Rosario Castellanos

Himno

Después de todo, amigos,

esta vida no puede llamarse desdichada.

En lo que a mí concierne, por ejemplo,

recibí en proporción justa, en la hora exacta

y en el lugar preciso y por la mano

que debe dar, las dádivas.


Así tuve los muertos en la tumba,

el amor en la entraña,

el trabajo en las manos y lo demás, los otros,

a prudente distancia

para charlar con ellos, como vecina afable

acomodada en la barda.


Y recreos. Domingos enteros en la playa,

arboledas anónimas y amigas,

manantiales ocultos que cantaban,

libros que se me abrieron de par en par y bóvedas

maravillosamente despobladas.


Dioses a quienes venerar, demonios

tan hermosos que herían la mirada,

sueños para dormir asido al cuerpo ajeno

como hiedra de tactos y palabras

... y algún relámpago de medianoche

para alumbrar el orden de mi casa.