Al final del Ochocientos, en suma, es cuando cobran especial relevancia los cinco rasgos del proceso de industrialización en España que Vicens enunciara en el que, escrito en 1960, fue su último trabajo. Son los siguientes: a) fuerte regionalización de los grupos industriales; b) dependencia de la expansión de tales grupos -a excepción de la industria textil- de las iniciativas o de las inversiones extranjeras, por lo menos en sus etapas iniciales; e) eliminación de la competencia extranjera gracias al principio de mercado reservado y a la aplicación de altas tarifas aduaneras; d) dependencia del extranjero por lo que se refiere a materias primas, utillaje e innovaciones técnicas, y e) sumisión de la industria a las fluctuaciones de la actividad agraria del país, principal fuente aún -y durante décadas enteras más- de su riqueza.Cinco rasgos que, mas que expresar el «fracaso» de la Revolución industrial en España -como apuntara Nadal tomando como referencia el calendario y los logros del modelo inglés-, autorizan a hablar-así lo hizo tempranamente Vicens- de un «caso típico de industrialización en un área mediterránea». De una experiencia en la que los obstáculos que levanta la propia geografía se
doblan con los que interpone la estructura de la propiedad agraria y el atraso del campo, en general, estableciéndose una suerte de interacción negativa con el escaso y lento desarrollo fabril: la agricultura no crea un mercado próspero para los productos de la industria y tampoco ayuda a ésta aligerando los costes de los productos alimenticios a su vez, los mercados urbanos no ofrecen acicate suficiente para diversificar la producción de alimentos ni para activar el trasvase de trabajadores agrarios a la industria.
AADD. España y Europa. Ed. Crítica/Marcial Pons, Barcelona, 2008. 652 pp. Pp. 193-194.