JESUSITO DE MI VIDA, ¡JESÚS, QUÉ VIDA LLEVO! CAPÍTULO 5

JESUSITO DE MI VIDA, ¡JESÚS, QUÉ VIDA LLEVO! CAPÍTULO 5

Es obvio que la cercanía del peligro reordena los valores y se aplica, como nunca, el dicho de "no nos acordamos de Santa Bárbara más que cuando truena". En la vida militar esto es más verdad que en ningún sitio.

He visto, al mismo tío que se cagaba en todo lo sagrado por la mañana, santiguarse por la noche más que un cura loco, al acercarse a la puerta del avión en un salto nocturno. En operaciones, cuando sales por barrera, ocurre lo mismo… Y yo no iba a ser menos. Hoy toca tema soft.

Llevo al cuello el Cristo legionario que me regalaron mis amigos cuando ingresé en la Academia. Es ya “de dotación”, parte de mí, y lleva acompañándome desde entonces, siempre de guardia, 24/7, como la “Meretérica” que diría el gran Chiquito de la Calzada.

Para esta misión, le acompañan en la cadena una tau franciscana de madera que me dio mi mujer, una medalla de la Virgen Milagrosa que me regaló un amigo y mi medallita de la 1ª Comunión –sentimental que es uno–. Vamos, que parezco el colega palúdico de un rapero del Bronx.

Aparte, llevo en el bolsillo de mi uniforme un Detente que me regaló mi grandísimo amigo Juande hace mil años y una estampa de San Judas Tadeo que me dio el día que me vine para acá, a pie de aeropuerto, otro buen amigo taxista y ex cabo de mi compañía del “Asturias”.

Como veis, voy más “blindado” que un carro de combate. Pero, ya que hemos empezado con dichos y refranes, también me aplico otro que dice, "reza, pero no dejes de remar hacia la orilla" (o “habla bajito, pero lleva un gran palo”, pero este es para otra historia...).

Así que, además de este “blindaje” y de salir preparado y con la artillería lista y aceitada, los domingos le doy las gracias por una semana más al Señor de los Ejércitos en la misa que se celebra aquí en el Kabul International Airport, para que vea que soy un tipo proactivo.

El sacerdote es el "orgánico" del US Army V Corps, con guarnición en Alemania. El páter George –en realidad es el teniente coronel capellán Jerzy Rzasowski–, polaco hasta la médula, con un acento al hablar inglés que debe revolver a Shakespeare en su tumba, es todo un personaje.

Habrá pasado ya los 50, no muy alto, de complexión fuerte, cabeza rapada y una sonrisa permanente en la boca. Se ordenó sacerdote en su Polonia natal en 1985 y fue el capellán en el famoso sindicato “Solidarnosc” de Lech Walesa. Ejerció también de misionero en América Central.

Llegó a los EEUU para tratarse una grave enfermedad y le ofrecieron unirse al Army antes, incluso, de obtener la nacionalidad. Su primer destino fue Guantánamo. El páter George tiene que currarse pero bien su cuota de fieles, ya que en el Army la competencia es muy dura.

Cuando llegas, ya está el páter George recibiéndote con un apretón de manos. La estola, esa especie de bufanda que se ponen los sacerdotes para decir la misa, es blanca y está llena con los parches de las unidades con las que ha servido y dos banderas polacas en sus extremos.

Su "rebaño" de los domingos está formado por unas 40 personas, mayoritariamente norteamericanos, españoles e italianos, seguidos por polacos, franceses, belgas y algún trabajador filipino de la base.

El tío ha montado un coro —son 4: un coronel del Army que toca la guitarra, una tía buenísima que canta muy bien, un filipino que también canta bien (aunque no está bueno, todavía) y un colega que está ahí, supongo que para ver si se tira a la rubia, porque no canta una mierda—.

Así que la misa es muy animada. Pero antes de irnos, el páter George hace algo especial. Llama a los recién llegados, les pone en fila, les regala un escapulario de San Jorge y les pide que recen por ellos, por sus compañeros desplegados y, sobre todo, por sus familias. Aplausos

Llama después a los que se van y es su última misa. A éstos les regala un rosario, da gracias a Dios por haberles ayudado a finalizar la misión y a ellos por el sacrificio realizado. Rezamos una oración para que lleguen sanos y salvos a sus hogares y puedan reiniciar sus vidas.

No rezamos por los que se quedan, que estamos para lo que estamos y lo que tenga que pasar, pasará. Hay que rezar por los que vuelven, porque se lo han ganado.Aplausos. A veces cooficia un cura croata que parece un espartano de 300. “Es bueno tener deputy”, dice el páter George.

Hablando de polacos, quedé en contaros algo de mi nuevo “compi” que, como era de esperar, no me está defraudando. Os cuento un detalle: hace unos días estuve un poco malito. Gripe o algo así. O, simplemente, un bajón de respirar la cantidad brutal de mierda que hay en el aire.

Me debió de ver algo jodido, así que a la mañana siguiente me trajo una pastilla de algo. "Drugs for you, man". Automedicarme internacionalmente es algo a lo que no puedo resistirme. Me dijo: "Yo tomo una pastilla, pero tú, que eres más pequeño, tómate media hoy y media mañana".

Y eso hice. ¡Mano de santo, oye! Hoy me he tomado la segunda mitad y me encontraba tan bien que me he ido al gimnasio. Suelo correr en la cinta unos 40 minutos sin pasar de 160 pulsaciones por minuto, lo que me supone hacer el hámster a un ritmo normal.

Pues bien, empiezo a correr y, en nada, ya había alcanzado esas pulsaciones. "¡Qué raro!”, pensé. “Será la resaca de la enfermedad o el calor especialmente agobiante que hace hoy en el gimnasio". En 10 minutos estaba ya a 180 pulsaciones y a los 30 lo he dejado porque no bajaban.

Se lo he comentado después. "¿Qué has ido al gimnasio habiendo tomado tropo-men-tazol?", me dice descojonado —ya comenté que aquí todo el mundo se descojona cuando estás a punto de morir— ¡Estás loco! ¿Y qué tal el corazón?” "Pues como una puta moto, Shrek de las pelotas".

Tras unas risas más, me ha regalado una botella de aloe vera al 99%. Se ha traído 6 de Polonia. Me explica: "Me las ha recetado nuestro médico militar para limpiar el organismo. Como aquí no podemos beber un vaso de vodka, dice que esto hace, más o menos, el mismo efecto".

"Gracias tío, te debo una" le dije. "No", contestó serio. "Esto no se paga. Es un regalo entre hermanos de armas". En serio, me ha emocionado el jodido gorila. Misiones en Congo, Sudán, Irak y 3 en Afganistán, donde abrió el teatro en Ghazni, y me llama su hermano de armas…

El animal que tengo al lado, con un corazón que no cabe en sus 100 kg. de “carnaca”, me ha confirmado por qué Polonia es un país especial para mí. Creo que hemos formado un buen binomio. Sé que me cubrirá la espalda sin duda alguna. Y os aseguro que yo la suya. Hasta el final.

WEB DE PEDRO SEBASTIÁN DE ERICE LLANO

Twitter