Los antibióticos y los virus

Como sabéis los “habituales”, en Falacias tratamos de desmontar mitos e ideas falsas más o menos extendidas utilizando el razonamiento lógico cuando es posible. Por cierto, si no conoces esta serie y piensas que el nombre de “Falacias” es incorrecto porque esa palabra tiene un significado diferente en el DRAE, o bien crees que me las doy de iluminado y nadie cree estas cosas, te pido que leas la descripción de la serie antes de seguir.

Quiero hacer especial énfasis, antes de atacar la falsedad en cuestión, en lo de que “nadie cree estas cosas”. Sé que la mayor parte de los lectores regulares conocéis la verdad de la Falacia de hoy, de modo que quiero explicar por qué le dedico un artículo.

En primer lugar, es una de las dos preguntas en las que un mayor porcentaje de personas falló en el último informe sobre conocimiento científico de la población española elaborado por la FECYT, del que ya hemos hablado antes: incluso en el máximo nivel de estudios, alrededor de la mitad de las personas consultadas respondieron erróneamente. Ya hemos tratado de desmontar la “número uno”, la del Amazonas como el “pulmón del planeta”, y hoy toca la segunda. De modo que, querido y paciente lector, si desconocías la verdad este pequeño apunte puede ayudarte a solventarlo; y si la conocías ya, puede servirte de referencia cuando te encuentres con gente que utiliza los antibióticos con la facilidad que usa aspirinas.

Y ahí está la segunda razón de escribir este artículo: es una propuesta para decir algo (si no te importa ser Pepito Grillo, claro) cuando veas a la gente utilizando antibióticos como si nada en casos en los que lo único que van a conseguir es empeorar las cosas para todos. Me refiero, por supuesto, a la gente que compra antibióticos sin receta (y me indigna que las farmacias los vendan, aunque entiendo el problema), pero también a los que tienen antibióticos en casa porque no terminaron una caja cuando se los recetaron, y vuelven a utilizarlos cuando les parece que los síntomas son parecidos a aquella ocasión — la automedicación podría ser un artículo por sí misma. Este apunte es incluso un llamamiento para los médicos (sé que unos cuantos sois lectores habituales), pero a eso llegaremos al final del artículo.

En cualquier caso, la Falacia en cuestión tiene diversas formas: los antibióticos “ayudan a tus defensas”, los antibióticos pueden curar la gripe o el catarro, es mejor tomar antibiótico si tienes una enfermedad vírica porque “algo hará”, tomar un antibiótico “no va a hacer ningún daño”, es mejor tomarlo “por si acaso”, etc.

Mentira.

Como digo, el argumento tiene diversas versiones, todas ellas basadas en una idea completamente errónea sobre qué son los antibióticos y cómo funcionan, combinada con el sesgo de confirmación que hace que tendamos a interpretar nuestras experiencias de modo que confirmen nuestras expectativas (“Pues yo me encontraba mal y lo tomé, y a los tres días estaba bien”).

La forma más burda de la Falacia se basa en pensar simplemente que los antibióticos, de algún modo, refuerzan las defensas del organismo para que éste pueda luchar contra los agentes infecciosos. Claro, pensando así no importa mucho ni qué tipo de enfermedad estés combatiendo ni qué tipo de antibiótico tomes, siempre te ayudaría.

Otra versión algo más sutil –pero igualmente equivocada– es afirmar que los antibióticos matan microorganismos en general: tal vez cada uno funcione mejor contra un tipo específico de organismo, pero “algo hace”. Con que mate unos cuantos, ya te está ayudando a curarte y combatir la infección.

Ambos argumentos son totalmente erróneos porque parten, en un caso y en otro, de premisas completamente falsas, de modo que empecemos desde el principio: ¿qué es un antibiótico y cómo funciona? Como suelo decir, si eres microbiólogo o médico puedes cerrar los ojos o rechinar los dientes, no me importa — me propongo explicarlo para el común de los mortales, realizando simplificaciones atroces. Desde luego, puesto que yo no soy ni una cosa ni la otra, estoy a vuestra humilde disposición para corregir cualquier cosa que, más que simplificación, sea una incorrección espantosa.

Un antibiótico es básicamente un veneno que actúa contra un tipo específico de células vivas (casi siempre algún grupo de bacterias, y a ellas voy a referirme en el resto del artículo). Por ejemplo, puede evitar que la bacteria pueda dividirse (de modo que muere sin descendencia y no se puede extender); puede hacer que la célula no pueda crear una pared celular normal, de modo que se muera; puede evitar que la célula respire, coma, etc. O bien la mata, o bien la debilita, o bien evita que se reproduzca.

