El pelo y las uñas siguen creciendo después de la muerte

La Falacia de hoy es morbosa y, francamente, algo desagradable. Si la muerte y los detalles relacionados con ella te resultan incómodos, mejor te saltas este artículo. El mito que vamos a tratar de destruir es eso de que el pelo y las uñas de una persona muerta siguen creciendo durante unos días después de la muerte.

Esta afirmación sigue oyéndose con relativa regularidad, y no he conseguido encontrar su origen exacto: parece que lleva con nosotros desde tiempo inmemorial. Se menciona de vez en cuando en libros y películas, y es una de esas cosas que pasan de boca en boca sin confirmación… y no hay confirmación posible, porque es mentira.

Hay dos razones fundamentales por las que puede verse claramente que es una leyenda urbana: la primera es que, cuando el corazón de una persona deja de latir y la sangre deja de fluir, las células mueren en muy poco tiempo, incluidas las que hacen crecer el pelo y las uñas. Ninguna de estas células va a estar viva días después de que la persona haya muerto, luego este mito es, en primer lugar, una imposibilidad biológica.

La segunda razón por la que esto es absurdo es que las uñas crecen algo así como 0,1 mm diarios. De manera que, aunque observases una persona muerta durante dos o tres días, suponiendo que sus uñas siguieran creciendo (lo cual, como hemos dicho, es mentira), sería prácticamente imposible que te dieras cuenta. En las películas en las que esta falacia se muestra, las uñas son visiblemente largas, pero harían falta diez días desde que alguien muriese para que creciesen sólo un milímetro. Nunca lo verías.

¿Por qué razón ha surgido esta leyenda, entonces, y por qué sigue viva?

El origen – que, como hemos dicho, debe de ser ancestral – tiene que ver justo con lo contrario de lo que afirma la Falacia: cuando mueres, nada crece, pero hay cosas que se encogen. Una de las cosas que ocurre paulatinamente después de la muerte es la deshidratación de los tejidos. La piel y la carne van perdiendo agua poco a poco, y la carne se va encogiendo y retirando, pero las uñas y el pelo no contienen agua, de modo que no se encogen. Por eso parece que son más largos, porque la carne que los rodea ha encogido. De hecho (lo siento por lo siniestro de la explicación, pero la realidad es como es), por lo que he podido leer, hay funerarias que utilizan cremas hidratantes en los cadáveres para que esto no suceda.

La razón de que este mito haya sobrevivido tantísimo tiempo es doble: por un lado, nuestra intuición es, en este caso, nuestra enemiga. En nuestros cuerpos, estamos muy acostumbrados a que las uñas y el pelo crezcan, pero nada acostumbrados a que la piel y la carne encojan, de modo que es “evidente” cuando miras un cadáver con las uñas aparentemente largas que han crecido, no que la carne se haya retirado de ellas. Por alguna razón, la intuición no se extraña de que en poco tiempo hayan crecido lo que tardaría un mes si la persona hubiera estado viva.

Por otro lado, los seres humanos tenemos una relación psicológica muy retorcida con la muerte. Nos da miedo, pero nos fascina. No queremos hablar de ella, pero absorbemos cualquier información sobre ella con avidez… y cualquier dato misterioso o sorprendente se queda fijado en nuestras mentes y no las abandona.