Ética, inteligencias artificiales y consciencia

El futuro es apasionante, y con el creciente número de aportaciones en el campo del diseño de agentes inteligentes se ha reafirmado en los últimos años que las Inteligencias Artificiales han venido para quedarse entre nosotros. Pero, ¿sabemos realmente que elementos de nuestra sociedad son ya controlados por las IAs?

Mercado de valores, finanzas, transacciones, chatbots, educación, estadística, análisis de datos, reconocimiento facial, seguridad, autopiloto de los aviones, coches, helicópteros y drones. Este es el inicio de una larga lista de componentes de nuestro mundo que ya están bajo el dominio de los agentes inteligentes.

Es debido a este amplio rango de presencia de las IAs en nuestro día a día que hace preguntarnos que le sucederá a nuestra sociedad una vez estas alcancen la denominada “singularity” o singularidad, la cual es el hecho de que un programa inteligente supere en capacidad cognitiva a la de un ser humano.

Tanto poder debería conllevar una gran responsabilidad pero... ¿quién será el culpable de tal ingeniería? Desde luego no podríamos culpar a un programa y meterlo en la “cárcel computacional” como método de castigo, ¿entonces quien deberá pagar en caso de que se produzca una catástrofe? Aquí es donde entra la ética de la consciencia.

Es altamente improbable que la consciencia sea definida con total plenitud científica en menos de un siglo, el problema es que una inteligencia artificial con rasgos similares podría ser creada en menos de 50 años.

Para ser justos, nunca existirá una inteligencia consciente siempre que sea puramente digital. De lo poco que conocemos a nuestra consciencia humana sabemos que es una combinación de hormonas químicas, pulsos “pseudodigitales” y estimulaciones nerviosas.

Es por esto que hablar de una IA consciente debe ser tomado con muchas pinzas y no intentar compararla con la vida como tal.

El cinturón de seguridad de los coches tardó décadas en ser aprobado pese a que su eficacia a la hora de salvar vidas fue múltiples veces probada con anterioridad, este hecho demuestra la lentitud con la que se llevan a cabo regulaciones y medidas en gobiernos occidentales. Pues bien, para las IAs quizás unas décadas no.

Autora: María Aylagas