Dibujando mi profesión


Apenas tenía cinco años, cuando mi hermano marcó mi futuro laboral. Algunos pensarán que son los padres y otros, que es el destino quien decide. Mi hermano mayor nació con talento para el dibujo, de cuyas manos brotaban soldados romanos bien armados con músculos perfectos y los míos, no llegaban a los huesos (en mi defensa la osteoporosis no existe solo en la vida real). Mis padres, ahogados de orgullo, divulgaron la noticia de un hijo artista.

Por detrás me encontraba yo, junto con la envidia que jugaba entre nosotros. ¿Qué yo no era artista? Miraba con ojos recelosos e imitaba con sonidos incomprensibles los halagos de mis padres. Pero lejos de su presencia, dedicaba mi tiempo a convertirme en artista durante siete horas diarias. A la semana, mis rostros ya tenían nariz y al mes, mis osteoporóticos habían superado la enfermedad. ¡Imaginaos al año! Después os dejo unos años de lagunas que solamente significaron esfuerzo, gracias a la envidia quien tocaba la puerta siempre que me sentía única y dichosa hasta la edad de 14 años, que pude gritar, soldaditos romanos, “veni vidi vinci”. Ese año gané a mi hermano.

Me convertí en la futura artista. Me gustaba ese estigma, en vez de “gafotas”, “rarita” o lo que utilicen los niños hoy en día. Realicé mis estudios en Artes y una carrera en Diseño. Mi futuro parecía estar orientado a ello, para colmo lo detestaba y dejé de dibujar.

La vida da vueltas hasta que te mareas, pierdes el rumbo y descubres una nueva profesión. Ahora soy enfermera, enamorada de las palabras de mi madre, también enfermera, sobre su profesión. El interés que suscita mi cambio de profesión no es un “qué vocacional, qué bonita profesión” sino interrogantes como “¿Por qué ese cambio tan brusco? No tiene nada que ver”. Si también lo dudáis, preguntaros el por qué. Se nos enseña que somos libres de elegir, de equivocarnos y sin embargo, lo normal es estar programado simplemente por una rabieta celotípica infantil. He aportado arte a mis cuidados y... ¡Nunca había dibujado tan bien la anatomía! Mi profesión me ha dado cariño y realización personal, cuyas huellas se graban en mis manos dejando el recuerdo de felicidad que desplaza al sufrimiento. Por último, ya no empleo mis siete horas de esfuerzo por dejar de ser la sombra de mi hermano, sino por no ser la sombra del médico.



Autora : Sara Ibáñez Santana