Existen tres claves en lo que acabo de decir:

Un antibiótico es básicamente un veneno. No “refuerza las defensas”: mata cosas. Evidentemente, si tu sistema inmune trata de combatir una infección por la bacteria X, y tomas un antibiótico que mata o debilita a la bacteria X, estás ayudando a tu sistema inmune, pero no porque, por ejemplo, tus glóbulos blancos se hagan más fuertes o más abundantes, sino porque su objetivo está siendo destruido o debilitado por una sustancia tóxica procedente del exterior.

Un antibiótico es un veneno específico. Si, como algunas personas parecen pensar, los antibióticos simplemente “matan células”, cuando tomases uno te morirías, porque mataría tus propias células. Ahí está parte de la dificultad en luchar contra las enfermedades infecciosas cuando están dentro del cuerpo: no puedes utilizar venenos sin más, porque te matan a ti también. De modo que un antibiótico concreto ataca a un tipo de célula concreta (o a un grupo que tengan alguna característica común), pero contra otras células, afortunadamente, no actúan como veneno. Existen antibióticos de amplio espectro que matan grupos más amplios de bacterias, pero no son los puedes comprar en la farmacia sin receta (¡al menos, eso espero!).

Un antibiótico actúa contra células. Como he dicho, suele referirse a bacterias (aunque en algunas definiciones que he encontrado se extiende a protozoos y hongos, pero eso es lo de menos para el propósito de este artículo). Sin embargo, un virus no es una célula. Un antibiótico no puede nunca, jamás, tener el más mínimo efecto contra un virus porque el modo en el que actúa es específico contra organismos celulares, y un virus no lo es.

Como puedes ver, los antibióticos son algo absolutamente fantástico, pero extraordinariamente específico en sus objetivos. Cuando tienes una enfermedadcausada por una bacteria identificada contra la que se ha desarrollado un antibiótico, es muy eficaz tomarlo. Puesto que hay un número enorme de enfermedades causadas por bacterias (desde el cólera hasta la sífilis), y hemos desarrollado antibióticos contra muchas de ellas, los antibióticos son una herramienta fundamental en medicina.

Penicilina. Crédito: Wikipedia/GPL.

Sin embargo, contra una enfermedad causada por un virus los antibióticos no pueden hacer absolutamente nada. Aunque los síntomas causados por unos y otras puedan ser similares, a nivel microscópico los virus y las bacterias no tienen nada que ver.

Como he dicho, un virus no es una célula: de hecho, los biólogos siguen sin ponerse de acuerdo sobre si los virus son seres vivos o no (al final, depende de lo que signifique “vivo”, que parece ser un concepto algo borroso). Dicho mal y pronto, un virus no es más que un manojo de material genético encerrado dentro de una cápsula de proteínas. Si observas un virus alejado de cualquier célula que pueda infectar, ni siquiera hace nada: no come, no se mueve, no respira. Como puedes comprender, un antibiótico cualquiera (como la penicilina) diseñado para matar células no va a hacer absolutamente nada contra el virus: no es posible “envenenar” a un virus de esa manera.

Múltiples virus bacteriófagos (pequeños, a la izquierda) unidos a la pared celular de una bacteria (mucho más grande, a la derecha).

Esto no quiere decir, por supuesto, que sea imposible luchar contra ellos: existen antivirales que actúan, una vez más, contra virus específicos. Pero un antiviral no es lo mismo que un antibiótico y, además, existen muchos menos antivirales que antibióticos, porque es mucho más difícil acabar con una infección vírica que contra una bacteriana por razones en las que no voy a entrar en este artículo.

El problema para saber qué hacer es, por supuesto, que hace falta saber si la enfermedad que sufres está causada por un virus o una bacteria, porque si no sabes de medicina, a partir de los síntomas es difícil que sepas si se trata de unos o de otras, y esto hace que mucha gente tome antibióticos “por si acaso”. El caso más común en el que la gente toma antibióticos sin sentido alguno es el del catarro y la gripe: pero tanto el catarro como la gripe están causados por virus, no por bacterias. No hay absolutamente nada que un antibiótico pueda hacer por ti si tienes catarro o gripe.

