-REFLEXIÓN ACERCA DEL RECORRIDO EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA Y EL PROCESO ENSEÑANZA APRENDIZAJE.
Ante la tarea de diseño de mi propuesta pedagógica, confieso que me genera cierta perplejidad, puesto que surgen interrogantes acerca de qué tipo de docente quiero ser, si es que fuera posible delimitar de alguna manera como desempeñar dicho rol.
Acudo a mi memoria evocando el recorrido como alumna de la licenciatura, y pienso acerca de cuáles fueron los docentes y sus respectivos estilos, independientemente de la asignatura cursada que pudiera haberme dejado una impronta en cuanto a su relación con el conocimiento y forma de transmitirlo, y honestamente son muy pocos, apenas tres o cuatro de ellos. Lo que se constituye en un problema si esto fuera un antecedente a utilizar, en el caso que hubiera que escoger un modelo sobre el cual inspirarse o guiarse para construir mi identidad como docente.
Pero tal vez no sea éste el modo de planteo y sí la conveniencia de abordarlo desde los modelos con los cuales no me identificaría, que son los más, ya que esto me otorga una mayor seguridad en la medida que sé lo que no quiero para el desempeño de mi rol docente.
Considerando las observaciones realizadas de las sucesivas clases a las cuales asistí, puedo en un solo movimiento ser “sujeto y objeto de la visión”, (Larrosa, en Edelstein, 2013), definida a partir de mi desempeño como observador participante y que a la vez me permite reflexionar acerca de lo que percibo en un determinado lugar, y con una lógica de organización determinados por una serie de prácticas y discursos particulares. Esto me posibilita la asunción de una posición desde donde analizar lo presenciado como lo he manifestado en cada diagnóstico de aproximación áulica, que constituyen mi discurso acerca de lo que considero las particularidades de los cursos a través de categorías situacionales específicas.
Edelstein, (2013), señala que “la constitución de la experiencia de sí tiene lugar desde procedimientos de mediación a partir de los cuales se establecen las relaciones del sujeto consigo mismo. A ellos se agrega el papel de valores y normas que hacen que el verse, el expresarse, el narrarse, se constituyan en actos jurídicos de la conciencia”.
Encuentro importante dicho párrafo porque considero esencial el juicio sobre la propia práctica y en este caso particular el realizado sobre las propuestas pedagógicas presentadas por los docentes en su práctica profesional.
Juicio y valoración constante que permita una de-construcción para reconstruir luego a partir de las problematizaciones realizadas, en pos de evitar una homogeneización de nuestros actos en la práctica profesional, evidenciada por la adopción de una propuesta pedagógica aplicable a todos los grupos y niveles por igual, cual “receta mágica” mediada por la comodidad.
Al igual que en mi desempeño en el área clínica, encuentro difícil la adscripción a una sola teoría o corriente de aprendizaje para mi labor en la docencia, dado que soy partidaria de una mirada holística, amplia, integradora, evitando así caer en reduccionismos que pudieran limitar el desempeño del rol.
Considero que los sujetos activamente transitamos por un continuo proceso de aprendizaje por el cual adquirimos conocimiento que se trasunta en habilidades, experiencias, distintos saberes, capacidades, aptitudes, etc., realizables y aplicables en todos los ámbitos de nuestra vida.
En lo que respecta específicamente al aprendizaje de un saber más amplio, un saber intelectual, un saber institucionalizado enmarcado en el ámbito escolar, es indispensable aludir a la tríada docente - conocimiento - alumno y a la dialéctica instaurada entre los diferentes actores, lo que me remite al concepto de transmisión.
Señala Cornú, (2004) que independientemente de aquello que se transmita, la transmisión implica además una modalidad de relación con el objeto y con él/los otro/s sujeto/s inseparablemente. A su vez, es necesario para que haya transmisión un otro destinatario dispuesto a recibir aquello que se transmite en un reconocimiento recíproco como sujeto. La transmisión es invitación a tomar lugar, a permitir la propia subjetivación.
