Mª Luz Alonso Alonso se licenció en Veterinaria en la Universidad de León en 2011, donde posteriormente realizó el Máster Universitario en Investigación en Veterinaria y Ciencia y Tecnología de los Alimentos en 2012. El año siguiente, con el fin de especializarse en oftalmología veterinaria, cursó el Diploma en Oftalmología Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid y, posteriormente, obtuvo una beca de un año de duración de Formación Práctica Especializada en el Hospital Clínico Veterinario de la Universidad de León. Tras la obtención del grado de Doctora en Ciencias de la Visión, con Mención Internacional y calificación de Sobresaliente Cum Laude, en la Universidad de Valladolid en enero de 2020, se incorporó al Grupo de Superficie Ocular del IOBA. En diciembre de ese mismo año inició una nueva etapa como veterinaria investigadora en el Laboratorio de Investigación en Neurociencias Clínicas (LINC) de la Fundación Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS), donde ha colaborado en distintos proyectos de investigación, con los que se han realizado varias publicaciones científicas y participaciones en congresos. Actualmente es responsable del Centro Usuario de Experimentación Animal y presidenta del Comité de Ética de Experimentación Animal del IDIS.
—Usted es presidenta del Comité de Ética de Experimentación Animal del IDIS. ¿Qué le llevó a tener ese interés sobre la experimentación animal y a formar parte de este organismo?
—Yo soy veterinaria. Comencé a trabajar en investigación y quería formar parte de esos miembros que supervisan a los investigadores y que el uso de los animales se haga bien. Todos los tipos de animales pasan por el comité de ética, los revisamos y confirmamos que lo están haciendo correctamente. Es una forma de asegurarnos de que se haga de forma correcta.
—¿Cómo fue su primera experiencia al entrar en la universidad?
—Cuando acabé la carrera no tenía muy claro a qué quería y a qué no quería dedicarme. Y tuve la oportunidad de entrar en un instituto de investigación; en este caso, de oftalmología, y tuve una beca de dos meses. Entonces, empecé a ver el mundo de la investigación, me llamó la atención y decidí seguir. En aquel caso yo trabajaba mucho en cultivos celulares. A pesar de ser veterinaria, mi tesis es mayoritariamente sobre cultivos celulares y, obviamente, tengo que utilizar animales. Pero en estudios paralelos que se hacen allí se trabajaba con conejos en tesis de compañeras mías.
Antes de trabajar allí, por mucho que sea veterinaria, yo tengo que sacarme una formación adecuada, y hay unos cursos específicos y unas plazas para trabajar con esos animales. Y allí tienes una experiencia distinta de lo que ves en la clínica veterinaria. Pero esos animales al final hay que cuidarlos y no intentamos que nos asocien con los experimentos. Yo intento que la gente no vaya a verlos con la intención de pincharlos y que los animales asocien que tú estás allí también para cuidarlos, alimentarlos y para cambiarles el helecho. Y al final son animales que te acaban conociendo, y tú notas cuando un animal, una rata, por ejemplo, ha sido manipulada mucho. Que ha habido alguien que ha ido allí, la ha cuidado, la ha acariciado y ha jugado con ella, pero también que hay gente que solo va allí, la coge y la pincha. En ese sentido, el carácter del animal cambia. Entonces, nosotros con los conejos iríamos allí, estaríamos con ellos antes de empezar el procedimiento e intentaríamos tener un contacto con ellos más estrecho.
—¿Cómo se empezó a interesar por la experimentación animal?
