Rosario Castellanos - Tercera elegía del amado fantasma

I

Como la cera blanda, consumida

por una llama pálida, mis días

se consumen ardiendo en tu recuerdo.

Apenas iluminas el túnel de silencio

y el espanto impreciso

hacia el que paso a paso voy entrando.

Algo vibra en mi ser que aún protesta

contra el alud de olvido

que arrastra en pos de sí a todas las cosas.

¡Ah, si pudiera entonces crecer y levantarme,

alumbrar como lámpara

alimentada de tu vivo aceite

en una hoguera poderosa y clara!

Pero ya nada alcanza a rescatarme

de la tristeza inerte que me apaga.

Grandes espacios ciernen finas nieblas

entre tu rostro y los que aquí te borran.

Tu voz es casi un eco

y lejos resplandece tu mirada.


II

Como queriendo sorprender tu ausencia

desnuda, abro las puertas de improviso

y acecho las ventanas entornadas.

Encuentro las estancias desiertas y sombrías

donde el vacío congela sus perfiles

ciñéndose a la línea de tu cuerpo.

Es como una profunda y simple copa

para beber la integridad del llanto.


III

Tal vez no estés aquí dominando mis ojos,

dirigiendo mi sangre, trabajando en mis células,

galvanizando un pulso de tinieblas.

Tal vez no sea mi pecho la cripta que te guarda.

Pero yo no sería si no fuera

este castillo en ruinas que ronda tu fantasma.