3.2.3 Autoestima
Para Acosta Padrón y Alfonso Hernández (2004) la autoestima es “un sentimiento valorativo de nuestro ser, de quiénes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad y está relacionada con el desarrollo integral de la personalidad en los niveles: ideológico, psicológico, social y económico”.
Siguiendo con su planteo, la autoestima es “inherente a todos los seres humanos, es un producto social que se desarrolla en la interacción hombre-mundo, en el proceso de la actividad y la experiencia social y canaliza la actividad del cuerpo y la mente de todas las personas” (Acosta Padrón, R. y Alfonso Hernández, J., 2004). A su vez consideran que es de naturaleza dinámica, multidimensional, y multicausal, es decir, “diversidad de influencias la forman en interacción continua” (Acosta Padrón, R. y Alfonso Hernández, J., 2004).
De los diversos conceptos de autoestima nombrados por Acosta Padrón y Alfonso Hernández (2004) se pueden mencionar a Rogers (1967) quien define la autoestima como “un conjunto organizado y cambiante de percepciones que se refiere al sujeto”, y señala que “es lo que el sujeto reconoce como descriptivo de sí”; y Yagosesky (1998) quien plantea a la autoestima como “el resultado del proceso de valoración profunda, externa y personal que cada quien hace de sí mismo en todo momento, esté o no consciente de ello. Este resultado es observable, se relaciona con nuestros sentidos de valía, capacidad y merecimiento, y es a la vez causa de todos nuestros comportamientos”. (Acosta Padrón, R. y Alfonso Hernández, J., 2004). Para estos autores, los conceptos de autoestima coinciden en una idea central, que es “conocerse a sí mismo, es la función de velar por uno mismo, auto defenderse, valorarse, autoestimarse, y auto observarse. La autoestima es aprender a querernos, respetarnos, y cuidarnos. Depende esencialmente de la educación en la familia, la escuela y el entorno. Constituye una actitud hacia sí mismo”. (Acosta Padrón, R. y Alfonso Hernández, J., 2004).
La autoestima se refiere a “la valoración que la persona hace de sí misma, de modo que por un lado, el adolescente puede tener una imagen general de sí mismo favorable o desfavorable, y por otro lado, puesto que se desenvuelve en diversos contextos como el familiar, el escolar y el social, también desarrolla una imagen de sí mismo específica en cada uno de ellos” (Cava, Musitu y Vera, 2000. Citado en Estévez López E.; Martínez Ferrere, B.; Musitu Ochoa, G., 2006). A su vez, refleja “una actitud general o global hacia uno mismo, así como actitudes hacia aspectos específicos que no son equivalentes ni intercambiables” (Rosenberg, Schooler, Schoenbach, Rosenberg, 1995. Citado en Estévez López et al, 2006).
En el trabajo de Estévez López et. Al (2006) se adopta una concepción multidimensional de la autoestima y se analizan las dimensiones familiar, escolar, social y emocional. A su vez, señalan la importancia de adoptar una perspectiva multidimensional en el estudio de la autoestima.
Otros autores que toman la misma definición de Rosenberg (1965) son Plata Ordoñez, Riveros Otaya, Moreno Méndez, (2010), quienes expresan que autoestima es la “actitud positiva o negativa hacia un objeto en particular, a saber, el sí mismo. Creado por influencias sociales y culturales que, se relacionan intrínsecamente con objetos y vivencias presentes en la persona”. Por otra parte, también definen la autoestima como “el juicio emocional que el individuo le da a estas cogniciones y actividades descritas” (Lodge & Feldman, 2007; Stephan & Maiano, 2007. Citado en Plata Ordoñez et. Al. 2010).
Siguiendo con su planteamiento los autores indican que “la etapa más vulnerable para la autoestima es entre los 12 años para las chicas y 14 años para los chicos, ya que los adolescentes en este momento pueden verse más afectados por lo que piensan los otros” (Esnaola, 2008; Garaigordobil et al, 2008; Hadley, Hair & Anderson, 2008. Citado en Plata Ordoñez et. al. 2010).
Agregan como influencia del desarrollo emocional del niño y del adolescente, los estilos de crianza, y que si la crianza “se asocia a patrones de comportamientos agresivos o por el contrario a patrones positivos de los padres, esto mediará en el desarrollo emocional dado que contribuyen a fortalecer o debilitar la autoestima en los niños permitiendo el establecimiento de vínculos afectivos sanos y actitudes prosociales” (Martínez et al, 2008; Mestrei, Tur, Samper, Nacher & Cortez, 2007; Ortiz, Apodaca, Etxebarria & Fuentes, 2008. Citado en Plata Ordoñez et al, 2010).
Para Moreno y Del Barrio (2000), la autoestima es la valoración -positiva o negativa, racional o irracional, frustrante o alentadora– que hace uno mismo acerca de nuestros rasgos físicos, capacidades intelectuales y forma de relacionarnos afectiva y socialmente. Para estas autoras, la autoestima positiva “vendría señalada por la seguridad y la confianza en uno mismo y la capacidad para relacionarse adecuadamente con los demás” (Moreno & Del Barrio, 2000). A su vez, teniendo en cuenta las valoraciones que una persona realiza sobre sí misma “no se concede igual importancia a las diversas facetas de su personalidad o áreas en que se desenvuelve”, y “el que determinados rasgos influyan en diverso grado en la autoestima no depende solo de los juicios de la persona aislada sino que suele estar en consonancia con la opinión de las personas que son significativas en su vida y de su medio sociocultural más amplio” (Moreno & Del Barrio, 2000).