—Yo acabé en este instituto de investigación trabajando en un cultivo, pero realmente el haber sido veterinaria hacía que siguiese queriendo trabajar con animales. Posiblemente, no es lo primero que te esperas de un veterinario, porque es más habitual dedicarse a los perros, a la ganadería o, incluso, a la alimentación, pero al final somos necesarios en la investigación. Estos animales también necesitan un cuidado y para eso necesitan a un veterinario. Cuando en mi laboratorio hay un animal que se lesiona, que tiene una cosa rara, me llaman a mí, yo miro a ese animal, lo curamos y sigue el experimento; o, si no se puede curar, se le retira del estudio. Pero necesitas que alguien se encargue de estos animales y, por lo tanto, necesitamos veterinarios que se encarguen de ellos. Entonces, era una opción que igual en la carrera ni contemplé, pero una vez que empiezas a meterte en ese mundillo, me di cuenta de que me gustaría trabajar con esto y asegurarme de que lo que se hace aquí, se hace bien. Eso era lo que pensé cuando me metí en el comité de ética: asegurarme de que lo que se hace con los animales sea correcto.
—Muchas veces los animales no tienen un trato correcto. ¿Podría especificarnos cuáles son las condiciones mínimas en el tratamiento de animales para experimentos científicos?
—Los animales según su especie deben tener un alojamiento adecuado en cuanto al tamaño, el agua o la comida y que pueda cumplir con todas las necesidades fisiológicas. Nosotros solemos trabajar con ratones, los cuales son muy sociables. Normalmente los ponen en grupos y no separados porque, si no, no les gusta. En el caso de los perros los solemos poner en grupos más grandes para poder desarrollar las mejores condiciones posibles.
—En su campo, ¿qué enfermedades son las que estudian y cómo lo hacen?
—Nosotros estudiamos principalmente el sistema nervioso central y tenemos modelos de ictus isquémico. A los animales se les reduce el flujo de sangre que les llega al cerebro y se simula lo que pasa realmente en un ictus. A continuación, se les hace una resonancia para confirmar que efectivamente han tenido esa lesión cerebral y luego ya se les ponen los tratamientos. O les pones los tratamientos antes de hacerles la resonancia y, si va bien, se les reduce el daño, o mejoran el daño o hacen que ese daño a nivel celular sea menor. Otros modelos que tenemos, por ejemplo, son de tumores cerebrales. Nosotros se los introducimos con células cancerígenas a los animales, les hacemos resonancia para ver cómo el tumor va creciendo, y vamos probando distintos tratamientos. Y vamos viendo si esos tratamientos van reduciendo o no el tamaño del tumor y si van reduciendo o no la supervivencia de los animales.
—¿Dónde y en qué estado se cría a los animales y por qué?
—El centro en el que trabajo solo es un centro usuario; es decir, no podemos criarlos y únicamente los utilizamos. Hay otros centros de la universidad o empresas que los crían. En función de las necesidades que tienen, se organiza la crianza de un modo u otro. Por esa razón no se crían más animales de los que se necesitan para que no sea necesario sacrificarlos sin ser utilizados y, por eso, es necesario hacer una estimación de los animales que vamos a utilizar. En el caso de los que están modificados genéticamente se hacen unos cruces específicos entre un animal que tiene un gen alterado y otro para tener crías con una mutación concreta.
—El comité ético regula el uso de animales para la experimentación. ¿Nos puede explicar las normas más importantes de su trabajo?
—Realmente nosotros no regulamos, revisamos los proyectos de los investigadores y comprobamos que cumplen con la normativa actual. Después de revisar todos estos proyectos los aprobamos, pero la Xunta de Galicia tiene que darle el visto bueno. En el caso de los investigadores tienen que justificar que no existen modelos alternativos, deben seguir todos los protocolos con animales y deben decir qué medicamentos se les van a aplicar y cada cuánto tiempo. También deben indicar las condiciones ambientales que van a tener agua, en cuanto a luz o comida, y, por otra parte,tienen que utilizar el método de las tres erres: reemplazo, siempre que haya un método alternativo se tiene que utilizar; reducción, ya que hay que hacer un cálculo estadístico de cuántos animales se van a utilizar; y refinamiento, ya que todo lo que se hace se debe de hacer con las mejores condiciones para los animales incluida la anestesia y la analgesia.
