Esperanzada

Voy a cumplir medio centenar de años, y no recuerdo haber pasado un día en mi vida, que no haya pensado que soy un montón de músculos y de carne puestos aquí un amanecer, fruto de un polvo, no valgo para nada, si acaso para que descarguen sobre mí los deseos reprimidos de un hombre que no me ama, que solo se emociona con el fútbol.

Estoy cansada y no puedo más, no soporto ese viento que levanta el polvillo que entra en mis ojos, que me hace llorar.

Me detengo, lo hago ante el drogadicto que se acerca a mí, con los ojos saltones, pienso que me va a robar el poco dinero que no le voy a dar, prefiero que saque su navaja y la clave en mi cuerpo, que se desangre, solo le voy a pedir que sea certero para que no me haga sufrir mucho, no quiero más dolor, ni más pesar, sólo un final rápido que me libere de esta soledad.

-No te voy a dar nada…-le digo- tengo dinero pero no te lo voy a dar.

-No lo quiero señora, se parece tanto a mi madre, murió de pena por mi y solo quiero que me dé un beso y desearle una Feliz Navidad, como me gustaría hacer con ella y pedirle que se cuide para que el próximo año pueda hacer lo mismo.

Autor: Francisco Bautista Gutiérrez