Siglos XVIII al XIX: de la Ilustración al Romanticismo
A comienzos del siglo XVIII surge un tipo de pensamiento en el que la razón es tomada casi como una diosa, que debe determinar todos los aspectos de la sociedad: el siglo XVIII es el siglo de la Ilustración. El teatro adquiere, entonces, la función de moralizar y de ilustrar conocimientos.
Siglos XIX al XX: del Romanticismo a las nuevas tendencias
Como reacción a la fuerte presencia de la Ilustración en el siglo XVIII, emerge una enorme necesidad de libertad. La corriente que expresa ese espíritu de ruptura de las reglas es nombrada Romanticismo. Los románticos ya no se centran en la razón sino en el sentimiento, y confían en la posibilidad humana de trascender el mundo físico.
Cuando el Romanticismo se desarrolló adoptando las formas populares de la época, derivó en un subgénero que tuvo mucha acogida en su tiempo y la sigue teniendo hasta el presente: el melodrama. En este las tramas se entrecruzan, los personajes son muy delineados y, por lo general, hay un protagonista que es el bueno y un villano que no lo deja ser feliz, además de una fuerte carga emocional y un mensaje moral claro. Dicho género sentó las bases de una forma muy conocida hoy día: las novelas de televisión.
La mirada sensible del Romanticismo va demandando cada vez más una concentración en la realidad cotidiana y en captar lo que ocurre en la sociedad. Se observa más detenidamente al ser humano ordinario, la relación entre este y su ambiente; por tanto, la relación entre individuo
y sociedad. El compromiso con la realidad del momento hace que se necesite refl ejar en el escenario, de la manera más verídica o creíble posible, lo que se observa. Esta preocupación bautiza a una nueva corriente con el nombre de Realismo. Con este se dejan de usar los decorados pintados para introducir en el escenario muebles y accesorios reales (o perfectas imitaciones), y se busca también un tipo de actuación más cotidiana y natural.
La rigurosidad exigida por este nuevo tipo de teatro y la multiplicación de los aspectos técnicos involucrados llevaron a la aparición del director de teatro. Anteriormente, era el mismo autor quien organizaba el espectáculo, pero a medida que se volvió más complejo este trabajo, se tornó necesaria la intervención de un especialista que organice todo este proceso.
La tendencia realista tuvo tal acogida a nivel mundial, que en muchos países se fundaron teatros orientados a esta búsqueda de realidad. Sin embargo, como suele pasar en la historia, todas las corrientes llevan a una contracorriente o respuesta que pretende rescatar lo que se puede estar perdiendo, ya sea en la sociedad, en el arte o, en este caso, en el teatro. Muchos se percataron de que lo que se estaba perdiendo era la posibilidad de ver el teatro como un arte que podía transportar al público a otras realidades de un modo diferente. El realismo tuvo mucha pujanza hasta fines del siglo XX, cuando una fuerza antirrealista invadió al teatro.
Las vanguardias
En términos militares vanguardia se le denomina a la parte de la tropa que va delante, abriendo camino a los demás. En términos artísticos se llamó Vanguardismo a la tendencia renovadora surgida durante el siglo XX en reacción a lo tradicional. Existieron muchas corrientes de vanguardia según los objetivos perseguidos por los creadores. Mencionaremos las más importantes en el teatro:
Algunos quisieron rescatar el camino de la “poesía”, hablando de la necesidad de reflejar no solo la realidad externa sino también la interna, la de la imaginación en el escenario. A esta corriente se le llamó simbolismo, la que además de utilizar símbolos visuales, trabajaba, por ejemplo, con el ritmo lento y personajes que podían significar valores o conceptos como la bondad, la muerte, etcétera.
Otros exploraron el mundo del “inconsciente y del sueño”, intentando plasmar en la obra de teatro las diversas asociaciones aparentemente ilógicas que establece un ser humano cuando duerme. Para esto, introducían personajes u objetos que podían ser reales, pero que hacían cosas o se relacionaban de una manera no obligatoriamente comprensible de modo racional, tal como sucede cuando soñamos. Esta corriente fue denominada surrealismo y se encuentra en muchas disciplinas artísticas. En la pintura son muy conocidas las obras del español Salvador Dalí.
Otra vanguardia fue nombrada expresionismo y exploró las distintas maneras de hacer visible las emociones más profundas de los seres humanos, mediante el cuerpo, movimientos, formas y colores contrastados, para poder expresarlas muy explícitamente y generar un impacto emocional en el espectador.
En el expresionismo la realidad es “distorsionada” por la apreciación subjetiva del artista. Un cuadro que representa claramente este movimiento es El grito, de Edvard Munch.