El virus de la bicicleta
Fecha de publicación: Aug 17, 2020 2:29:39 AM
Por Diego Moreno*
¿Qué pasará cuando las ciudades regresen paulatinamente a su ritmo habitual? ¿Cuál será el papel de la bicicleta dentro de las nuevas dinámicas sociales? El momento actual nos debe llevar a la reflexión inevitable de qué podemos mejorar y qué hemos hecho mal.
En tiempos de cuarentena a causa del coronavirus, en muchas ciudades se está presentando un fenómeno que, podría decirse, es más bien un escenario ideal para el uso de la bicicleta: poco tráfico automotor y condiciones ambientales favorables.
Ahora, cuando la humanidad está sumida en la peor pandemia de su historia reciente, el mundo vuelve a mirar a la bicicleta, ese vehículo que surgió hace más de 200 años por inventiva del barón Karl von Drais.
El mal llamado aislamiento social, que se traduce en conservar una distancia física prudente entre dos o más personas, resulta prácticamente imposible de mantener en nuestro sobresaturado transporte público. Quién iba a pensarlo: el carácter masivo que daba gran relevancia a sistemas como Transmilenio, Mío, Metrolínea, Metro de Medellín, etc., hoy día resulta una flaqueza.
La independencia y autonomía de la bicicleta la han vuelto el medio ideal para transportarse en la ciudad de manera segura, desde el punto de vista de la sanidad, y es una maravillosa alternativa para quienes necesiten aprovisionarse o despachar alimentos, medicamentos, tramitar pago de servicios o hacer mandados, especialmente si se presta el servicio a muchos ciudadanos. Quién se iba a imaginar que los rappitenderos se convertirían en los benefactores de la sociedad cuando hace menos de un año muchos denigraban de su existencia.
En Bucaramanga, ciudad que tiene embolatados 17 kilómetros de ciclorrutas y en la que solo el 3 por ciento de la población usa la bicicleta como medio de transporte, resulta paradójico el hecho de que por estos días sea un placer pedalear por sus calles semidesiertas de aires limpios, sino además porque, contrario a lo que se piensa, sus pendientes hacen más divertidos los desplazamientos.
Si las cosas se mantuvieran así, diríamos que las ciclorrutas no son tan necesarias (en el mundo ideal no lo son). Pero como sabemos que en algún momento la máquina humana se reactivará a todo vapor –y a todo pavor- y el dilema entre economía o cuidado del medio ambiente no es tan claro para muchos como el que se ha planteado actualmente entre economía o salud, nuestras calles se llenarán nuevamente de autos, el aire no será tan bueno para respirar y los animales que se pavoneaban dichosos por los vestigios humanos volverán a esconderse.
Todo lo anterior hace de éste el momento preciso para actuar contundentemente a favor del uso de la bicicleta en la ciudad, desde el gobierno y desde la ciudadanía, declarándola como elemento fundamental para superar la crisis actual y las venideras. Es la oportunidad para implantar el virus de la bicicleta entre la población, para amar con más coherencia y activismo este maravilloso medio de locomoción. Ahora que el Ministerio de Transporte ha autorizado la continuidad en la construcción de obras públicas relacionadas con la movilidad, es el momento adecuado para terminar de construir las ciclorrutas de Bucaramanga.
Si hay algo bueno que nos ha traído la covid-19, es reconocer qué es esencial y qué no. Si no aprendemos de esto, si no reconocemos en esto una valiosa oportunidad para replantear el rumbo y hacer ciudades verdaderamente sostenibles y al alcance de todos, habremos de lamentarnos. Y que dios y la virgen de Chiquinquirá se apiaden de nosotros.
*Director de la Corporación Ciclaramanga