Carlos di Leone: 

Clase de Música en 3º 3º en 1965

Clase de Música en 3º 3ª

 

En el año 1965, teníamos como profesora de Música a la Sra. Fachin de Perez

Buena profesora,  con cierto grado de severidad, que se manifestó de entrada, con lo cual los educandos caímos en la triste conclusión de que con ella no se jodía.

Pero, hete aquí, que a cierta altura del año dicha profesora faltó por unas cuantas clases, debido, creo, a una enfermedad de su madre.

Entonces, en su reemplazo enviaron a una Sra. muy mayor que se desempeñaba en el colegio como personal administrativo en las oficinas cercanas al rector; seguramente también era profesora de la materia, aunque en esa época no ejercía. No recuerdo su nombre.

Tímida y apocada, muy menuda y de voz baja, pelo canoso recogido, siempre vestida de gris, era un “Boccato di Cardinale”, para los depredadores que asolábamos ese antro.

Pero en realidad en este caso no hicimos escarnio de esta noble anciana (salvajes con cierto dejo de indulgencia), sino que aprovechamos  una curiosa circunstancia que se dio entonces,  para recomponer nuestro estado de calificaciones, en muchos  casos francamente lamentables.

 

Paso a detallar: 

Cuando aparecía la venerable señora y se sentaba frente al escritorio, los tiernos párvulos ejecutábamos una suerte de “scrum”  alrededor de dicho mueble y dicha dama.

O sea que ella quedaba rodeada por unos cuantos educandos, mientras los demás nos dedicábamos a diversas tareas, muchas de ellas reñidas con las buenas costumbres.

La densidad de aquel cúmulo de alumnos era tal, que la profesora estaba impedida de ver lo que ocurría en el resto del aula.

En tanto, en torno a la señora íbamos desfilando uno por uno, abandonando las ocupaciones delictuosas y ofreciéndonos “generosamente” para dar lección.

Como la profesora aceptaba con sorprendente ingenuidad (ella jamás llamó por lista.), todo se trataba de estudiar una sola vez,  luego postularse para exponer,  y como corolario recibir una calificación alta, posicionándonos mejor ante las siniestras y temidas posibilidades de diciembre o marzo.

 

Pero hubo un caso que merece destacarse por haber superado con creces la situación antes descripta.

 

El niñito Jorge Gómez, bien preparado para la ocasión, dio su lección voluntaria recibiendo apetecible nota.

Luego, tras dejar hacer su “negocio” a varios integrantes de la plantilla, Gómez se coloca anteojos oscuros, se peina con flequillo, permuta su saco con otro párvulo y adoptando una impostada voz de maricón (en ese entonces no se conocían los vocablos trolo o gay, ni siquiera estaba muy difundido el de homosexual), pide dar su lección, cosa que por supuesto, es aceptada por la anciana dama, quien no se da cuenta de la transfiguración.

Al finalizar la exposición, la profesora le pregunta su nombre, para adjudicarle una buena calificación, a lo cual el interrogado con su impostada voz feminoide, responde: López Castaldi . . . . .

 

. . . . . Dos en uno . . . . .

 

Esta situación de medrar con las notas se mantuvo por unas cuantas clases.

 

Peeeeeeero . . . . .

Un cierto día, aciago para los “no” estudiantes, volvió la profesora titular.

Si bien no sabemos cómo fue el proceso en la mente de la Sra. Fachin, podemos suponer que ante el panorama que hacía parecer a todos sin excepción como aspirantes a Rossini, Gershwin, Yupanqui o Piazzolla, optó por dar de baja todo lo operado por su reemplazante, para desencanto de la mayoría del plantel, con lo cual, esa primavera que nos había ilusionado, volvió a convertirse en crudo invierno.

 

Triste desenlace para la aventura.

Solo queda la ahora feliz evocación de esta anécdota

 

 

CARLOS di LEONE

 

 

Va mi recuerdo afectuoso para Jorge Gómez, compañero fallecido hace unos años,

simpático protagonista de esta historia.