Mongolia 2010 (3) - 02/08/2010

Mongolia es un país peculiar. Es difícil definirlo. Todo el mundo con que me he encontrado coincide: es francamente decepcionante, repetitivo, duro... pero hay que ir.

Efectivamente, estoy de acuerdo: es cierto que los paisajes son soberbios: ni un poste de teléfono o de la luz, ni ciudades, ni carreteras: es un campo inmenso con un ger, casita tipica, de cuando en cuando. Pero al final cansa, pues es enorme y te pasas horas y horas para apreciar diferencias importantes.

Es durísimo: no hay infraestructuras; ni carreteras, ni agua, ni electricidad. ¿Como viven?: bueno: llevan siglos viviendo así, y ya están acostumbrados.

A nosotros, al final, acaba desesperándonos: ¿cómo orientarte, si viajas sólo? ¿Cuándo ducharte? ¿Dónde lavar la ropa, y cómo, si el agua es escasa y hay que ir a buscarla a kilómetros? ¿Cómo conservar las cosas, y poder beber algo fresco, si no hay luz para las neveras?

Sobre esto se aprende mucho, claro: ¿nunca nos hemos preguntado cómo lo hacían nuestras madres sin nevera? ¿Y sin luz? ¿Y sin lavadora? ¿Y sin agua corriente?

Mi madre me dice que las primeras neveras iban con una barra de hielo, que mi padre, entre otros oficios, vendió de niño. Y antes, pues la compra había de ser diaria, y también estaba la salazón. Pero llevar pescado del mar a Madrid, por ejemplo... ¡imposible!

También que había que ir a lavar cada día al río. Por suerte, la gente tampoco tenía excesiva ropa.

Pero para todo este trabajo, que era diario, era esencial que la mujer se dedicase, porque el marido estaba trabajando fuera: ¿cómo iban a trabajar los dos? ¿Quien lavaria, a mano, la ropa del día siguiente? Quien iria al mercado cada dia?

A veces hablamos alegremente y quizás de forma poco profunda sobre el machismo a traves de los tiempos. Cierto es que hay dominaciones y establecimiento de poderes. Pero también es verdad que repartirse tareas en según qué condiciones era más que necesaria.

Bien, después de esta bonita reflexión, nos preguntamos: y una vez descubierto todo esto: que mas hacemos en Mongolia?

Mongolia decepciona: los highlights que nos ofrecen las agencias de viajes son francamente pobres: el desierto de Gobi: muy bonito... durante un rato. Después se te cuece el cerebro y lo que va dentro de los calzoncillos, por no hablar del paquete intestinal. Y no es diferente del Sáhara.

La estepa: muy buenos los polvorones, pero después de 20 horas en coche atravesándolas sin carreteras, pues dices... no se os ha ocurrido alguna vez meteros un mantecado en la boca, masticar un poco, e intentar hinchar un globo? Pues por ahí va la cosa: todo para llegar a un sitio donde hay otra tienda, sin agua, con una pequeña cascada que es maravilloso para ellos porque no tienen otra, y con la letrina a 200 metros de distancia... como para que te de un apreton: ¡a ver si llegas!

¿Y los lagos? Pues bien, gracias, los ninos con algo de varicela... pero tampoco para tirar cohetes...

Parece que todo sea una queja: no es así: es interesante ver a este pueblo guerrero, adiestradores de caballos, que viven como sus ancestros en conjunción con el medio ambiente. La libertad en una llanura infinita reflejada en las crines ondeantes de los caballos...

Si: Mongolia: decepciona, cansa, y en ocasiones hasta harta. Pero hay que venir: es como un paseo por las condiciones de vida de nuestros ancestros: una vuelta a la naturalidad.

Por cierto: de donde han salido los paneles solares y las antenas parabolicas que hay en los gers?

Me dicen que los mongoles tienen pasta.

Efectivamente: podemos observar que los mongoles son gente sofisticada, ocupada (este es un rasgo sorprendente, habiendo observado el mundo árabe o el negro-africano, donde la gente nómada o que vive de la naturaleza vive al ritmo de ella), inquieta. Posiblemente este aspecto del carácter tiene que ver con las conquistas lejanas. Pero en definitiva, de lo que se trata es de que no es un pueblo apático, tranquilo, pobre...

Viven así porque les gusta. Les gusta la libertad, la soledad, las grandes distancias a caballo, las estepas...

A nosotros, pobres europeos, nos pueden asaltar estas preguntas: pero, ¿por qué no ponen electricidad y se compran una nevera?

Pero: como? Con una gente nomada que viven a 30 km de distancia unos de otros? ¿Y que se van moviendo segun les conviene? ¿Cómo cablear todo el territorio? ¿Cómo obligarlos a vivir todos juntos en un sitio concreto para ofrecerles estos suministros?

