MUJERES Y ORDEN CERRADO. HISTORIA DE UNA “CAGADA”.

MUJERES Y ORDEN CERRADO. HISTORIA DE UNA “CAGADA”.

Hilo para desengrasar… Pasé mis años de teniente en el 3º Tercio, entre Fuerteventura y Almeria. En aquel momento, ejército de reemplazo, las únicas mujeres con las que trataba en mi 6ª compañía de fusiles eran del Cuerpo Militar de Sanidad.

En julio 1998 ascendí a capitán. Con la estupidez de la juventud y el exceso de confianza, sólo pedí vacante en La Legión y Operaciones Especiales. Nos creemos muy buenos, pero siempre hay alguien mejor que tú, así que no me dieron nada. Me esperaban cuatro meses disponible.

Aproveché para hacer un curso de Comunidades Europeas para posgraduados en la Escuela Diplomática y en la siguiente tacada pedí 50 vacantes. Me dieron la primera, el regimiento de Infantería Mecanizada “Asturias” 31. Tomé el mando de la 3ª compañía mecanizada.

Allí empecé a trabajar directamente con mujeres. Al principio sólo 2 hasta un total de 27 sobre un total de la compañía de, alrededor, de 130 militares. Pero algo había cambiado en esos 4 meses disponible y yo no me había enterado como ahora contaré…

Era mi primera formación ya como jefe efectivo de la 3ª compañía. Lo primero que se hace para “cuadrar” una formación es dar las voces necesarias para que todo el mundo esté a la misma altura, tanto en su fila (intérvalo) como en su hilera (distancia).

Las voces que para ello había utilizado durante mis 5 años de academia y 4 de teniente eran: “¡Alinearse!” para las filas y “¡A cubrirse!” para las hileras.

Muy bien, allí estaba yo, delante de mi recién relevada compañía, preparado para dar mis primeras novedades. ¡Qué orgullo! En firmes (como deben darse las órdenes en el orden cerrado), cogí aire y con toda la marcialidad del mundo grité:

“3ª Compañía, ¡Firmes, mar! (“mar”, apócope de marchen, es la voz ejecutiva de manual, que nadie usa. Como mucho “ar” y lo normal es un sonido semigutural que caracteriza a cada mando). ¡A cubrirse, mar!” El sargento de cuartel saltó como un resorte hacia mí diciéndome:

“¡No, mi capitán, es alinearse!”.


“¡Tomás, joder, primero los cubro y luego los alineo, como toda la puta vida!” -le dije no sin cierto cabreo.


“Qué no, que ya no existe ‘a cubrirse’, ahora es todo ‘alinearse’ -me contestó aguantándose la risa.

Mandé “a discreción” a la atónita formación (“vaya elemento nos ha llegado”, pensaría alguno) y le pedí que me explicara ese cambio.

“Mi capitán, cambió hace nada, ahora que hay mujeres en el Ejército, la voz ‘a cubrirse’ se considera de mal gusto por sus connotaciones sexuales”.

No me lo podía creer. “Me cago en mis muertos, ¿Pero quién coño tiene la mente tan sucia? Va en serio, ¿el cambio está en el reglamento de orden cerrado? Vaya panda de enfermos”.


El sargento ya se descojonaba abiertamente. Y con razón…

Mientras yo seguía en autocombustión: “¡Ale, a cubrirse, como el ganado. Y hasta ahora, según ese razonamiento enfermizo: ¿Qué el de detrás te diera con “to el bollicao” estaba bien? Joder…”


Acabé la formación lo más rápido que pude y me fui a mi despacho a reflexionar.

Aquella primera y fallida formación me sirvió para prometerme que jamás trataría a mis subordinadas con paternalismo estúpido, proteccionismo infantil o discriminación alguna. Serían “mi gente”, como el resto. Para bien o para mal.

Y, desde entonces, creo que ha ido bien. A mí, desde luego, y espero que a ellas también. Viendo la situación actual, el cambio de aquella orden fue de visionarios. En fin, eso es todo. Esta es la historia de una (más) de mis cagadas. Un saludo.

PD.- Fotos Pedro S. de Erice.

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