ANDREA RODES Barcelona 21/05/2011 08:00 Diario Púbico
Charles Powell (Madrid, 1960) empezó a interesarse por la Transición española por casualidad. "Llegué a la Universidad de Oxford con la idea de escribir una tesis sobre Jovellanos y la política del siglo XVIII. Pero corría el año 1978 y algunos de los acontecimientos políticos del momento, como la redacción de la nueva Constitución, me motivaron a cambiar", reconoce el historiador, de padre inglés y madre española, y subdirector de Análisis e Investigación en el Real Instituto Elcano.
Powell ha dedicado la mayor parte de su carrera académica a estudiar la historia contemporánea y la política exterior de nuestro país. Pero no ha sido hasta en su último libro, El amigo americano. España y Estados Unidos: de la dictadura a la democracia (Galaxia Gutenberg, 2011), que el investigador ha logrado culminar uno de sus objetivos pendientes: revisar hasta qué punto apoyó Washington al régimen franquista y qué papel jugó "el amigo americano" durante la Transición.
Su conclusión, después de diez años recopilando documentos diplomáticos descalificados, cartas, telegramas y conversaciones telefónicas entre España y Estados Unidos, es que la Casa Blanca tuvo "serias dificultades" para resolver el dilema que le presentaba favorecer una salida democrática a la dictadura franquista, sin poner en peligro el acceso a las bases militares de las que disponía en nuestro país desde 1953.
La investigación le llevó a viajar continuamente a EEUU a medida que se iban descalificando los archivos en el Departamento de Estado norteamericano y en las bibliotecas presidenciales de Nixon, Ford, Carter y Reagan, los cuatro mandatos que coinciden con el periodo de su investigación, 1969-1989. Los documentos suelen descalificarse al cabo de 30 años, a no ser que un individuo exija consultarlos antes. "En EEUU, el conocimiento de la historia se considera un derecho del ciudadano", explicó esta semana Powell durante la presentación de su libro en Barcelona.
Detrás de su actitud seria y comedida de profesor de Oxford, Powell se emociona al recordar sus viajes a las bibliotecas presidenciales de EEUU, "unos centros de investigación fascinantes, en los que tenía libertad para acceder a todo tipo de documentos y fotografías, y encima, ¡financiados con fondos privados!". "En España no existe la misma cultura abierta y transparente hacia la investigación histórica que en EEUU o el Reino Unido", se lamenta Powell. Y prefiere desvelar las dificultades con las que se topó para investigar en el Archivo de Asuntos Exteriores en Madrid. "Supongo que en España la actitud cerrada hacia la historia ha tenido mucho que ver con los cuarenta años de dictadura franquista, y a que muchos documentos fueron destruidos. No obstante, la presión ciudadana está forzando a cambiar la situación", recalcó Powell.
"¿Cómo pudo ser que un país como EEUU, el máximo defensor de los derechos y las libertades políticas de sus ciudadanos, no adoptase un papel más influyente en la Transición democrática española?", se pregunta el historiador. El amigo americano es un intento de documentar esta "paradoja" en la política de exteriores estadounidense. Según Powell, Washington "no supo gestionar bien" el deseo de democratizar España y el miedo a perder las bases militares en plena Guerra Fría y con la presencia de la Marina soviética en el Mediterráneo.
El autor centra una parte del libro en analizar detalladamente la negociación de los sucesivos acuerdos bilaterales entre Madrid y Washington y a partir de aquí concluye que la Administración estadounidense "no hizo todo lo que pudo" para acelerar la Transición. Los últimos años del régimen franquista coinciden con el reforzamiento electoral de los comunistas italianos y franceses y la Revolución de los claveles portuguesa de 1974.
No obstante, los americanos sabían que "sólo una España democrática podía ser aceptada en la OTAN y la Comunidad Europea. La transición democrática era una condición necesaria para mantener a España en el bloque occidental", observa Powell. A pesar de que las sucesivas administraciones norteamericanas "hicieron poco por debilitar a Franco", el autor defiende que "desde 1969 ya habían apostado por el entonces príncipe don Juan Carlos como líder del cambio político".
Una de las figuras que centran la investigación de Powell es la del secretario de Estado Henry Kissinger: un político "excesivamente ideologizado", cuyo miedo al comunismo le llevó a excluir a los eurocomunistas y a infravalorar el peso de los socialdemócratas a la hora de preparar una oposición democrática. La figura deKissinger y el impacto de la revolución portuguesa en la política de exterioresnorteamericana hacia España serán los dos temas principales de investigación de Powell en los próximos años.
El amigo americano es una obra de rigor histórico "por eso está llena de notas a pie de página", sonríe Powell, que al
margen de sacar a la luz documentación diplomática norteamericana recientemente desclasificada, comunicaciones e informes del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad Nacional, tiene como novedad el análisis del autor sobre la Marcha Verde de Marruecos en el Sáhara, en 1975. Powell asegura que no ha encontrado evidencias de que EEUU tuviese una participación activa en la anexión del Sáhara occidental (administrada hasta entonces por España) por parte de Rabat. "Kissinger creía que España no pintaba nada en África y que un Sáhara independiente corría el peligro de convertirse en un satélite de la Argelia comunista". Por otra parte, un conflicto con Marruecos hubiese desestabilizado la transición a la democracia en España.
