Nadia Peláez Rodelgo es psicóloga clínica y psicoterapeuta desde 1990. Licenciada en Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela, tiene acreditación de Especialista en Psicoterapia por la EFFPA (Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos). Cuenta, además, con un Postgrado en Trastornos de la Personalidad, acreditaciones de experta en psicoterapia breve, en psicopatología de la infancia y la adolescencia y es especialista en hipnosis clínica. Finalmente, aparte de sus publicaciones y participaciones en congresos, es miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Hipnosis Clínica y Experimental.
Entre otras dolencias, la psicóloga trata el TOC (Trastorno Obsesivo-Compulsivo), un trastorno con obsesiones que llevan a realizar conductas repetitivas, también llamadas compulsiones y cuyos síntomas más persistentes son, según la doctora Peláez, “pensamientos recurrentes que son intrusivos, y que son recurrentes y siguen ahí, no se van”. Estas obsesiones y compulsiones interfieren en las actividades diarias y hacen que el paciente pase por mucho sufrimiento emocional y, según Peláez, “la persona por dentro lo vive de una forma muy angustiosa porque no puede evitarlo”. Este trastorno afecta a cada paciente de una forma diferente, pero siempre lo perjudica de alguna manera negativa, ya que como afirma esta psicóloga, “muchas veces no son entendidos, hacen cosas que los demás interpretan que son extrañas”, y esto causa que, al no ser entendido por los demás, afecte a sus sentimientos e interfiera en cualquier actividad cotidiana.
—Hay algunas motivaciones que ayudan a la gente a elegir un camino profesional y eso me lleva a preguntarle, ¿qué le motivó a entrar al campo de la psicología y particularmente centrarse en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo y cómo fue su formación?
—En mi caso, a los 15 años yo no sabía lo que era la psicología. A mí me gustaba la filosofía, me gustaba tener curiosidad por el conocimiento del ser humano, y, cuando empecé a leer sobre de qué iba la psicología, me enamoré de esta disciplina y hasta hoy. Ese fue mi caso y no hubo ningún motivo personal.
—En muchos momentos la elección de elegir una carrera está relacionada con personas o eventos que nos marcan profundamente.¿Hubo alguna experiencia o persona que marcó la diferencia en su decisión de convertirse en psicóloga?
—En mi caso no fue así. Empecé a investigar y saber qué era aquello y en especial no conocía ningún psicólogo ni a nadie en esa área. En mi época la psicología tampoco era una profesión o una carrera ni una disciplina que estuviera en la sociedad muy integrada todavía. Con el tiempo fue tomando más presencia en la salud mental.
—¿Qué área de su trabajo centrado en el TOC le interesa o gusta más y por qué?
—Yo me dedico a la psicología clínica general. El TOC es uno de los trastornos que se trata en la psicología clínica, que es a lo que yo me dedico, y el TOC está entre los trastornos a los que me dedico más, que son el TOC, la depresión, la ansiedad y los trastornos de alimentación.
El TOC es uno de los trastornos más frecuentes por detrás de la ansiedad y la depresión en general, y en lo que me centro más es en la persona y en las diferencias de esa persona en concreto más que en el trastorno. Cada persona es un mundo, y, aunque haya una etiqueta que tiene que definir un trastorno, para seguir un protocolo de tratamiento de intervención, a mí lo que más me gusta es profundizar en la persona y saber cómo la tengo que tratar según su historia, pero adaptándome a ella.
—¿Y nos puede decir que características específicas tiene el TOC?
—El TOC, el Trastorno Obsesivo-Compulsivo, se compone de obsesiones, de pensamientos, de impulsos, de imágenes a través de una forma intrusiva, recurrente y persistente que no es deseada y que causa mucha ansiedad. Generalmente, las obsesiones se intentan irracionalmente neutralizar o eliminar con actos compulsivos, como lavarse las manos, o haciendo rituales repetitivos, como contar de una determinada manera con unas reglas fijas o con pensamientos, en el caso de las obsesiones. Y es irracional porque eso no alivia, sino que refuerza el problema. Dependiendo de los componentes de cada caso, que pueden ser más obsesivos o más de rituales, se trata de enseñar a la persona a que vaya adquiriendo recursos poco a poco para evitar el refuerzo de su problema.
—Como ha comentado mi compañera, usted es especialista en el TOC. ¿Cómo es un día normal para usted en la consulta?
