DÍA DEL REGIMIENTO ASTURIAS 31. AÑO 2023

09 de septiembre de 2023

DÍA DEL REGIMIENTO ASTURIAS 31. AÑO 2023

Mi general, excelentísimas e ilustrísimas autoridades civiles y militares; oficiales, suboficiales, militares de tropa; familiares y amigos.

Queridos compañeros del Regimiento “Asturias” 31, somos pocos hoy. No estáis todos los que sois –la participación en las dos rotaciones de este año de la Presencia Avanzada Reforzada de la OTAN en Letonia así nos lo impone–, pero sí sois todos los que estáis. Y eso, a mí, me vale y me enorgullece. Tanto es así, que mis primeras palabras quiero dedicároslas a vosotros, los que os habéis quedado aquí, trabajando en y por España, en este duro 2023 que todavía no ha terminado. Porque desplegar en el exterior, para el militar, es muy fácil. Nos vamos a lo que nos gusta, a poner en práctica aquello para lo que nos hemos preparado año tras año. Podrán ser seis meses más o menos duros, pero si la retaguardia familiar no nos da ningún disgusto, volveremos cansados, sí, pero contentos y orgullosos de haber portado con honor nuestra bandera en un escenario lejano, tratando de tú a tú a fuerzas aliadas y amigas. 

Pero para vosotros, los que os quedáis, no hay ni despedidas, ni bienvenidas. No hay banda de guerra, ni aplausos, ni abrazos. No hay cámaras, ni reportajes, ni reconocimientos, ni recepciones… Suplís, con una silenciosa y sana envidia en muchos casos, a los que se fueron, aceptando la mayor carga de trabajo que ello supone. Habéis tenido que asumir, sin una queja, unos compromisos que no entienden de ausencias, porque este Ejército es una máquina que no puede permitirse aflojar el ritmo en su servicio a España. Por eso, hoy quiero públicamente felicitaros a vosotros, los que estáis formados en este patio de armas o trabajando fuera de formación, por permitir que el regimiento, nuestro Asturias, no haya bajado ni un ápice su nivel de compromiso y exigencia en el cumplimiento de la misión asignada. El trabajo del regimiento ha sido y está siendo extraordinario en Letonia, como yo sé que está siendo extraordinario aquí. De corazón, gracias. 

Pero también hoy es la última vez que puedo dirigirme a vosotros en un acto tan solemne y entrañable como este y es una oportunidad que no quiero desaprovechar. Nuestra sociedad vive momentos convulsos, tanto políticos como económicos, y nosotros no somos ajenos a ello. Pero, aunque nos veamos afectados, ya que somos parte de esa misma sociedad, nuestro compromiso, aquello que juramos o prometimos al besar la bandera, tiene que primar sobre cualquier otra consideración. Cuanto más desasosiego, nerviosismo o polarización haya en el ambiente, más serenidad y templanza debemos mostrar los militares. Todos, desde el Jefe de Estado Mayor del Ejército al último soldado de este regimiento. Porque conocemos a la perfección nuestro oficio y porque sabemos las obligaciones que nos impone llevar este uniforme. Todos tenemos un círculo de influencia, más o menos amplio, que nos observa, pendiente de nuestro comportamiento, de nuestras reacciones, de nuestros comentarios incluso. Y la forma más segura de ser impecables en nuestra imagen, la tenemos muy a mano. Son los once valores que, como militares, guían nuestra forma de actuar y que se funden en nuestras Reales Ordenanzas. Debemos esforzarnos, hoy más que nunca, en su cumplimiento, empezando por lo pequeño. Porque cuando hablo de nuestras actuaciones, no me refiero a los grandes hechos heroicos que adornan las efemérides que leemos cada mañana. Me refiero a las pequeñas cosas que jalonan nuestro día a día y que, aparentemente, sólo aparentemente, no tienen importancia. 

Me refiero al cabo que busca la excelencia profesional complementando sus capacidades con un curso fuera de horario, o preparándose para ingresar en una academia o, simplemente, mejorando su currículo aprendiendo un idioma. Al sargento que sabe que la ejemplaridad es sudar cortando cadena en el vehículo con su pelotón. Que es correr, dormir –o no–, comer, disparar, tiritar o abrasarse con ellos. Que es, por qué no, reir y tomarse una cerveza –o ese horrible Monster que se bebe ahora– con ellos cuando la jornada acaba. 

Me refiero al espíritu de sacrificio del comandante que se despide de su madre enferma para desplegar con su unidad, sabiendo que no la volverá a ver viva. Al subteniente cuyo honor le hace mantener su decisión, ajeno a las presiones o consecuencias negativas que pueda tener. O al teniente coronel que asume con lealtad la decisión de su coronel, aunque es contraria a lo que él mismo opina.

Me refiero al compañerismo del teniente que le hace la guardia a su compañero porque lo necesita, sin más explicaciones ni compromisos. Al brigada cuyo espíritu de servicio le lleva a interrumpir sus vacaciones para acompañar al jefe en un asunto de su responsabilidad, aunque nadie se lo haya pedido. O al soldado que, al ver que su escuadra de gastadores se queda sin su mando, su sentido del deber le hace dar un paso al frente y asumir la responsabilidad.

Me refiero, finalmente, a los pequeños actos relacionados con los tres valores que, en mi opinión, sustentan no sólo a todos los demás, sino a la existencia misma del Ejército. La disciplina, que nos cohesiona como colectivo y que nos obliga a todos por igual a acatar las órdenes, sean de nuestro agrado o no y vengan de la más alta instancia o de nuestro mando inmediato. El valor, que nos permite asumir ante nuestro jefes, compañeros y subordinados nuestras responsabilidades o las consecuencias de nuestros errores. Que nos hace remar contracorriente si eso es lo correcto. Que nos habilita para romper la espiral del silencio con voz firme, serena y clara cuando es necesario. Os aseguro que el que es cobarde en lo pequeño, jamás será valiente en lo grande. Y, por último, el amor a la Patria, que da sentido a todo lo que hacemos. ¡La Patria! Hermosa palabra que unos quieren desterrar, que otros interpretan como algo etéreo, ideal o filosófico y que no es otra cosa que la representación, en un único concepto, de todas las cosas que verdaderamente nos importan y nos definen como españoles. 

Como habéis visto, no he hablado de actos extraordinarios o heroicos. Para afrontar estos, hay que tener la suerte –o la desgracia, os dejo que cada uno elija su opción– de estar en el lugar oportuno y momento preciso. No, os he querido reseñar ejemplos de actos sencillos, de nuestro día a día y que, trasladados a la calle, marcan la diferencia y convierten al militar en modelo de ciudadanía. Porque eso es lo que tenemos que ser. Siempre, pero ahora más si cabe. Sin dar un paso atrás en nuestro compromiso con la Patria, pero con la serenidad del que se sabe responsable de la defensa armada de la nación.

Que la Santina, nuestra Virgen de Covadonga, nos ayude a afrontar con serenidad y acierto todos los retos que estén por llegar. 

Mi comandante, manda firmes.

Y ahora, como renovación de nuestro compromiso con España y muestra de la unión de esta gran familia que formamos el regimiento “Asturias”, os pido que gritéis conmigo: 

¡Viva España!

¡Viva el Rey!

¡Viva el Ejército!

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