Segunda evocación

Primera Evocación, Ángel González

http://www.cervantesvirtual.com/images/portales/angel_gonzalez/imagen_portada.jpg

Recuerdo

bien

a mi madre.

Tenía miedo del viento,

era pequeña

de estatura,

la asustaban los truenos,

y las guerras

siempre estaba temiéndolas

de lejos,

desde antes

de la última ruptura

del Tratado suscrito

por todos los ministros de asuntos exteriores.

Recuerdo

que yo no comprendía.

El viento se llevaba

silbando

las hojas de los árboles,

y era como un alegre barrendero

que dejaba las niñas

despeinadas y enteras,

con las piernas desnudas e inocentes.

Por otra parte, el trueno

tronaba demasiado, era imposible

soportar sin horror esa estridencia,

aunque jamás ocurría nada luego:

la lluvia se encargaba de borrar

el dibujo violento del relámpago

y el arco iris ponía

un bucólico fin a tanto estrépito.

Llegó también la guerra un mal verano.

Llegó después la paz, tras un invierno

todavía peor. Esa vez, sin embargo,

no devolvió lo arrebatado el viento.

Ni la lluvia

pudo borrar las huellas de la sangre.

Perdido para siempre lo perdido,

atrás quedó definitivamente

muerto lo que fue muerto.

Por eso (y por más cosas)

recuerdo muchas veces a mi madre:

cuando el viento

se adueña de las calles de la noche,

y golpea las puertas, y huye, y deja

un rastro de cristales y de ramas

rotas, que al alba

la ciudad muestra desolada y lívida;

cuando el rayo

hiende el aire, y crepita,

y cae en tierra,

trazando surcos de carbón y fuego,

erizando los lomos de los gatos

y trastocando el norte de las brújulas;

y, sobre todo, cuando

la guerra ha comenzado,

lejos-nos dicen- y pequeña

-no hay por qué preocuparse-, cubriendo

de cadáveres mínimos distantes territorios,

de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños...

Segunda Evocación, Juan Valdés y Sergio Rodríguez

Con la mirada perdida en el fuego de la chimenea, comienza a recordar viejos tiempos con ella: cuando el rayo corta el aire cuando el viento pica a su puerta, y rompe, sin saber cómo, las ramas de los arboles.

-¿Por qué estás triste?- preguntaba el mozo mientras baja por las escaleras.

-Tengo miedo, tengo miedo de que nos separe, ya sea pronto como el rayo o bien la cercana guerra.-dijo ella, su madre, mirando el suelo. Se lamenta de no haberla envuelto con sus brazos.

Y entró por la puerta la guerra, fraterna, arrastrando el tranquilo ambiente y trayendo consigo mares de depresión y sangre, que arrastraban a los valientes y a los inocentes.

Apartó la mirada del fuego. Y dirigió su vista por la ventana al horizonte, como si fuera a observar tierras lejanas, llenas de corrientes de metralla, como las que arroyaron a su madre.

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/1/10/Bundesarchiv_Bild_101I-646-5188-17,_Flugzeuge_Junkers_Ju_87.jpg/250px-Bundesarchiv_Bild_101I-646-5188-17,_Flugzeuge_Junkers_Ju_87.jpg