Rosario Castellanos - A la mujer que vende frutas en la plaza

Amanece en las jícaras

y el aire que las toca se esparce como ebrio.

Tendrías que cantar para decir el nombre

de estas frutas, mejores que tus pechos.


Con reposo de hamaca

tu cintura camina

y llevas a sentarse entre las otras

una ignorante dignidad de isla.


Me quedaré a tu lado,

amiga,

hablando con la tierra

todo el día.