—¿De qué modo los animales, cuando están en experimentación, se vuelven agresivos?
—En general no son animales agresivos. Las ratas y los ratones, que son los animales que más utilizo, son animales muy sociables. También se les premia cuando los pinchan y así no son tímidos a la hora de trabajar con ellos. Es verdad que puede haber algunos individuos más agresivos por una mutación genética, pero en esos casos se separan de los demás.
—¿Nos puede explicar qué tipo de animales se utilizan en las enfermedades como el sida o la obesidad y cómo hacen para probarlo?
—Para el sida sé que hay gente que trabaja con primates. Entiendo que también se trabaja con especies como ratones o ratas, pero no es mi campo de estudio, así que realmente no sé muy bien cómo se estudia. En cuanto a la obesidad, sí que hay un grupo que trabaja con ratas. A las ratas se les da un pienso altamente rico en grasa para que desarrollen más tejido adiposo, y, a partir de ese tejido adiposo, se van haciendo estudios. Se coge ese tejido adiposo, esa grasa, y se va analizando.
—Se suelen investigar enfermedades humanas y sus curas o tratamientos. ¿De qué modo es aceptable usar animales en experimentos de cosmética como hemos visto en la web del Partido Animalista?
—Actualmente, en Europa no se pueden utilizar animales para la cosmética como en EE.UU .
—Las organizaciones ecologistas denuncian maltratos hacia los animales en los laboratorios. ¿Qué pasaría si no existiera la experimentación animal?
—En primer lugar, para eso estamos nosotros el comité de ética y también los veterinarios, para revisar que no se haga nada en cuanto a los animales. De todas formas, la gente que trabaja con ellos son investigadores. Son profesionales y saben lo que tienen entre manos, no los maltratan. Si tú no tienes un animal en buenas condiciones, esos resultados tampoco son válidos. Un animal al que tratas mal o que esté enfermo no te va a dar unos resultados válidos. Y por eso los tratan de forma correcta. No sé en qué laboratorios habrá estado esta gente y no sé de dónde sacan esos datos.
La investigación avanzaría de forma mucho más lenta. Existen modelos in vitro, moléculas, modelos clínicos, simuladores en ordenadores, pero al final es muy difícil simular enfermedades que implican ciertos sistemas y distintos organismos. En el ictus se implica el sistema nervioso central y el cerebro, pero también implica el sistema muscular y el circulatorio.
Es muy difícil en cultivos celulares ver 2 o 3 capas de células, pero representar ese organismo tan complejo, todas las células que hay en el cerebro, todas las células que forman todo un conjunto, representarlo es muy difícil. Podríamos avanzar, sí, pero mucho más lentamente y tardariamos mucho más en tener resultados trasladables a la clínica del paciente.
—En España está prohibida la experimentación animal con animales domésticos. ¿Cuáles son los límites en el tipo de animales que se pueden usar en sus experimentos?
—En la normativa sí que se admite la experimentación animal con animales domésticos como un perro y también animales de granja como los cerdos, pero son animales que tienen criados para eso. Tú no puedes coger un animal de la calle o una mascota. Son animales que tienen que ser criados para ese fin, pero dependiendo de lo que vayas a gestionar, eliges una especie u otra. Hay especies con las que un estudio confirma que sí se puede trabajar, pero en enfermedades concretas como el sida o el ébola está muy renstringido y se necesita utilizar especies menos evolucionadas.
—Si hay un animal que no es apto para un tipo de experimento, ¿qué hacen con ellos?
Depende de la causa. Si nosotros tuviéramos un animal que no es apto, a mí no me valdría. En resumen, necesitamos un animal sano para obtener los resultados que necesitamos.
—Hay muchas cosas que han cambiado en el mundo respecto al pasado. ¿Cuáles fueron los avances que más cambiaron la experimentación animal desde que usted empezó hasta ahora?