Siguiendo a Meirieu, (1992), entiendo el proceso de aprendizaje como un proceso compartido habilitado por el interjuego entre docente y alumnos, donde ambos transitan juntos y en el cual el docente pueda facilitar la utilización de distintas herramientas a sus alumnos para que estos logren relacionarse con el conocimiento/saber, a partir de objetivos a conseguir planteados con anterioridad; para que puedan ser constructores de su propio conocimiento a partir de la aproximación a un enigma o interés propuesto y al que puedan acceder por distintos caminos según sus posibilidades, identificando los resultados obtenidos en términos de adquisiciones personales.
Es un desafío para los docentes enseñar pensando cómo transmitir los conocimientos, poder llegar al alumno teniendo en cuenta la diferencia, y la diversidad escolar, lo cual se presenta constantemente en la escuela en la actualidad. No se pueden obviar los distintos atravesamientos que sufren tanto los sujetos actores, docentes y alumnos, como así también las instituciones. Las instituciones educativas de igual manera han sufrido cambios en cuanto a su finalidad y articulación con la sociedad.
Retomando el concepto de educabilidad de Terigi, (2004), ésta es relativa a las condiciones en que tiene lugar la escolarización. Es decir, que todos los sujetos pueden aprender bajo las condiciones pedagógicas adecuadas, las cuales tienen que ver con el saber pedagógico que requieren los docentes para enseñar bajo ciertas condiciones de escolarización, refiriéndose así a la responsabilidad del Estado y de sus políticas públicas principalmente. Por tanto no es conveniente pensar a la Educación como un atributo o condición para aprender en términos individuales, ni tampoco depositar toda la responsabilidad en la propuesta pedagógica didáctica del docente.
Es necesario modificar las condiciones en que el aprendizaje tiene lugar, y quitar la atención/responsabilidad depositada sólo en el alumno, en sus condiciones individuales, sino atendiendo a la institución educativa como colectivo, inmersa en una sociedad, regulada y en interrelación con un estado y sus políticas educativas. (Terigi, 2004)
Cobra importancia también la creciente y necesaria profesionalización, adquisición de competencias y constante actualización requerida para el trabajo docente, que lo dote de una mayor capacitación y saberes específicos, como así también la sapiencia de cómo transmitirlos de manera tal que el alumno al cual esos conocimientos van dirigidos pueda y quiera apropiarse de ellos.
El sujeto de aprendizaje de la actualidad es un sujeto poseedor de una subjetividad constituida por experiencias, saberes y decires previos que los hace manifiestos y que no pueden negarse ni omitirse. De manera que el conocimiento a impartir ya no puede ser abstracto o descontextualizado, sino uno que le permita relacionarse consigo mismo, el entorno y los demás de una manera satisfactoria y de provecho.
Puede que este sea uno de los puntos a analizar con respecto a la finalidad que persigue la escuela y la educación en sí en estos tiempos con respecto al acceso y permanencia en la misma.
La autoridad indiscutida del docente tanto en lo que significa como representante de la institución educativa como también de único poseedor de saber a transmitir, en la actualidad se ve cuestionada por la aparición de otras opciones de adquisición de conocimientos, tales como los medios de comunicación e internet que no sólo permiten el acceso a estos sino que lo hacen de forma ilimitada e inmediata.
He aquí el desafío que se presenta a los docentes de cómo ofrecer ese saber que detentan de manera tal que el alumno quiera relacionarse y apropiarse del mismo, sin que esto signifique una imposición o algo que necesariamente tienen que cumplimentar. No renunciar a los desafíos que impone la libertad del otro y tornar la resistencia en una ocasión de aprendizaje y libertad. “Enseñar es siempre tener en mente el logro del otro. No hay en consecuencia ser para mí que no sea también ser para el otro; querer enseñar es creer en la educabilidad del otro; querer aprender es creer en la confianza del otro hacia mi” (Meirieu, 1991).
