ESTRÉS.
Cotidianamente, en los distintos ámbitos de desempeño personal, estamos atravesados por estímulos o estresores a los cuales respondemos de distinta manera.
Forman parte de las experiencias y estímulos a los cuales nos vamos enfrentando en el diario vivir.
Estas demandas pueden ser de todo tipo e intensidad, y pone a prueba nuestra capacidad de adaptación.
Cuando esta capacidad está disminuida o afectada, sea por una sucesión de hechos significativos, exigencias externas continuas o que escapan a nuestro control, autoexigencias, hiperactividad laboral o doméstica, etc., estos estímulos pueden ser percibidos como amenaza, lo cual activará en el organismo una respuesta de tipo fisiológica, psicológica, emocional y conductual significativa.
Es lo que llamamos Estrés.
Se distinguen tres fases:
-Fase de Reacción de Alarma: liberación de adrenalina, noradrenalina, que propicia una reacción rápida del organismo con síntomas de taquicardia, hiperventilación, aumento del tono muscular, sudoración, dilatación de pupilas, digestión lenta.
Aumento de catecolaminas y cortisol, activación nerviosa a modo de defensa.
-Fase de Resistencia: activación de los mecanismos de adaptación a modo de reparación de daños o desequilibrios producidos por la señal de alarma. Se trata de una fase lenta y sostenida con aumento de cortisol. Si el estresor persiste el organismo queda en situación de alarma sin poder restaurar el equilibrio.
-Fase de Agotamiento: se acaban las reservas adaptativas alterando la homeostasis y los efectos dependerá del grado de vulnerabilidad de cada persona, originando distintas manifestaciones psicosomáticas.
¿Afecta a todos por igual?
No. Tiene que ver con la percepción subjetiva del Estrés.
Ante situaciones similares, una persona puede considerarlo como amenaza, mientras que para otra puede resultar motivador para la acción y diseño de estrategias de afrontamiento.
Una respuesta adecuada a los estresores implica flexibilidad y plasticidad mental, personalidad con orientación positiva ante la resolución de problemas, capacidad de generar pensamientos que activan posibilidades, aprovechamiento de recursos individuales y contextuales, gestión adecuada de las emociones que propicien la evaluación clara de la situación y reconocimiento de recursos propios.
¿Cuando se convierte en un problema?
Cuando nuestra capacidad de afrontamiento se ve desbordada, e impide una resolución satisfactoria de las dificultades que se presentan, o bien instala un repertorio único de respuesta, afectando el bienestar psicofísico.
Ante un estresor se disparan automática e inconscientemente dos preguntas:
-¿Peligra mi bienestar personal? (Percepción de Amenaza).
-¿Puedo con esto? ¿Qué recursos tengo? (Percepción de recursos propios)
Según sea la respuesta a esta evaluación interna el estímulo resultará en reto/desafío o amenaza y con ello la actitud a seguir.
RETO/DESAFÍO: Se refiere a una orientación positiva ante la resolución de problemas, con la consideración de suficiencia y confianza en los propios recursos, generando percepción de autoeficacia y obtención de logro. (Eustrés).
AMENAZA: responde a una orientación negativa ante la resolución de problemas, en el que la persona se siente desbordada e impedida de desplegar recursos adecuados de afrontamiento. (Distrés).
¿Qué genera respuestas de distrés?
Percibir como amenazantes situaciones ambiguas.
Negar la situación, no queriendo aceptarlo.
Intentar evitar la situación estresante.
Autoinculparse de lo que sucede.
Afrontar la situación de forma irracional o impulsiva.
¿Estrés y Ansiedad es lo mismo?
No. Si bien ambos generan respuestas que activan el sistema de alerta del organismo, en el Estrés el estímulo está presente, mientras que en la Ansiedad puede no estarlo.
Un estado de estrés crónico sin resolver, puede conducir al establecimiento de problemas de tipo ansioso y depresivos.
El estrés es un proceso más amplio y complejo de adaptación al medio.
Ansiedad es la reacción emocional de alerta ante una amenaza. Es uno de los síntomas que puede originar el estrés.
Ambos se retroalimentan. El estrés genera ansiedad y a su vez, la ansiedad elevada genera más estrés.
Diferentes tipos de estrés.
El Estrés aparece para activar el sistema de alarma del organismo y prepararlo para un potencial “peligro”. Es una respuesta natural que se manifiesta a nivel fisiológico, de pensamiento, emocional y de acción, y que dependerá del tipo e intensidad del estresor y de los recursos propios de la persona.
De lo que se deduce que no todo estrés es perjudicial.
Se distingue:
EUSTRÉS: corresponde a lo descripto en el párrafo anterior, y su nivel de activación óptimo resulta de originar respuestas satisfactorias sin llegar a estados de agotamiento físico o mental.
DISTRÉS: es la activación o respuesta inadecuada o excesiva, y que si se cronifica, tendrá efectos perjudiciales para la salud y bienestar personal.
¿De qué depende?
De los recursos personales de afrontamiento, adaptación, capacidad de lectura, significación y validación (positiva o negativa) que la persona haga de sus experiencias y con ellas de su realidad.
A su vez de acuerdo a la intensidad y frecuencia de aparición de los estresores se distingue en:
AGUDO: se trata de la reacción ante estresores momentáneos o cuando en un corto tiempo se presenta una sucesión de estímulos que suscitan nuestra atención y ocupación.
