JESUSITO DE MI VIDA, ¡JESÚS, QUÉ VIDA LLEVO! CAPÍTULO 7

JESUSITO DE MI VIDA, ¡JESÚS, QUÉ VIDA LLEVO! CAPÍTULO 7

Pues sí, he hecho mi primera visita a Herat, a "Camp Arena". La verdad es que la vida allí tiene otro color: latino. Pero antes de llegar, hay que coger un vuelo y ese procedimiento sigue siendo anglosajón.

El funcionamiento de la terminal aérea de KAIA es el mismo que el de un aeropuerto civil. Tan igual que roza lo ridículo. Llegas con el chaleco, el casco, el fusil, los mil cargadores y la mochila y te colocas en la línea para facturar.

Todo lo que va al mismo sitio se pone en un mismo palé. Una bellísima suboficial eslovena comprueba que estás en la lista de embarque y te da el resguardo de tu mochila –Brown 7011–. “Brown… Mal empezamos” –pensé–, y me puse en camino hacia la cinta y al arco detector.

Allí un alemán, con la misma flexibilidad que una barra de acero, te dice: “Ponga todo su equipo en la cinta y vacíe sus bolsillos en la caja”. “¡Que vacíe los bolsillos en una caja!, ¿Estás de coña?” –le digo en español–. Por el careto que pone está claro que no está de coña.

Pongo mi equipo y el contenido de los bolsillos en la caja y paso por el arco. Obviamente, pito como si fuera el tiovivo de la feria de Almendralejo. “La pistola” –señala. “Haga el chequeo de seguridad fuera del aeropuerto, quítele el cargador y póngala en la cinta”.

Aquí, en la entrada de todos los edificios hay una especie de bloque de tierra con un tubo que sale para que metas ahí el cañón del arma, dispares en vacío y así compruebes que esta descargada. De esta forma, si hay un disparo accidental, no pasa nada.

Así que me dirijo a la salida y en la primera esquina fuera de la vista del bodoque alemán saco el cargador, miro la recámara con un leve movimiento de la corredera y me doy la vuelta (sí, el español haciendo el listillo...), vuelvo y pongo la pistola y el cargador en la cinta.

Mientras, el alemán me pasa el detector de mano. La cadena con Dios y la corte celestial pita. Se la enseño. Correcto. Pita algo en el bolsillo exterior del pantalón, un papel de chicle. Lo tiro. Correcto. Pita la hebilla del cinturón interior de rescate, me lo quito. Correcto.

“¿Puedo coger ya la pistola?” –le pregunto señalando la cinta–. Me hace un gesto afirmativo, así que cojo la pistola, le meto el cargador y la meto en la funda. “¡¡¡¡NO!!!!” grita el alemán como un orate. “¡¡¡No puede llevar el cargador puesto en esta parte del aeropuerto!!!”.

“Pos fale, pos lo quito”. Saco la pistola, le quito el cargador y meto cada cosa en su funda en la funda. “¡¡NO!!” –vuelve a gritar el alemán. “Sir, look at me, please” (literal). Tiene que vaciar la pistola FUERA”. “¿Pero si ya la he vaciado, fuera, antes?” –le respondo–.

“¡¡¡NO!!!, ¡ha vuelto a meter el cargador, DENTRO, se está saltando el procedimiento!” –me contesta ya al borde del ataque de nervios–. “Pos fale, pos me voy". Salgo otra vez y en la misma esquina de antes, quito el cargador y me doy la vuelta. “Ya está” –le digo sonriendo –.

“Que tenga un buen vuelo” –me contesta con cara de palo, sabiendo que he hecho trampa–. “Danke schön!” –le contesto, dejándole claro que sé, que sabe, que he hecho trampa–. El pobre alemán, si hubiera podido, me hubiera matado. Un “blue on blue” en toda regla…

En Afganistán, la superioridad aérea aliada es absoluta y la amenaza contra aeronaves (SAFIRE) es principalmente armamento “ligero” (ametralladoras y lanzagranadas). Esto, para los pilotos se traduce en que "la altura es tu amiga". Así, la forma de volar aquí es característica.

Imaginaos un cilindro de X metros de altura que engloba cada una de las bases de ISAF y una línea imaginaria, a esos X metros de altura, que une todos los cilindros. Pues bien, el interior del cilindro y desde esa línea hacia la estratosfera, es la zona segura para volar.

En el despegue, el piloto tira de palanca como un orate para que el tiempo que pasa desde que sale por un costado del cilindro hasta que sobrepasa la línea imaginaria a X metros de altura sea el menor posible. Durante el vuelo se mantiene seguro por encima de esa altura.

Al aterrizar, lo mismo. Un descenso en espiral que flipas, todo ello adornado, a veces, con lanzamiento de bengalas. Dependiendo de la zona y la amenaza, los helicópteros hacen vuelo táctico a baja y muy baja cota –pegado al terreno–, pero sólo cuando no queda más remedio.

¡Herat!, sinceramente, para un español que viene de Kabul, es una delicia. Comida española; cantina donde, cuando hay, te puedes tomar una cerveza fresquita; churros con chocolate los domingos; unos horarios más españoles y un ritmo de trabajo diferente en su cuartel general.

¡Ojo!, no quiero decir que se trabaje menos, al contrario, pero se trabaja mejor o, al menos, más eficientemente. Kabul está infestado por esa cultura de que cuantas más horas estés delante del ordenador, aunque sea perdiendo el tiempo, mejor. Es algo que no soporto.

No digo que en España no esté instaurada la cultura del "hago como que hago", que, en algunos sitios, también. Saco unas 9 horas sentado ante el ordenador, finde incluido, y procuro no estar más de 3 horas seguidas. Voy rompiendo el día, lo que ayuda a que las semanas vuelen.

A Herat fui en un avión australiano. El jefe de carga, da una charla y explica cómo ponerse, en caso de despresurización, la "bolsa" de oxígeno. Una especie de bolsa de basura donde metes todo el cabezón. Vamos, agradable que te cagas. Si no te asfixias fuera, te asfixias dentro.

En los 10 minutos iniciales y finales del vuelo no se pueden utilizar “ipods”. Al subir al avión te dan unos taponcitos para los oídos monísimos. La tripulación se mueve como un reloj, todo perfectamente cronometrado, pensado... Robótico. En fin, impresionantemente cuadriculado.

He vuelto en el C130 español. Te subes, te sientas y te bajas, a ser posible cuando el avión esté parado y en tierra. ¿Qué hace mucho ruido? Pues embarcas con los cascos puestos y la música a tope. ¿Qué se despresuriza la cabina? Pues a hacer el pez hasta que el avión descienda.

La jefa de carga y los chavales de seguridad, majos de narices. Somos particulares, sí. Pero tenemos nuestra gracia. Y yo prefiero esta forma de ser que la del bodoque alemán o el americano, o el australiano, porque esa flexibilidad soluciona crisis cuando los medios fallan.

En fin, el caso es que el ambiente entre los españoles en Herat es excepcional: Toman el café juntos, hacen una paellita de confraternización cuando la misión lo permite, los sábados por la noche se encargan unas pizzas y se las toman en el “Spanish Corner”. Saben reír también.

Y por la noche, el “blackout” de la base te permite admirar un cielo estrellado increíble. Mirando hacia arriba, en silencio, surge siempre espontánea una oración por los compatriotas que, en las COP, a unas horas hacia el noreste, están en el frente jugándosela de verdad.

WEB DE PEDRO SEBASTIÁN DE ERICE LLANO

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