—Volveré —dijo Zhou Yu.
Zhou Yu se alejó a varios zhang y Sun Ce no pudo resistirlo más:
—Zhou Gongjin.
Zhou Yu detuvo su caballo, mirando hacia atrás casualmente, encontrándose con la mirada de Sun Ce.
En un abrir y cerrar de ojos, fue como si el tiempo fluyera como el agua, con la marea subiendo y bajando, las llamas ardiendo en el cielo, las luces de las balizas iluminando la tierra, todo en esta inexplicable y única mirada.
No importaba cuánto tiempo pasó, Zhou Yu todavía recordaba la forma en que Sun Ce se veía en ese momento del amanecer, su silueta iluminada a contraluz por las estrellas, así como la mirada en sus ojos.
Como mediodía eterno y medianoche oscura. Amanecía en el horizonte, y un hilo de crepúsculo se tensó entre ellos. Las sombras de las montañas giraban lentamente con la luz brillante del sol resplandeciente.
—¿Te gustaría estar conmigo, de la mano, hombro a hombro, para conquistar el mundo? —preguntó Sun Ce con una expresión seria—. Solo te pido esto: si vienes, no podrás irte.
Zhou Yu miró a Sun Ce y dijo:
—Lo sé.
—Si tienes miedo de deberme —agregó Sun Ce de nuevo—, no es necesario que mencionemos esto, Sun Bofu lo hace por ti, no porque quiera aprovecharse de ti.
—Lo sé —respondió Zhou Yu de nuevo, así que alzó la mirada con calma a pesar de la situación, mientras veía a Sun Ce a los ojos y dijo lentamente—. Me gustaría ir contigo para ayudarte. Esto no es por la deuda.
—¿Entonces por qué? —preguntó Sun Ce.
—Porque soy optimista contigo —Zhou Yu dijo—, quizás algún día, el mundo entero pertenezca a tu familia Sun. Antes de que llegue ese día, veamos a dónde podemos llegar los dos. ¿Cuál es el punto de esta pequeña deuda? ¿No es así?
Sun Ce sonrió y dijo:
—Entonces, ¿estás dispuesto a venir?
—Sí, estoy dispuesto —gritó Zhou Yu—. ¡Jia!
El pío blanco dio la vuelta en el camino, corriendo al final de la caravana, desapareciendo entre el vasto bosque montañoso.