Carlos durante la entrevista sobre Alcohólicos Anónimos de Santiago en IES Rosalía de Castro. ENMA ANDRÉS
Carlos fue adicto al alcohol y, tras mucho esfuerzo, ganas, empeño y, con la colaboración de la asociación Alcohólicos Anónimos, pudo detenerlo antes de que lo llevara a la autodestrucción. Carlos afirma que él es todavía “un alcohólico porque el alcoholismo es una enfermedad crónica e incurable” y describe el proceso de terapia en grupo de Alcohólicos Anónimos, donde “el único requisito es tener el sincero deseo de dejar de beber”. Además, sentencia que “el alcoholismo no se deja poco a poco” y confiesa que “lo que contamos es lo que el alcohol provocó en nosotros, a dónde nos llevó y cómo nos sentimos hoy después de estar en Alcohólicos Anónimos”. Y concluye que “por eso cada silla de Alcohólicos Anónimos cuesta mucho sufrimiento, mucho miedo, mucha locura, mucho infierno, que es lo que nos lleva a esta asociación”.
—Cuando usted empezó a tomar demasiado alcohol, ¿qué le hizo pensar que eso estaba bien y que no era nada peligroso y por qué se dejó llevar?
—Yo no soy un ex alcohólico, yo soy alcohólico, porque el alcoholismo es una enfermedad crónica e incurable. Una enfermedad muy difícil de entender, con mucho estigma en la sociedad y con muy poco conocimiento de las consecuencias del alcoholismo.
Los alcohólicos y adictos a otras drogas no son mala gente, pero las personas de la calle piensan que los alcohólicos son la gente que está en el cajero de un banco durmiendo o el perroflauta que está con las ratas y el perro al lado.
Sin embargo, el alcohólico es una persona que ha tenido una vida, que ha sido un estudiante como ustedes, que ha sido una persona normal, que ha tenido familia, que ha tenido negocios y que ha vivido un montón de cosas, pero esta enfermedad lo ha derivado a todo lo que conlleva el alcoholismo.
Esta es una enfermedad que es lenta y productiva, pero yo no sé qué me inició a beber. Primero, la curiosidad; después, el que familiarmente, estaba muy socializado el alcohol. Entonces, mis tíos, que ya deberían de tener problemas con el alcohol, nos inculcaban el beber, nos ponían un chorrito de vino en la Coca-Cola y nos ponían algo con alcohol.
Pero no todos son alcohólicos y van a sufrir la enfermedad del alcoholismo.
Es transversal, puede darle a cualquier persona y la iniciación es progresiva. Primero, somos bebedores sociales, y la sociedad lo asume como una cosa normal. Luego, vamos empezando a consumir un poquito más y hay una fina línea que nos delimita para dejar de ser un bebedor social para convertirnos en un bebedor problemático.
—Cuando usted empezó a tomar demasiado alcohol, ¿qué le hizo pensar que eso estaba bien y que no era nada peligroso y por qué se dejó llevar?
—Es que yo nunca me di cuenta cuando empecé. Yo era un niño normal, un jugador de fútbol con expectativas de ser profesional. No era muy bueno, pero sí tenía posibilidades. Yo no salía los fines de semana porque me cuidaba para mi deporte predilecto. Nunca fui buen estudiante, pero no era por el alcohol ni por la mala vida ni nada por el estilo. Fui mal estudiante porque no me daban las neuronas.
Sin embargo, mi consumo de alcohol fue aumentando progresivamente sin motivo alguno, sin ninguna motivación particular.
—¿Cómo se dio cuenta de que estaba enganchado al alcohol y qué reacción tuvo?
—Yo me di cuenta ya a los 24 años de que tenía problemas con el alcohol, y, por primera vez, a los 24 años conocí la comunidad de Alcohólicos Anónimos. Porque ya con 24 años mi manera de beber no era igual que la de mis amigos. Yo era él último que quedaba en el bar y el que no me preocupaba por llegar a casa. Yo a los 24 años ya estaba casado y ya tenía pareja.
Y la decisión que me llevó a pensar que mi forma de beber no era la correcta fue que salí un viernes de noche y, de un momento a otro, la noche se me desapareció y mi claridad comienza dormido en mi casa con mi mujer parada al lado de mi cama mirándome. Porque había perdido todos mis documentos y no tenía ni idea de cómo había llegado a casa. Mi mujer estaba mirándome y buscando explicaciones. Y mi explicación fue que conocí a una persona que formaba parte de la comunidad de Alcohólicos Anónimos y que iría para ver cómo era la situación.
