Anna Ajmátova
La soledad
Me han llegado a arrojar tantas piedras,
que ya no tengo miedo a ninguna de ellas;
esta esbelta torre se ha vuelto una trampa,
de entre las altas torres es la más alta.
A sus constructores doy las gracias,
que venzan ya su tristeza y su ansia.
Desde aquí el amanecer antes veo
y aquí triunfa el rayo de sol postrero.
En mi alcoba a menudo por los ventanales
entran los vientos de los nórdicos mares,
y la paloma come de mis manos el trigo…
En cuanto a la página que no he concluido:
de forma divina, tranquila y ligera
la escribirá la Musa con su mano morena.