MONEDAS MILITARES

MONEDAS MILITARES

Sí, últimamente escribo poco. Lo he puesto muchas veces, la vida manda. Pero hoy me apetece traerles aquí una curiosa costumbre militar -traída de fuera y sólo en parte generalizada en España- que me atrae por su significado y su ejecución. Esto va de monedas militares.

Sobre monedas militares conmemorativas podríamos hablar largo y tendido. Historias de legionarios romanos, pilotos en la I GM o universitarios en la II GM. De primas encubiertas, de homenajes o de victorias (o no). La moneda “me vengo arriba” del Admiral Vernon es memorable…

Pero yo quiero hablarles de algo mucho más moderno y prosaico. Una historia de orgullo, hermandad y camaradería que, como pasa muchas veces, acaba -o empieza- con unas rondas de cervezas o unos “chatos” de vino en la cantina de cualquier base del mundo.

Porque lo que traigo aquí une esa parte de compañerismo y conmemoración con una máxima que todos ustedes conocen: “El que pierde, paga”. Conmemoración y reto unidos en la barra. Mola… Vamos a ver los curiosos orígenes de esta tradición. Y empecemos por el reto. Dos antecedentes:

Primero. En agosto de 1925, un grupo de pilotos destinados en Alaska se inventaron el “Short snorter”. Consistía en la firma de un billete ­­–o varios, según el número de miembros del grupo, formando entonces una cadena– que el custodio debía mostrar a requerimiento del firmante.

Pronto la costumbre se extendió entre pilotos tanto militares como comerciales. Durante la II GM se formaban así cadenas "keepsake of your buddy's signatures” (recuerdo de las firmas de tus amigos) entre las tripulaciones de los vuelos que luchaban a este lado del Atlántico.

Si uno de los firmantes pedía que mostrara el “short snorter” y el depositario no lo hacía, le debía el valor del billete o una bebida. Eleonor Roosevelt elaboró el suyo durante la guerra y lo llevó siempre en su bolso en sus últimos años de vida. Eran recuerdos de veterano…

Segundo. En la Alemania de la II GM aparece el “Pfenning check”. El pfenning era una pequeña moneda que equivalía a 1/100 del marco alemán. Si en un grupo que se acercaba a la barra, uno de ellos mostraba un pfenning, el que no tuviera o no lo mostrara a tiempo, pagaba la ronda.

Además de estas dos referencias iniciales, podríamos hablar del “Jolly Sixpence Club” del capitán Jim Harrington, de la Guardia Nacional, creado en Nueva York en 1954 o los “Clubs de la bala” de las fuerzas especiales en Vietnam, pero alargarían innecesariamente este hilo.

Estos son los antecedentes de la parte RETO de la tradición de la que hablo, prácticamente perdida en España. Vamos ahora a hablar de la parte de CONMEMORACIÓN. Ya he dicho que podríamos remontar los orígenes a las legiones romanas, pero voy a acercarme un poco más en el tiempo.

Empiezo con una de las primeras “challenge coin” verdaderamente tangibles, en el sentido conmemorativo y de reconocimiento. Es la que entregaba a su gente el coronel William “Buffalo Bill” Quinn a sus chicos del 17th Regimiento de Infantería durante la Guerra de Corea.

pero es en la “tribu” de las Operaciones Especiales donde mejor prende y se extiende la costumbre de “reconocerse” con monedas. Está documentado que ya en los 60, el 11th Special Forces Group norteamericano entregaba estas monedas a sus componentes.

No sé cuándo empezaron a darse en España (entre las primeras, seguro que estuvo la famosa del Dédalo R-01) pero hoy en día, casi podemos afirmar que no hay aquí unidad militar que no cuente con su moneda conmemorativa. Pero, ¿cómo y a quién se entrega la moneda?

No hay regla fija sobre el destinatario. Al incorporarse a la unidad, al despedirse, sólo a militares que cumplen determinadas condiciones o civiles y militares ajenos a la unidad, pero que tienen un vínculo especial. Desgraciadamente, aquí el presupuesto es un factor limitante…

Se entrega con un gesto sencillo pero expresivo: Mediante un apretón de manos -muchas veces sorprende al receptor el tacto de la moneda- acompañado de una frase alusiva como “¡bien hecho!” o “ya eres uno de los nuestros”. La fuerza que puedes darle al momento es infinita.

Pero esa emotiva entrega que le incluye en un club más o menos selecto, también abre la puerta a recibir una sorpresa la próxima vez que participe en algún encuentro festivo con componentes de esa unidad. ¿Cómo podría ocurrir eso?

Aunque pueda parecer algo improvisado, el uso de una “challlege coin” tiene sus normas. Y la primera norma para no cagarla es… saber las que rigen en una unidad. Ya he dicho que la parte del reto de esta tradición tiene poca implantación en España pero, por si acaso…:

El lugar del reto será la cantina o un bar, porque el premio o el castigo consiste en el pago de la ronda de consumiciones (que no tienen por qué ser alcohólicas). Así que, si se acerca a tomar algo a esa unidad que tanto le quiere, lleve siempre su moneda en el bolsillo.

No la pierda o la regale. Recibirla es un honor. Hay unidades norteamericanas que no permiten que la toque nadie que no sea su dueño, ni para enseñarla siquiera. Por supuesto, no la ponga en venta en Wallapop, le estarán esperando si se lo ocurre volver a pisar esa unidad.

Una moneda es una moneda. No se fabrique un colgante, un llavero, un piercing o una puta hebilla de cinturón. Como le descubran, podría estar pagando rondas “ad eternum”.

El reto comenzará cuando alguien enseñe, lance o golpee la barra con su moneda. Es como un duelo, así que, si no ha venido precedido por un intercambio de miradas asesinas, el sonido seguro que llama la atención de los retados por distraídos que estén.

Sonría aviesamente, saque su moneda y golpee la barra con ella, rebosante de satisfacción. Aquel o aquellos que no la lleven consigo, pagarán la ronda correspondiente. En caso de que todos la tuvieran, será el retador el que pague.

Se habrán dado cuenta que la parte del reto de esta tradición no es más que una excusa para juntarse con los compañeros de armas y los amigos, tomarse algo, charlar y reírse. Y los más perspicaces habrán deducido incluso por qué no cuajó aquí…

Somos españoles. No necesitamos inventarnos nada para juntarnos, beber, reír y cantar. Y ejercemos una profesión donde, como dicen nuestras Reales Ordenanzas, “…y el hablar pocas veces de la profesión militar, es prueba de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas”.

Y eso es todo, amigos. Por cierto, aquí están, entre alguna otra cosa, todas las que he recibido en mi vida militar. De muchas podría hacer un hilo completo. Esa sí es la parte importante: los centenares de recuerdos que encierran cada una de ellas. Y eso no se pierde. Un saludo.

Este hilo está escrito con datos de páginas de internet y, especialmente, sobre la base del magnífico artículo “Chanllenge Coins” de D. Javier Yuste González, publicado en la página web de la Armada. Aquí el enlace: IR AL ENLACE

WEB DE PEDRO SEBASTIÁN DE ERICE LLANO

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