La ventana indiscreta

Mi enfermedad tuvo origen un día en que en mi lavabo se estaban realizando unas obras, por lo que me vi obligado a solicitar el servicio de mi vecino de enfrente, ya que entre él y yo había una antigua amistad. El, como buen devoto de la reglas de hospitalidad, no se opuso, así que, tomándole la palabra, le pedí me indicase el camino hacia tan precioso cuarto, ya que tenía necesidad (IMPERIOSA) de realizar una micción. 

Ya en el habitáculo, y mientras el líquido desechable corría como una cascada hacia el fondo de la taza, observaba la habitación donde me hallaba; era simple: un botiquín, un espejo, un lavamanos, el lugar donde me encontraba, una bañera, y sobre ésta, una ventana. Desde mi infancia me han fascinado las ventanas: nunca he podido resistir el impulso de asomarme a ellas y mirar lo que hay más allá de la habitación donde me encontrara, como a esta tampoco pude resistirme y, cuando me hube descargado, me subí a la bañera y atisbé por el rectángulo. 

Sólo se veían las ventanas de los restantes baños, algunas abiertas, otras a medio abrir, y otras cerradas. Embravecido por mi osadía, me dispuse a buscar la mía propia, que debía estar enfrente y abajo de donde me encontraba, y que el piso de mi vecino estaba en posición más elevada que el mío, así que hacia allí dirigí la vista, y lo que ví me dejó estupefacto: Un obrero de los que había en mi casa estaba haciendo una práctica de la efectividad de la fuerza de arrastre del agua de la cisterna, y para ello estaba reuniendo los materiales precisos en la taza. Era increíble: se le veía todo lo que la censura tapaba de los hombres. Horrorizado, me aparté de la ventana. ¿Y si mi vecino se daba cuenta de que me podía ver los genitales cada vez que le viniese en gana? ¿Y si ya se había dado cuenta? ¿Y si me sacaba fotos en pleno acto defecativo y me quisiese hacer chantaje? ¿Y si se deleitaba viendo mis atributos? ¿Y si era un acérrimo de la decencia y contrataba un francotirador para que me partiera el miembro viril en dos, de un tiro? ¿Y si...?

Rápidamente me fuí de casa de mi, hasta entonces, amigo sin siquiera darle las gracias y me metí en la mía, donde los obreros habían terminado sus labores. Me dirigí al lavabo, mirá por la ventana hacia arriba y me pareció ver una sombra que se apartaba de la ventana de mi vecino. ¿Iba con una cámara fotográfica? ¿Era un francotirador?

Ese mismo día hice tapiar la ventana de mi cuarto de baño, pero hasta ahora no he podido utilizar el agujereado asiento. ¿Y si me están mirando por el otro lado del espejo? ¿Y si hay una cámara oculta en la lámpara? ¿Y si los obreros instalaron un televídeo en el fondo de la taza?

Esta sensación de ser observado me sigue a todos los servicios a los que he ido hasta ahora, sin que, hasta este momento, haya podido desembarazarme de ella. Llevo ya un mes sin excrementar, y lo he probado ya todo, desde tomar laxantes hasta dejar de comer, pero hasta ahora, nada me ha dado resultado: ¿Qué puedo hacer? ¡¡¡QUIERO CAGAAAAAR!!!

 

(Aquí 3/2/1990, Cuadernos de humor 8/1990)