Calambres

Calambres

Siente el dolor de los pies acalambrados, el esposo los masajea como un beso de buenas noches y la deja descansar. Familia que tiene, que la ayuda a terminar su tiempo de trabajo. La juventud se ha ido, el sueldo el mismo sueldo parece nada y las propinas no son suficiente estímulo a su edad. La jornada laboral si, doce horas de pie, hacen que las piernas se engrosen al final de la tarde, a pesar de la dolencia se mantiene sonriente, solícita, complaciente con el público foráneo. Al despertar en las mañanas le satisface preparar el desayuno, adora esas pequeñas reuniones con su gente. Todos tienen algo que decir y que hacer informan, planifican y recomiendan el resto del día. Es afortunada con la conciliación de su vida. De camino al trabajo la estremece pensar en sus compañeras de labor con otra realidad diferente, madres solteras, esposos no tan comprensibles, familias disfuncionales y encima, este jefe nuevo, joven y estricto. Ha llegado temprano, como siempre, para aclimatarse y hacerse a la idea más difícil cada día. Lista para atender a su primer cliente, esboza una sonrisa y espera valerosa que aparezcan los calambres del día.

Autor: Lázara Inocencia Martínez Ferrer