Botines y el teléfono

A Botines le ha dado por coger el teléfono.

Cuando suena, lo descuelga de un zarpazo, da unos saltos alrededor de él mientras cae, y se queda un momento con la pata y la cola levantada –la cabeza ladeada-, mirándolo.

-Hola. Le llamo de la agencia de viajes “La ventana abierta” para decirle que si compra un billete de avión a las islas Molucas entrará en el sorteo de una enciclopedia marina en 27 tomos ilustrados encuadernados...

Botines se pone en posición de salto. Ataca. Con la pata rota (Botines se rompió una pata cuando tenía 4 meses. Le pusieron una barra de hierro y ahora la lleva siempre recta) le da un zarpazo de derecha. Se lanza al cuello del teléfono y lo muerde agitando la cabeza peluda. Sin soltarlo, maulla como queriendo imitar a su hermano salvaje, el lince.

Panchito lo mira a unos metros. Es tonto. Tumbado encima de sus patas, lo mira y no hace nada.

La chica del teléfono sigue hablando:

-...y además del juego de tenedores, podrá tener un televisor de goma con el que podrá jugar al fútbol mientras ve el partido de su equipo favorito...

Botines salta para atrás. Se queda quieto. Vuelve al ataque. Zarpazo de derecha. Zarpazo de izquierda. ¡Vamos, Botines, que ya lo tienes! ¡Que ya es tuyo!

El teléfono va rebotando hacia adelante y hacia atrás con el cable, que hace de muelle. Botines lo agarra con una pata y lo sostiene con los dientes, inmovilizándolo.

Así se queda durante unos minutos.

Al fin, lo deja y se revuelca sobre si mismo, estirándose.

Se levanta con la cola erguida, como un campeón, y de repente ve una mosca y se va saltando detrás de ella.

Panchito se levanta. Va tranquilamente, con toda su panza, hacia el teléfono. Lo olisquea. Se sienta. Estira su pata trasera y se la lame.

La chica del teléfono sigue sin quedarse afónica:

-... y también un ajedrez que juega sólo, y un despertador que cuando suena se tira por la ventana, y un abrecartas-bolígrafo-cenicero-escoba-cepillodedientes-con-abrebotellas-reciclable, y...

Panchito resopla por la nariz. Da unas cuantas vueltas alrededor del teléfono y finalmente se tumba encima. Pone la cabeza sobre las patas y se queda dormido con un suspiro.

Panchito no es tonto.

Es un trozo de cielo.

10/10/02