Por ejemplo puede ser que en una semana se presente la obligación de rendir un exámen, de cumplir con horarios de trabajo, y afrontar una mudanza.
Si a la vez la persona suele atribuirse autoexigencias excesivas en cuanto a rendimiento, lo más probable es que termine en un estado de agotamiento físico y mental.
Una respuesta adaptativa viable podría ser el sostenimiento de un nivel de inquietud aceptable como motivación para desplegar cierta estrategia, planificación y organización que me permita afrontar esa semana de forma satisfactoria.
Una vez desaparecido el estresor, el desempeño no se ve afectado, por lo que los recursos de afrontamiento se renuevan.
CRÓNICO: resulta de un estado de estrés permanente, en el que la persona agota sus recursos y comienza a sentir perjuicio en su calidad de vida.
Las variables más importantes en este caso, son la frecuencia y la duración.
La posibilidad de recuperación luego de desaparecido el estresor se ve afectada.
Un ejemplo cercano podría constituirse como el tipo de demandas que la mayoría de las personas ha sostenido en el pasado confinamiento, en el cual todos los ámbitos se vieron reducidos a uno solo.
De pronto el hogar familiar se convirtió en ámbito de trabajo, escolar, de esparcimiento, de salud, social etc., con sus respectivas demandas y exigencias a las que había que cumplimentar, y que usualmente no ocasionarían problemas de ser realizadas en su ámbito natural, con horarios de realización y corte y en sus espacios distintivos. Y sumado a todo esto, la percepción de riesgo de contagio, muerte, incertidumbre a nivel sanitario y económico, y coartación de la libertad individual, entre otras cosas.
Lo que en un principio comenzó como un estrés agudo ante la necesidad de adaptación a la nueva dinámica individual y familiar, ante lo prolongado de la medida, los recursos de afrontamiento en algunos casos comenzaron a debilitarse propiciando un agotamiento general que afecta a todos los integrantes del grupo familiar tanto a nivel de salud, como de bienestar físico, psíquico y social.
Entre las fuentes más comunes de estrés se mencionan muerte del cónyuge, divorcio, separación, privación de la libertad, muerte de un familiar próximo, enfermedad o incapacidad grave, matrimonio, pérdidas y cambios de empleo, nacimientos, jubilación, problemas sexuales, etc.
Principales Síntomas
Factores Protectores.
Tolerancia a la ambigüedad: en situaciones poco claras o con normas difusas que requieren de sentido común, los individuos con alta tolerancia a la ambigüedad, podrán accionar de manera más flexible, con menos inquietud.
Tolerancia a la frustración: poder aceptar no tener el control de todo, o no poder resolverlo todo aún desplegando lo mejor de los recursos propios, es indicador de afrontamiento satisfactorio ante las dificultades y disminución de estrés.
Extroversión: personalidades extrovertidas presentan mejor pronóstico de afrontamiento de dificultades, dado que pueden expresar mejor sus sentimientos y pensamientos, disminuyendo la tensión y negativismo, posibilitando la recepción de apoyo y contención social.
Autoestima: individuos con alta autoestima consideran, identifican y muestran mayor confianza en los recursos propios, como así también aceptan resultados adversos o poco satisfactorios sin percepción de fracaso.
Motivación y Grado de Satisfacción: alcanzar metas u objetivos propuestos mantiene la motivación y genera sensación de satisfacción y logro, disminuyendo la percepción de estrés.
Apoyo social: un contexto social que acompaña, contiene y posibilita el crecimiento del individuo, disminuye la percepción de estrés.
Sugerencias para afrontar situaciones estresantes.
Tomar el control de la situación. Evitar, negar o proyectar el problema en otros sólo posibilita la profundización del mismo.
Considerar la posibilidad de recurrir a amigos o personas de confianza que puedan brindar orientación acerca de cómo proceder.
Organizar estrategias de afrontamiento según posibilidades propias y de contexto.
Identificar necesidades e intereses propios que mantenga la motivación y hacer algo al respecto, sin culpa ni victimización.
Practicar técnicas de respiración y relajación para reducir el grado de activación física presente en el estrés. La práctica de estas técnicas durante diez minutos al día como mínimo, aumenta las defensas contra el estrés.
Tomar conciencia de los pensamientos automáticos o irracionales que afectan el estado de ánimo, anteponiendo otros de carácter racional objetivo a modo de antídoto.
Gestionar y optimizar el tiempo de acuerdo a cantidad de actividades y complejidad de estas. Definir objetivos y prioridades.
Planificar el día, o la semana, a través de una agenda. Evaluar diariamente el grado de realización y satisfacción de lo planificado.
Optimizar práctica de habilidad social, en lo que respecta a escucha activa, comunicación y conducta asertiva, que permita la afirmación de uno mismo.
Tolerancia a las críticas, decir NO cuando es necesario, tener consideración y empatía por los demás
Cultivar hábitos de vida saludable.
Llevar una alimentación equilibrada, incorporar alimentos de calidad nutricia, respetar horarios de comidas, ingesta acorde al esfuerzo a realizar en el día.
Respetar horas de sueño.
Practicar ejercicio físico.
Evitar el consumo de sustancias tóxicas (tabaco, alcohol).