1940-1950

Bomba

Por Noel Allende Goitía, PhD 

DÉCADA DE 1940

Al final de esta década se produce el entro de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad de Puerto Rico produce un corto documental titulado La fiesta de Santiago de Loiza Aldea. Este documental fue dirigido por el arqueólogo Ricardo Alegría, que para el verano de 1949 se encontraba dirigiendo una excavación arqueológica de restos de Yucayeques en dicha región y recive noticias de los que está ocurriendo en el vecino poblado de Loiza. Este documental se convierte en un documento fundamental y fundacional para el establecimiento de las visiones folclorizadas sobre los bailes con bombas que dominan las siguientes décadas del siglo XX.

El documental no resulta ser uno de profunda reflexión etnográfica. Solo captura eventos específicos y esporádicos de las festividades del Apóstol Santiago del año 1949. Sin embargo, muy a pesar de las limitaciones del documental, este nos abre una ventana, aunque muy pequeña, sobre las formas de bailes con bombas relacionadas a estas festividades. Por su puesto, cuando se observa el pietaje cinematográfico hay que entender que en ocasiones se observan actividades danzarías que, por un lado, se grabaron y luego se le sobrepone una grabación, no necesariamente de la música a la cual están bailando, y, por el otro lado, cuanto de lo que se ve es posado. No discutiremos eso en esta corta reseña.

De este corto documental nos interesa reseñar cuatro elementos. Primero, la coexistencia de bailes con bombas, y sus cantos, con las celebraciones religiosas del Santiago de las mujeres, los niños y los hombres. Este tipo de cohabitación de músicas diversas no era nuevo en 1949, o particular a las festividades de Santiago Apóstol. Estas festividades son reminiscencia de prácticas similares que datan del siglo XVI, en las que se usaba música paralitúrgica basada en músicas bailables de gitanos, negros de guinea, gallegos o cualquier otro grupo marginado. Segundo, el uso de disfraces y máscaras, con personajes como el travesti llamado “la loca”, o “el caballero” con sus trajes, sobrero de tres picos y cintas de diferentes colores, los “vejigantes” o diablos danzantes reminiscentes de los humarrachos de los siglos XVII y XVIII. Tercero, las diferentes modalidades de coreográficas: en grupos, en parejas y solos. Todas estas variantes indicando que los bailes con bombas incluyen bailes de relajo, diversión y jolgorio comunitario. Cuarto, El video presenta una forma de mirar las prácticas danzarías afropuertorriqueñas como la conjunción de lo que se consideraba primitivo de las culturas africanas y la “elegancia en sus movimientos” atribuida a sus “amos” bajo la esclavización de esta población. El documental no establece que la población de Loiza Aldea, por más de dos siglos se compuso de negros y mulatos libres, y que estaba rodeada por haciendas cañeras y de cultivos menores atendida por contingentes de seres humanos esclavizados.

DÉCADA DE 1950

Durante esta década ocurre un proceso de estandarización de los bailes con bombas. Entre los factores que pueden asociarse con este resultado se destacan dos. El primero fue un fuerte movimiento población hacia la capital, San Juan. El segundo la creación de instituciones gubernamentales como el Instituto de Cultura Puertorriqueña y la División de Educación a la Comunidad del Departamento de Instrucción Pública, que tuvieron un papel protagónico en los procesos de folclorización de los bailes con bombas.

En términos de movimiento de población, la migración a San Juan representó el crecimiento de barriadas como la Perla, y masivos arrabales como el Fanguito. Este último se extendió desde las inmediaciones de los talleres del tren de circunvalación, a lo largo de todo el manglar que se extendía hasta el canal de Canteras, en Barrio Obrero, pasando el puente de Martín Peña, y conectaba a través de varios canales con la laguna de San Antonio. Este masivo desplazamiento poblacional estuvo compuesto, según el demógrafo afro-estadounidense Wilbur Zelinky (1949), por una mayoría de afro-puertorriqueños de todas partes del archipiélago. Este movimiento poblacional hizo posible que practicantes de los bailes con bombas de las diferentes tradiciones y géneros se concentren en poblados como Cataño, San Mateo de Cangrejos, San Juan, Carolina y Loiza. El impacto en la producción y las practicas musicales en general fue muy profunda y sobre los bailes con bombas fue transformacional y fundacional.

