Eras

Eras

Recordaba los años de su infancia como el espacio donde el tiempo parecía más largo, donde al final de su día, en la cama, aún faltaba mucho para que otro día empezara oficialmente; y en las mañanas, al despertar, era aun posible distinguir segundos de minutos y de horas, y todo parecía extenderse según su ánimo. Épocas lejanas que eran ahora un borroso oasis que visitaba afanada al sonar la alarma matutina en su adultez.

Ahora el tiempo pasaba veloz, rendía muy poco, siempre sentía que le quedaba algo por hacer, algo por decir, algo por sentir y se encontraba a lo largo del día creando espacios para permitir que todo eso pasara y no acumular nada, y mucho menos, que la alcanzara la noche con el nudo en la garganta de cosas no dichas, los hombros tensos de cosas no hechas y el espíritu apagado de cosas no sentidas. Era difícil vivir como una mujer fuerte, trabajadora, dueña de si misma, capitana de su futuro, pero era la lucha que mas emoción le brindaba; ese balanceo permanente de sus cosas más allá del hogar, de su yo profesional y laborioso que constantemente se colaba hasta su casa y se manifestaba en su manera de llevar su espacio individual. Aunque, en aras de la justicia, de la honestidad ante todo personal, también encontraba accesos hogareños en su esfera más técnica.

Con una sonrisa cansada apagó la alarma y se levantó, alistándose para un nuevo día, un beso en la frente de cada hijo sentado a la mesa del desayuno y un abrazo al esposo que era también compañero, encargado ese día de llenar las barrigas de su pequeña sociedad compartida. Luego de unos huevos, un pan tostado y café se bañaría y saldría a enfrentar el mundo de afuera, tenía nuevos proyectos que presentar, viejas ideas que revisar; dejaría a los niños en el paradero del bus escolar y caminaría a la oficina para hacer caso al doctor y sus recomendaciones. La sonrisa en su rostro se amplió, súbitamente haciendo consciencia del escenario frente a ella y el prospecto de su día. En ese momento le pareció que el tiempo de nuevo andaba más despacio, que era un instante largo de satisfacción. También había algo de magia particular en una buena adultez.

Autora: Nadia Uribe Román