—Cuando era alcohólico, ¿cómo era su día a día?
—Yo no era; yo sigo siendo alcohólico. Esto es muy importante porque esta enfermedad no tiene cura. La experiencia de Alcohólicos Anónimos nos lleva a entender una comunidad que tiene 90 años de vida y que tiene una experiencia muy larga sobre el tema del alcoholismo. Pero ningún alcohólico, a no ser por motivos muy raros, logra dejar de beber sin un apoyo externo. El que tiene la enfermedad no logra dejar de beber solo, a no ser que sea una enfermedad o un tumor. De otro modo, sin ayuda de instituciones como Alcohólicos Anónimos, no deja de beber.
—¿Qué fue lo peor que le generó el alcohol?
—El alcohol no genera nada bueno. Cuando uno empieza a tomar contacto con el alcohol todo es maravilloso. Para las personas tímidas, como era yo en esa época, el alcohol era maravilloso. Yo me podía acercar a todas las chicas, era sociable, me reía, me sentía divertido, me sentía integrado con todo el mundo, me sentía uno más. Con el aumento de mi ingesta alcohólica me empecé a sentir el diferente, ya que era diferente a todos los demás y mis rutinas no eran iguales a las de todos los demás.
——El alcohol no genera nada bueno. Cuando uno empieza a tomar contacto con el alcohol todo es maravilloso. Para las personas tímidas, como era yo en esa época, el alcohol era maravilloso. Yo me podía acercar a todas las chicas, era sociable, me reía, me sentía divertido, me sentía integrado con todo el mundo, me sentía uno más. Con el aumento de mi ingesta alcohólica me empecé a sentir el diferente, ya que era diferente a todos los demás y mis rutinas no eran iguales a las de todos los demás.
—Para las personas que no tienen problemas con el alcohol es muy fácil relacionarse a través de él. El alcohol es un desinhibidor por naturaleza. A pesar de que el alcohol es un depresivo, el principio de la ingesta alcohólica es muy alegre, pero al final terminamos llorando. Yo me di cuenta con los años. Generalmente, cuando los jóvenes van de fiesta cuando tienen 15 o 16 años y tienen sus primeros contactos con el alcohol, siempre alguien termina llorando, triste o se termina en peleas. Esto ocurre porque el alcohol es un depresor, no es un activador.
A medida que va pasando el tiempo, y cuando empezamos a notar que nuestra forma de beber no es igual a la de todos, nos intentamos alejar de todos ellos. Por eso, cuando iba al bar y me tomaba una cerveza, los otros aún empezaban a tomarla. Mientras ellos se tomaban una, yo pedía tres; y, entonces, ya te vas sintiendo un poco incómodo en esas situaciones. Vos estás mirando lo que beben los demás, y piensas en cuándo se van a ir los demás, porque yo quiero seguir tomando.
Alcohólicos Anónimos y, en parte, la medicina, que en 1950 lo reconoce como una enfermedad, ven el alcoholismo como una dolencia física y psíquica. Una vez que tomamos contacto con el alcohol, no podemos parar. El resto que no sufre esta enfermedad se toma dos copitas y se va a su casa tranquilamente sin ningún problema.
En concreto, un alcohólico termina bebiendo solo. Y, en el caso de las mujeres, es mucho peor. En este sentido, yo hablo por los testimonios que dan en los grupos de Alcohólicos Anónimos. Por una parte, el estigma en las mujeres es mucho más alto, aunque hoy ya no tanto. Las chicas beben más sueltas y están más relajadas en el tema del alcohol, pero, antiguamente, las mujeres terminaban en su casa solas bebiendo a escondidas. El alcoholismo lleva a la soledad. Esa es la realidad.
—Usted comentó que había muchas peleas. ¿Usted se acuerda de alguna en específico?
—Eso ni se cuenta, ya que son historias muy tristes y muy feas que no vienen al caso. Pero las cárceles están llenas de alcohólicos. Alguno de ellos ni se entera de por qué están ahí.