Durante la década de 1950, la música y docente María Luisa Muñoz incluyó en su disertación doctoral una larga una descripción de un baile con bombas celebrado en Cataño. Ella perteneció a un grupo de intelectuales y gestores culturales que desarrollaron un interés en los bailes con bombas. En el caso de María Luisa Muñoz, su interés estaba fundamentado en su propia experiencia con el bailador Dominguito, quien conocía desde la década de 1930. En su disertación doctoral, que defendió en 1958, ella incluyó una larga nota etnográfica de sus observaciones en Cataño. Es interesante y revelador lo que observa y cómo registra lo que observó:


Un grupo de personas fueron invitadas a la casa de Dominguito. Estaban todos esparcidos por el lugar de baile conversando vivamente, hasta que el tamborero dio la señal de inicio del baile golpeando su tambor. El líder de los bailadores entró al círculo, llamando la atención de todos cantando a viva voz:

Bambula, ée . . .


La audiencia inmediatamente le respondió a coro, indicando con ello de que estaban listos para empezar a bailar:


Oé! . . . Oé! . . .


Los tamboreros comenzaron a batir sus tambores otra vez, y las parejas comenzaron a bailar al ritmo de los instrumentos de quienes el baile obtiene su nombre.

Los hombres giraban, moviendo sus hombros y brazos al mismo tiempo que improvisaban pasos muy complicados; las mujeres, con movimientos suaves y elegantes, movían sus hombres de izquierda a derecha, y bailaban evadiendo a sus parejas coqueteando. Era un cortejo estilizado, el hombre haciéndole la corte a la mujer, quien invitaba los avances de este, para solo para evadir su galantería. En ocasiones, la mujer, levantando su falda con gestos coquetos enseñaban las enaguas llenas de encajes y bien almidonadas. Todo se hacía con grandes y majestuosos gestos, a pesar de que los movimientos cuasi eróticos de los que bailaban. La ejecución del baile tenía reminiscencia de los bailes aristocráticos de la aristocracia blanca, y no tenían nada de vulgar, o de primitivo. Solo el tambor y el canto traía a la memoria el origen africano del baile.


Las parejas nunca bailan abrazadas. Cada bailador sigue su pareja en un intrincado patrón de movimientos complementarios, los cuales eran moderados y contenidos. Mientras los bailadores se movían alrededor del piso de baile, una persona dirigía el canto, con una corta frase, la cual fue contestada a coro por el resto del grupo. La breve frase se repetía una y otra vez, hasta que se convertía en un canto un poco monótono (Muñoz, 1958). 


Es claro que esta descripción la hace una persona que no compartía las mismas condiciones de clase y casta de las personas observadas. Es claro que Muñoz reproduce en sus comentarios el racismo estructural en frases como las que usa para describir el baile usando aserciones tan contradictorias como “Todo se hacía con grandes y majestuosos gestos, a pesar de que los movimientos cuasi eróticos de los que bailaban” y “La ejecución del baile tenía reminiscencia de los bailes aristocráticos de la aristocracia blanca, y no tenían nada de vulgar, o de primitivo”. Sin embargo, ella, como todo observador, no puede hacer otra cosa que estar presente: de la misma observación se puede deducir que Muñoz está describiendo un baile en grupo, que todavía conserva elementos coreográficos de los bailes de cuadrilla y de figuras de las contradanzas, rigodones, valses y danzas bailadas por la población que interesaba reproducir los bailes de alta sociedad centroeuropeos.

Resulta interesante cómo los cambios que estaban ocurriendo en estos bailes escapa la atención de los intelectuales del país, como María Luisa Muñoz. Años más tarde, Muñoz toma nota de unas observaciones que Candita, la hija de Dominguito, le hace sobre el baile. Cuando se compara esta descripción con la que se cita en el párrafo anterior se pueden extraer algunas lecciones prácticas:

Los domingos, desde la una de la tarde, comenzaban a llegar los bailadores. Se utilizaban dos barriles forrados con un cuero al que llamábamos bomba; en uno de ellos, el cuero estaba más tenso que en el otro. Usaban también dos maracas y dos palitos que se tocaban sobre un banco de madera. Había un cantador y el coro que se componía de los espectadores.

El hombre comenzaba a bailar y la mujer le seguía. Para comenzar, el bailador marcaba el paso, y el tocador de Bomba tocaba el ritmo de acuerdo con lo pedido por el bailador. Al cabo de un rato, la mujer pasaba al frente y el hombre le seguía; ella era entonces quien indicaba los pasos y el ritmo que había de repiquetear el tocador de Bomba (1966, 84)


Quiero llamar la atención del lector al hecho de que la descripción de Candita, parece ser, una de las primeras descripciones de un baile con bombas que se acerca al formato actual de este baile. La primera cita describe un baile grupal, la segunda cita describe un baile de una persona frente al tambor primo repicando y el bailador haciendo piquetes, ambos a dúo y en contrapunto.