Es más: si tomas antibióticos para tratar de curarte, o acortar la duración, o lo que quiera que pretendas conseguir contra estas dos enfermedades, no sólo no consigues nada provechoso sino que te perjudicas a ti mismo y a los demás. En primer lugar, tomar antibióticos no es “gratis” para nuestro organismo: la mayor parte de ellos tienen efectos secundarios de algún tipo, con lo que probablemente estás dañando tu cuerpo de algún modo sin conseguir nada a cambio.

En particular, en nuestro cuerpo viven multitud de bacterias que sí queremos tener con nosotros, y dependiendo del antibiótico –y de la bacteria en cuestión– las puedes estar matando al ingerir antibióticos “por si acaso”. Algunas de estas bacterias tienen una relación de beneficio mutuo con nosotros –como muchas del intestino–, pero lo que es más importante: al matarlas con el antibiótico se rompe el equilibrio y otros organismos perjudiciales pueden prosperar. ¡Organismos que antes no podían hacerlo porque las bacterias que estás matando se lo impedían!

Esta es una de las razones por las que a veces, al tomar antibióticos, pueden producirse diarreas y otros problemas intestinales. No sólo eso: pueden proliferar hongos como Candida albicans en la vagina, y cosas parecidas nada agradables. Una vez más: ojito con tomar antibióticos porque sí.

Pero es que, además, las bacterias pueden desarrollar resistencia a los antibióticos: puesto que se reproducen muy rápido, es más probable que sobrevivan al antibiótico aquellas que hayan desarrollado alguna mutación que las haga menos susceptibles a ese antibiótico específico, con lo que al cabo del tiempo las demás mueran, pero ésas se reproduzcan y al final la población de la bacteria sea resistente al antibiótico. Existen poblaciones de bacterias resistentes a varios de los principales antibióticos y responsables de enfermedades muy graves, como la tuberculosis.

Mycobacterium Tuberculosis.

La resistencia a los antibióticos es un problema muy serio y muy real, causado en gran parte por el suministro de antibióticos sin ton ni son: en los EE.UU., por ejemplo, más de la mitad de los antibióticos consumidos se suministran a animales como pollos y vacas “por si acaso”, como parte de su alimentación diaria. No he visto estadísticas de otros países industrializados, pero me imagino que serán parecidas. Cada vez que tomas antibióticos sin más empeoras este problema. ¡Ojo! No estoy diciendo que no los tomes jamás — son una herramienta muy útil contra enfermedades específicas e identificadas por un médico.

En primer lugar, no tomes jamás antibióticos sin que te los recete tu médico: por mucho que creas que los síntomas son los mismos que “aquella otra vez”, por muy listo que te creas, por mucho que pienses que “algo harán”: consulta a tu médico. Si el antibiótico es la solución a la enfermedad de que se trate, una vez esté seguro de qué bacteria la causa te lo recetará. Si no lo hace es porque lo único que ibas a conseguir tomando antibióticos es dañarte a ti mismo con los efectos secundarios y poner en peligro a todo el mundo agravando el problema de la resistencia.

En segundo lugar, sigue el tratamiento prescrito. Aunque parezca contradictorio, también se da el caso de gente que empieza un tratamiento con un antibiótico que tiene una duración determinada. Sin embargo, al cabo de unos días de tomarlo, la persona se encuentra mejor y los síntomas de la enfermedad desaparecen… y la persona deja el tratamiento por su cuenta y riesgo. Igual que no debes tomar un medicamento de receta sin la opinión de tu médico, tampoco debes dejar de tomarlo sin consultar. Sí, soy repetitivo: consulta a tu médico.

Por cierto, en varios artículos además de en éste he puesto empeño en convencer a la gente de seguir, siempre, las indicaciones de su doctor. En este caso también quiero dar un dato que afecta a los médicos: varios informes (enlaces al final del artículo) han puesto de manifiesto que es relativamente común, por parte de algunos médicos, recetar antibióticos sin la seguridad suficiente de que es necesario. Parece que a veces es porque el paciente casi lo exige, mientras que otras es simplemente para que se quede tranquilo pensando que el médico ha hecho algo. Esto sucede más a menudo con infecciones de las vías respiratorias, y agrava el problema de la resistencia.

Es imposible eliminar el problema de la resistencia a los antibióticos, porque tenemos que tomarlos: pero sólo cuando vayan a proporcionarnos un beneficio que supere a los problemas que crean. No dejemos que la ignorancia, la desidia o la comodidad mal entendida controlen nuestras acciones.