La síntesis de saberes, objetivo del universitario y de la Universidad

A. Sánchez Cabaco (coord.), Congreso Mundial de Universidades Católicas: comunicaciones. Universidad Católica de Ávila, Ávila, 2011

La síntesis de saberes, objetivo del universitario y de la Universidad

versión abreviada

Juan Pablo Serra

Departamento de Formación Humanística

Universidad Francisco de Vitoria

j.serra.prof@ufv.es

Resumen. La Universidad es una institución nacida del afán humano por buscar el saber y de una convicción arraigada en el Occidente cristiano, a saber, que el cultivo de sí es un bien que pasa necesariamente por la formación intelectual, volitiva y afectiva. En el siglo XIII, maestros y discípulos se reunían para aprender los saberes y, con ello, formaban un gusto por el conocimiento riguroso de la realidad que luego había de servir a la sociedad. Ahora bien, el espectacular desarrollo de las ciencias y la especialización de las mismas —junto con sus indudables beneficios— conlleva un reto de indudable vigencia para el siglo XXI. La Universidad, hoy, no sólo tiene como misión buscar y enseñar el saber sino, también, reconocer las limitaciones de cada ciencia particular para entender la realidad y, a partir de ahí, proponer síntesis vigorosas entre los distintos saberes y disciplinas. Sólo así podrá ofrecer una formación amplia que permitirá al universitario entender la multitud de datos de las distintas disciplinas y, con ello, tener una visión global del mundo y del ser humano.

Palabras clave: sabiduría, especialización, Universidad, síntesis, maestros.

¿Por qué se dice y se repite que es misión de la Universidad el lograr síntesis generales y comprensivas de las ciencias humanas y naturales? El discurso sobre la naturaleza y propósito de la Universidad es casi tan antiguo como la institución y está tan cargado de historia como de lugares comunes. ¿A quién no le suenan términos hoy tan extendidos como “excelencia académica”, “formación integral”, “espíritu crítico”, “servicio a la sociedad”, “capacitación profesional”, “búsqueda de la verdad”, “síntesis de saberes”, “unidad del conocimiento” o “integración de los saberes”? Cuando se afirma que llevar a cabo síntesis de saberes es misión de la Universidad, ¿qué quiere decirse exactamente con esto? ¿Por qué el sintetizar saberes es tarea específica de la Universidad en mayor medida que la búsqueda de la verdad, la capacitación profesional, la investigación científica, la excelencia académica o la formación en habilidades, competencias y destrezas?

Este trabajo pretende aclarar de un modo sistemático por qué es un pilar de la educación universitaria el lograr realizar síntesis de saberes. Para ello, tras indagar en el sentido de la pregunta y las dificultades para llegar a una respuesta diáfana, se pasará a situar este objetivo educativo en la Universidad, la actualidad de su pretensión y el modo humano y encarnado de lograrlo.

1. La síntesis de saberes como tarea humana

Sintetizar es propio del hombre, un ser peculiar que vive en el mundo y entre personas pero que no sabe a ciencia cierta ni tiene prefijado qué hacer para sobrevivir, ni cómo vivir bien entre sus iguales. Gracias a nuestras facultades cognoscitivas, sensitivas y afectivo-volitivas, los seres humanos aprendemos y ganamos experiencia de la realidad, y poco a poco vamos uniendo lo ya sabido o lo ya vivido con nueva información científica, experiencia empírica e intelectual, observación sensible, vivencias de todo tipo…

Continuamente “fecundamos” lo sabido con lo nuevo, asimilamos la información recibida con las ideas que ya teníamos, integramos nuestras vivencias en una historia o relato personal e interpersonal más amplio y relacionamos el conocimiento aprendido con la experiencia vivida. Lo que sintetizamos, en definitiva, es experiencia y razón, pues

una experiencia que se constituya sin la intervención del pensamiento reduciría la vivencia a vitalismo, a reacción mecánica, a emoción anómica. Por otra parte, el pensamiento no puede formularse sin una constante referencia a la experiencia ya constituida, que posee una complejidad de elementos sensoriales e imaginativos, afectivos y emotivos, lingüísticos y culturales que la razón no tiene, pero que necesita, para ejercitarse como tal (Botturi 2002: 47).

