Anna Ajmátova

La calumnia

Y la calumnia me seguía por doquier.

Yo oía sus pasos rampar en la nieve


y bajo el cielo implacable en la muerta ciudad,

donde me muevo al azar por el techo y el pan.


Y en todos los ojos brillan sus destellos,

ya sea como traición o como inocente miedo.


Yo no la temo, A cada nuevo desafío

hay en mí un responder sereno y digno.


Pero un día inevitable ya presagio,

en que al alba vendrán a casa los amigos


y mi más dulces sueño turbarán sus sollozos,

y sobre mi pecho frío pondrán un icono.


Ninguno la reconocerá cuando ella entre,

en mi sangre de ella la boca insaciable


no se cansará de contar ofensas irreales,

trenzará su voz con las oraciones funerales.


Y comenzarán a escuchar todo su vergonzoso delirio,

de modo que no levantarán la vista hacia el vecino,


de modo que mi cuerpo quedará en una terrible nada,

de modo que por última vez mi alma abrasada


de la terrestre flaqueza volará cuando lo oscuro albea,

y también de lástima salvaje por la abandonada tierra.


Anna Ajmátova en Anno domini - Berlín, 1923; recogido de Réquiem y otros escritos [2000]