—Un día normal es recibir a las personas que vienen y centrarme en cada caso, en cada persona que viene. Me cuenta su historia y analizo su evolución. Se trata de ir atendiéndolas centrándome en cada una de ellas en su tiempo, intentando ayudarla siempre sin juzgar y sin crítica para que se sienta en un espacio seguro. Cuando viene una persona, ese tiempo que estoy con ella me centro absolutamente en ella y se establece una alianza. A partir de ahí empezamos a trabajar en colaboración para ayudarla en lo que necesita.
—Se encuentran muchos casos en los que el Trastorno Obsesivo-Compulsivo comienza en edades tempranas, desde la infancia a la adolescencia. ¿Cómo puede afectar al desarrollo de un niño o un adolescente este trastorno?
—En general, el Trastorno Obsesivo-Compulsivo empieza entre los 14 y los 20 años; es lo más frecuente, pero, a veces, lo hay también en edades más tempranas. Aunque, si aparece antes, a los 10 o incluso antes, es menos frecuente. Pero, si puede afectar, es porque muchas veces no son entendidos y hacen cosas que los demás interpretan que son extrañas y entonces se les intenta corregir, no se les hace caso o no lo cuentan. Entonces, si esto no se trata, el sufrimiento es cada vez mayor y puede causar muchos problemas de ansiedad.
Hay gente que me ha contado, en una edad adulta, que a los 8 años les pasaban ciertas cosas que no sabían identificar. A veces se ocultan porque hay componentes que son transgresores porque son pensamientos inadecuados, imágenes de hacer daño a alguien o imágenes de contenido sexual, sin que eso sea indicativo de que esa persona vaya a cumplir con ese tipo de pensamientos e imágenes. Pero estos pensamientos les hacen sufrir y a veces lo ocultan. Entonces, puede causar mucho sufrimiento si no se interviene. Lo mejor que puede hacer es contarlo, aunque, en algunos casos, por miedo o por vergüenza no se hace.
—Para tratar un trastorno como es el TOC es muy importante la comunicación entre el doctor y el paciente. ¿De qué modo es para usted fácil o difícil comunicarse con sus pacientes?
—Hay que establecer una cierta confianza, que se llama conexión y que es una alianza terapéutica; es decir, escuchar activamente, entender y transmitir que no se va a juzgar, que no se va a criticar, que se le va a entender, que se entiende su problema para empezar a tratarlo y que se le expliquen los porqués, ya que muchas veces las personas no se entienden a sí mismas y no saben por qué les ocurre eso. Intentaron a su manera solucionarlo y no lo consiguieron, por lo que de esa manera hay que intentar que la persona se sienta apoyada, que se sienta escuchada y que intente entenderse para poder implicarse en esa colaboración que es bidireccional. Es de mí hacia ellos y de ellos hacia mí. Es como un equipo más que simplemente la persona estar ahí escuchando y haciendo lo que yo le digo. En suma, es una comunicación en las dos direcciones.
—¿Cuáles son los principales síntomas del TOC?
—Son obsesiones, como imágenes, impulsos y pensamientos recurrentes que son intrusivos, y que siguen ahí, no se van, aunque las personas se esfuerzan por eliminarlos. Y causan muchísima ansiedad y malestar. Esa es la sintomatología principal. Pero luego, para aliviar esos síntomas, lo que hacen es intentar hacer actos o rituales tanto mentales como conductas; por ejemplo, lavarse mucho las manos, hacer cosas repetitivas, repetir palabras, repetir números u ordenar compulsivamente. Y generalmente tienden a manifestarse de esa forma. Esto es lo que más llama la atención a las personas de fuera y piensan que esta persona es maniática con el orden o se lava las manos muchas veces. Por eso se suelen llamar manías y eso es muy llamativo para los de fuera. Pero por dentro se vive de una forma muy angustiosa. Se vive de una manera diferente fuera porque parece que la persona repite conductas de una manera irracional y se intenta cortar eso. “No hagas esto”, se les critica, pero la persona por dentro lo vive de una forma muy angustiosa porque no puede evitarlo.
Nadia Peláez Rodelgo y alumnos de la clase de 1ºD en el IES Rosalía de Castro durante la entrevista. / C. L.
—Este trastorno causa temor de perder el control sobre su propio comportamiento y pensamientos agresivos hacia los demás o hacia uno mismo. ¿Qué deberían hacer las familias y sus hijos para evitar o solucionar estos problemas que causa este trastorno?