Yo tuve un tiempo muy largo de tener lagunas mentales y no me acordaba absolutamente de nada de lo que había hecho. Ni se imaginan lo que es eso: acostarte y levantarte al otro día, pensar qué pasó anoche y, honestamente, no saber qué pasó. Yo anoche podría haber atropellado a alguien, podría haber matado a alguien, podría haber violado a alguien, podría haber hecho cualquier cosa de la que yo no me acordaba.
—¿Qué sentían al beber alcohol y en qué ocasiones lo bebían: si estaban tristes o de fiesta?
—El alcohol generalmente es para la tristeza y para la festividad; es decir, las personas normales lo utilizan en pocas cosas. Yo lo utilizaba para todo. Para mí todo era un buen motivo para beber alcohol, y, a medida que fue avanzando, mi consumo no tenía ninguna excusa, ya que yo bebía porque lo necesitaba. Mi realidad era que yo necesitaba mi dosis de alcohol. A mí me salvó mucho el deporte. Cuando me separé de mi mujer, trabajaba todo el día, llegaba a mi casa, pasaba por el ultramarinos de la esquina, me compraba mi calimocho, me lo metía en la heladera y salía a correr. Corría 8 o 10 kilómetros, volvía a mi casa y, solo en mi casa, todas las noches, me tomaba un litro de vino con Coca Cola. No tenía ningún motivo para beberlo, pero yo necesitaba beber ese alcohol.
—¿Cuándo se dio cuenta de que quería dejar el alcohol y cómo fue ese proceso?
—La primera vez que yo me di cuenta de que tenía problemas con el alcohol fue esa mañana que mi señora estaba parada al lado de la cama pidiéndome explicaciones y yo no le pude explicar qué había pasado. Increíblemente, el que me servía la bebida era un Alcohólico Anónimo, y él había visto en mí que era un bebedor con problemas. Un día me dijo: “Carlos, si algún día consideras que tu forma de beber es excesiva o problemática, ven y habla conmigo, que yo te puedo llevar a un lugar donde te pueden ayudar”. Esa fue la primera vez que recurrí a él pensando que el alcohol era un problema. Tampoco tenía muchas ganas de dejarlo porque yo no tenía el sincero deseo de dejar la bebida. El único requisito de Alcohólicos Anónimos es tener el sincero deseo de dejar de beber; pero cuando le fui a ver, yo tenía el sincero deseo de que mi mujer me dejara de mirar de la manera con la que me miraba y de que se solucionara el problema con ella. El deseo de dejar de beber era un poco relativo y así me fue: fui a tres o cuatro reuniones y me dije que esos eran borrachos de verdad, que tenían todos los motivos para estar allí. Yo no me sentía identificado con ellos, no tenía nada que ver con ellos, y tardé seis años más en volver a la comunidad de Alcohólicos Anónimos.
—¿Tuvo usted en la Asociación de Alcohólicos Anónimos a alguien que lo acompañase y lo ayudase?
—En Alcohólicos Anónimos existe el apadrinamiento Generalmente, a los jóvenes o a los que empiezan en Alcohólicos Anónimos se les aconseja buscar un padrino, una persona con tiempo que conozca el programa.
Antes utilizábamos mucho más el teléfono para mantenernos en contacto constantemente, pero ahora tenemos grupos de WhatsApp donde participamos casi todos, y a los nuevos se les incluye rápidamente para que tengan contacto constante con Alcohólicos. Porque Alcohólicos Anónimos nace en 1935, con dos personas, un corredor de bolsa, un tío estudiado, con carrera, y un médico. Por distintas situaciones, un día, uno de ellos estaba con muchas ganas de beber y llamó por teléfono y preguntó si había alguien que tuviera problemas con el alcohol en la iglesia. Y contactaron con la mujer del segundo alcohólico, pero quedaron en contactar otro día, porque ese día el segundo alcohólico estaba borracho, así que la señora le dijo: “Hoy no va a poder ser; tendrá que ser mañana”. Y él ya se dio cuenta de que habían planificado una reunión muy cortita para conocerse, pero estuvieron tres horas conversando. Y una vez que generaron ese contacto, ellos, mientras se mantuvieron en contacto, no bebían. Entonces, lo que hicieron fue ir a buscar un tercer alcohólico para pasarlo. Ahí nació lo de Alcohólicos Anónimos de pasar el mensaje, que es lo que estoy tratando de hacer hoy: pasar información de Alcohólicos Anónimos, que para ustedes es muy bueno y para mí mejor; porque yo hoy me aseguro de que no voy a tomar.