Independientemente del saber que se transmita, el reto a vencer es crear un vínculo por el cual el alumno se relacione con ese objeto de conocimiento con actitud crítica de manera tal que esa disposición la haga extensiva a todos los ámbitos de su vida y relaciones.
Resulta interesante cómo presentar la Psicología, una disciplina sumamente versátil, con amplitud de criterios, y relacionarla con las Ciencias de la Educación.
Orientada hacia el individuo en tanto objeto y sujeto de aprendizaje, ambas disciplinas se relacionan y complementan para “conocer e investigar acerca de la conducta, las especificidades de las etapas vitales, el dimensionamiento del hombre como ser social en el marco de grupos, familia e instituciones, la salud y la enfermedad como procesos dialécticos, la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad como necesarios partícipes en el mejoramiento de la calidad de vida de los sujetos de aprendizaje en el marco de las instituciones educativas” (S.Camburano, S. Andrada, 2013).
Considero sumamente importante la inclusión de la Psicología como asignatura en toda currícula a partir del nivel secundario en adelante, y mucho más relevante aún en una carrera de formación docente, tal como lo es Psicología y Educación; para comprender cómo aprenden y aprehenden el conocimiento los sujetos; el poder hablar de conceptos de psicología con una base sentada en la teoría, evitando así la banalización de términos psicológicos como ocurre frecuentemente; para pensar y pensarse en las prácticas tanto como docentes o alumnos que permitan identificar aquello que pudiera resultar insatisfactorio en su desarrollo; para modificar, reprogramar las propias prácticas a partir de una reflexión de lo desempeñado; para identificar y comprender los múltiples atravesamientos y subjetividades intervinientes en el ámbito educativo, pero sobretodo como aporte fundamental para una mejor calidad de vida.
El Poder de la Metáfora.
El uso de la metáfora permite la transmisión de conocimientos, técnicas, procedimientos, estrategias, a través de una narrativa lo suficientemente ambigua y dotada de plasticidad, como para que pueda ser apropiada y personalizada a la medida de las propias necesidades.
Al igual que las historias u otros relatos con contenido de tipo significativo, su repetición las incorpora al patrimonio cultural compartido, e introduce la posibilidad de ser coautor de ese conocimiento recibido, asimilado y transmitido.
"Así, la “magia” de las metáfora no consiste en otra cosa que en proporcionar un momento inicial de motivación, facilitar el surgimiento de alternativas de acción o ilustrar con pinceladas iluminadoras un objetivo para mantenerlo en el punto de mira. Ésta es su indicación más noble y eficaz". (Nick Owen, 2003).
-Características principales de la metáfora:
Remite a algo diferente de aquello a lo que se refiere.
Pertinencia al señalar los aspectos más relevantes de la situación que representan.
Debe ser lo suficientemente ambigua como para que todo que aquel tome contacto con este conocimiento, pueda identificarse depositando sus propios contenidos mentales.
Debe permitir que el interior de cada sujeto resuene en el argumento de una historia aparentemente ajena y lejana.
-Moverse para aprender (Relato de una experiencia).
Uno de mis colegas de Rosario, Argentina, tenía problemas con un estudiante. Aunque lo intentaba con todas sus fuerzas, el estudiante parecía incapaz de aprender. Y sin embargo era inteligente y voluntarioso y estaba muy motivado.
Claudia era la directora de una escuela privada de idiomas. Llevaba unos meses al cargo de esta clase y Jorge venía sacando una y otra vez unas notas muy bajas. Tanto Claudia como Jorge se sentían igualmente frustrados. Por mucho que lo intentara, Jorge parecía incapaz de abandonar su lamentable posición como el peor alumno de la clase en los exámenes escritos.
Claudia estaba perpleja. Sabía que Jorge se sentía impelido a triunfar en su profesión. A la edad de veinte años ocupaba un puesto muy prometedor en una compañía ingeniera de Argentina que tenía empresas filiales en otras partes de Latinoamérica y de Europa.
Jorge ansiaba viajar por todo el mundo en su trabajo para la compañía y para ello resultaba imprescindible que dominara el inglés. Quería tener éxito, pero algo parecía estar reteniéndole.
