Como ya hemos dicho, muerto Sócrates, los discípulos volvieron a sus ciudades de origen. Dos de ellos fueron Aristipo y Antístenes. A los seguidores de Aristipo se les conoce con el nombre de cirenaicos, ya que fue en la ciudad de Cirene donde se retiró Aristipo y fundó su escuela. A los seguidores de Antístenes se les conoce como Cínicos, por ser en el gimnasio de Cynosarges donde comenzó éste a hacer filosofía.
Comparten ambas escuelas el hecho de haber tenido formando parte de su secta a una eminente filósofa cada una, claro que de forma accidental, ya que no nos consta que aceptasen mujeres. Bien es cierto que los cínicos tuvieron, en general, una actitud más abierta hacia las mujeres y que el mismo Antístenes llegó a considerar que la virtud era la misma tanto para hombres como para mujeres, Laercio, VI, 7; eso no quita para que la contradicción se produjese también en los cincios como se produjo en Platón, pues lo cierto es que los cínicos tuvieron más bien una actitud misógina por considerar que las mujeres eran fuente de deseo y más que nada perturbadoras del ánimo masculino.
Los hedonistas cirenaicos no compartieron dentro de la secta más mujer que la hija del fundador, en un nuevo suceso de preocupación paternofilial, como el caso de las hijas de Théano, Cleobulina, Atenais, o Hipatia.