Yo hablé de alcoholismo, hablé de mi enfermedad, me reconocí por lo que soy, y hoy estoy haciendo una catarsis con ustedes que a mí me va a facilitar mi vida de alcohólico. Entonces, ahí se inicia Alcohólicos Anónimos. Por eso sí es importante estar contactados, y en Alcohólicos Anónimos tratamos de mantener los contactos.
También tenemos otra característica, que es el anonimato. En Alcohólicos Anónimos no hay registro de nadie y se le garantiza el anonimato a todo el mundo. Una persona puede participar en la reunión nuestra todos los días, pero nosotros no lo conocemos, porque nos presentamos por el nombre, si queremos decir nuestro nombre real, pero no es necesario...
—¿Cuál cree que es la etapa más difícil a la hora de dejar de consumir alcohol y por qué?
— La etapa más difícil es la primera. Es un suplicio. Nosotros decimos que es mucho más difícil entrar en Alcohólicos Anónimos que salir, porque, al no haber registros, nadie va a ir a golpear la puerta de tu casa y decirte: “¡Tienes que venir al grupo!” Eso en Alcohólicos Anónimos no va a pasar. Por eso cada silla de Alcohólicos Anónimos cuesta mucho sufrimiento, mucho miedo, mucha locura, mucho infierno, que es lo que nos lleva a Alcohólicos Anónimos.
—Cada vez hay más menores consumiendo este tipo de bebidas. ¿Qué les advertiría para que lo dejen?
—Nosotros entendemos que el alcoholismo no se puede prevenir, que es una enfermedad totalmente transversal que le toca al que le toca: no conoce de razas ni de clases sociales y tanto puede afectar a mujeres como a hombres, al que le toca. Por lo tanto, esta enfermedad es muy complicada de prevenir, pero sí es muy importante lo que estáis haciendo vosotros: obtener información.
A mí me sirvió de mucho. Yo no me quedé a los 24 años en Alcohólicos Anónimos porque me pareció que no tenía que quedarme, que no era mi momento, pero sí me quedó la información. En aquel momento en Alcohólicos Anónimos me dijeron: “Tiempo y alcohol y te veremos de vuelta por aquí”. Eso fue lo que aconteció.
El alcohol y el tiempo me hicieron volver a la comunidad de Alcohólicos Anónimos. Por tanto, tener información es muy importante. El alcohol tiene 15 minutos espectaculares y luego pasas diez años recordando, buscando esos 15 minutos. No es recomendable pasar por esos diez años de sufrimiento, aunque yo tuve mucha suerte de conocer Alcohólicos Anónimos a los 24 años, muy joven. Hay gente que ha pasado toda su vida siendo alcohólico y no se ha enterado de que tiene un problema.
Las personas con alcoholismo tiene tres destinos: las cárceles, que están llenas de alcohólicos; los psiquiátricos, ya que el alcohol va perturbando las neuronas, nos convierte en neuróticos y la neurosis va avanzando hasta poder llegar a la locura; y la muerte, que es la última de las transiciones que decimos que pasamos los alcohólicos.
En mi última borrachera fue donde sentí que estaba más cerca de la locura, que mi cabeza estaba muy mal y que tenía un gran problema, ya que al día siguiente, por la mañana, cuando me levanté, me noté raro. Esa mañana no bebí alcohol, aunque normalmente la mañana siguiente de beber lo primero que hacía cuando me levantaba era coger una cerveza de la nevera porque se decía que la cerveza curaba la resaca. Pero ese día, cuando me levanté en ese estado tan deplorable en el que se levanta uno cuando viene de una borrachera, yo empecé a caminar por el largo pasillo de mi casa, iba y venía como un loco y empecé a ver imágenes que eran como fotos antiguas que venían en cuadraditos y no había ni una buena, en la que yo me viese feliz y contento, como yo quería ser. En ese momento entendí que la locura está muy cerca de un alcohólico.
Pero en Alcohólicos Anónimos no tratamos este proceso de darse cuenta como algo malo, sino como una cosa muy buena porque un alcohólico activo, un alcohólico “problema”, está comprobado por diferentes encuestas y estudios, enferma a cuatro personas de su entorno, que no se dan cuenta y que sufren la enfermedad del alcoholismo. Por eso existe una asociación paralela, “Al-Anon”, formada por familiares y amigos de Alcohólicos Anónimos que trata a estas personas, a las familias, porque al final están tan enfermas como el alcohólico. Lo esconden y dicen que no pasa nada. Por esa razón, todo esto genera una simbiosis, una codependencia, en la que terminan todos enfermos. Y la familia está deseando, en el fondo, que el alcohólico, o deje de beber o se muera, porque ya es insoportable. Los alcohólicos “en carrera” somos insoportables.