A su vez, nombran diferentes factores que cumplen un papel en la autoestima de los adolescentes, como son “el éxito escolar, la capacidad de hacer amigos o desarrollar relaciones familiares equilibradas” y otro factor que se mantiene constante desde la niñez a la edad adulta en ambos sexos es el atractivo físico, con lo cual resulta fundamental “el papel que desempeñan en este hecho los valores sociales y los medios de comunicación que enfatizan la importancia del atractivo físico, para hombres y mujeres, y además imponen a estas últimas cánones de belleza absurdos e inalcanzables” (Moreno & Del Barrio, 2000).
De acuerdo a la perspectiva tomada por González-Pienda, Núñez Pérez, Glez-Pumariega, y García García (1997), la autoestima estaría vinculada al autoconcepto ideal, no sólo respecto de “lo que me gustaría ser (por tener un gran valor e importancia para mí), sino también de lo que a los demás les gustaría que yo fuese (por el valor que ello tiene para aquéllos)”.
Remarcan que aunque sea importante la imagen que la persona tenga de sí misma en la formación de su autoconcepto, también lo es “el valor de dicha autoimagen, pues ello modulará dicho nivel así como los efectos de la posible discrepancia entre lo que quiero ser, lo que soy y lo que los demás quieren que sea”. (González-Pienda et al, 1997).
(Marini, L., Romero A., Saldías M., (2013). Subjetividad Adolescente y Cirugías Plásticas, Tesis de Licenciatura, Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba).
EL ESPEJO CHINO
La importancia y el poder de la propia mirada en lo que hace a nuestra valoración y realización personal.
PERSEVERANCIA
Valor humano positivo fundamental que permite seguir adelante en la consecución de metas, con dedicación y firmeza aún a través de la aparición de obstáculos, o estados de animo negativos.
Promueve la apreciación de logros obtenidos e impacta de forma positiva en la autoestima y autoeficacia personal.
¿Puede tener efecto negativo?
Si, cuando se persevera en una estrategia ineficaz aún teniendo evidencia fehaciente y no se toma la decisión de cambiar o abandonar el proyecto, e intentar nuevas posibilidades para obtener la meta propuesta.
Perseverancia y optimismo propician la consecución de logros en los distintos ámbitos de realización personal.
A PROPÓSITO DE SOBERBIA Y FALSA MODESTIA.
¿Cómo eres a la hora de reconocer propios logros y capacidades?
¿Los asumes y te felicitas abiertamente por ello o tiendes a minimizarlos por temor a pecar de soberbia?
O peor aún, por la suposición de ser señalado por los demás con esa característica?
Algunas personas cuando obtienen un logro personal, tienden a reconocerlo pero automáticamente intentan justificar o minimizarlo, “no es para tanto”, “fue pura casualidad”, “todo se dio para que funcionara”, “en realidad no tuve tanto que ver”, como si la poca o mucha participación en el hecho fuera irrelevante o por temor a ser señaladas como soberbias.
Si el percibirse exitoso además genera que destaque sobre otros, si no se es consciente de la propia valía, puede que hasta genere cierto sentimiento de culpa, profundizado aún más por el señalamiento de aquellos que no toleran la evolución personal ajena. Basta con leer comentarios en las redes y tendrá una idea acabada de esto.
En la medida que los logros obtenidos no sean a través del perjuicio a terceros, y respondan a un compromiso y esfuerzo cabal con el propio desempeño y aptitud, ¿Cuál es la razón por la que no pueda disfrutar o hacer un reconocimiento abierto de ellos?
El derecho a tener éxito y superación de sí mismo, forman parte de otros tantos derechos asertivos de las personas.
Asumir y afianzar este derecho consolida la autoestima, autoconcepto y autoeficacia.
Las críticas y opiniones existirán siempre, de uno depende cuán significativa resulta la mirada de los demás. En la medida que no se dañe a terceros, ni al entorno, sienta orgullo por lo que hace, sea consciente de su plena capacidad y potencialidad, felicitese y acepte sin vergüenza, ni culpa el reconocimiento.
Córrase de los estereotipos, pensamientos polarizados y de creencias erróneas basadas en el descrédito progresivo de los conceptos de logro y mérito, convenientemente utilizado por algunas ideologías para profundizar diferencias y posiciones extremas.
PERMÍTASE SER EN SU MEJOR VERSIÓN.
Incapacidad Adquirida.
La diferencia entre focalizar en el potencial personal o en las limitaciones, radica en la forma en que las personas se hablan a sí mismas.
Un diálogo interno negativo quita posibilidades de acción e impide la gestión emocional adecuada.
Por el contrario, una mirada indulgente, compasiva para con uno mismo, aprendizaje a partir del error, y tranquilidad ante la adversidad, propicia mayor confianza en el propio accionar y gestión emocional adecuada, lo cual incide directamente en el autoconcepto, autoestima, capacidad resolutiva y adaptación.