Medias rotas

Unas medias rotas se deslizaban hasta mis tobillos, y una mano firme me sujetaba por la cintura sin ocultar su mirada de satisfacción. Seguía la camisa... Y sus "limpias" manos acababan devorando mi sostén. Yo, como siempre, me dignaba a seguirle el juego, su juego. A mis 30 años no suponía lo difícil que sería crecer en un mundo empresarial sujetado por hombres, o eso se solían llamar muchos de ellos.


Me llamo Ana, y soy víctima del machismo en el mundo laboral. Y esta es mi historia.


Desde que entré por la puerta de su despacho supe que nada bueno me iba a esperar. Él me miró, primero a los ojos, y su mirada se fue deslizando hasta mis pechos. El hombre de 50 años era el principal jefe de la empresa. Y viendo mi situación económica no me podía permitir el lujo de abandonar ese trabajo. Él fue claro, me quedaba allí a cambio de complacer sus deseos. Sucumbí a su propuesta.


Empezó a besarme, a manosearme, y cuando intentaba alejarme me recordaba el acuerdo. La visión que tenía aquel hombre de las mujeres llegaba, podría decir, al límite de la locura. Para este personaje las mujeres solo éramos basura, una cruel diversidad de animales que debían estar a merced de ellos, los hombres. No sólo era él, otros muchos me miraban en cuanto entraba por la puerta, y yo lo sentía, sus miradas de deseo y sus comentarios: “sólo viene a distraernos", "mujer tenía que ser"…


No podía aguantar más humillaciones, me negué, delante de él y me pegó. Empezó a gritarme: "¡Furcia! Eres como todas, quedas despedida."


Ya está, estaba fuera. Había sido humillada y mi sufrimiento no había valido para nada. Empecé buscando un trabajo y por suerte una empresaria de prestigio vio mi situación, y enseguida me mandó un contacto donde necesitaban personas capacitadas para ayudar en una empresa. No discriminaban a nadie. Trabajaban mujeres. Era un sueño y un mayor salario.


Una semana después de haber mandado mi currículum vítae me enviaron un e-mail para contratarme. Estaba aliviada, me sentía por fin viva.

Había conseguido un empleo con unas condiciones dignas, uno donde yo no iba a estar por debajo de alguien por ser una mujer, uno donde iba a poder vestirme como quisiera sin tener que ser denigrante, y sobre todo uno donde se iba a respetar mi trabajo.


Autora: Marta Feo Galán