Vientos del pueblo

Winds of the people carry me along

Wind of the people, 1937

Vientos del pueblo me llevan

Viento del pueblo, 1937

Winds of the people carry me along,

winds of the people pull me along,

they sprinkle my heart about

and bring air to my throat.

Oxen bow down their brows,

impotent and meek,

when punished:

lions raise theirs

and at the same time they inflict punishment

with their clamorous claws.

I am not from a people of oxen,

I am from a people who embody

ancient settlements of lions,

high passes of eagles

and mountain ranges of bulls

bearing pride as their flag.

Oxen never prospered

on the barren plains of Spain.

Who said they would throw a yoke

round the neck of this race?

Who has ever yoked or hobbled

a hurricane,

or who has held lightning

prisoner in a cage?

Asturians of bravery,

Basques of reinforced stone,

Valencians of joy

and Castilians of soul,

worked like the earth

and with the grace of wings;

Andalusians of lightning

born amongst guitars

and forged on the

torrential anvils of tears;

Extremadurans of rye,

Galicians of rain and calm,

Catalans of firmness,

Aragonese of age-old caste,

Murcians of dynamite

planted like fruit trees,

Leonese, Navarrans, masters

of hunger, sweat and the axe,

kings of the mines,

lords of labour,

men who, amongst the roots,

like valiant roots yourselves,

go from life to death,

from nothing to nothing:

there are people who, like weeds,

want to put a yoke on you,

a yoke which you must leave

broken across their backs.

Twilight of the oxen

dawn is breaking.

Oxen die clothed

in humility and the smell of the stable:

eagles, lions

and bulls die clothed in pride,

and behind them, the sky

neither clouds over nor comes to an end.

The death-agony of oxen

has a small face,

that of the male animal

enlarges all of creation.

If I die, may I die

with my head held high.

Dead and twenty times dead,

my mouth against the wild grass,

I will have my teeth clenched

and my jaw resolute.

Singing I await death,

for there are nightingales that sing

above the guns

and in the midst of battles.

Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,

impotentemente mansa,

delante de los castigos:

los leones la levantan

y al mismo tiempo castigan

con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,

que soy de un pueblo que embargan

yacimientos de leones,

desfiladeros de águilas

y cordilleras de toros

con el orgullo en el asta.

Nunca medraron los bueyes

en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo

sobre el cuello de esta raza?

¿Quién ha puesto al huracán

jamás ni yugos ni trabas,

ni quién al rayo detuvo

prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,

vascos de piedra blindada,

valencianos de alegría

y castellanos de alma,

labrados como la tierra

y airosos como las alas;

andaluces de relámpagos,

nacidos entre guitarras

y forjados en los yunques

torrenciales de las lágrimas;

extremeños de centeno,

gallegos de lluvia y calma,

catalanes de firmeza,

aragoneses de casta,

murcianos de dinamita

frutalmente propagada,

leoneses, navarros, dueños

del hambre, el sudor y el hacha,

reyes de la minería,

señores de la labranza,

hombres que entre las raíces,

como raíces gallardas,

vais de la vida a la muerte,

vais de la nada a la nada:

yugos os quieren poner

gentes de la hierba mala,

yugos que habéis de dejar

rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes

está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos

de humildad y olor de cuadra;

las águilas, los leones

y los toros de arrogancia,

y detrás de ellos, el cielo

ni se enturbia ni se acaba.

La agonía de los bueyes

tiene pequeña la cara,

la del animal varón

toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera

con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,

la boca contra la grama,

tendré apretados los dientes

y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas.

José Botella

Reading by Toño Blázquez, Ateneo de Salamanca (2008)

Vientos del Pueblo, Manuel Gerena/Juan I. Gonzales (Manuel Gerena Canta Con Miguel Hernández)

He sings the penultimate verse, followed by the first verse