1880-1890

Bomba

Por Noel Allende Goitía, PhD 

Bomba 1880

Los bailes con bomba fueron bailes con una amplia presencia y profunda huella a través del archipiélago puertorriqueño. La presencia de estos bailes no solo fue conspicua en la vida cotidiana si no que su coreografía, sus ritmos y rasgos melódicos aparecen en otros géneros musicales como resultado de un proceso de fertilización cruzada: proceso a través del cual los músicos que tocan y son proficientes en más de dos o tres géneros musicales se convierten en agentes de transmisión de formas y modos de interpretación y patrones rítmicos y melódicos que afectan las tradiciones musicales en las que participan.

La frecuencia y lo dilatado a través del archipiélago de los bailes con bomba durante esta década se puede seguir a través de la prensa de la época. En 1881, se llevó a cabo un baile de bomba en la casa de Aniceta Vélez, vecina del barrio la Playa de Ponce, del mismo municipio (Gaceta del Gobierno de Puerto Rico, 13 de mayo de 1881, Nº56, Año 43, p. 2). En 1882, el Ayuntamiento de Guayama aprueba una ordenanza en la que “no se permitían bailes de bomba dentro del poblado” (Gaceta del Gobierno de Puerto Rico, 23 de febrero de 1882, Nº23, p. 6). En 1885, en Añasco, Doña Nicomedes González celebró en su casa un baile con bombas (Gaceta del Gobierno de Puerto Rico, 2 de junio de 1885, Nº66, p. 5). En 1890, se da la noticia de que un tal Biliguín fue asesinado por Ángel María en “un baile de esos que llaman bomba” (Boletín Mercantil de Puerto Rico, 2 de junio de 1890, Nº127, Año 52, p. 2).

Establecer la presencia de estos bailes nos ayuda a entender tres cosas. Primero, se puede comprender mejor la comunalidad,[1] o características compartidas entre los géneros y prácticas musicales que coexistieron en el archipiélago. Segundo, nos comienza a hacer sentido los reclamos y quejas de la clase letrada, que incluía a los músicos, sobre lo que se consideró como la africanización de los géneros musicales criollos. Tercero, la forma y manera en que articula una forma de narrar [discurso] como algo natural el racismo estructural que vivían las personas con un color de piel más oscuro que los considerados “europeos blancos” y sus descendientes. Es interesante observar en los escritos de autores criollos el desarrollo de una forma de pensar que sobrevive el siglo XIX y en el Siglo XX crece y se establece como ideología dominante de identidad. Para 1879, el periodista puertorriqueño Luis Bonafoux Quintero (1855-1918) lo resume en un acerado artículo de opinión que tituló El carnaval en las Antillas. Es una virulenta crítica al gobierno colonial por permitir y alentar la celebración de carnavales en las que se permitía y se daba rienda suelta a las expresiones más bajas y regresivas de la sociedad. Por su puesto, Bonafoux hace una directa referencia a “el áspero y desapacible chirrido del inarmónico guícharo”, “[los] negros y negras de ancha nariz y espaciosa pezuña, hablando un guirigay incomprensible para ellos mismos”, y “bailan en derredor de tres ó cuatro negros, afamados músicos en sus bombas, con las que producen un suave ruido parecido al disparo de un cañón”.Sin embargo, el ojo crítico de Bonafoux no puede evitar hablar de lo que ha formado parte de su vida de niño: El furor por los disfraces es de todo punto indescriptible: ¡hasta los negros y las negras se ponen máscaras! . . . Organízanse comparsas de vejigantes, cuyo chiste estriba en azotar con grandes vejigas al primer bípedo que encuentran, y cantar coplas como ésta:

«Vejigante la boya (!¡)

Pan y cebolla.

Forma parte en ellas la high life del país, que asalta las casas, saquea á las familias, se apodera del mofongo aderezado para celebrar el día, de la ensalada de aguacate y del dulce de calambreña, y penetra en las habitaciones interiores para que el ánimo se esparza, y todos de consumo exclamen: ¡qué fiesta tan deliciosa! (Bonafoux, 1882 [1879])

Esto muestra claramente cuán arraigado estaba en la mentalidad criolla-blanca. Bonafoux expone un conjunto de ideas que sobrevivieron, se reprodujeron y replicaron durante el siglo XX y encontraron una nueva vida intelectuales como Salvador Brau y, luego, en Antonio S. Pedreira.