No obstante, el uso de la palabra “síntesis” no está exento de problemas pues, en otro sentido, también los animales y las plantas sintetizan. De hecho, el diccionario da hasta cinco acepciones de “síntesis”, pero todas inciden en que “síntesis” es la composición de un todo por la reunión de sus partes (tanto en el orden material como en el del pensamiento). Con todo, esta definición nominal no aclara mucho. Al fin y al cabo, en el ámbito del saber, ¿cuál es el “todo” que se “compone” por reunión de qué “partes”? Y, nuevamente, si de algún modo pudiera componerse ese todo, ¿por qué habría de encargarse de ello la Universidad?

2. La búsqueda del saber unitario en el origen de la Universidad

En principio, a nadie debería extrañar que la síntesis de saberes sea uno de los cometidos fundamentales de la educación universitaria. Principalmente, porque si por algo existe y sigue existiendo la Universidad es porque responde al deseo y gusto natural por el saber que ya Aristóteles detectó como una de las notas esenciales del ser humano (Metafísica, 980 a 20). Si acudimos al currículo medieval del universitario, de hecho, observaremos que la formación técnica —siendo importante, pues no en vano la carrera más estudiada era Derecho, que permitía desarrollar una profesión— era muy poco significativa en comparación con la adquisición de la sabiduría acumulada hasta el momento a través de la lectura de los autores más relevantes.

Ahora bien, el deseo de saber es como el deseo de aprender: infinito. No se llena con respuestas parciales, soluciones aparentes u opiniones dominantes, porque el anhelo de saber es de saber verdadero. Pero hoy en día nos vemos frente a dos hechos tan indiscutibles como paradójicos: por un lado, la vastísima amplitud del saber humano y, por otro, la imposibilidad práctica de encontrar un saber unitario sobre los distintos acontecimientos del mundo humano. ¿Invalida este hecho el sentido de la Universidad?

A pesar de este diagnóstico, conviene recordar que —por su carácter incompleto, dependiente e inacabado— el ser humano es y seguirá siendo un buscador: del bien, de la belleza, del amor, de la justicia y de la verdad. La confusión, desorientación y descontento del hombre actual se supera reconociendo que el saber es más que conocimiento científico especializado y adquisición de competencias. El saber al que todos aspiramos incluye saber sobre uno mismo (cómo orientar mi conducta, cuál es el sentido de mi vida), sobre los demás (cómo han de ser las relaciones entre las personas) y sobre todas y cada una de las cosas (qué son, qué valor tienen para el hombre, por qué son como son, qué se puede hacer con ellas, a qué se debe que cambien) (Ponz Piedrafita 1996: 90-91). Sólo desde este saber unitario y comprehensivo, desde una interpretación integral del ser humano y el universo capaz de dirigir la existencia —cuya enseñanza constituía para Ortega la misión perenne de la Universidad (1983 [1930]: 35-38)— pueden encontrar razonable acomodo el resto de ciencias particulares en la vida del universitario.

3. La necesidad de visiones comprehensivas en nuestros días

Puede que el origen, sentido y aspiración última de la Universidad sea lograr articular una comprensión global del mundo y del sentido de mi vida en él. Pero también es cierto que hoy cuesta ver la relación de unas ciencias con otras y con los problemas del estudiante y su mundo. Además, aunque la encontráramos, ¿quién podría saber todo de todo? Más aún, como ha señalado Innerarity, en nuestra cultura actual “el saber más valioso es saber qué es lo que no se necesita saber”. Es decir, tenemos tal cantidad de información y el conocimiento crece a tal velocidad que, sólo en relación a la cantidad de saber disponible, cada vez somos menos sabios. Y es que “la especialización y fragmentación del conocimiento han producido un incremento de información que va acompañado de un avance muy modesto de nuestra comprensión del mundo” (Innerarity 2011: 85). Hoy resulta urgente la elaboración de síntesis, visiones generales, núcleos de cada asunto. ¿Por qué? Porque sin visión global no hay comprensión ni verdadera conciencia del valor del conocimiento. De hecho, como ha recordado Pierre Bayard, las personas cultivadas hoy saben que la cultura es sobre todo una cuestión de orientación y que “ser culto no consiste en hacer leído tal o cual libro, sino en saber orientarse en su conjunto, esto es, saber que forman un conjunto y estar en disposición de situar cada elemento en relación con el resto” (2008: 28).