—Para nosotros en el modelo de pedir un proyecto al Comité de Ética, hay un apartado que se llama reemplazo. Los investigadores tienen que justificar por qué es totalmente necesario utilizar animales en ese estudio y no se pueden utilizar cultivos celulares o modelos in silico. Existen páginas web en las que tú puedes mirar si hay algún modelo alternativo que te permita obtener los mismos resultados. Está validado que utilizando X modelos de cultivos celulares tú vas a obtener el mismo resultado. Si no, tienes que utilizar animales. Ellos no lo tienen que justificar. Existen distintas asociaciones que van estudiando modelos alternativos. Hay gente que se dedica solo a buscar modelos alternativos de investigación animal. De todas formas, todo lo que se hace con animales normalmente, productos nuevos, se han probado primero en cultivos celulares. También nos lo dicen. Nosotros hemos probado diez moléculas en cultivos celulares. Hemos seleccionado uno porque lo que vamos a probar es en modelos animales. Si quisiéramos probar esas diez moléculas en modelos animales utilizaríamos muchos animales que no serían necesarios. Ya hemos probado que en cultivos no funcionan. Por lo tanto, vamos a seleccionar a nuestro estudio cribado de cultivos y luego ya, cuando tengamos que dar el paso a modelos animales, tendremos que ver cómo reacciona en un organismo complejo. Tenemos el sistema inmune, tenemos el sistema vascular, tenemos el sistema nervioso. Por eso tenemos que ver cómo funciona y justificarlo.
—En la actualidad se están desarrollando métodos alternativos echando mano de herramientas como la IA. ¿Cómo están afectando estas nuevas técnicas en su trabajo con los animales en el laboratorio y cómo les afectarán de aquí en adelante?
—A nivel de Inteligencia Artificial estamos utilizando nuestros dispositivos de resonancia para mirar el cerebro de los animales sin identificarlos. Simplemente, metemos una resonancia en los ratones, podemos ver cortes que tiene en el cerebro, sin tener que sacrificarlos. Ahora hay una chica que se está dedicando a hacer Inteligencia Artificial para que el sistema detecte automáticamente las lesiones en esas imágenes y que no lo tengamos que hacer nosotros. Es más preciso que nosotros y es capaz de detectar cosas que al ojo humano, ahora mismo, le está costando más. Por lo tanto, vamos a necesitar menos animales y eso influiría en la reducción de los mismos. En definitiva, la IA sería una herramienta que trabajaría para nosotros.
—Mirando hacia adelante, ¿cómo cree que va a evolucionar la experimentación con animales en el futuro y de qué modo será posible desarrollar la investigación en su ámbito sin el uso de animales?
—Creo que la tendencia es a reducir el número de animales. Realmente, cuando tenemos que coger los animales que necesitamos, tenemos que utilizar la estadística y calcular el mínimo de animales que es necesario para obtener resultados estadísticamente significativos. Ni más ni menos. Lo importante es que haya mejoras en sistemas alternativos: in silico, a nivel de ordenadores, y a nivel de in vitro. Pero a medio y corto plazo seguiremos necesitando animales. No sé si realmente alguna vez podremos sustituirlos completamente, porque igualar a un organismo completo, con todo lo que es, es muy difícil. Pero la tendencia es, por lo menos, a reducir el número de animales.
—Y ya para terminar, de aquí en adelante, ¿de qué modo cree que avanzará la experimentación animal, y cuándo cree que se sustituirá por un método más efectivo?
—Yo creo que va a ir avanzando aún mejor el cuidado de los animales, con mejores condiciones de mantenimiento y, sobre todo, la reducción del número que necesitamos. Respecto a la sustitución es un tema complicado y no sé cuándo se va a conseguir. Actualmente siguen siendo necesarios para muchas enfermedades y se sigue avanzando en ello. Se siguen obteniendo logros, sobre todo a nivel de informática y de Inteligencia Artificial. Eso posiblemente tenga un efecto y se pueda conseguir reducir animales, pero actualmente los seguimos necesitando.