Un aspecto fundamental es el orgullo mongol: el mongol está orgulloso de sí mismo, de su vida, de su pueblo... Y no lo va a cambiar por una nevera sin la que ha vivido tantos anos.

Y mucho menos por un europeo: no nos acaban de ver...

Así: si vas a visitarlos, te van a ofrecer su famoso te con leche, licor de caballo o de camello, pastitas de queso (que dicen que son excelentes para los dientes, mejor que la pasta)... pero al cabo de poco tiempo dejarán de atenderte para dedicarse a sus cosas.

A nosotros nos puede parecer poco hospitalario, porque el viajero siempre espera que el anfitrión lo deje todo para estar por él, que por esto está cansado y además ha hecho el gran esfuerzo de ir a visitarlo.

Pero el mongol es un personaje inquieto, laborioso, y tiene otras ocupaciones. También es solitario, y soporta de forma intranquila y nerviosa una visita que se alarga demasiado y que no tiene mucho que decirle.

Claro: viven a kilómetros de distancia unas de otras. No son tan sociales, ni están en una tetería todos juntos toda la tarde, como los marroquíes: no podemos esperar que lo sean con nosotros.

En las grandes extensiones, a veces se ve a un hombre solo caminando: ¿a dónde va? ¿De dónde viene? ¿Por qué camina solo con un sombrero como única protección contra el furioso sol? ¿Qué pasaría si tuviese un vahido, o se torciese un pie? ¿Dónde hay otro ser humano para ayudarle?

Existe un capítulo precioso, el ultimo del libro Ebano, de Kapuscinski, titulado: “Africa a la sombra de un arbol”. En él se hace un elogio del árbol, elemento fundamental en el alma de África: un lugar de sombra, sin la cual no puede vivir el hombre, y también de reflexión y de reunión de la comunidad, sin las cuales la sociedad tampoco sobreviviría.

¿Pero qué pasa en Mongolia, sin un solo árbol a la vista en kilómetros y kilómetros? ¿Y cerca del desierto de Gobi? Los inviernos en Mongolia son tan brutales, que no hay posibilidad de que crezcan árboles, que necesitan años para desarrollarse. Por eso no hay frutas.

¿Y entonces? ¿Dónde se guarece el mongol del furioso sol? ¿Dónde de la lluvia?

Y el agua: por todas partes se ven pirámides de piedras o de palos, con lazos azules: es una piramide chaman, con elementos budistas, para dar suerte en el camino. El color azul representa el cielo. También estan el verde, para la hierba; el naranja, para el sol; e incluso el blanco, para la leche, que es sagrada.

¡Pero no hay ninguno para el agua! Y como puede ser? El agua, tan necesaria para la vida. Tan esencial para cualquier ser vivo, ya sea animal o vegetal... y sin embargo, el mongol no encuentra un sitio en sus plegarias para ella... Por que?

Queridos amigos: muchas preguntas y pocas respuestas, por ahora. Aun asi, se puede concluir: si ellos lo hacen, es porque se puede hacer.

Después del desierto de Gobi, he estado en un laguito muy majo montando a caballo y paseando por volcanes. También resolviendo problemas de cierto calado con la agencia y con el guia, y torciendome un pie. Pero vivo y con salero.

Para haceros la boca agua, grandes momentos Nescafe:

-Lavando la ropa en un lago ante una puesta de sol extraordinaria.

-Observando las estrellas y buscando constelaciones con un mapa estelar, desde el tejado del ger.

-Cantando 2 horas ante una cascada, de noche.

-Observando la luna llena desde una colina con un paisaje inacabable.

-Paseando con un camello viejo y comilón hacia las dunas de Gobi. Atardecer en las lunas con arena hasta en el epigastrio.

-Tres personas en un coche, cantando cada uno una cosa distinta. Y un dia, karaoke por el camino.

-Recogiendo las cabras con una niña subida a caballito a mi espalda.

-Bajando corriendo por las dunas, cayendo y rodando.

-Jugando a baloncesto en el jardin del vecino.

-Estampida de cabras hacia mi, debido a unos fuegos artificiales en la distancia. Suerte que tuvieron mas reflejos que yo...

-Toilette en medio de la montana.

De momento, amigos, no he colgado fotos. No me apetece ponerme a mirarlas ahora, pues son muchas, y prefiero utilizar el ordenador, de cuando en cuando (por cierto, qué gran acierto lo de traerme un notebook), para escribir mis impresiones y pensamientos in situ, que para mirar las fotos. Lo siento, pero ya lo haré en otro momento.

Un abrazo y buenos deseos. Muchas gracias por escribirme, realmente es como un faro en la distancia que te anuncia que no estas solo y que hay un puerto donde guarecerte. Lamento no poder responderos uno a uno, pues en este país las condiciones ciberneticas no son todo lo adecuadas que quisiera para ello. Pero realmente os lo agradezco mucho.

Daniel