Tomar ejemplos reales de los ámbitos político, económico y artístico bastarían para probar la urgente necesidad actual de forjar visiones de conjunto. Y es que la síntesis de saberes tiene que ver con juzgar y comprender para poder decidir. La educación en la Universidad aporta una capacidad de integrar conocimientos imprescindible en las labores de gestión, gobierno y dirección. Por eso es que Ortega insistía en que, además de buenos profesionales, la Universidad debe formar grupos rectores y gente que sepa mandar, que sepa influir positivamente en una sociedad masificada (1983 [1930]: 37-38).

Para lograr este tipo humano íntegro y responsable, capaz de alcanzar una concepción global sobre el valor de las cosas capaz de dirigir su propia vida e influir para bien en los demás, la metodología universitaria tradicionalmente ha recurrido a la discusión en clase, a la seriedad investigación de sus profesores y al cuestionamiento de los límites de cada ciencia particular en distintos foros de debate. Sin menosprecio de todo ello, sí convendría recordar que la unidad del conocimiento no es algo que la Universidad pueda conseguir y transmitir si antes no se logra en el individuo (Morón Arroyo 2007) y, más concretamente, en la cabeza y el corazón del profesor, que se convierte en “maestro” justamente cuando posee un auténtico talento integrador de lo científico, lo vital y lo técnico (Ortega 1983 [1930]: 72).

4. Conclusión

La visión unitaria del saber no nace de una teoría unificada de las ciencias sino, más bien, de la hibridación o compenetración de saber y vida que se da en una educación adecuada dentro del marco de una relación maestro-discipulo. Ciertamente, para que sea teóricamente posible, la síntesis de saberes conlleva una serie de presupuestos metafísicos (la unidad y orden de lo real), antropológicos (la unidad de la persona) y epistemológicos (la capacidad de aprehensión progresiva e histórica del pensamiento) de los que me he ocupado en otro sitio (Serra 2011).

Sin embargo, y a modo de conclusión, es imprescindible remarcar que sólo un profesor con cierta personalidad y rico en sabiduría de la vida puede ayudar en la maduración personal de los alumnos y suscitar en ellos el deseo de lograr vigorosas síntesis de saberes en lo profesional, en lo científico y en lo personal.

Referencias bibliográficas

Aristóteles, Metafísica, Gredos, Madrid, 2004.

Bayard, Pierre (2008). Cómo hablar de los libros que no se han leído. Barcelona: Anagrama.

Botturi, Francesco (2002). Escisión de la experiencia e identidad antropológica. En Borobia, J. J. et al (eds.), Idea cristiana del hombre: actas del III simposio internacional fe cristiana y cultura contemporánea (39-61). Pamplona: Eunsa.

Innerarity, Daniel (2011, febrero). Complejidad, formación, creatividad. Cuadernos de pedagogía, 409, 84-85.

Ortega y Gasset, José (1983 [1930]). Misión de la Universidad y otros ensayos sobre educación y pedagogía. Madrid: Alianza.

Ponz Piedrafita, Francisco (1996). Espíritu universitario. En García Hoz, V. (coord.), La educación personalizada en la Universidad (81-130). Madrid: Rialp.

Serra, Juan Pablo (2011). ¿Qué síntesis? ¿De qué saberes? Ratzinger-Benedicto XVI: The Idea of a University (en prensa). Madrid: Universidad Francisco de Vitoria.