Ahora, en cambio, "EEUU quiere que España juegue un papel importante a la hora de democratizar Túnez y acelerar las reformas en Marruecos, dado que Francia está desprestigiada y a otros países europeos no les interesa", explicó a Público el historiador. "Esta podría ser una buena oportunidad para volver a fortalecer las relaciones entre Washington y Madrid", concluye.
Constitució de 1978
Tras ser largamente debatida en las Cortes, la Constitución fue aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978. Votó un 67 por 100 del censo; los votos favorables representaron el 88 por 100, y los negativos, sólo el 8 por 100 (pero en el País Vasco la abstención del PNV hizo que sólo votara el 53,5 por 100 del electorado vasco). La nueva Constitución -169 artículos: larga, compleja, reiterativa— definía a España como un «Estado social y democrático de Derecho», cuya forma política era la Monarquía parlamentaria. Reconocía y garantizaba el derecho a la autonomía de «nacionalidades» y regiones. Daba rango constitucional a sindicatos y partidos. Reconocía y garantizaba todas las libertades democráticas, abolía la pena de muerte, fijaba la mayoría de edad en los dieciocho años. No reconocía religión estatal, pero declaraba que el Estado habría de tener en cuenta la religiosidad de los españoles y el significado de la Iglesia católica en España. Abría la puerta al divorcio; proclamaba la libertad de enseñanza; reconocía la libertad de empresa y la economía de mercado.
La Constitución limitaba el papel del Rey al de poder moderador del sistema (aunque le atribuía, además de la jefatura del Estado, la jefatura de las Fuerzas Armadas). Establecía un sistema parlamentario bicameral con un Congreso de los Diputados elegido por sufragio universal y voto proporcional (su número se fijó en 350), y un Senado, Cámara de representación territorial con cuatro senadores por provincia elegidos también por sufragio universal. Finalmente, la Constitución regulaba de forma restrictiva los mecanismos de confianza y censura al gobierno, a fin de favorecer la estabilidad de los gobiernos. Con su aprobación, tras la celebración, como parecía preceptivo, de nuevas elecciones —que se celebraron en marzo de 1979 y que volvió a ganar Suárez—, la transición de la dictadura a la democracia se había completado, sólo tres años después de la muerte de Franco.
Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox. España:1808-1996. El desafío dela modernidad. Ed. Espasa Calpe, Madrid, 2ª ed. 1996. ISBN: 84-239-9731-6. 466 pgs. Pg. 380.
JuanCarlos de Borbón
Josep Pla va aconsellar en una ocasió a Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias (Roma, 1938) que cada dia prengués cafè amb els militars si volia durar com a rei d'Espanya. «Avui tots som monàrquics», va assegurar Santiago Carrillo el 24 de febrer del 1981, l'endema del cop d'estat militar al Congrés dels Diputats de Madrid. El llavors secretari general del Partido Comunista de España estava convençut que el monarca havia reaccionat en aquell episodi defensant amb fermesa la democràcia. Oblidant-se de les seves conviccions republicanes, va brindar al sol a la salut del rei, al qual cinc anys abans havia pronosticat que passaria a la història amb el nom d'el Breu, perquè llavors creia que el monarca estava massa lligat al franquisme i que duraria molt poc en l'exercici de les seves funcions.
Der Spiegel acaba de publicar que Lothar Lahn, ambaixador alemany a Espanya en el moment del cop d'estat militar, va notar en el monarca comprensió i simpatia pels colpistes. Segons aquest setmanari, Lahn va constatar, en les converses privades que hi va mantenir, que el rei considerava que els colpistes s'havien mobilitzat amb la millor de les intencions per reinstaurar la disciplina, l'ordre, la seguretat i la tranquil·litat que trobaven a faltar.
El consell de Pla devia fer efecte. Mai no ens deurem poder fer una idea prou exacta dels cafès que el monarca ha arribat a prendre amb els militars. Espanya se sent una, gran, lliure i, blindant el rei i la seva família, monàrquica fins al moll de 1'os.
Fa anys i panys que Iñaki Anasagasti, senador i dirigent històric del PNB, denuncia la falta de transparència sobre els diners públics dels quals es beneficia la família reial. Anasagasti, que ja va alertar tres anys enrere dels negocis sospitosos d'Iñaki Urdangarin, ha deixat molt clar, en unes declaracions a Vilaweb, com veu el rei Juan Carlos: «És un dels homes més rics d'Europa, amb una fortuna estimada de 1.900 milions d'euros. Fas números i t'adones que no quadren! Només quadren si comptem les comissions que pot haver cobrat per les gestions que pot haver fet amb els xeics àrabs, o perquè la Fórmula 1 vagi a un lloc o un altre, etc. Si tots aquests anys el PSOE hagués tingut una ànima ètica, la monarquia hauria durat quatre minuts.»
Un nom, un món. Xevi Planas. Article Revista Presència, 2086, 17-23/02/2012.