—Buscar ayuda profesional para que se trate de una manera adecuada. A veces intentamos ayudar a las personas que tienen problemas con nuestro sentido común o nuestra manera racional o lógica y nuestra mente. Sin embargo, a veces, sobre todo cuando se trata de emociones, no actúa de una forma lógica. A veces hay que tener otros recursos y herramientas para poder ayudar a esas personas. Así que buscar ayuda profesional sería lo más adecuado cuando se detecta un caso de TOC.
—¿De todas las medidas que hay para solucionar y prevenir estos problemas, cuáles son las más y menos efectivas para prevenir los problemas de este trastorno?
—Una vez que ya se hayan manifestado lo mejor es no insistirle a la persona, ni criticarla, ni decirle lo que tiene que hacer. Lo más preventivo es buscar ayuda profesional cuanto antes, y el mejor tratamiento en general es la terapia, la medicación o la combinación de las dos.
—En cuanto al TOC desde su opinión y experiencia, ¿cuál es la edad en la que más se trata este trastorno y qué importancia tiene tratarla a tiempo?
—Se trata en todas las edades. La aparición más frecuente es desde los 14 años hasta los 20. Lo más raro es que aparezca en edades más elevadas, pero se trata a todas las edades. Hay personas a las que no se les ha tratado porque no tenían un desarrollo muy grave del TOC y se la han tratado de mayores, pero se trata a todas las edades.
—¿En los últimos años, ha aumentado o disminuido la cantidad de personas que acude a terapia para solucionar los problemas del TOC?
—Los trastornos mentales han aumentado desde la pandemia.
—En sus años de experiencia en la psicología ha tenido que aprender una forma de empatizar con sus pacientes. ¿De qué forma trata a los pacientes con TOC y qué métodos usa para ello?
—Yo intento empatizar con los pacientes con TOC y con otros trastornos porque eso es fundamental, y con el tiempo se aprende a empatizar mejor. Tienes que estar viviendo el problema con esa persona, pero también mantenerte fuera para poder ayudarla. Por lo tanto, vas manejando esos dos papeles como mejor se puede.
—Actualmente, existen tratamientos para el Trastorno Obsesivo Compulsivo, como la psicoterapia o la medicación, pero, ¿de qué modo cree que de aquí en adelante se podrían encontrar formas definitivas de curar este trastorno?
—Quizá habría que detectarlo cuanto antes y hacer prevención, como en todos los trastornos mentales. La investigación está ahí siempre, buscando nuevas herramientas y técnicas. Últimamente, en los casos muy graves del TOC, cuando tienen un impacto muy grande en la vida del paciente, se opera. Pero solo en casos muy excepcionales, cuando el trastorno llega a un nivel muy alto. La mejor manera de tratarlo, no de forma definitiva, es con la detección precoz. El TOC tiene que ver con una estructura de personalidad, y las personas que tienen TOC ya la tienen desde que se desarrollan, en los primeros años de vida. Tiene una predisposición a eso, pero se puede desarrollar o no dependiendo de otros factores externos. Esto tiene muchas causas de tipo biológico, social o emocional, pero hay siempre una predisposición. Por lo tanto, si esa persona se educa o aprende recursos y herramientas para manejar este trastorno, con el tiempo, a lo mejor, tendrá maneras de mantenerse bien y prevenir recaídas. Se trata de conocerse y de saber de qué recursos tienes necesidad en los momentos críticos. De esa manera la enfermedad no avanza, sino que se mantiene.
—¿Y usted cree que a una persona que tenga este trastorno sus compañeros de la escuela o las personas que se cruce por la vida pueden tratarla diferente o peor que a una persona que no lo tenga?
—Muchas veces sí, porque hay chicos o chicas que a lo mejor realizan rituales o conductas que no se entienden, y entonces son etiquetados como raros o se burlan de ellos, y eso les puede causar un daño en su autoestima y en su desarrollo que luego puede dejar secuelas.
Es necesario educar para comprender los trastornos mentales, no solo el TOC, sino otros trastornos mentales también.
—¿Cómo pueden afectar los padres en que un niño desarrolle TOC?
