Como la vida misma


La habitación completamente a oscuras. Suena el despertador con el sonido de la canción favorita. Extiende la mano con rapidez para apagarlo y que nadie más se percate. Unas zapatillas de andar por casa acogen sus pies. Ella se despereza, estira los brazos al techo sentada al borde de la cama. Toma el camino del baño. Se contempla en el espejo antes de mojarse la cara. Poco a poco va espabilándose. Mientras orina, se recoge el pelo de la mejor manera posible, abstraída. Sale hacia la cocina despacio, sin prisa, consumiendo costumbres diarias como poner el mantel, degustar el zumo, calentar la leche, echar el nescafé y la sacarina, mojar las madalenas. Desayunar, en definitiva.

Llama a los niños, esos dos ‘pequeños monstruos’ remolones a los que cuesta un mundo sacar de la cama. Les pone el desayuno. Y les dirige la misma cantinela: “Vamos, es la hora. Que luego se hace tarde”. Oye levantarse al marido. “Hola cariño, ¿qué tal has dormido?”, acompañados de un par de castos besos.

Vuelve al dormitorio, procede al aseo personal. Los dientes, el peinado con coleta, un ligero maquillaje, perfume en el cuello, un toque de carmín en los labios, etc. Fuera el pijama y a vestirse. Hoy blusa, falda y tacones de aguja. Dispuesta. Son las siete y media. Bolso en mano, reparte las últimas instrucciones. “Os he dejado albóndigas en la nevera y tenéis macarrones y sopa de ayer. Por si llego tarde, que os haga papá unas tortillas de cena. Ah, y no os compréis bollos al salir del colegio. Y haced los deberes. Y nada de tele hasta acabarlos. Y bla, bla, bla… Adiós”.

Camina ligera hacia el autobús de menos cuarto. La familia pasa a un segundo plano. Ojalá pudiera. Repasa mentalmente las tareas de la oficina. Le aguarda un largo día con toda probabilidad. Toca empezar el inventario. Cuando no es una cosa es otra. “Se me olvidó decirle a Juan lo del lavavajillas. Tendré que llamarle. Y el sábado es el cumpleaños de papá”. Ni idea de qué regalarle. Imposible evadirse. “Necesito unas vacaciones”, refunfuña.

Llega a las puertas de la oficina. Suspira profundo. Entra.

La vida es así.