Claudia habló a solas con él cierto día:
C-“¿Qué es lo que te está impidiendo aprender?”.
J-“No lo sé”, contestó. “Lo intento con todas mis fuerzas, pero parece que no me entra”.
Claudia probó una estrategia diferente.
C-“¿Estás estudiando alguna otra cosa?”.
J-“Claro. Tengo montones de exámenes de ingeniería. No paro de estudiar”.
C-“¿Y cómo vas?”.
J-“Muy bien”, dijo Jorge. “Sin problemas. Todo sobresalientes”.
Claudia sentía curiosidad por saber cuál podría ser la razón de esta anomalía.
Le preguntó a Jorge:
C-“¿Dónde estudias tus exámenes de ingeniería?”.
J-“En casa”.
C-“Háblame de eso. ¿Cómo estudias? ¿Qué es lo que haces exactamente?”.
J-“Pues bien, tengo mi propia habitación y una mesa de estudio muy grande pegada a la pared. Coloco todos los libros y los artículos que tengo que estudiar delante de mí encima de la mesa. Abiertos todo el tiempo y de la forma que más me gusta. Después pongo algunos de mis compactos preferidos en el equipo de música y mientras suenan me gusta bailar con la música, moverme en la silla y a lo largo de la mesa al ritmo de la música, leyendo lo que creo que es importante leer a continuación. Y lo cierto es que me entra, la información que necesito me entra sin ningún esfuerzo. Así de fácil”.
Claudia reflexionó por un momento. Después le preguntó:
C-“Jorge, ¿puedes tocar tu música favorita en silencio, dentro de tu cabeza?”.
Jorge reflexionó a su vez por un momento y después contestó:
J-“Claro, supongo que eso lo puede hacer cualquiera”.
C-“Muy bien”, dijo Claudia. “Hagamos un experimento. Te sentarás en una mesa al fondo del aula. Durante la clase puedes tocar toda la música que más te guste dentro de tu cabeza.
Puedes moverte de aquí para allá, al ritmo de la música, tanto como quieras, siempre que no molestes a nadie. Y vamos a ver si hay alguna diferencia. Si funciona en tu casa, también podría funcionar aquí en la escuela. ¿Lo intentamos?”.
Jorge parecía emocionado, una enorme sonrisa se dibujó a lo largo de su cara y comenzó a dar golpecitos en el suelo con los pies.
Cuatro semanas más tarde su rendimiento había mejorado hasta tal punto que sus notas le colocaron en el décimo lugar de entre un total de veinte alumnos. En otras cuatro semanas sacó las máximas notas y su rendimiento siguió mejorando y mejorando.
“Se trataba”, como Claudia me dijo más adelante, “de un estudiante que necesitaba imperiosamente moverse para aprender. Si en mi clase había permanecido sentado porque pensaba que era lo que tenía que hacer o porque pensaba que era lo que yo esperaba de él, no lo sé. Lo que los dos sabemos ahora es que el sentarse para aprender le estaba inhibiendo gravemente".
Lo que él aprendió fue cómo acelerar su aprendizaje para conseguir más de lo que él mismo se esperaba. Ahora trabaja en París.
Lo que yo aprendí es que para sacar lo mejor de mis estudiantes necesito ayudarles, a cada uno de ellos, a descubrir cómo aprenden mejor y asegurarme de que mi forma de enseñar y de llevar la clase sea lo bastante flexible como para acomodarse a las necesidades pedagógicas de cada uno de ellos.
“Jorge me enseñó una gran lección. Que si un alumno no puede aprender de la forma como enseña el profesor, entonces el profesor tiene que aprender a enseñar de la forma como aprenden los alumnos”.
(Fuente primaria: Patricia Latorre).
Bibliografía: Nick Owen, (2003), La Magia de la Metáfora. 77 Relatos Breves para Educadores, Formadores y Pensadores, Editorial Descleé de Brouwer, S.A.).