—En realidad el origen del TOC no se sabe, pero de lo que sí se habla es de causas genéticas, de causas ambientales, o también de factores de experiencias. Todo lo que tenga que ver con el control o con desarrollar la necesidad del control puede influir. La educación puede influir, pero en realidad no se sabe. Lo que sí puede influir positivamente es la prevención, buscar ayuda profesional para ayudarles y seguir las recomendaciones.
—¿Por qué cree que ha aumentado el número de pacientes con TOC en estos últimos años?
—No se sabe por qué ha aumentado, pero tampoco tenemos la evidencia de que haya aumentado. Lo que sí ha aumentado ha sido toda la detección de trastornos mentales desde la pandemia en muchas personas que tenían predisposición y que no habían manifestado esa predisposición ni se había traducido en un trastorno. Sí que han aumentado, en general, tanto el TOC, como la depresión, la ansiedad, los trastornos de alimentación y el estrés postraumático. Todo eso tiene que ver con los cambios sociales que estuvimos viviendo.
—¿Por qué cree que en la actualidad se habla más de la salud mental?
—Porque hay mucha más información y porque hay más visibilización, sobre todo en los últimos 5 años. Desde que yo empecé, hace muchos años, todo esto aquí no se visibilizaba mucho. La gente hacía comentarios como “Esta persona padece de los nervios” o “No está bien de la cabeza” y cosas por el estilo. Con el tiempo esto fue evolucionando y ahora la salud mental cada vez está más normalizada. Sobre todo entre vosotros, que ya habéis vivido una generación en la que todo eso va estando más normalizado.
—¿Qué medidas se pueden tomar para ayudar a los alumnos con TOC en las aulas?
—La prevención, que empieza por la información, porque una persona que escucha de qué se trata, se puede sentir identificada y puede hablar, puede contarlo y se siente validada. Y validada en el grupo, en el que puede haber personas que notan cosas extrañas o irracionales o no se sienten bien, o están angustiados y no hablan. O los padres no son muy conscientes, porque solamente ven las conductas, pero tampoco conocen el trastorno. La información, la educación emocional y la educación en la igualdad pueden ayudar en muchos trastornos.
—¿Qué tipo de actividades nos recomendaría fomentar para ayudar a la gente con trastornos como el TOC?
—Yo os recomendaría que hicierais grupos para hablar entre vosotros y comunicaros y expresar lo que a cada uno le preocupa. Y que los demás escuchen, que se les dé una opinión sobre el problema que a lo mejor tiene, en el caso de que lo quiera contar. Y de esa manera se fomenta mucho la cohesión de grupo, la confianza y la colaboración. Y las personas, cuando quieren contar algo, también se sienten escuchadas y entendidas.
—Todas las clases estamos haciendo un proyecto, el Innova-Lab. En nuestra clase estamos centrados, la mitad en la salud mental y la otra mitad en el ámbito de las adicciones. Y ahora, después de las entrevistas, tenemos que hacer una especie de proyecto en tecnología para ayudar de algún modo a cada uno de los trastornos que nos ha tocado. ¿Nos daría algún consejo para el trabajo?
—El tratamiento más utilizado en terapia para el TOC, y a partir de ahí a ver qué se os ocurre, tecnológicamente se llama exposición con prevención de respuesta. Por ejemplo, una persona que se lava las manos muchas veces intenta soportar el malestar que le provoca tener las manos sucias y aumentar el tiempo de intervalo de ir a lavarse las manos. Si antes se las lavaba cada diez minutos, ahora se las va a lavar cada 30, por ejemplo. Entonces soporta el malestar por esa exposición a la obsesión de contaminación con prevención de respuesta que es lavarse las manos. De lo que se trata es de ir reduciendo gradualmente esa respuesta, para que esa persona no realice esos rituales de forma tan frecuente. Cuanto más lo realiza más necesita esa frecuencia y cuanto menos lo realiza, menos ansiedad le provoca no lavarse las manos, ya que es gradual.
—Mirando hacia el futuro, ¿cuáles son los principales retos con los que se enfrentan los investigadores y los psicólogos que tratan de curar el TOC?
—Yo creo que en la integración de la psiquiatría, la psicología, la neurología y la sociedad. Es en una integración total de todos los ámbitos desde los que se puede abordar esto como la prevención, tratamiento, intervención y combinación de tratamientos. Por eso es muy importante tratarlo no sólo a nivel médico, con fármacos que, en general, son antidepresivos y que le bajan el nivel de ansiedad, sino que se requiere un aprendizaje de recursos para manejar el trastorno mejor.