1920-1930

Bomba

Por Noel Allende Goitía, PhD 

DÉCADA DE 1920

Los bailes con bombas no se limitaron a expresiones de barrio o “bateyes” en terrenos baldíos. La evidencia apunta de que los bailes con bombas se representaron en actividades públicas y como parte de espectáculos de entretenimiento. En 1901, en Aguadilla, se presentaron bailes con bombas en la plaza pública, junto con un concurso de Trovadores, como parte de las Fiestas Patronales (La Democracia, 25 de octubre de 1901, Nº3025, Año XI). En el Boletín Mercantil de Puerto Rico apareció un anuncio sobre la proyección de producciones cinematográficas locales y adelanta la noticia de que se estrenará un cortometraje de “baile de bomba en Cangrejos” (Boletín Mercantil de Puerto Rico, 15 de septiembre de 1909, Nº224, Año 71, p. 3).

Un ejemplo de esta modalidad ocurrió en 1922 en una recepción dedicada a la tripulación del recién llegado del crucero Birmingham. La actividad cobra notoriedad porque las actividades cerraron con un baile con bombas. El reporte periodístico informa que:


“La Bomba” fue tocada por dos infelices llamados Gerardo y Eustacio Tejada. Y la pareja de baile fué el matrimonio Eustacio Flores y Faustina Parés, dos pobres que hasta eso han tenido que llegar para ganarse la vida en nuestro país. Y tras La Bomba y la pareja de baile unos cuantos cocolos de las Islas Vírgenes (debemos aclarar que entre estos no estaba don Roberto H. Todd) proferían alaridos, a manera de coro (La Democracia, 12 de agosto del 1922, Nº9353, Vol. XXXIII. p. 1).


Después que uno pasa el lenguaje racista, como “infelices”, “pobres” y alaridos”, uno puede deducir que los hermanos Gerardo y Eustacio Tejada y los bailadores Esutacio Flores y Faustina Parés, y los “cocolos” que componían el coro formaban parte de la población que practicaban estos bailes como parte de su vida cotidiana.

Esas demostraciones cotidianas de bailes con bombas fueron observadas por la clase letrada puertorriqueña, especialmente aquella que tuvieron contacto directo con las nuevas centrales azucareras y cuya población trabajadora fueron descendientes directos de negros esclavizados y de negros y mulatos libres que vendieron su fuerza de trabajo como obreros diestros. La académica María Teresa Babín (1910-1989) relata unos recuerdos de adolescencia de esta forma:


La fiesta de fin de zafra en las haciendas de caña del sur de Puerto Rico se celebraba no hace tantos años con el baile de bomba de los negros de la bajura. En la hacienda de la Florida en Santa Isabel, donde mi padre trabajaba de mayordomo entre los años 1924 al 1928, recuerdo estos pintorescos bailes en que las mujeres lucían varias enaguas profusamente adornadas con encajes y tiras bordadas, ostentándolas al levantar la falda discretamente al compás de la danza rítmica y monótona al son del bombo (Panorama de la cultura puertorriqueña, 1958, p. 97-98).


Nos debe interesar la mención del pueblo de Santa Isabel, pues no es parte de los pueblos que hoy día se cuentan como que poseen una tradición de bombas. También, cómo relaciona la práctica danzaría a una celebración relacionada a la vida cotidiana de estos afropuertorriqueños y que los presenta en una versión del siglo XX de algo que venía celebrándose desde el siglo XIX cuando eran legalmente esclavos.

 Facundo Martínez y Lalo Marsan. Cocobale, Catano, Puerto Rico, ca. 1939.  Investigacion de :  Gerardo Ferrao y Christian Rodriguez
Penn Museum Archives, J. Alden Mason Puerto Rican survey records, Caja 1, Libreta de campo #2, Loiza. Investigacion: Hugo R. Viera Vargas, PhD 

DÉCADA DE 1930

María Luisa Muñoz Santaella (1905-2000) comparte un recuerdo de su juventud y nos habla del famoso bailador identificado solo con el nombre de Dominguito. Para la década de los 1930 éste era un famoso bailador natural de Cataño. Como testigo, nos describe el baile de esta forma:


Yo recuerdo haber visto a Dominguito bailando esta antigua danza y no se me puede olvidar la elegancia de los movimientos exigidos en la interpretación del baile que, posiblemente, había sido ya pigmentado con el color de las aristocráticas contradanzas europeas (La música de Puerto Rico, 1966).