Parece un cuento de un borracho, pero mi madre me lo contaba. Ella entró seis meses antes que yo a la comunidad de Al-Anon y, cuando después de dejar de beber me fui a vivir un tiempo con ella, me dijo: “Carlos, ¡Ni te imaginas! ¡Ni el perro salía a saludarte cuando venías borracho! Parecía que te olfateaba, que tenía un sexto sentido y sabía cuando llegabas borracho”. Y para que un perro no te salga a recibir es bastante complicado. Al final te das cuenta de que esas tres estaciones son la carrera del alcoholismo.
—En la actualidad hay cada vez más personas intentando que les ayuden. ¿Cuál es el primer paso en Alcohólicos Anónimos para ayudar?
—No es tan fácil llegar a Alcohólicos Anónimos y no es tan fácil dejar de beber. Uno de los dichos de Alcohólicos Anónimos es que esto no es para el que lo necesita, sino para el que realmente lo quiera. Es para quien quiere dejarlo. Por eso el único requisito para pertenecer a Alcohólicos Anónimos es tener el sincero deseo de dejar de beber.
Hoy por hoy, si hiciéramos reuniones para quien lo necesita y no para quien lo quiere, tendríamos que hacerlas en el Estadio de San Lázaro o en el Multiusos del Sar, porque necesitar, creo que lo necesita muchísima gente: tener información y quizás hacer algo con su forma de beber.
Pero es tan grande el estigma que aunque en Latinoamérica o en Estados Unidos ser alcohólico anónimo es una cosa de lo más normal y los grupos de alcohólicos anónimos son casas pintadas, con carteles luminosos, aquí en España este tema está bastante escondido. Por eso les estoy agradecido de que estén interesados en tener información sobre Alcohólicos Anónimos, porque salva vidas y reconstruye cosas que parecen destruidas, cosas que parecen imposibles de reconstruir. Yo soy un fiel ejemplo.
Yo, a los 29 años de edad, la única perspectiva que tenía era morirme borracho y en una orgía. Era lo que soñaba, lo que tenía en mi cabeza. Pero hoy tengo una familia, llevo 25 años con la misma pareja, con una hija de 23 años que es trabajadora social y ya trabaja. A los 31 años mi vida estaba orientada hacia otra cosa. Por lo tanto, yo soy un fiel ejemplo claro de que Alcohólicos Anónimos funciona.
La prevención y la aceptación del alcoholismo es muy difícil, muy complicada. Aceptar que tienes una enfermedad incurable porque haces lo que más te gusta en tu vida es muy difícil. Es más fácil aceptar una diabetes, un cáncer o cualquier otro tipo de enfermedad incurable.
—Para usted, ¿cuál es la forma más efectiva de dejar el alcohol?
—Tener ganas de dejarlo.Hay que entender dos cosas en este tema del alcoholismo: nosotros vemos en los bares personas que beben y la inmensa mayoría de la gente puede beber porque va, se toma dos copas y se marcha a su casa sin problema.
Sin embargo, hay que diferenciar muy bien el enfermo alcohólico del bebedor social. El enfermo alcohólico que pasa esa línea de bebedor social es muy difícil que lo deje sin ayuda. En mi país somos 3 millones de habitantes y hay 147 grupos de Alcohólicos Anónimos. Aquí en Galicia son 2.900.000 habitantes y hay 17 grupos de Alcohólicos Anónimos. Hay muy poca información sobre el problema del alcoholismo en la sociedad, escasísima.
La causa es el estigma. Eso fue algo que me influyó cuando dudaba si decirle o no a mi hija que yo era alcohólico anónimo, si hablarle de mi problema. Un día vi en la televisión una publicidad en donde aparecía un padre y su hijo pequeño en el que se planteaba la pregunta de cuándo hablar a tu hijo del alcohol, las drogas y otras adicciones. A medida que iba hablando el locutor, el niño iba creciendo y aumentando de edad hasta que el locutor se paró y dijo: “Ya es tarde”. Ese día llevé a mi hija al grupo de Alcohólicos Anónimos. Allí jugaba con otros niños y no se enteraba de mucho, pero desde los 6 años ella sabe que su padre es alcohólico y conoce mis problemas con el alcohol. A mí me enorgullece que gracias a eso ella diga que es trabajadora social porque quiere ayudar a la gente como siempre me vio hacer a mí.
