Anna Ajmátova

A los londinenses

Hoy el tiempo escribe con mano impasible

la obra negra de Shakespeare, la número cuarenta y cuatro.

¿Qué podremos hacer nosotros aquí, cerca del aletargado río,

los que sabemos del sabor amargo,

sino reinterpretar aquellas trágicas líneas de Hamlet, César o Lear?

O tal vez acompañar como escolta hasta su tumba

a la niña Julieta, pobre paloma, con antorchas y canciones;

o representar al fisgón en las ventanas de Macbeth,

temblando más que el asesino alquilado.

Únicamente esa obra, esa y solo esa,

es la que no tendremos valor de leer.