Microondas (parte III, los metales)

En esta (por ahora) última entrega de Falacias dedicadas a los microondas, después de hablar de la comida y de los peligros de estar cerca, vamos a hablar acerca de otra muy común, y creo que fundamentalmente creada por los fabricantes: Es peligroso meter cualquier objeto metálico en el microondas. A veces la he oído en la versión “porque puede romper el aparato” y a veces como “porque puede explotar/dañarte de alguna manera”.

Como muchas mentiras, tiene un núcleo de verdad, pero aceptarla sin entenderla y sin más no tiene ningún sentido. Es como decir que beber líquidos es muy peligroso. Bien, depende de qué líquido y en qué circunstancias. Hay que saber cuándo y qué beber, pero no quedarse en la primera afirmación sin saber la razón.

En primer lugar – supongamos que, en efecto, cualquier cosa de metal en el interior del microondas puede provocar una catástrofe. Pero, vamos a ver, ¿de qué demonios están hechas las paredes del microondas? ¿No deberían romperse o explotar todos ellos? Además, en muchos de ellos el plato giratorio es de cristal, pero en otros (como en el mío, por cierto) es de metal. De modo que la afirmación, sin más, es claramente falaz.

La causa de que el metal sea “especial” dentro de un microondas se debe a dos razones, y ambas han sido mencionadas de una u otra manera en la anterior entrega de esta serie:

La primera peculiaridad de los metales es que reflejan muy bien las ondas electromagnéticas – por eso las paredes del microondas son de metal. De manera que, para el microondas, los metales actúan como “espejos”. ¿Qué sucede si, por ejemplo, metemos un alimento envuelto en papel de aluminio en el microondas? Que las microondas se reflejarán en el envoltorio y no calentarán la comida. De hecho, lo que sucede es muy parecido a lo que ocurriría si el microondas estuviera vacío.

¿Es esto perjudicial? Para ti, en absoluto. Para tu microondas es igual de malo que hacerlo funcionar vacío: al no haber nada que absorba las microondas, éstas vuelven al magnetrón (el aparato que las crea). Puedes ver dónde está en tu horno porque, si te fijas, la pared de dentro no es completamente de metal: hay una parte (suele ser rectangular, aunque a veces no se ve bien) que no está cubierta de metal, que es por donde entran las microondas en la caja. Si no hay nada que las absorba, vuelven a entrar por ese agujero en el magnetrón y pueden quemarlo poco a poco. Pero esto no es un peligro para ti – simplemente algo nada conveniente para la salud de tu horno.

La segunda peculiaridad de los metales, como mencionamos en la anterior entrega, es que los electrones de su superficie se mueven libremente por todo el metal, y utilizan la energía que reciben de las ondas (la que no reflejan directamente) para moverse. Si se hace incidir una onda electromagnética sobre un palo de metal, por ejemplo, los electrones del palo empezarán a moverse arriba y abajo por la superficie del palo al ritmo de la onda: eso es lo que es una antena.

Cuando la onda no es muy intensa, sólo unos pocos electrones se mueven, pero si es muy intensa lo hacen muchos: en el interior de un microondas, el movimiento de los electrones por los metales es masivo y muy rápido. ¿Qué consecuencias tiene esto? Que, si el metal es muy fino (es decir, tiene mucha resistencia) se calienta mucho - tanto que puede incluso quebrarse. Eso ocurre a veces con las decoraciones metálicas de los platos.

Pero seguro que esto te ha ocurrido: hay cuencos y tazas de cerámica que parecen calentarse más que lo que contienen cuando los metes en el microondas. La razón suele ser que la cerámica de la que están hechos contiene partículas metálicas (muy a menudo de aluminio) que, al actuar de “miniantenas” con electrones yendo y viniendo por ellas muy rápido (a un ritmo de 2.400 millones de veces por segundo, la frecuencia de las microondas) se calientan mucho y no dejan que esa energía entre en lo que contienen. ¿Peligro? Ninguno, aunque estás calentando la comida de forma poco eficaz.

Además, cuando estos electrones van arriba y abajo por el metal, si el objeto metálico tiene puntas, los electrones se acumulan en ellas (no voy a entrar en la razón ahora, pero un objeto metálico cargado acumula la mayor parte de la carga en las puntas – por eso los rayos caen en los objetos puntiagudos más a menudo). A veces se acumulan tantos que se produce una pequeña descarga de arco eléctrico por el aire hasta otro objeto cercano: una especie de “mini-rayo”, aire ionizado. Estas chispas son brillantes y ruidosas, y los fabricantes no quieren que ocurran porque ponen nerviosos a los usuarios (que llaman a los servicios de asistencia muy asustados), pero no son peligrosas…salvo en un caso.

Las chispas son eso, chispas: pueden prender fuego si hay algo inflamable en el microondas, como aceite, papel, o cosas parecidas. De modo que, efectivamente, esto no es parte de la falacia: si vas a meter algo metálico y puntiagudo en el microondas, cuídate de que no haya dentro nada que pueda prender fuego o puedes tener un gran problema. Pero éste es el único peligro real de que un objeto metálico dentro de un microondas pueda causarte un daño.

Si un objeto metálico no es muy fino, ni tiene puntas cercanas a otros objetos, y lo metemos en agua (de manera que no pueda calentarse sin pasar el calor al agua), entonces no ocurre absolutamente nada: ni se calienta más de lo normal, ni saltan chispas, ni se daña el magnetrón…nada en absoluto. Por ejemplo, hay gente que mete una cuchara metálica en la taza cuando se calienta el té en el microondas para que el agua no se sobrecaliente (es decir, para que no suba de 100 grados sin hervir), y no pasa nada malo.

Resumiendo – peligro, lo que se dice peligro, sólo existe si tenemos objetos metálicos puntiagudos y sustancias inflamables dentro del microondas a la vez y algo prende fuego. Todo el resto son inconvenientes y posible acortamiento de la vida del aparato, y sólo en circunstancias concretas.