Por lo tanto, hay mucha desinformación sobre el alcoholismo y por eso les agradezco un montón su interés. Hoy tienen una información muy valiosa en sus manos porque el alcoholismo es muy grave. Destroza muchas vidas. El alcoholismo causa muchas muertes por diferentes causas: peleas, violencia de género, accidentes de tráfico, accidentes de trabajo o cirrosis.
Hoy tienen la oportunidad de tener información sobre el alcoholismo a través de una persona que pasó por eso y les repito: no estoy curado, yo sigo enfermo. Hace 29 años que pertenezco a la comunidad de Alcohólicos Anónimos, pero el alcoholismo es una enfermedad incurable porque la causa no es el alcohol, sino que es un detonante. La causa es emocional, ya que tenemos una autoestima muy baja y un ego muy alto. Esa lucha es complicadísima.
—¿Qué proceso hay que seguir en Alcohólicos Anónimos para ir dejando poco a poco el alcohol?
—Nosotros decimos que el alcoholismo no se deja poco a poco. La única manera de dejar de beber es dejar de beber. Y estamos seguros de que solos no podemos, y por eso existen los grupos de Alcohólicos Anónimos. En Santiago hay grupos para dejar de beber. Yo tenía que ir a tres grupos diferentes de Alcohólicos Anónimos para poder estar sobrio un día entero. Mis principios fueron muy duros.
Nosotros no discutimos otras alternativas para dejar de beber como centros de recuperación o grupos de desintoxicación, pero nuestra realidad es que nosotros dependemos hoy del grupo. Nosotros no somos una secta, sino que somos una asociación con 12 pasos de recuperación que, si los siguiera la sociedad, tendríamos una sociedad más sana. Y tenemos unas tradiciones que hacen que nuestro grupo de Alcohólicos Anónimos funcione igual en todas las partes del mundo, en 180 países. Un grupo de Alcohólicos Anónimos de España funciona igual que un grupo de Alcohólicos Anónimos en Alemania.
—Después de 30 años sin beber, ¿hubo algún momento en que le resultase más difícil no beber?
—Nosotros decimos que llega un momento en que, sin saber por qué, la obsesión se termina. Pero en Alcohólicos Anónimos tenemos un programa que solo plantea el objetivo de no beber durante 24 horas. Solo ese reto. Nuestra propuesta es: hoy no voy a beber, mañana ya veremos. Trabajamos día a día nuestro alcoholismo.
Con relación al detonante y al síntoma que os comentaba anteriormente: hoy por hoy creo que mi síntoma de beber alcohol está lejos de mí. Mi problema es mi personalidad alcohólica, mis emociones distorsionadas. Si me aparto del grupo, los pensamientos distorsionados vuelven a aparecer, mi lado malo, mi enfermedad, aparece. Me pongo en un plan negativo y depresivo, y, si me aparto del grupo, en un año podría volver a recaer porque no aguanto esa distorsión, ese río de emociones.
Por esta razón, las recaídas al principio son muchas y a las personas les cuesta quedarse y aceptar la enfermedad.
—Si miramos hacia el futuro, ¿de qué modo creen que será posible que se prohíba el alcohol y qué supondría esto para las personas que tuvieron o tienen esta adicción?
—Alcohólicos Anónimos no está en contra del alcohol. No combatimos el alcohol de ninguna manera. Lo que contamos en Alcohólicos Anónimos es lo que el alcohol provocó en nosotros, a dónde nos llevó y cómo nos sentimos hoy después de estar en Alcohólicos Anónimos. Es decir, nuestro objetivo es dar a conocer que en nuestra asociación es posible dejar de beber.
No entramos en controversia con los defensores del alcohol ni con los psicólogos ni los psiquiatras ni con la medicina.. Todo sirve si te ayuda a dejar de beber.
Estamos centrados en informar y difundir que en Alcohólicos Anónimos es posible dejar de beber si quieres. Nosotros somos ejemplos vivientes de eso. Yo he estado a nada de vivir en un cajero, de quedarme sin casa, sin negocio y sin familia.