Lo primero que hace esta cita es establecer a Cataño como un conocido pueblo donde vivían bomberos y bailadores. Segundo, la observación de Muñoz Santaella se centra en el tipo de baile con bombas que es interpretada por un solo bailador frente a estas. Tercero, la expresión de esta educadora musical de que el baile de Dominguito estaba “pigmentado con el color de las aristocráticas contradanzas europeas”, nos debe recordar la descripción que hizo José Gutiérrez del Alba de un baile de negros sanjuaneros en 1870.

Al final de la década de los 1930s María Cadilla de Martínez (1885-1951) nos ofreció evidencia de que la información y la data que maneja, sobre los bailes con bombas, hace referencia a bailes con bombas con una clara diferencia de prácticas coreográficas. Estas diferencis apuntan de que se trataban de géneros diferenciados de bailes con bombas. Lo primero que llama la atención de sus escritos es que nunca usa la palabra Bomba como denominación de baile. Las descripciones que hace son bien específicas:


En los ingenios, particularmente durante el período de la esclavitud, y aún pasada aquella, también, en los parajes donde se concentraban los negros para vivir, celebrábanse (sic) bailes, especialmente los domingos u otros días festivos. Ellos duraban todo el día y una noche. Bailábanse (sic) los siguientes bailes: la mariyandá, acentuado en compases y como de saltos; el guateque que era de música alborotada, bulliciosa y alegre. En él las parejas gesticulaban y saltaban con abundantes risas y gritos; el mariangola, que hera cadencioso, acompasado, de vueltas lánguidas; el curiquingue, que se bailaba en ruedas e hileras con una pareja central que extremaba el movimiento; el candungo o condungué, graciosamente vivo y sensual. De este último baile proceden muchos otros que están de moda. Sus similares de Argentina y Uruguay se llama candombe y candumbé; aristocratizado, llámase tango. En Cuba la rumba es un derivado que acentúa su parte sensual, viva. En la América del Norte tiene estos descendientes” el Charleston, el cake walk y el shimany. Probablemente y como diremos adelante, algo tiene nuestra plena de este baile. Todos los derivados del candungué son cantados (Cadilla de Martínez 1938, 45-46).


Quiero llamar la atención a cuatro puntos que podemos extraer de este párrafo: 1) cada baile tiene una coreografía particular: “como de saltos”, de parejas, de “vueltas lánguidas”, ruedas e hileras con una pareja en el centro, etc.; 2) en la nota al calce sobre el baile llamado guateque, ella escribe que “así llamaron luego los jíbaros a sus bailes y fiestas bulliciosas”, en una década donde se concretiza una ideología que establece de facto que los jíbaros son la población blanca antigua de la isla; 3) no aparece la palabra bomba, Cadilla da por sentado que estos géneros se bailan con bombas; y 4) en una década donde la ideología emergente es una insularista, donde se aísla al archipiélago de Puerto Rico de un Caribe que se percibe como muy negro, ella arguye que estos bailes pertenecen a una familia de prácticas afrodiaspóricas a través de las Américas, en general, y las Antillas, en particular.

En 1945 Cadilla de Martínez publicó un cuento de costumbre basado en sus memorias de niña sobre su nana, una afropuertorriqueña llamada Tate. Ésta era una mujer que nació esclavizada y que, después de 1873, trabajó como nodriza y sirvienta en la casa de Cadilla. La importancia de este relato es que existe como uno de los pocos casos donde se registra a una afroboricua identificar su práctica músico-danzaria. Cadilla registra a Tate hablar de que ella bailaba Candungué, en el guateque [celebración]. La narración es clara en hablar del Candungué como un baile diferente a otros bailados con bombas. Sin embargo, ya para los 1945, se hablaba no de bailes con bombas, sino de bailes de bomba.