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[1] “Comunalidad es un concepto vivencial que permite la comprensión integral, total, natural y común de hacer la vida; es un razonamiento lógico natural que se funda en la interdependencia de sus elementos, temporales y espaciales; es la capacidad de los seres vivos que lo conforman; es el ejercicio de la vida; es la forma orgánica que refleja la diversidad contenida en la naturaleza, en una interdependencia integral de los elementos que la componen. Por todo ello, es una conducta fincada en el respeto a la diversidad, que genera un conocimiento específico, medios de comunicación necesarios, y hace de su ser un modo de vida fundado en principios de respeto, reciprocidad y una labor que permite la sobrevivencia del mundo de forma total, como el de cada una de sus instancias y elementos, que consigue bienestar y goce”. (Martínez Luna, Jaime. 2015-2016. Conocimiento y comunalidad, en Bajo el Volcán, año 15, número 23, septiembre 2015-febrero 2016)

La correspondencia, octubre 4, 1893, p.7

En octubre de 1893 el periodico La Correspondencia publicó una nota en la cual los vecinos del bo. La Marina denuncian los "escándalos" de  bailes de bombas  y le piden atención a las autoridades policiales.

Bomba 1890

Después de las Leyes de Emancipación de Esclavos de 1873, la población de afropuertorriqueños esclavizados se integran a una vida libre de tan infame institución pero tratados, junto al resto de afroboricuas considerados legalmente libre, con el mismo sentido de condescendencia y prejuicio de siempre.

Durante las primeras décadas del siglo XX tres puertorriqueños eurodescendientes registran sus experiencias como testigos presenciales de las prácticas músico-danzarias Afrodiaspóricas del archipiélago puertorriqueños. José Antonio Daubón (1840-1922), Ángel Rivero Méndez (1862-1930) y María Cadilla de Martínez ofrecen una muestra, en diferentes formatos narrativos, de cómo, por un lado, la población autoidentificada como blanca percibía las cultura musical afrodescendiente vernácula y, por el otro lado, cómo los africanos y afrodescendientes criollos actuaban y se expresaban de su propia práctica cultural. Daubón describe una baile con bombas en las cercanías de la Plaza de mercado de San Juan. El baile es parte de las celebraciones del día de San Miguel Arcángel. Ese día se coronaban el rey y la Reina de «los negros congos». El baile que describe es uno de varones en el que un bailarín “seguía otro no menos esforzado ni menos ligero; y a cada golpe de timbal entraba en el círculo un nuevo combatiente” (Cosas de Puerto Rico, 1904). Pero, llama la atención la descripción de las bombas que acompañaban este baile: “constituida por timbales de dos metros de longitud [cerca de 78.7 pulgadas no 6.5 pies] y tambores de construcción primitiva” (Cosas de Puerto Rico, 1904). 

La descripción que nos ofrece Rivero Méndez de un baile con bombas celebrado en la finca El Alto, en Sabana Llana, es diferente. Rivero nació en el barrio Cacao y estaba familiarizado con las prácticas músico-danzarias afroboricuas. Recordando a «el negro Simón» dice que: Le vi por última vez en la Piedra Blanca, una noche de hermosa luna en que yo andaba de caza de yaguasas. Simón, bien metido en juerga y en romo colorao, repicaba con sus manos sabias el pellejo de una bomba; varias morenas y morenos sudorosos movían con movimientos helicoidales sus redondeces traseras, en baile acompasado, lúbrico y bullanguero (El Imparcial, 18 de octubre de 1924). Note que se habla de un baile de grupo donde, se sugiere, que cada participante mantenía sus propios movimientos. En 1945 Cadilla de Martínez publica un cuento de costumbre basado en sus memorias de su nana llamada Tate. Ésta era una mujer que había sido esclavizada y que, después de 1873, trabaja como nodriza y sirvienta en la casa de Cadilla. La importancia de este relato es que existe como uno de los pocos casos donde se registra a una afroboricua identificar su práctica músico-danzaria. Cadilla registra a Tate hablar de que ella bailaba Candungué, se da como entendido que es con bombas, en el guateque [celebración]. La narración es clara en hablar del Candungué como una baile diferente a otros bailados con bombas. Sin embargo, ya para los 1945, se hablaba no de bailes con bombas, sino de bailes de bomba.